1 Y cuando Cenez tomó todas estas palabras y las escribió en un libro y las leyó delante del Señor, Dios le dijo: Toma a los hombres y lo que se encontró con ellos y todos sus bienes y ponlos en la cama de río Fisón, y quemarlos en el fuego, para que mi ira se calme de ellos.
2 Y Cenez dijo: ¿Quemaremos también en el fuego estas piedras preciosas o te las santificaremos, porque entre nosotros no hay ninguna igual a ellas? Y Dios le dijo: Si Dios recibiera en su nombre algo del anatema, ¿qué debería hacer el hombre? Por tanto, ahora toma estas piedras preciosas y todo lo que se encontró, tanto libros como hombres: y cuando así trates con los hombres, separa estas piedras con los libros, porque el fuego no servirá para quemarlos, y después te mostraré cómo debes destruirlos. Pero a los hombres y todo lo que fue hallado los quemarás al fuego. Y reunirás a todo el pueblo, y les dirás: Así se hará a todo aquel cuyo corazón se aparte de su Dios.
3 Y cuando el fuego haya consumido a esos hombres, entonces los libros y las piedras preciosas que no pueden quemarse con el fuego, ni cortarse con hierro, ni borrarse con agua, los pondrán en la cima del monte, junto al nuevo altar; y ordenaré a una nube, que irá y tomará rocío y lo derramará sobre los libros, y borrará lo que en ellos está escrito, porque no pueden ser borrados con otra agua que la que nunca ha servido a los hombres. Y después enviaré mi rayo, que quemará los libros mismos.
4 Pero en cuanto a las piedras preciosas, ordenaré a mi ángel que las tome, irá y las arrojará a las profundidades del mar, y cargaré el abismo y las tragará, porque no podrán continuar en el mundo porque han sido contaminados por los ídolos de los amorreos, y mandaré a otro ángel, y tomará para mí doce piedras del lugar de donde fueron tomadas estas siete; y tú, cuando las encuentres en la cima del monte donde las pondrá, tómalas y ponlas en la hombrera frente a las doce piedras que Moisés puso allí en el desierto, y santifícalas en el pectoral (lit. oráculo) según las doce tribus; y no digas: ¿Cómo sabré qué piedra pondré para cada tribu? He aquí, te diré el nombre de la tribu que corresponde al nombre de la piedra, y encontrarás esculpidas una y otra.
5 Y Cenez fue y tomó todo lo que habían encontrado y a los hombres que estaban con él, y reunió de nuevo a todo el pueblo, y les dijo: He aquí, habéis visto todas las maravillas que Dios nos ha mostrado hasta el día de hoy, y he aquí , cuando descubrimos a todos los que habían maquinado mal contra el Señor y contra Israel, Dios los ha revelado según sus obras, y ahora, hermanos, maldito todo aquel que entre vosotros piensa hacer algo parecido. Y todo el pueblo respondió Amén, Amén. Y dicho esto, quemó al fuego a todos los hombres, y todo lo que con ellos se halló, salvo las piedras preciosas.
6 Entonces Cenez quiso probar si las piedras se podían quemar en el fuego y las arrojó al fuego. Y fue así que cuando cayeron allí, al instante se apagó el fuego. Y Cenez tomó hierro para quebrarlos, y cuando la espada los tocó, el hierro del mismo se derritió; y después, al menos, borraba los libros con agua; pero aconteció que el agua que cayó sobre ellos se congeló. Y cuando vio esto, dijo: Bendito sea Dios que ha hecho tan grandes maravillas con los hijos de los hombres, e hizo a Adán el primero creado y le mostró todas las cosas; que cuando Adán hubiera pecado por ello, entonces debería negarle todas estas cosas, no sea que, si las mostraba a la raza humana, éstas tuvieran dominio sobre ellas.
7 Y dicho esto, tomó los libros y las piedras y los puso en la cima del monte, junto al nuevo altar, como el Señor le había ordenado, tomó una ofrenda de paz y un holocausto y ofreció sobre el nuevo altar 2000, ofreciéndolos a todos en holocausto. Y aquel día hicieron una gran fiesta él y todo el pueblo juntamente.
