Códice sabbaítico de Jerusalén
1 Después de que Nuestro Señor Jesucristo resucitó de entre los muertos, se acercó a él Bartolomé y le abordó de esta manera: «Descúbrenos, Señor, los misterios de los cielos».
2 Jesús le respondió diciendo: «Si [antes no] me despojo de este cuerpo carnal, no podré revelártelos».
3 N [Pero cuando resucitó, después de estar sepultado, ninguno se atrevió a preguntarle, porque, aunque no se le podía ver, su divinidad estaba realmente presente.]
4 Bartolomé, pues, acercándose al Señor, le dijo: «Tengo algo que decirte, Señor».
5 Jesús a su vez respondió: «Ya sé lo que vas a decirme. Dime, pues, lo que quieras. Pregunta y yo te daré razón».
6 Bartolomé habló entonces: «Cuando marchabas camino de la cruz, yo iba siguiendo de lejos. Y te vi a ti pendiente del madero y a los ángeles que, bajando de los cielos, te adoraban. Al sobrevenir las tinieblas,
7 yo estaba contemplándolo todo. Y vi cómo desapareciste de la cruz y sólo pude oír los lamentos y el crujir de dientes que se produjeron súbitamente en las entrañas de la tierra».
8 Jesús entonces respondió de esta manera: «Dichoso de ti, Bartolomé, amado mío, porque te fué dado contemplar este misterio. Ahora puedes preguntarme cualquier cosa que se te ocurra, que todo te lo daré a conocer».
9 «Cuando desaparecí de la cruz, es que bajé al infierno para sacar de allí a Adán y a todos los que con él se encontraban, accediendo a la súplica del arcángel Miguel».
10 Dice entonces Bartolomé: ¿Y qué significaba aquella voz que se oyó
11 Respóndele Jesús: «Era la voz del Infierno, que decía a Belial: A mi modo de ver, Dios se ha hecho presente aquí».
12 vs [(II. Cuando descendí, pues, con mis ángeles al Infierno para romper los cerrojos y las puertas de bronce, decía éste al Diablo: «Me parece como si viniera Dios a la tierra». Y los ángeles dirigían sus clamores a las potestades diciendo: «Alzad, ¡oh príncipes! , las puertas y haced correr los canceles eternales, porque el Rey de la gloria va a bajar a la tierra».) Y el Infierno dijo: «¿Quién es este Rey de la gloria que viene del cielo hacia nosotros?»
13 Mas, cuando hube descendido quinientos pasos, el Infierno se llenó de turbación y dijo: «Me parece que es Dios el que baja a la tierra, pues oigo la voz del Altísimo y no puedo aguantarla».
14 El Diablo respondió diciendo: «No decaigas de ánimo, Infierno; recobra tu vigor, que Dios no desciende hasta la tierra».
15 Y cuando volví a bajar otros quinientos pasos y los ángeles y potestades exclamaban: «Alzad las puertas a vuestro Rey y elevad los canceles eternos, pues he aquí que está para entrar el Rey de la gloria», dice de nuevo el Infierno: «iAy de mí! Ya siento el hálito de Dios».
16 Y dijo el Diablo al Infierno: «¿Para qué me asustas, Infierno? Si es sólo un profeta semejante en algo a Dios… Atrapémosle y llevémosle a presencia de esos que creen que está subiendo al cielo».
17 Mas el Infierno replicó: ¿Y quién es de entre los profetas? Infórmame. ¿Es acaso Henoc, el escritor veracísimo? Pero Dios no le permite bajar a la tierra hasta después de seis mil años. ¿Acaso te refieres a Elías, el vengador? Pero éste no podrá bajar hasta el fin del mundo. ¿Qué haré ? Para nuestra perdición ha llegado el fin de todo, pues aquí tengo escrito en mi mano el número de los años».]
16-17 Belial, a su vez, replicó al Infierno: «Observa atentamente quién es el que ha llegado, porque, o es Elías, o Henoc, o uno de los profetas, a mi modo de ver». Mas el Infierno respondió de esta manera a la Muerte: «Aún no se han cumplido los seis mil años. ¿De dónde, pues, son éstos, Belial ? La cantidad está escrita en mis manos».
18 Belial dijo al Infierno: «No te turbes. Asegura bien tus poderes y refuerza los cerrojos. Hazme caso: Dios no baja hasta la tierra».
19 Responde el Infierno: «No puedo oír tus bellas palabras. Siento que revienta mi seno y mis entrañas se llenan de aflicción. No puede ser otra cosa sino que Dios se ha presentado aquí. iAy de mí! ¿Adónde iré huyendo de su rostro, de la fuerza del gran Rey? Déjame esconderme en tus entrañas, pues fuí hecho antes que tú».
