1 Copia de la epístola que Jeremías envió a los que el rey de los babilonios había de llevar cautivos a Babilonia, para hacerles saber lo que Dios le había ordenado. A causa de los pecados que habéis cometido ante Dios, seréis llevados cautivos a Babilonia por Nabucodonosor, rey de los babilonios.
2 Cuando lleguéis a Babilonia, permaneceréis allí muchos años y por un largo tiempo, es decir, siete generaciones; y después os sacaré de allí en paz.
3 Ahora veréis en Babilonia dioses de plata, de oro y de madera, llevados sobre hombros, que hacen temer a las naciones.
4 Mirad, pues, que no seáis como los extraños, ni seáis vosotros y entre ellos, cuando veáis la multitud delante y detrás de ellos adorándoles.
5 Pero decid en vuestros corazones: Señor, debemos adorarte.
6 Porque mi ángel está con vosotros, y yo mismo cuido de vuestras almas.
7 En cuanto a su lengua, la pule el artífice, y ellos mismos están dorados y cubiertos de plata; sin embargo, son falsos y no pueden hablar.
8 Y tomando oro, como si fuera el de una virgen a la que le encanta andar alegre, hacen coronas para las cabezas de sus dioses.
9 A veces también los sacerdotes reciben de sus dioses oro y plata y se los dan a sí mismos.
10 Y darán de ello a las rameras comunes, y las adornarán como a hombres con vestidos, siendo dioses de plata, y dioses de oro y de madera.
11 Pero estos dioses no pueden salvarse del óxido y de la polilla, aunque estén cubiertos con vestiduras de púrpura.
12 Se limpian la cara a causa del polvo del templo, cuando hay mucho sobre ellos.
13 Y el que no puede matar al que le ofende, empuña un cetro, como si fuera juez de la patria.
14 También tiene en su mano derecha un puñal y un hacha, pero no puede librarse de la guerra ni de los ladrones.
15 Por lo cual se sabe que no son dioses; por tanto, no les temáis.
16 Porque como un vaso que un hombre usa, no vale nada cuando se rompe; Así también sucede con sus dioses: cuando están instalados en el templo, sus ojos se llenan de polvo a causa de los pies de los que entran.
17 Y así como las puertas están aseguradas por todos lados contra el que ofende al rey, como si fuera condenado a muerte, así también los sacerdotes cierran sus templos con puertas, cerraduras y barrotes, para que sus dioses no sean estropeados con ladrones.
18 Encienden velas, incluso más que para ellos mismos, de las cuales no pueden ver ni una sola.
19 Son como las vigas del templo, pero dicen que tienen el corazón roído por cosas que se arrastran desde la tierra; y cuando los comen a ellos y a sus vestidos, no lo sienten.
20 Sus rostros están ennegrecidos por el humo que sale del templo.
21 Sobre sus cuerpos y cabezas se posan murciélagos, golondrinas, pájaros y también gatos.
22 En esto sabréis que no son dioses; por tanto, no les temáis.
23 A pesar del oro que los rodea para embellecerlos, si no limpian el óxido, no brillarán: porque ni cuando se fundieron ni lo sintieron.
24 Las cosas en las que no hay aliento se compran a precio altísimo.
25 Los llevan sobre hombros y no tienen pies, con lo que declaran a los hombres que no valen nada.
26 También los que les sirven se avergüenzan; porque si caen en tierra en algún momento, no pueden levantarse por sí mismos; ni si uno los levanta, no pueden moverse por sí solos, ni si están encorvados, ¿pueden enderezarse? Pero ponen regalos delante de ellos como a hombres muertos.
27 En cuanto a las cosas que se les sacrifican, sus sacerdotes las venden y abusan; de la misma manera sus mujeres ponen parte del mismo en sal; pero a los pobres e impotentes no les dan nada.
28 Las mujeres que menstrúan y las que están en el parto comen sus sacrificios; por esto sabréis que no son dioses; no les temáis.
29 ¿Cómo pueden llamarse dioses? porque las mujeres ponen ante los dioses la carne de plata, de oro y de madera.
30 Y los sacerdotes se sientan en sus templos, con sus vestidos rasgados, sus cabezas y sus barbas afeitadas, y sin nada sobre sus cabezas.
31 Rugen y lloran ante sus dioses, como lo hacen los hombres en la fiesta cuando uno está muerto.
32 Los sacerdotes también se quitan las vestiduras y visten a sus mujeres y a sus hijos.
33 Ya sea que se les haga mal o bien, no pueden recompensarlo: no pueden ni poner rey ni derribarlo.
34 De la misma manera, tampoco pueden dar riquezas ni dinero; si alguien les hace un voto y no lo cumple, no lo exigirán.
