El séptimo hijo de Jacob y Bilhah. El celoso. Aconseja contra la ira diciendo que «da una visión peculiar». Esta es una tesis notable sobre la ira.
1 Copia de las palabras que Dan habló a sus hijos en sus últimos días, en el año ciento veinticinco de su vida.
2 Porque reunió a su familia y dijo: ¡Oíd mis palabras, hijos de Dan! y presta atención a las palabras de tu padre.
3 He demostrado en mi corazón y en toda mi vida que la verdad el trato justo es bueno y agradable a Dios, y que la mentira y la ira son malas, porque enseñan al hombre toda maldad.
4 Por tanto, hoy os confieso, hijos míos, que en mi corazón he decidido la muerte de José, mi hermano, el hombre verdadero y bueno.
5 Y me alegré de que lo hubieran vendido, porque su padre lo amaba más que a nosotros.
6 Porque el espíritu de celos y de vanagloria me dijo: Tú también eres su hijo.
7 Y uno de los espíritus de Beliar me inquietó, diciendo: Toma esta espada y mata con ella a José: así te amará tu padre cuando muera.
8 Ahora bien, este es el espíritu de ira que me persuadió a aplastar a José como el leopardo aplasta a un cabrito.
9 Pero el Dios de mis padres no permitió que cayera en mis manos, para que yo lo encontrara solo, lo matara y destruyera una segunda tribu en Israel.
10 Y ahora, hijos míos, he aquí que estoy muriendo, y os digo en verdad que, a menos que os guardéis del espíritu de mentira y de ira, y améis la verdad y la paciencia, pereceréis.
11 Porque la ira es ceguera y no permite ver el rostro de nadie con la verdad.
12 Porque aunque sea padre o madre, se comporta con ellos como enemigos; aunque sea hermano, no lo conoce; aunque sea profeta del Señor, le desobedece; Aunque es justo, no lo mira; aunque es amigo, no lo reconoce.
13 Porque el espíritu de ira lo rodea con la red del engaño, ciega sus ojos, oscurece su mente con la mentira y le da su propia visión.
14 ¿Y con qué envuelve sus ojos? Con odio de corazón, para tener envidia de su hermano.
15 Porque, hijos míos, la ira es algo malo, pues perturba hasta el alma misma.
16 Y hace suyo el cuerpo del hombre enojado, y domina su alma, y concede al cuerpo poder para que pueda cometer toda iniquidad.
17 Y cuando el cuerpo hace todas estas cosas, el alma justifica lo que hace, porque no ve bien.
18 Por tanto, el que está enojado, si es un hombre valiente, tiene tres poderes en su ira: uno, con la ayuda de sus servidores; y un segundo por su riqueza, por la cual persuade y vence injustamente; y en tercer lugar, teniendo su propio poder natural, obra el mal.
19 Y aunque el hombre iracundo sea débil, tiene el doble de poder del que tiene por naturaleza; porque la ira siempre ayuda a los que cometen anarquía.
20 Este espíritu acompaña siempre a la mentira a la diestra de Satanás, para que con crueldad y mentira se realicen sus obras.
21 Por tanto, comprendan que el poder de la ira es vano.
22 Porque primero que nada provoca con la palabra; luego, con las obras fortalece al que está enojado, y con grandes pérdidas perturba su mente, y así despierta con gran ira su alma.
23 Por tanto, cuando alguno habla contra vosotros, no os enojéis, y si alguno os alaba como a hombres santos, no os envanezcáis; no os mováis ni al deleite ni al disgusto.
24 Porque, en primer lugar, agrada al oído y, por tanto, estimula la mente para percibir los motivos de la provocación; y luego, enojado, piensa que con razón está enojado.
25 Hijos míos, si caéis en pérdida o ruina, no os aflijáis; porque este mismo espíritu hace al hombre desear lo perecedero, para enojarse por la aflicción.
26 Y si sufréis pérdida voluntaria o involuntariamente, no os enojéis; porque de la aflicción surge la ira con la mentira.
27 Además, doble daño es la ira con la mentira; y se ayudan unos a otros para perturbar el corazón; y cuando el alma está continuamente perturbada, el Señor se aparta de ella, y Beliar se enseñorea de ella.