20 En aquel preciso momento penetré yo y le flagelé y le até con cadenas irrompibles. Después hice salir a todos los patriarcas y vine de nuevo a la cruz».
21 Bartolomé le dijo: «Dime, Señor, ¿quién era aquel hombre de talla gigante a quien portaban los ángeles en sus manos ? »
22 Jesús respondió: «Aquél era Adán, el primer hombre que fué creado, por quien yo bajé del cielo a la tierra. Yo le dije: Por ti y por tus descendientes he sido colgado de la cruz. El, al oírlo, dió un suspiro y dijo: Así te plugo a ti, Señor».
23 De nuevo dijo Bartolomé: «También vi a los ángeles que subían delante de Adán y que cantaban himnos».
24 «Mas uno de éstos, el más esbelto de todos, no quería subir. Tenía en sus manos una espada de fuego y te hacía señales a ti únicamente».
25 «vr[Y los demás le rogaban que subiera al cielo, mas él no quería. Pero, cuando tú le mandaste subir, vi una llama que salía de sus manos y que llegaba a la ciudad de Jerusalén».
26 Y dijo Jesús: «Era uno de los ángeles encargados de vengar el trono de Dios».
27 «Y estaba suplicándome. La llama que viste salir de sus manos, hirió el edificio de la Sinagoga de los judíos para dar testimonio de mí, por cuanto ellos me habían crucificado». ]
28 G [Y cuando hubo hablado esto, dijo a los apóstoles: «Esperadme en este lugar, porque hoy se ofrece un sacrificio en el paraíso y he de estar allí presente para recibirlo».]
29 Y dijo [Bartolomé]: «¿Cuál es el sacrificio que se ofrece hoy en el paraíso ?» Jesús respondió: «Las almas de los justos que han salido G [del cuerpo], van a entrar hoy en el Edén, y, si no estoy yo allí presente, no podrán hacerlo».
30 Bartolomé respondió diciendo: « ¿Cuántas almas salen diariamente de este mundo Dícele Jesús: «Treinta mil».
31 Dícele de nuevo Bartolomé: «Señor, cuando te encontrabas entre nosotros enseñándonos tu palabra, ¿recibías sacrificios en el paraíso ?» Respóndele Jesús diciendo: «En verdad te digo, amado mío, que, cuando me hallaba entre vosotros enseñándoos la palabra, estaba simultáneamente sentado junto a mi Padre».
32 G [Y Bartolomé respondió y dijo: «¿Son sólo tres las almas que salen cada día ?» Respóndele Jesús: «Apenas cincuenta y tres, amado mío». ]
33 [Y entre las almas que] salen del mundo, ¿cuántas almas justas se encuentran? Dícele Jesús: «Cincuenta». G [De nuevo dice Bartolomé: «¿Y cómo es que sólo entran tres en el paraíso P.» Respóndele Jesús: «Las cincuenta y tres entran en el paraíso o son depositadas en el seno de Abrahán. Las demás se quedan en el lugar de la resurrección, porque aquellas tres no son como estas cincuenta».]
34 Dícele Bartolomé: «Señor, ¿cuántas almas nacen diariamente en el mundo ?» Respóndele Jesús: «Una sola más de las que salen del mundo».
35 Y en diciendo esto, les dió la paz y desapareció de entre ellos.
1 Estaban los apóstoles en el lugar llamado Chilturá (Chiruvim, Chritir) ve [con María madre de Dios].
2 Y Bartolomé, acercándose a Pedro, Andrés y Juan, les dice: ¿Por qué no pedimos a la Llena de gracia que nos diga cómo concibió al Señor y cómo pudo llevar en su seno y dar a luz al que no puede ser gestado Mas ellos vacilaban en preguntarla.
3 Y dice Bartolomé a Pedro: «Tú, como corifeo y maestro nuestro que eres, acércate e interrógala».
4 Mas, al ver a todos vacilantes y en desacuerdo, Bartolomé se acercó a ella y le dijo: «Dios te salve, tabernáculo del Altísimo; aquí venimos todos los apóstoles a preguntarte cómo concebiste G [al que es incomprensible, y cómo llevaste en tu seno a Aquel que no puede ser gestado, o cómo, en fin, diste a luz a tanta grandeza».]
5 Pero María responde: «No me interroguéis acerca de este misterio. Si empiezo a hablaros de él, saldrá fuego de mi boca y consumirá toda la tierra». 6 Mas ellos insistían, y María, no queriendo darles oídos, dijo: «Pongámonos en oración».
7 Los apóstoles se pusieron de pie detrás de María. Esta dijo a Pedro: «¿Y tú, Pedro, que eres jefe y gran pilar, estás de pie detrás de nosotros? ¿Pues no dijo el Señor que la cabeza del varón es Cristo, N [y la de la mujer el varón?»]
