1 En aquellos días Noé vio que la tierra se había hundido y que su destrucción estaba cerca.
2 Y se levantó de allí y fue hasta los confines de la tierra, y clamó en voz alta a su abuelo Enoc: y Noé dijo tres veces con voz amarga: «Escúchame, escúchame, escúchame».
3 Y le dije: «Dime qué es lo que está cayendo sobre la tierra, que la tierra está en tan mala situación y sacudida, no sea que yo perezca con ella».
4 Entonces hubo un gran alboroto en la tierra, y se oyó una voz del cielo, y caí de bruces.
5 Y mi abuelo Enoc vino y se paró a mi lado, y me dijo: «¿Por qué has clamado a mí con un llanto y un llanto amargos?»
6 «Y de la presencia del Señor ha salido una orden para los que habitan en la tierra, de que su ruina se ha cumplido porque han aprendido todos los secretos de los ángeles, y toda la violencia de los satanás, y todos sus poderes —los más secretos— y todo el poder de los que practican hechicerías, y el poder de las hechicerías, y el poder de los que hacen imágenes de fundición para toda la tierra»;
7 «Y cómo se produce la plata del polvo de la tierra, y cómo el metal blando se origina en la tierra».
8 «Porque el plomo y el estaño no surgen de la tierra como los primeros: es una fuente que los produce, y en ella hay un ángel, y ese ángel es preeminente».
9 Y después de eso mi abuelo Enoc me tomó de la mano y me levantó y me dijo: «Ve, porque le he preguntado al Señor de los Espíritus en cuanto a esta conmoción en la tierra».
10 «Y Él me dijo: «A causa de su injusticia, su juicio ha sido determinado y Yo no lo retendré para siempre. A causa de las hechicerías que han investigado y aprendido, la tierra y los que habitan en ella serán destruidos».
11 «Y éstos no tienen lugar de arrepentimiento para siempre, porque les han mostrado lo que estaba oculto, y son los condenados; pero en cuanto a ti, hijo mío, el Señor de los espíritus sabe que eres puro, y inocente de este reproche referente a los secretos».
12 «Y Él ha destinado tu nombre a estar entre los santos, y te preservará entre los que habitan la tierra, y ha destinado tu descendencia justa tanto para realeza como para grandes honores, y de tu descendencia brotará una fuente de los justos y santos sin número para siempre».