El salmista reafirma la gran filosofía del bien y del mal.
1 Cuando estaba en apuros invoqué el nombre del Señor,
Esperé la ayuda del Dios de Jacob y fui salvo;
Para esperanza y refugio de los pobres eres Tú, oh Dios.
2 Porque ¿quién, oh Dios, es fuerte sino para darte gracias en verdad?
¿Y en qué es poderoso el hombre sino en dar gracias a tu nombre?
3 Un salmo nuevo con cántico de alegría del corazón,
El fruto de los labios con el instrumento afinado de la lengua,
Las primicias de los labios de un corazón piadoso y justo.
4 El que ofrece estas cosas nunca será sacudido por el mal;
La llama de fuego y la ira contra los injustos no lo tocarán,
5 Cuando salga de la faz del Señor contra los pecadores,
Para destruir toda la sustancia de los pecadores,
6 Porque la marca de Dios está sobre los justos para que sean salvos.
7 El hambre, la espada y la pestilencia estarán lejos de los justos,
Porque huirán de los piadosos como hombres perseguidos en la guerra;
8 Pero perseguirán a los pecadores y los alcanzarán,
Y los que hacen iniquidad no escaparán del juicio de Dios;
9 Como enemigos experimentados en la guerra serán alcanzados,
Porque la marca de la destrucción está en sus frentes.
10 Y la herencia de los pecadores es destrucción y oscuridad,
Y sus iniquidades los perseguirán hasta el Seol abajo.
11 Su herencia no será encontrada de sus hijos,
Porque los pecados arrasarán las casas de los pecadores.
12 Y los pecadores perecerán para siempre en el día del juicio del Señor,
Cuando Dios visite la tierra con Su juicio.
13 Pero los que temen al Señor encontrarán en ello misericordia,
Y vivirán por la compasión de su Dios;
14 Pero los pecadores perecerán para siempre.