8 Pero ellos replicaron: «En ti plantó su tienda el Señor y en ti tuvo a bien ser contenido. Tú debes ser nuestro guía en la oración».
9 María entonces les dice: «Vosotros sois [estrellas] brillantes del cielo. Vosotros sois los que debéis orar N [antes de mí]».
10 Dícenle: «Tú debes orar, G [que eres la madre] del Rey celestial».
11 Díceles María: G [«A semejanza vuestra formó el Señor los pajarillos y los envió a los cuatro ángulos de la tierra».]
12 Entonces ellos responden: G [«Aquel, a quien apenas pueden contener siete cielos, ha tenido a bien encerrarse dentro de ti».]
13 Con lo que María se puso delante de ellos, y elevando sus manos al cielo, empezó a decir: «Elfuza … Oloth. Ke Mia Thesse. Liso. Adonai. Rerumvavvelth. Varvur. Tharasü. Erura. Edeth. Errose… …Theothea. Arnenioth. Anev…as. Evargth. Marmarige. Eophros. Thyriamuch. Evsvar …p …en la tierra…» G[que en griego significa:] Dios! Tú que eres el grande, el sapientísimo, el Rey de los siglos inexplicable e inefable, el que con una palabra has dado consistencia a las magnitudes siderales, el que has fundamentado en acorde harmonía la excelsitud del firmamento, el que has separado la oscuridad tenebrosa de la luz, el que has cimentado en un mismo sitio los hontanares de las aguas; G [tú que eres el terror de los que cruzan el aire y el espanto de los habitantes de la tierra]; tú que has dado base a ésta G [y no has tenido a bien dejarla perecer, ya que proporciona a todos el sustento, empapándola con las lluvias [y otorgándole las bendiciones del Padre]; tú, quien, no pudiendo apenas ser contenido en los siete cielos, te dignaste G [ser contenido por mí sin dolor alguno], siendo Verbo G [perfecto del Padre, por quien todas las cosas fueron hechas]; da gloria, Señor, a tu magno nombre y G [mándame hablar en presencia de tus santos apóstoles»].
14 Y, terminada que hubo la oración, dijo: «Sentémonos en el suelo y ven tú, Pedro, que eres el jefe. Siéntate a mi derecha y apoya con tu izquierda mi brazo. Tú, Andrés, haz lo mismo desde el lado izquierdo. Tú, Juan, que eres virgen, sujétame el pecho. Y tú, Bartolomé, ponte de rodillas detrás de mí y apoya mis espaldas, no sea que, al empezar a hablar, mis huesos se desarticulen».
15 Y, cuando hubieron hecho esto, empezó a hablar de esta manera: «Estando yo en el templo de Dios, donde recibía el alimento de manos de un ángel, se me apareció cierto día una figura que parecía ser angélica. Mas su faz era indescriptible y en su mano no tenía pan ni cáliz, como el ángel que había venido anteriormente a mí».
16 «Y he aquí que súbitamente se rasgó el velo del templo y sobrevino un gran terremoto. Yo me eché por tierra, no pudiendo soportar el aspecto del ángel».
17 «Mas él me tendió su mano y me levantó. Yo miré hacia el cielo y vi una nube de rocío G [sobre mi faz] que me asperjó desde la cabeza hasta los pies. Pero él me enjugó después con su manto».
18 «Y me dijo: Salve, llena de gracia, vaso de elección. Entonces dió un golpe con su mano derecha y apareció un pan muy grande, que colocó sobre el ara del templo. Comió él primero y luego me dió también a mí».
19 «Dió otro golpe con la orla izquierda de su vestido y apareció un cáliz muy grande lleno de vino. Bebió él primero, y luego me dió también a mí. Y mis ojos vieron un cáliz rebosante y un pan».
20 Entonces me dijo: «Al cabo de tres años, yo te dirigiré de nuevo mi palabra y concebirás un hijo por el que será salva toda la creación. Tú eres el cáliz del mundo. La paz sea contigo, amada mía, y mi paz te acompañará siempre».
21 «Y en esto desapareció de mi presencia, quedando el templo tal como estaba anteriormente».
22 Mas, al terminar ella de hablar, empezó a salir fuego de su boca. Y, cuando el mundo estaba ya para ser destruído, se apareció el Señor y dijo a María: «No reveles este misterio, porque, [si lo haces], va a sufrir en el día de hoy un cataclismo la creación entera». Los apóstoles, consternados, temieron no fuera a airarse contra ellos el Señor.
