1 Después de esto vinieron los hijos de Amón y comenzaron a luchar contra Israel y tomaron muchas de sus ciudades. Y estando el pueblo en gran angustia, se reunieron en Masfat, diciendo cada uno a sus vecinos: He aquí ahora vemos el estrecho que nos rodea, y el Señor se ha apartado de nosotros, y ya no está con nosotros, y nuestros enemigos han tomado nuestras ciudades, y no hay líder que entre y salga delante de nosotros. Ahora, pues, veamos a quién podemos poner sobre nosotros para pelear nuestra batalla.
2 Jeptán galaadita era un hombre valiente y valiente, y por envidia de sus hermanos, lo echaron de su tierra, y se fue y habitó en la tierra de Tobi. Y los vagabundos se reunieron con él y se quedaron con él.
3 Y aconteció que cuando Israel fue vencido en la batalla, llegaron a la tierra de Tobi a Jeptán y le dijeron: Ven, domina al pueblo. Porque ¿quién sabe si por eso fuiste preservado hasta el día de hoy o si por eso fuiste librado de las manos de tus hermanos para que en este tiempo pudieras gobernar a tu pueblo?
4 Y Jeptán les dijo: ¿Vuelve así el amor después del odio, o el tiempo vence todas las cosas? Porque me echasteis de mi tierra y de la casa de mi padre; ¿Y ahora venís a mí estando en apuros? Y ellos le dijeron: Si el Dios de nuestros padres no se acordó de nuestros pecados, sino que nos libró cuando habíamos pecado contra él y nos había entregado delante de nuestros enemigos, y éramos oprimidos por ellos, ¿por qué quieres eso? ¿Puede un hombre mortal recordar las iniquidades que nos sucedieron en el tiempo de nuestra aflicción? Por tanto, no sea así delante de ti, señor.
5 Y Jeptán dijo: Dios ciertamente puede olvidar nuestros pecados, ya que tiene tiempo y lugar para descansar de su paciencia, porque él es Dios; pero yo soy mortal, hecho de tierra: ¿a dónde volveré, y dónde arrojaré mi ira y el mal con que me habéis injuriado? Y el pueblo le dijo: Deja que te enseñe la paloma con la cual Israel era comparado, porque aunque le sean quitados sus crías, no se aparta de su lugar, sino que desprecia su agravio y lo olvida como si fuera en el fondo de las profundidades.
6 Entonces Jeptán se levantó y fue con ellos, reunió a todo el pueblo y les dijo: Vosotros sabéis que cuando nuestros príncipes estaban vivos, nos advirtieron que siguiéramos nuestra ley. Y Ammón y sus hijos desviaron al pueblo del camino por el que andaban, para servir a otros dioses que los destruirían. Ahora pues, fijad vuestro corazón en la ley del Señor vuestro Dios, y supámosle unánimes. Y así lucharemos contra nuestros adversarios, y confiaremos y esperaremos en el Señor que no nos entregará para siempre. Porque aunque nuestros pecados abundan, sin embargo su misericordia llena toda la tierra.
7 Y todo el pueblo oró unánimemente, tanto hombres como mujeres, niños y niños de pecho. Y cuando oraron, dijeron: Mira, oh Señor, al pueblo que has elegido, y no estropees la vid que plantó tu diestra; para que sea en herencia delante de ti este pueblo que has poseído desde el principio, y al cual siempre has preferido, y por cuyo amor hiciste las habitaciones habitables, y los metiste en la tierra que les juraste; No nos entregues delante de los que te odian, oh Señor.
8 Y Dios se arrepintió de su ira y fortaleció el espíritu de Jeptán. Y envió un mensaje a Getal rey de los hijos de Amón, y le dijo: ¿Por qué afliges nuestra tierra y tomas mis ciudades, o por qué nos afliges? No te ha mandado el Dios de Israel que destruyas a los que habitan en la tierra. Ahora pues, devuélveme mis ciudades, y mi ira cesará contra ti. Pero si no, sabe que subiré a ti y te pagaré lo primero, y retribuiré tu maldad sobre tu cabeza. ¿No te acuerdas de cómo trataste con engaño a los hijos de Israel en el desierto? Y los mensajeros de Jeptán hablaron estas palabras al rey de los hijos de Amón.
9 Y Getal dijo: ¿Se preocupó Israel cuando tomó la tierra de los amorreos? Di, pues: Sabed que ahora quitaré de ti el resto de tus ciudades y te pagaré tu maldad y me vengaré de los amorreos a quienes has agraviado. Y Jeptán envió otra vez al rey de los hijos de Amón, diciendo: En verdad veo que Dios te ha traído acá para destruirte, a menos que descanses de tu iniquidad con la que afliges a Israel. Y por eso vendré a ti y me mostraré a ti. Porque no son, como decís, dioses los que os han dado la herencia que poseéis. Pero porque os habéis extraviado tras las piedras, el fuego os seguirá para venganza.
10 Y como el rey de los hijos de Amón no quiso escuchar la voz de Jeptán, éste se levantó y armó a todo el pueblo para salir y pelear en las fronteras, diciendo: Cuando los hijos de Amón sean entregados en mis manos y yo sea Cuando regrese, el que primero se encuentre conmigo será en holocausto al Señor.
11 Y el Señor se enojó mucho y dijo: He aquí, Jeptán ha prometido ofrecerme lo que encuentre primero. Ahora bien, si un perro encuentra primero a Jeptán, ¿me será ofrecido un perro? Y ahora sea el voto de Jeptán sobre su primogénito, sobre el fruto de su vientre, y su oración sobre su hija unigénita. Pero en verdad libraré a mi pueblo en este tiempo, no por él, sino por la oración que Israel ha hecho.