8 Y esa noche Dios hizo lo que le había dicho a Cenez, porque ordenó a una nube que fue y tomó rocío del hielo del paraíso y lo derramó sobre los libros y los borró. Y después vino un ángel y las quemó, y otro ángel tomó las piedras preciosas y las arrojó en el corazón del mar, y cargó en la profundidad del mar, y se las tragó. Y fue otro ángel y trajo doce piedras y las puso junto al lugar de donde había tomado aquellas siete. Y grabó en él los nombres de las doce tribus.
9 Y al día siguiente Cenez se levantó y encontró aquellas doce piedras en la cima del monte donde él mismo había puesto las siete. Y la talla de ellos era tal como si sobre ellos estuviera representada la forma de ojos.
10 Y la primera piedra, en la que estaba escrito el nombre de la tribu de Rubén, era como una piedra de sardina. La segunda piedra estaba grabada con un diente (o marfil), y en ella estaba grabado el nombre de la tribu de Simeón, y se veía en ella la figura de un topacio; y en la tercera piedra estaba grabado el nombre de la tribu de Leví, y era semejante a una esmeralda. Pero la cuarta piedra se llamaba cristal, y en ella estaba grabado el nombre de la tribu de Judá, y era parecida a un carbunclo. La quinta piedra era verde, y en ella estaba grabado el nombre de la tribu de Isacar, y en ella había una piedra del color de un zafiro. Y de la sexta piedra la talla era como si hubiera sido inscrita (o como crisoprasa) moteada con diversas marcas, y en ella estaba escrita la tribu de Zabulón, y la piedra de jaspe era semejante a ella.
11 La inscripción de la séptima piedra resplandecía y mostraba en sí misma, como si encerrara el agua del abismo, y en ella estaba escrito el nombre de la tribu de Dan, la piedra era como una ligura. Pero la octava piedra estaba tallada con diamante, y en ella estaba escrito el nombre de la tribu de Neptalim, y era como una amatista. Y de la novena piedra se abrió la talla, y era del monte Ofir, y en ella estaba escrita la tribu de Gad, y una piedra de ágata era semejante a ella. Y de la décima piedra se hizo una talla, y se hizo la semejanza de una piedra de Temán, y allí estaba escrita la tribu de Aser, y se le asemejaba un crisólito. Y la undécima piedra era una piedra elegida del Líbano, y en ella estaba escrito el nombre de la tribu de José, y había un berilo comparado con eso. Y la duodécima piedra fue cortada de lo alto de Sión (o de la cantera), y en ella estaba escrita la tribu de Benjamín; y la piedra de ónice era semejante a ella.
12 Y Dios dijo a Cenez: Toma estas piedras y ponlas en el arca del pacto del Señor con las tablas del pacto que di a Moisés en Oreb, y estarán allí con ellas hasta que Jahel se levante para construir una casa a mi nombre, y luego los pondrá delante de mí sobre los dos querubines, y estarán delante de mí por memorial de la casa de Israel.
13 Y sucederá que cuando los pecados de mi pueblo se hayan cumplido y sus enemigos tengan dominio sobre su casa, tomaré estas piedras y las primeras junto con las tablas, y las pondré en el lugar para el que fueron creados en el principio, y estarán allí hasta que yo recuerde el mundo y visite a los habitantes de la tierra. Y entonces los tomaré a ellos y a muchos otros mejores que ellos, de ese lugar que ojo no vio, ni oído oyó, ni ha subido al corazón del hombre, hasta que suceda lo mismo en el mundo, y los justos tengan no necesitarán la luz del sol ni el brillo de la luna, porque la luz de las piedras preciosas será su luz.
14 Entonces Cenez se levantó y dijo: Mirad qué bienes ha hecho Dios con los hombres, y a causa de sus pecados han sido privados de todo ello. Y ahora sé hoy que la raza de los hombres es débil, y su vida será contada como nada.
15 Y diciendo esto, tomó las piedras del lugar donde estaban colocadas y, al tomarlas, la luz del sol se derramaba sobre ellas, y la tierra brillaba con su luz. Y Cenez los puso en el arca del pacto del Señor con las tablas como le fue mandado, y allí están hasta el día de hoy.