1 Entonces [el Señor] se marchó con ellos al monte Moria y se sentó en medio de ellos.
2 G [Mas a causa del miedo vacilaban en preguntarle].
3 G [Y Jesús respondió y dijo:] «Preguntadme lo que os plazca, pues dentro de siete días G [me marcharé a mi Padre, y ya no me dejaré ver de vosotros de esta manera»].
4 Y ellos, G [vacilantes, le dicen: «Permítenos ver el abismo según lo que nos prometiste»].
5 N [Y les dijo] Jesús: «Mejor os vendría no ver el abismo; pero, si queréis, seguidme y lo veréis».
6 Y les condujo al lugar llamado Cherudik, que significa lugar de verdad,
7 e hizo una señal a los ángeles del Occidente y la tierra se abrió como un libro y apareció el abismo;
8 y, al verlo, los apóstoles cayeron en tierra.
9 Mas el Señor les levantó diciendo: «¿No os decía hace un momento que no os vendría bien ver el abismo ?»
1 Y, tomándolos de nuevo, se puso en camino del monte de los Olivos.
2 Y Pedro decía a María: tú!, llena de gracia, ruega al Señor para que nos revele los arcanos celestiales».
3 María repuso a Pedro: « iOh tú!, piedra escogida, ¿acaso no prometió El fundar su Iglesia sobre ti ?»
4 G [Pedro insiste: «A ti, que eres amplio tabernáculo, [te corresponde preguntar»].
5 [María dice: «Tú eres la imagen de Adán; éste no fué formado de la misma manera que Eva]. Fíjate en el sol y mira cómo, a imagen de Adán, aventaja en brillo a los demás astros. Fíjate también en la luna y mira cómo está enfangada por la transgresión de Eva. Porque el Señor puso a Adán al oriente y a Eva al occidente, ordenando a ambos que se den la cara mutuamente».
6 Y, cuando hubieron llegado a la cumbre del monte, el Señor se retiró un poco de ellos, y Pedro dijo a María: «Tú eres la que has deshecho la transgresión de Eva, cambiándola de vergüenza en regocijo».
7 Y, habiendo aparecido de nuevo el Señor, le dice Bartolomé: «Señor, muéstranos al adversario de los hombres para que veamos quién es y cuáles son sus obras, ya que ni de ti siquiera se apiadó, sino que te hizo pender del patíbulo».
8 Y Jesús, habiendo fijado en él su mirada, le dice: «Tu corazón es duro. No te es dado ver eso que pides».
9 Entonces Bartolomé, todo agitado, cayó a los pies de Jesús, diciendo: «Jesucristo, lucero inextinguible, creador de la luz eterna, tú que has dado la gracia universal a todos los que te aman y que nos has otorgado por medio de la Virgen María el fulgor perenne de tu presencia en este mundo, concédenos la razón de nuestra demanda».
10 Al terminar de decir esto Bartolomé, el Señor le levantó, diciendo: «Ya veo que es tu deseo ver al adversario de los hombres. Pero ten en cuenta que, al mirarle, no solamente tú, sino los demás apóstoles e incluso María, G [caeréis a tierra y quedaréis como muertos».
11 Mas todos le dijeron: «Señor, veámosle»].
12 Entonces les hizo bajar del monte de los Olivos. Y, habiendo lanzado una mirada de furor a los ángeles que custodiaban el Tártaro, indicó a Miguel que hiciera sonar la trompeta fuertemente. Cuando éste la hubo sonado, subió Belial aprisionado por 560 ángeles y atado con cadenas de fuego.
13 El dragón tenía de largo mil seiscientos codos y de an-cho cuarenta. Su rostro era como una centella, y sus ojos, tenebrosos. De su nariz salía humo maloliente, y su boca era como la hendidura G [de un precipicio].
14 Al verle los apóstoles, cayeron en tierra sobre sus rostros y quedaron como muertos.
15 Mas Jesús G [se acercó a ellos, los levantó y les infundió ánimo. Y dice a Bartolomé:] «Písale con tu propio pie en su cerviz y pregúntale cuáles eran sus obras [hasta ahora] G [y cómo engaña a los hombres]».
16 Jesús estaba de pie con los demás apóstoles.
17 Y Bartolomé, temeroso, elevó su voz y dijo: «Sea bendecido desde ahora y para siempre el nombre de tu reino inmortal». Cuando esto hubo dicho, Jesús le exhortó de nuevo: «Anda, conculca a Belial en su cerviz». Entonces Bartolomé vino apresuradamente sobre Belial y le pisó en la cerviz, dejándole temblando,
18 Y Bartolomé huyó asustado, diciendo: «Déjame la orla de tus vestidos para que me atreva a acercarme a él».
19 Jesús le contesta: «Tú no puedes tomar la fimbria de mis vestidos, pues estos que llevo ahora no son los mismos que llevaba antes de ser crucificado».