35 No pueden salvar a nadie de la muerte, ni librar al débil del fuerte.
36 No pueden devolver la vista a un ciego ni ayudar a nadie en su aflicción.
37 No podrán tener misericordia de la viuda ni hacer bien al huérfano.
38 Sus dioses de madera, cubiertos de oro y plata, son como piedras talladas en la montaña: quienes los adoran serán avergonzados.
39 ¿Cómo podría entonces el hombre pensar y decir que son dioses, cuando hasta los mismos caldeos los deshonran?
40 Quienes, si ven a un mudo que no puede hablar, lo traen y le ruegan a Bel que pueda hablar, como si pudiera entender.
41 Sin embargo, ellos mismos no pueden entender esto y los abandonan, porque no tienen conocimiento.
42 También las mujeres, atadas con cuerdas, sentadas en los caminos, queman incienso para perfumar; pero si alguna de ellas, atraída por alguno que pasa, se acuesta con él, reprocha a su compañero no haber sido considerada digna como ella misma, ni su cordón roto.
43 Todo lo que se hace entre ellos es falso: ¿cómo se puede entonces pensar o decir que son dioses?
44 Están hechos de carpinteros y orfebres: no pueden ser más que lo que los trabajadores quieren que sean.
45 Y los que los hicieron no podrán durar mucho tiempo; ¿Cómo, pues, deberían ser dioses las cosas que están hechas de ellos?
46 Porque dejaron mentiras y afrentas a los que vinieron después.
47 Porque cuando les sobreviene una guerra o una plaga, los sacerdotes consultan entre sí dónde esconderse con ellos.
48 ¿Cómo, pues, los hombres no pueden darse cuenta de que no son dioses, si no pueden salvarse de la guerra ni de la peste?
49 Porque, como son de madera y están recubiertas de plata y oro, en lo sucesivo se sabrá que son falsas.
50 Y a todas las naciones y reyes les parecerá claramente que no son dioses, sino obras de manos de hombres, y que no hay en ellos obra de Dios.
51 ¿Quién, pues, no sabrá que no es un dios?
52 Porque no pueden erigir rey en la tierra ni dar lluvia a los hombres.
53 No pueden juzgar su propia causa ni reparar el mal, porque son como cuervos entre el cielo y la tierra.
54 Entonces, cuando caiga fuego sobre la casa de los dioses, hecha de madera o cubierta de oro o plata, sus sacerdotes huirán y escaparán; pero ellos mismos serán quemados como vigas.
55 Además, no pueden resistir a ningún rey ni a ningún enemigo: ¿cómo se puede entonces pensar o decir que son dioses?
56 Tampoco esos dioses de madera, recubiertos de plata u oro, pueden escapar ni de los ladrones ni de los salteadores.
57 Los fuertes toman el oro, la plata y los vestidos con que se visten y se van sin poder ayudarse a sí mismos.
58 Por lo tanto, es mejor ser un rey que muestra su poder, o un objeto útil en una casa, del cual su dueño pueda usar, que dioses falsos; o ser puerta en una casa, para guardar en ella cosas tales que dioses falsos o una columna de madera en un palacio, que esos dioses falsos.
59 Porque el sol, la luna y las estrellas, siendo brillantes y enviados a cumplir sus oficios, son obedientes.
60 De la misma manera, el relámpago, cuando estalla, es fácil de ver; y de la misma manera sopla el viento en todos los países.
61 Y cuando Dios ordena a las nubes que recorran el mundo entero, ellas hacen lo que se les ordena.
62 Y el fuego enviado desde arriba para consumir colinas y bosques hace lo que se le ordena, pero estos no se parecen a ellos ni en apariencia ni en poder.
63 Por lo tanto, no se debe suponer ni decir que sean dioses, ya que no pueden ni juzgar las causas ni hacer el bien a los hombres.
64 Sabiendo, pues, que no son dioses, no les temáis,
65 Porque no pueden maldecir ni bendecir a los reyes:
66 Ni pueden hacer señales en los cielos entre los paganos, ni brillar como el sol, ni alumbrar como la luna.
67 Las bestias son mejores que ellos: porque pueden esconderse bajo un manto y ayudarse a sí mismas.
68 Entonces, de ninguna manera nos resulta evidente que sean dioses; por tanto, no les temáis.
69 Porque como un espantapájaros en un huerto de pepinos no guarda nada, así son sus dioses de madera, cubiertos de plata y oro.
70 Y de la misma manera sus dioses de madera, cubiertos de plata y oro, son como un espino blanco en un huerto, en el que se posa todo pájaro; como también a un cadáver, que está al este en la oscuridad.
71 Y sabréis que no son dioses por la brillante púrpura que se pudre sobre ellos; y ellos mismos después serán comidos y serán un oprobio en el país.
72 Mejor es, pues, el justo que no tiene ídolos, porque estará lejos de toda mancha.