Prólogo
1 En verdad, yo, Baruc, estaba llorando en mi mente y entristecido por el pueblo, y eso
2 Dios permitió al rey Nabucodonosor destruir su ciudad, diciendo: Señor, ¿por qué incendiaste tu viña y la devastaste? ¿Por qué hiciste esto? Y por qué, Señor, no nos pagaste con otro castigo. , sino que nos entregaste a naciones como éstas, para que
3 reprocharnos y decir: ¿Dónde está su Dios? Y he aquí, mientras yo lloraba y decía estas cosas, vi un ángel del Señor que venía y me decía: Entiende, oh hombre, muy amado, y no te preocupes tanto acerca de la salvación de Jerusalén, porque así dice el Señor Dios:
4 el Todopoderoso. Porque Él me envió delante de ti, para darte a conocer y mostrarte todas (las cosas)
5 [...]
6 de Dios. Porque tu oración fue oída delante de él, y entró en los oídos del Señor Dios. Y cuando me dijo estas cosas, me quedé en silencio. Y el ángel me dijo: Deja de provocar
7 Dios, y te mostraré otros misterios, mayores que estos. Y yo, Baruc, dije: Vive Jehová el Señor, que si me muestras, y oigo una palabra tuya, no hablaré más.
8 Dios aumentará mi juicio en el día del juicio, si hablo más adelante. Y el ángel de los poderes me dijo: Ven, y te mostraré los misterios de Dios.