20 Dícele Bartolomé: «Tengo miedo, Señor, de que, así como no se compadeció de los ángeles, de la misma manera me aplaste también a mí».
21 Responde Jesús: ¿Pero es que acaso no han venido todas las cosas al ser, gracias a mi palabra y a la inteligencia de mi Padre? A Salomón se le sometieron los espíritus. Vete tú, pues, en mi nombre y pregúntale lo que quieras».
22 Y al hacer Bartolomé la señal de la cruz y orar a Jesús, sobrevino un incendio y los vestidos del apóstol se inflamaron. Dícele entonces Jesús de nuevo: «Písale, como te dije, en la cerviz, de manera que puedas preguntarle cómo es su poder». Bartolomé, pues, se fué y le pisó en la cerviz que tenía oculta hasta las orejas,
23 diciéndole: «Dime quién eres tú y cuál es tu nombre».
24 vs [Y él (Bartolomé), le aflojó un poco las ligaduras y le dijo: «Da cuenta de cuanto has hecho»].
25 Respondió Belial: «Al principio me llamaba Satanaíl, que quiere decir mensajero de Dios. Mas, cuando no reconocí la imagen de Dios, mi nombre fué llamado Satanás, que quiere decir ángel guardián del Tártaro.
26 Bartolomé le dice de nuevo: «Manifiéstame todo sin ocultarme nada».
27 Y él responde: «Te juro por la gloria de Dios que, aunque quisiera ocultarlo, me sería imposible. Está aquí presente el que me arguye. Y, si me fuera posible, os haría desaparecer a todos de la misma manera que lo hice con aquel de entre vosotros G [que os precedió]».
28 «Yo también fuí llamado primer ángel, porque, G [cuando] Dios hizo el cielo y la tierra, tomó un puñado de fuego y me formó a mí el primero»,
29 «el segundo a Miguel, el tercero a Gabriel, el cuarto a Rafael, el quinto a Uriel, el sexto a Xathanael y otros seis mil ángeles, cuyos nombres me es imposible pronunciar, pues son los lictores de Dios y me flagelan G [siete veces] cada día y siete veces cada noche. No me dejan un [momento y son los encargados de] cercenar mis fuerzas. Los dos ángeles vengadores son estos que están ante la faz del trono de Dios. Ellos fueron creados los primeros».
30 «Después de éstos fué creada la multitud de los ángeles: en el primer cielo hay cien miríadas; en el segundo, cien miríadas; en el tercero, cien miríadas; en el cuarto, cien miríadas; en el quinto, cien miríadas; en el sexto, cien miríadas; en el séptimo, cien miríadas. Fuera del ámbito de los siete cielos está el primer firmamento, donde residen las potestades que ejercen su actividad sobre los hombres».
31 «Hay también otros cuatro ángeles: Uno es del Bóreas, cuyo nombre es … vroíl G[Cherum]; tiene en su mano una vara de fuego y hace cesar la fuerza G [que la humedad ejerce] sobre la tierra, para que ésta no llegue a secarse».
32 «Otro ángel está en el Aquilón, cuyo nombre es elvisthá».
Versión latina casanatense
32 «Etalfatha tiene a su cargo el Aquilón. Y ambos, [contando a Mauch, que está en el Bóreas], sostienen en sus manos antorchas encendidas y varas de fuego para contrarrestar su frío, [el de los vientos], de manera que no se seque la tierra y perezca el mundo».
33-34 «Cedor se cuida del Austro, para que el sol no perturbe a la tierra, pues Lenevior apaga la llama que sale de la boca de aquél para que ésta no sea abrasada».
35 «Hay otro ángel que ejerce dominio sobre el mar y abate el empuje de sus olas».
36 «Lo demás no estoy dispuesto a manifestártelo».
37 Entonces le dice el apóstol Bartolomé: «Anda, dime, malhechor y mentiroso, ladrón desde el principio, lleno de amargura, engaño, envidia y astucia, viejo reptil marrullero, lobo rapaz, ¿cómo te las arreglas para embaucar a los hombres, de modo que dejen al Dios vivo, creador de todas las cosas, que hizo el cielo y la tierra y todo lo que en ellos está contenido ? Pues tú siempre eres enemigo del género humano». […]
40 Y le dijo el Anticristo: «Te lo diré. He aquí que sube una rueda del abismo y tiene siete cuchillos de fuego. El primero de éstos tiene doce canales».
