1 Entonces los hijos de Israel no tenían a nadie a quien nombrar juez sobre ellos; y desfalleció su corazón, y olvidaron la promesa, y transgredieron los caminos que Moisés y Jesús, los siervos del Señor, les habían mandado, y fueron llevados tras las hijas de los amorreos y sirvieron a sus dioses.
2 Y el Señor, enojado con ellos, envió su ángel y les dijo: He aquí, yo me elegí un pueblo entre todas las tribus de la tierra, y dije que mi gloria permanecería con ellos en este mundo, y yo Les envié a Moisés mi siervo, para declararles mi gran majestad y mis juicios, y han transgredido mis caminos. Ahora pues, he aquí, yo incitaré a sus enemigos y ellos los gobernarán, y entonces todo el pueblo dirá: Por cuanto hemos transgredido los caminos de Dios y de nuestros padres, por eso nos sobrevendrán estas cosas. Sin embargo, una mujer los dominará y les dará luz durante 40 años.
3 Y después de estas cosas, el Señor incitó contra ellos a Jabín, rey de Asor, y comenzó a luchar contra ellos, y tenía como capitán de su fuerza a Sísara, que tenía ocho mil carros de hierro. Y vino al monte Efrén y peleó contra el pueblo, e Israel le temió mucho, y el pueblo no pudo resistir en todos los días de Sísara.
4 Y cuando Israel estaba muy abatido, todos los hijos de Israel se reunieron unánimes en el monte de Judá y dijeron: Nos decíamos más bienaventurados que todos los pueblos, y ahora, he aquí, estamos tan abatidos, más que todas las naciones, que no podemos habitar en nuestra tierra, y nuestros enemigos se enseñorean de nosotros. ¿Y ahora quién nos ha hecho todo esto? ¿No son nuestras iniquidades, por haber abandonado al Señor Dios de nuestros padres, y haber andado en cosas que no nos podían aprovechar? Venid, pues, ahora a ayunar siete días, tanto hombres como mujeres, y desde el más pequeño (sic) hasta el niño de pecho. ¿Quién sabe si Dios se reconciliará con su herencia, y no destruirá la plantación de su viña?
5 Y después de que el pueblo había ayunado siete días, sentados en cilicio, el Señor les envió el séptimo día a Débora, quien les dijo: ¿Puede la oveja destinada al matadero responder ante el que la mata, cuando ambos el que mata [. . . ] y el que es asesinado guarda silencio, cuando a veces se le provoca contra ello? Ahora nacisteis para ser rebaño delante de nuestro Señor. Y os llevó a lo alto de las nubes, y sometió a los ángeles bajo vuestros pies, y os impuso una ley, y os dio mandamientos por medio de profetas, y os castigó por gobernantes, y os mostró no pocas maravillas, y por amor a vosotros ordenó a las luminarias y se detuvieron en los lugares donde les habían ordenado, y cuando vuestros enemigos vinieron sobre vosotros, llovió sobre ellos granizo y los destruyó, y Moisés, Jesús, Cenez y Zebul os dieron mandamientos. Y no los habéis obedecido.
6 Porque mientras ellos vivieron, vosotros os mostrásteis como obedientes a vuestro Dios; pero cuando ellos murieron, también murió vuestro corazón. Y habéis llegado a ser semejantes al hierro que se mete en el fuego, que cuando se derrite con la llama se vuelve como agua, pero cuando sale del fuego vuelve a su dureza. Así también vosotros, mientras los que os amonestan os queman, mostráis el efecto, y cuando estén muertos os olvidéis de todas las cosas.
7 Y ahora, he aquí, el Señor tendrá compasión de vosotros hoy, no por vosotros, sino por el pacto que hizo con vuestros padres y por el juramento que hizo de no desampararos por alguna vez. Pero sabed que después de mi muerte comenzaréis a pecar en vuestros últimos días. Por tanto, el Señor hará maravillas entre vosotros, y entregará a vuestros enemigos en vuestras manos. Porque vuestros padres están muertos, pero Dios, que hizo pacto con ellos, es vida.