1 Y aconteció que después de siete días vino a mí la palabra de Dios, y me dijo:
2 «Dile a Jeremías que vaya y apoye el cautiverio del pueblo en Babilonia. Pero si permanecéis aquí en medio de la desolación de Sión, os mostraré después de estos días »lo que sucederá al final de los días». Y dije a Jeremías como el Señor me había mandado. Y él, en verdad, partió con el pueblo, pero yo, Baruc, volví y me senté ante las puertas del templo, y lamenté sobre Sion la siguiente lamentación y dije:
3 [...]
4 [...]
5 [...]
6 Bienaventurado el que no nació,
O el que, habiendo nacido, ha muerto.
7 Pero nosotros, los que vivimos, ¡ay de nosotros!
Porque vemos las aflicciones de Sión,
Y lo que le ha sucedido a Jerusalén.
8 Llamaré a las sirenas del mar,
Y tú, Lilin, vienes del desierto,
Y vosotros, Shedim y dragones de los bosques:
Despiertad y ceñios vuestros lomos de luto,
y lleva conmigo las endechas,
Y haz lamentación conmigo.
9 Labradores, no volváis a sembrar;
Y, oh tierra, ¿por qué darte los frutos de tu cosecha?
Guarda dentro de ti los dulces de tu sustento.
10 Y tú, vid, ¿por qué das más tu vino?
Porque desde allí en Sion no se volverá a hacer ofrenda,
Tampoco se ofrecerán más primicias.
11 Y vosotros, oh cielos, retened vuestro rocío,
Y no abras los tesoros de la lluvia:
12 Y tú, oh sol, retiene la luz de tus rayos.
Y tú, oh luna, apaga la multitud de tu luz;
¿Por qué la luz debería volver a surgir?
¿Dónde se oscurece la luz de Sión?
13 Y vosotros, esposos, no entréis,
Y que las novias no se adornen con guirnaldas;
Y vosotras mujeres, no oréis para poder dar a luz.
14 Porque los estériles se alegrarán sobre todo,
Y los que no tienen hijos se alegrarán,
Y los que tengan hijos tendrán angustia.
15 ¿Por qué deberían soportar el dolor?
¿Sólo para enterrar en el dolor?
16 ¿O por qué la humanidad debería tener hijos?
¿O por qué debería volver a nombrarse la semilla de su especie?
Donde esta madre está desolada,
¿Y sus hijos son llevados en cautiverio?
17 Desde ahora no hables de hermosura,
Y no hables de gracia.
18 Además, vosotros, los sacerdotes, tomad las llaves del santuario,
y arrojarlos a lo alto del cielo,
Y dáselos al Señor y dile:
«Guarda tú mismo tu casa,
¡Por lo! somos encontrados falsos mayordomos».
19 Y vosotras, vírgenes; que tejen lino fino
y seda con oro de Ofir,
Toma con prisa todas (estas) cosas
y arrojarlos al fuego,
para llevarlos al que los hizo,
Y la llama los envía al que los creó,
No sea que el enemigo se apodere de ellos.»