41 Y le preguntó Bartolomé: « ¿Quiénes están en los cuchillos ?»
42 Respondió el Anticristo: «Al canal ígneo, situado en el primer cuchillo, van a parar los dados al sortilegio, a la adivinación y al arte de encantamiento, y también los que les dan oídos o les buscan, ya que por la malicia de su corazón encontraron adivinaciones falsas. Al segundo canal de fuego van los blasfemos, que maldicen de Dios, de sus prójimos y de las Escrituras. Aquí vienen también los hechiceros y los que los buscan o les dan crédito. Entre los míos se encuentran asimismo los suicidas, que se echan al agua, o se ahorcan, o se hieren con la espada. Todos éstos estarán conmigo. Al tercer canal van los homicidas, los que se dan a la idolatría y los que se dejan llevar por la avaricia o por la envidia, que fué la que me arrojó a mí del cielo a la tierra. A los demás canales van los perjuros, los ladrones, los soberbios, los ansiosos de usura, los que blasfeman de los espíritus, los que desechan a los peregrinos, los que no hacen limosna, los que no ayudan a los encarcelados, los que sirven con tibieza en la Iglesia, los calumniadores, los que no aman a sus prójimos y los demás pecadores que no buscan a Dios o le sirven con tibieza. A todos éstos les escandalizo yo a mi capricho».
43 Dícele entonces Bartolomé: «Dime, diablo mentiroso e insincero: ¿Haces estas cosas tú personalmente o por medio de tus semejantes ?»
44 Respóndele el Anticristo: «iOh si yo hubiera podido salir y hacer estas cosas por mí mismo! En tres días destruiría el mundo entero. Pero, desgraciadamente, ni yo ni ninguno de los que fueron arrojados juntamente conmigo podemos salir. Tenemos, sin embargo, otros ministros más débiles, que, a su vez, se atraen otros colegas, a los que endosamos nuestra vestimenta y les mandamos a poner insidias para que enreden a las almas de los hombres con mucha suavidad, halagándolas, para que sigan la embriaguez, la avaricia, la blasfemia, el homicidio, el hurto, la fornicación, la apostasía, la idolatría, la desviación de la Iglesia, el desprecio de la Cruz, el falso testimonio o, en fin, todo lo que Dios abomina. [Esto es lo que] nosotros hacemos. A unos les echamos al fuego, a otros les lanzamos desde los árboles para que se ahoguen; a unos les rompemos los pies o las manos, a otros les arrancamos los ojos. Estas y otras cosas más son las que hacemos. Les ofrecemos oro y plata y todo cuanto es codiciable en el mundo, y a aquellos que no conseguimos pequen despiertos, les hacemos pecar dormidos». […]
45 «También te diré los nombres de los ángeles de Dios que nos son contrarios. Uno de ellos se llama Mermeoth, que es el que domina las tempestades. Mis satélites le conjuran y él les da permiso para que habiten donde quieran; mas, al volverse, se incendian. Hay otros cincuenta ángeles que tienen bajo su poder el rayo. Cuando algún espíritu de entre nosotros quisiere salir por el mar o por la tierra, estos ángeles envían contra él una descarga de piedra. Con lo cual prende el fuego y se abren las rocas y los árboles. Y, cuando han podido dar con nosotros, nos persiguen, siguiendo el mandato de Aquel a quien sirven. Gracias a este mandato, tú puedes ejercer poderío sobre mí, por lo que me veo obligado, bien a pesar mío, a manifestarte el secreto y las cosas que no pensé decirte». Pregúntale de nuevo Bartolomé: « ¿Qué es lo que has hecho y qué es lo que sigues haciendo todavía ? Manifiéstamelo». Satanás responde: «Tenía pensado no manifestarte todo el secreto, pero, por Aquel que preside el Universo, cuya cruz me cautivó, no puedo ocultarte nada». […]
50 Y dijo el Señor Jesús al apóstol Bartolomé: «Aflójale las ligaduras y mándale que vuelva a su sitio hasta la venida del Señor. Lo demás, ya me encargaré yo de revelároslo a vosotros. Porque es necesario nacer de nuevo para que aquellos que vencieron en la prueba puedan entrar en el reino de los cielos, de donde fué derrocado este enemigo por su soberbia, juntamente con aquellos de cuyo consejo se servía».
51 Después de esto, dijo el apóstol Bartolomé al Anticristo: «Vuélvete, condenado y enemigo de los hombres, al abismo hasta la venida de Nuestro Señor Jesucristo, el cual ha de venir a juzgar a vivos y muertos y al mundo entero por medio del fuego y a condenarte a ti con todos tus semejantes. No pretendas de aquí en adelante seguir practicando eso que te has visto obligado a manifestar».
Entonces Satanás, lanzando como un león voces mezcladas con rugidos y gemidos, dijo: « iAy de mí, que me he servido de mujeres para engañar a muchos y yo mismo he venido a ser burlado por una virgen! Ahora me veo aherrojado y atado con cadenas de fuego por el Hijo de ésta y estoy ardiendo de mala manera. iOh virginidad, que me eres siempre contraria! Todavía no han pasado los siete mil años. ¿Cómo es, pues, que me he visto condenado a confesar las cosas que acabo de decir?»
