Benjamín, el duodécimo hijo de Jacob y Raquel, la bebé de la familia, se convierte en filósofo y filántropo.
1 Copia de las palabras que Benjamín ordenó que cumplieran sus hijos, después de haber vivido ciento veinticinco años.
2 Y los besó y dijo: Como Isaac le nació a Abraham en su vejez, así también yo a Jacob.
3 Y desde que mi madre Raquel murió al darme a luz, no tuve leche; Por eso fui amamantado por Bilha su sierva.
4 Porque Raquel permaneció estéril doce años después de dar a luz a José; y oró al Señor con ayuno de doce días, y concibió y me dio a luz.
5 Porque mi padre amaba mucho a Raquel y oraba para poder ver nacer de ella dos hijos.
6 Por eso me llamaron Benjamín, es decir, hijo de días.
7 Y cuando fui a Egipto, donde José, y mi hermano me reconoció, me dijo: ¿Qué le dijeron a mi padre cuando me vendieron?
8 Y yo le dije: Te mancharon la túnica con sangre y la enviaron, diciendo: «Sabe si ésta es la túnica de tu hijo».
9 Y él me dijo: Así también, hermano, cuando me quitaron la túnica me entregaron a los ismaelitas, y me dieron un taparrabos, me azotaron y me hicieron correr.
10 Y a uno de los que me habían golpeado con una vara, un león le salió al encuentro y lo mató.
11 Y sus compañeros se asustaron.
12 Por tanto, hijos míos, también vosotros amad al Señor, Dios del cielo y de la tierra, y guardad sus mandamientos, siguiendo el ejemplo del bueno y santo varón José.
13 Y vuestra mente sea buena, tal como me conocéis; porque el que baña bien su mente ve todas las cosas correctamente.
14 Temed al Señor y amad a vuestro prójimo; y aunque los espíritus de Beliar pretendan que os aflijan con todo mal, no tendrán dominio sobre vosotros, como no lo tuvieron sobre José mi hermano.
15 ¡Cuántos hombres quisieron matarlo y Dios lo protegió!
16 Porque el que teme a Dios y ama a su prójimo no puede ser herido por el espíritu de Beliar, estando protegido por el temor de Dios.
17 Tampoco puede ser dominado por las artimañas de los hombres ni de las bestias, sino que el Señor le ayuda mediante el amor que tiene hacia su prójimo.
18 Porque José también rogó a nuestro padre que orara por sus hermanos, para que el Señor no les imputara como pecado el mal que le habían hecho.
19 Entonces Jacob gritó: «Hija mía, has vencido las entrañas de tu padre Jacob».
20 Y él lo abrazó y lo besó durante dos horas, diciendo:
21 En ti se cumplirá la profecía del cielo acerca del Cordero de Dios, y Salvador del mundo, de que uno sin mancha será entregado por los impíos, y uno sin pecado morirá por los impíos en la sangre de el pacto, para la salvación de los gentiles y de Israel, y destruirá a Beliar y a sus siervos.
22 ¿Veis, pues, hijos míos, el fin del hombre bueno?
23 Por tanto, sed seguidores de su compasión con buena intención, para que también vosotros podáis llevar coronas de gloria.
24 Porque el hombre bueno no tiene ojos oscuros; porque muestra misericordia a todos los hombres, aunque sean pecadores.
25 Y aunque inventen malas intenciones en cuanto a él, haciendo el bien vence el mal, estando protegido por Dios; y ama al justo como a su propia alma.
26 Si alguien es glorificado, no le tiene envidia; si alguno se enriquece, no tiene celos; si alguno es valiente, lo alaba; al hombre virtuoso lo alaba; del pobre tiene misericordia; de los débiles tiene compasión; a Dios canta alabanzas.
27 Y el que tiene la gracia de un buen espíritu, lo ama como a su propia alma.
28 Si, pues, también vosotros tenéis buena intención, ambos impíos estarán en paz con vosotros, y los libertinos os reverenciarán y se volverán al bien; y los codiciosos no sólo cesarán de su deseo desmesurado, sino que incluso darán los objetos de su codicia a los afligidos.
29 Si hacéis el bien, hasta los espíritus inmundos huirán de vosotros; y las bestias te temerán.
30 Porque donde hay reverencia por las buenas obras y luz en la mente, incluso las tinieblas huyen de él.
31 Porque si alguno hace violencia a un hombre santo, se arrepiente; porque el santo varón es misericordioso con el que lo maldice, y calla.
32 Y si alguno traiciona a un justo, el justo ora; aunque por un momento sea humillado, no mucho después aparecerá mucho más glorioso, como lo fue José mi hermano.
33 La inclinación del hombre bueno no está en poder del engaño del espíritu de Beliar, porque el ángel de la paz guía su alma.
34 Y no mira apasionadamente las cosas corruptibles, ni acumula riquezas por el deseo de deleite.
35 No se deleita en los placeres, no entristece a su prójimo, no se sacia de lujos, no se equivoca al alzar los ojos, porque el Señor es su porción.
36 La buena inclinación no recibe gloria ni deshonra de los hombres, y no conoce engaños, ni mentiras, ni peleas, ni injurias; porque el Señor habita en él e ilumina su alma, y se regocija para con todos los hombres siempre.
37 La mente buena no tiene dos lenguas, de bendición y de maldición, de vergüenza y de honor, de tristeza y de alegría, de quietud y de confusión, de hipocresía y de verdad, de pobreza y de riqueza; pero tiene una sola disposición, incorrupta y pura, respecto de todos los hombres.
38 No tiene doble vista ni doble oído; porque en todo lo que hace, habla o ve, sabe que el Señor mira su alma.
39 Y limpia su mente para no ser condenado tanto por los hombres como por Dios.
40 Y de la misma manera las obras de Beliar son dobles y no hay unidad en ellas.
41 Por tanto, hijos míos, os digo que huyáis de la malicia de Beliar; porque da espada a los que le obedecen.
42 Y la espada es la madre de siete males. Primero la mente concibe a través de Beliar, y primero ocurre el derramamiento de sangre; en segundo lugar ruina; tercero, tribulación; cuarto, el exilio; quinto, escasez; sexto, pánico; séptimo, destrucción.
43 Por eso también Caín fue entregado por Dios a siete venganzas, pues cada cien años el Señor le traía una plaga.
44 Cuando tenía doscientos años comenzó a sufrir, y al año novecientos fue destruido.
45 Porque a causa de Abel su hermano fue juzgado con todos los males, pero Lamec con setenta veces siete.
46 Porque los que son como Caín en envidia y odio a los hermanos, serán castigados con el mismo juicio para siempre.