1 Y aconteció después de estas cosas, que el pueblo de la tierra no se apartó de sus malos pensamientos; y se reunieron nuevamente con sus príncipes y dijeron: El pueblo no será vencido para siempre; y ahora vamos juntos y edifiquemos una ciudad y una torre que nunca será removida.
2 Y cuando comenzaron a construir, Dios vio la ciudad y la torre que los hijos de los hombres estaban construyendo, y dijo: He aquí, este es un solo pueblo y su discurso es uno, y esto que han comenzado a construir la tierra no la sustentará, ni el cielo la tolerará al contemplarla; y será, si ahora no se les impide, que se atreverán a todo lo que se propongan hacer.
3 Por eso, he aquí, dividiré su lengua y los esparciré por todos los países, para que no conozcan cada uno a su hermano, ni cada uno entienda la lengua de su prójimo. Y los entregaré a las peñas, y se construirán tabernáculos de rastrojo y de paja, y cavarán cuevas y habitarán en ellas como bestias del campo, y así permanecerán delante de mí para siempre, para que nunca idear tales cosas. Y los estimaré como gota de agua, y los compararé a saliva: y a unos de ellos les llegará el fin por el agua, y a otros se secarán de sed.
4 Y delante de todos elegiré a mi siervo Abram, lo sacaré de su tierra y lo conduciré a la tierra que mis ojos han mirado desde el principio, cuando todos los habitantes de la tierra pecaron ante mí. , y traje sobre ellos las aguas del diluvio; y entonces no destruí aquella tierra, sino que la conservé. Por tanto, no brotaron en él las fuentes de mi ira, ni descendió sobre él el agua de mi destrucción. Porque allí haré habitar a mi siervo Abram, y haré con él mi pacto, y bendeciré su descendencia, y seré llamado su Dios para siempre.
5 Pero cuando el pueblo que habitaba en la tierra comenzó a construir la torre, Dios dividió su discurso y cambió su semejanza. Y no conocían cada uno a su hermano, ni cada uno entendía la lengua de su prójimo. Y aconteció que cuando los constructores mandaban a sus ayudantes que trajeran ladrillos, ellos traían agua, y si pedían agua, los demás les traían paja. Y así su consejo fue roto y cesaron de edificar la ciudad: y Dios los dispersó desde allí sobre la faz de toda la tierra. Por eso se llamó aquel lugar Confusión, porque allí Dios confundió su habla, y desde allí los dispersó sobre la faz de toda la tierra.