52 Entonces el apóstol Bartolomé, admirando la audacia del enemigo y confiando en el poder del Salvador, dice a Satán: «Manifiéstame, inmundísimo demonio, la causa por la que fuiste derrocado de lo más alto del cielo; pues me diste palabra de decirme todo».
53 El diablo respondió y dijo: «Cuando Dios se propuso formar a su imagen a Adán, padre de los hombres, mandó a cuatro ángeles que trajeran tierra de las cuatro partes del globo y agua de los cuatro ríos del paraíso. Yo me encontraba a la sazón en el mundo, y el hombre llegó a ser un animal viviente en los cuatro rincones de la tierra donde yo no estaba. Entonces [Dios] le bendijo porque era su imagen. Después vinieron a rendirle sus homenajes Miguel, Gabriel y Uriel».
54 «Cuando yo retorné del mundo, me dijo el arcángel Miguel: Adora esa figura que ha hecho Dios según su beneplácito. Yo me di cuenta de que había sido hecho de barro [y dije]: Yo fuí hecho de fuego y agua y con anterioridad a éste; yo no adoro al barro de la tierra».
55 «De nuevo me dijo Miguel: Adórale, no sea que el Señor se vaya a enfadar contra ti. Yo repliqué: El Señor no se aíra contra mí. Yo voy a poner mi trono contra el suyo. Entonces Dios se enfureció contra mí, mandó abrir las compuertas del cielo y me arrojó a la tierra.
56 Después que yo fuí arrojado, preguntó el Señor a los demás ángeles que estaban a mis órdenes si estaban dispuestos a rendirse ante la obra que El había hecho con sus manos. Mas ellos dijeron: Así como hemos visto que nuestro jefe no doblaba su cerviz, de la misma manera nosotros no adoraremos a un ser inferior a nosotros. En aquel momento fueron también ellos derrocados conmigo».
57 «Y nos quedamos dormidos durante un período de cuarenta años. Yo, al despertarme, me di cuenta de los que estaban debajo de mí durmiendo
58 y les desperté, siguiendo mi capricho. Después tomé acuerdo con ellos para ver cómo embaucar al hombre por cuya causa fuí yo arrojado del cielo».
59 «Y, tomada la resolución, entendí cómo podía seducirle: Tomé unas hojas de higuera en mis manos, sequé [con ellas] el sudor de mi pecho y de mis sobacos y [las] arrojé a la corriente. Eva entonces, al beber, encontró el deseo carnal y se lo ofreció a su marido. A ambos les pareció dulce su sabor y no cayeron en la cuenta de lo amargo que era por haber prevaricado. De no haber bebido ellos de este agua, jamás pudiera yo haberles embaucado; y no tenía yo a mano otro medio para poder prevalecer sobre ellos sino éste».
60 Entonces el apóstol Bartolomé se puso a orar diciendo: « ¡Oh Señor Jesucristo! Mándale que entre en el infierno, porque se pone insolente contra mí». Y dice el Señor Jesucristo a Satán: «Vete, desciende al abismo y estáte allí hasta mi llegada». Y al instante desapareció el diablo.
61 Bartolomé entonces, cayendo a los pies de Nuestro Señor Jesucristo, empezó a decir bañado en lágrimas: «Abba! iPadre! Tú que sigues siendo el único y glorioso Verbo del Padre, por quien fueron hechas todas las cosas; tú, a quien apenas pudieron contener los siete cielos y que tuviste a bien habitar en el seno de una Virgen; a quien la Virgen gestó y dió a luz sin sentir dolor. Tú, Señor, elegiste a la que verdaderamente pudiste llamar madre y esclava. Madre, porque por ella te dignaste descender y de ella tomaste carne mortal. Y Reina, porque la has constituído reina de las vírgenes».
63 «Tú que llamaste a los cuatro ríos y éstos obedecen a tu mandato y se apresuran a servirte. El primero, el río de los Filósofos, para la unidad de la Iglesia y de la fe, que ha sido manifestada en el mundo. El segundo, el Geón, porque [el hombre] fué hecho de tierra, o [también] por los dos testamentos. El tercero, el Tigris, porque a los que creemos en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, Dios único por quien fueron hechas todas las cosas en el cielo y en la tierra, nos ha sido revelada la Trinidad sempiterna, que está en los cielos. El cuarto, el Eufrates, porque tú te has dignado saciar a toda alma viviente por medio del baño de la regeneración, que representaba la imagen de los Evangelios que corren por todo el orbe de la tierra, y que te dignaste anunciar por tus siervos, para que, por medio de la confesión y la fe, sean salvos todos los que creen en tu nombre grande y terrible y en tus santos Evangelios, de manera que puedan llegar a la vida que [todavía] no poseen».
