1 Ten piedad de nosotros, Señor Dios de todos, y míranos:
2 Y envía tu temor sobre todas las naciones que no te buscan.
3 Levanta tu mano contra las naciones extrañas, y déjales ver tu poder.
4 Como fuiste santificado en nosotros delante de ellos, así sé engrandecido entre ellos delante de nosotros.
5 Y que te conozcan, como nosotros te conocemos, que no hay más Dios que tú, oh Dios.
6 Haz nuevos signos y haz otras maravillas extrañas: glorifica tu mano y tu brazo derecho, para que expongan tus maravillas.
7 Levanta ira y derrama ira; elimina al adversario y destruye al enemigo.
8 Aprovecha el tiempo, recuerda el pacto y anuncia tus maravillas.
9 El que escape será consumido por la furia del fuego; y perezcan los que oprimen al pueblo.
10 Destroza la cabeza de los gobernantes de las naciones, que dicen: No hay otro fuera de nosotros.
11 Reúne a todas las tribus de Jacob y heredalas como al principio.
12 Oh Señor, ten piedad del pueblo que lleva tu nombre y de Israel, a quien pusiste el nombre de tu primogénito.
13 Ten misericordia de Jerusalén, tu ciudad santa, el lugar de tu descanso.
14 Llena a Sión con tus inefables palabras y a tu pueblo con tu gloria.
15 Da testimonio a los que has poseído desde el principio y suscita profetas que han estado en tu nombre.
16 Recompensa a los que esperan en ti, y que tus profetas sean hallados fieles.
17 Oye, Señor, la oración de tus siervos, conforme a la bendición de Aarón sobre tu pueblo, para que todos los habitantes de la tierra sepan que tú eres el Señor, el Dios eterno.
18 El vientre devora todos los alimentos, pero un alimento es mejor que otro.
19 Como el paladar saborea diversas clases de carne de venado, así también el corazón entendido en palabras falsas.
20 El corazón perverso entristece, pero el hombre experimentado le recompensará.
21 Una mujer recibe a todo hombre, pero una hija es mejor que otra.
22 La belleza de la mujer alegra el rostro, y el hombre no ama nada mejor.
23 Si en su lengua hay bondad, mansedumbre y consuelo, entonces su marido no es como los demás hombres.
24 El que toma esposa comienza una posesión, una ayuda como él mismo y una columna de descanso.
25 Donde no hay cerco, allí se pierde la posesión; y el que no tiene esposa, vagará de un lado a otro enlutado.
26 ¿Quién confiará en un ladrón bien armado que va de ciudad en ciudad? Así, ¿quién creerá al hombre que no tiene casa y se aloja dondequiera que le lleve la noche?