66 Dice entonces Bartolomé: «¿Es lícito manifestar estas cosas a todos los hombres ?»
67 Dícele Jesús: «Podéis descubrirlas a todos los que sean creyentes y observen este misterio que acabo de manifestaros. Pues entre los gentiles hay algunos que son idólatras, borrachos, fornicarios, perjuros, blasfemos, detractores de la Iglesia católica, envidiosos, maléficos, hechiceros, malvados, que siguen las malas artes del enemigo y que odian a sus prójimos. Todos éstos no son dignos de oír este misterio».
68 «Mas son dignos de oírlo todos los que guardan mis mandamientos, los que reciben en sí las palabras de vida eterna que no tienen fin, y todos los que tienen parte en los cielos con los santos, justos y fieles en el reino de mi Padre. Todos aquellos que se hayan conservado exentos del error de la iniquidad y hayan seguido el camino de la salvación y de la justicia, deben oír este misterio. Y tú, Bartolomé, eres dichoso juntamente con tu generación».
69 Entonces Bartolomé, al escribir todas estas cosas que oyó de labios de Nuestro Señor Jesucristo, con rostro alegre bendijo al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, diciendo: «Gloria a ti, Señor, redentor de los pecadores, vida de los justos, fe de los creyentes, resurrección de los muertos, luz del mundo, amante de la castidad».
70 Entonces, ciñéndose la coraza, dijo: «Yo soy bueno, manso y benigno, misericordioso y clemente, fuerte y justo, admirable y santo, médico y defensor de huérfanos y viudas, remunerador de los justos y fieles, juez de vivos y muertos, luz de luz y destello de la claridad, consolador de los atribulados y ayudador de los pupilos. Alegraos conmigo, amigos míos, y recibid mi regalo. Os voy a dar un don celeste. A todos los que en mí tienen puesto su deseo y su fe y a vosotros os galardonaré con la vida eterna».
7 Dícele de nuevo Bartolomé: «Señor, y si uno comete un pecado carnal, ¿cómo se las va a haber en el juicio
8 Respóndele Jesús: «Está bien que el bautizado observe todo aquello a que le obliga su bautismo, que guarde castidad y que permanezca en ella. Mas, si le sobreviene la concupiscencia carnal, debe casarse con una sola mujer; de manera que la mujer no conozca otro marido y éste aborrezca a cualquiera otra esposa. Y si observan la castidad [según su estado] y ofrecen sus diezmos a la Iglesia, de la misma manera que lo hizo mi siervo Abrahán, que siempre guardó mis mandatos, yo les daré el céntuplo, y su matrimonio estará libre de pecado. Y si la necesidad obligara a tomar una segunda mujer o un segundo marido, puede hacerse esto con tal de que comparezcan en la Iglesia, hagan limosna, vistan al desnudo, den comida y bebida al hambriento y al sediento, den hospedaje a los peregrinos, lejos de despreciarlos; visiten a los enfermos, sirvan a los encarcelados, digan siempre la verdad, reciban con toda veneración al sacerdote y a todo aquel que teme a Dios, y, como dije antes, den sus diezmos a la Iglesia y hagan las restantes obras buenas de modo que puedan agradar a Dios.
Mas, si alguno hubiera contraído matrimonio ya por tercera vez, será tenido por indigno y pecador en el reino de los cielos juntamente con la consorte. Pero quien guardare su virginidad y castidad -y fuere perfecto en la Iglesia católica, éste, sea hombre o mujer, será llamado perfecto en el reino de los cielos»
11 […] Entonces Bartolomé, juntamente con los demás apóstoles, empezó a glorificar al Señor Jesús, diciendo: «Gloria a ti, padre de los cielos, rey de la vida eterna, foco de luz inextinguible, sol radiante y resplandor de la claridad perpetua, rey de los reyes y señor de los señores. A ti sea dada la magnificencia, la gloria, el imperio, el reino, el honor y la potestad juntamente con el Padre y el Espíritu Santo. Bendito sea el Señor Dios de Israel, porque nos ha visitado y ha redimido a su pueblo de la mano de sus enemigos y con nosotros ha usado de misericordia y de justicia. Alabad a Nuestro Señor Jesucristo todas las naciones y creed que El es el juez de vivos y muertos y el salvador de los fieles. El cual vive y reina, juntamente con el Padre y con el Espíritu Santo, por todos los siglos de los siglos. Amén».
AQUI TERMINAN LAS PREGUNTAS QUE EL BEATISIMO APOSTOL BARTOLOME Y LOS DEMAS APOSTOLES HICIERON A NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO