1 Porque tenía ciento treinta mil ovejas, y de ellas separé siete mil para vestir a los huérfanos y a las viudas, a los necesitados y a los enfermos.
2 Tenía un rebaño de ochocientos perros que cuidaban mis ovejas y además de estos doscientos vigilaban mi casa.
3 Y tenía nueve molinos que trabajaban para toda la ciudad y barcos para transportar mercancías, y los instalé en cada ciudad y en cada aldea para los débiles, los enfermos y los desafortunados.
4 Y tenía trescientos cuarenta mil asnos nómadas, de los cuales reservé quinientos, y ordené vender sus crías y dar el producto a los pobres y necesitados.
5 Porque de todos los países vinieron a mi encuentro pobres.
6 Porque las cuatro puertas de mi casa estaban abiertas, cada una de ellas a cargo de un centinela, que tenía que ver si venía alguien a pedir limosna y si me veían sentado a una de las puertas, para poder salir por el otro y tomar lo que necesitaban.
7 También tenía treinta mesas fijas preparadas a todas horas para los extranjeros solos, y también tenía doce mesas preparadas para las viudas.
8 Y si alguno venía pidiendo limosna, encontraba en mi mesa comida para llevarse todo lo que necesitaba, y yo no rechazaba a nadie para que saliera de mi puerta con el estómago vacío.
9 También tenía tres mil quinientas yuntas de bueyes, y de estos quinientos escogí y los hice arar.
10 Y con ellos hice todo el trabajo en cada campo por parte de aquellos que querían encargarse de él, y los ingresos de sus cosechas los puse a un lado para los pobres en su mesa.
11 También tenía cincuenta panaderías desde donde enviaba [el pan] a la mesa de los pobres.
12 Y hice seleccionar esclavos para su servicio.
13 También hubo algunos extraños que vieron mi buena voluntad; ellos mismos querían servir como camareros.
14 Otros, estando en apuros y sin poder ganarse la vida, vinieron con la petición diciendo:
15 Te rogamos, ya que también nosotros podemos desempeñar este oficio de camareros (diáconos) y no tenemos posesión, ten piedad de nosotros y adelantanos dinero para que podamos ir a las grandes ciudades y vender mercancías.
16 Y el excedente de nuestras ganancias lo daremos como ayuda a los pobres, y luego te devolveremos el tuyo (dinero).
17 Y cuando oí esto, me alegré de que me quitaran todo esto para dedicarme a la caridad para los pobres.
18 Y de buen corazón les di lo que querían y acepté su garantía escrita, pero no quise aceptar de ellos ninguna otra garantía excepto el documento escrito.
19 Y se fueron al extranjero y, en la medida en que tuvieron éxito, dedicaron tiempo a los pobres.
20 Sin embargo, con frecuencia algunas de sus mercancías se perdían en el camino o en el mar, o eran despojadas de ellas.
21 Entonces venían y decían: «Te rogamos que actúes con generosidad hacia nosotros para que podamos ver cómo podemos devolverte lo tuyo».
22 Cuando oí esto, me compadecí de ellos y les entregué su bono, y después de leerlo muchas veces delante de ellos, lo rompí y los liberé de su deuda, diciéndoles:
23 «Lo que he consagrado para el beneficio de los pobres, no te lo quitaré».
24 Por eso no acepté nada de mi deudor.
25 Y un hombre de corazón alegre vino a mí y me dijo: No necesito que me obliguen a ser un trabajador asalariado para los pobres.
26 Pero yo quiero servir a tu mesa a los necesitados», y él aceptó trabajar y comió su parte.
27 Sin embargo, le di su salario y regresé a casa contento.
28 Y como él no quiso tomarlo, lo obligué a hacerlo, diciéndole: «Sé que eres un trabajador que busca y espera su salario, y debes tomarlo».
29 Nunca postergué el pago del salario del asalariado ni de ningún otro, ni retuve en mi casa ni una sola noche el salario que le correspondía.
30 Los que ordeñaban las vacas y las ovejas hacían señales a los transeúntes para que tomaran su parte.
31 Porque la leche corría en tanta abundancia que se cuajaba hasta convertirse en mantequilla en las colinas y al lado del camino; y junto a las peñas y a los collados yacía el ganado que había parido a su descendencia.
32 Porque mis siervos se cansaron de guardar la carne de las viudas y de los pobres y de dividirla en trozos pequeños.
33 Porque maldecían y decían: «¡Ojalá tuviéramos de su carne para poder estar satisfechos!», aunque yo era muy amable con ellos,
34 También tenía seis arpas [y seis esclavos para tocar las arpas] y también una cítara, un decacordio, y lo tocaba durante el día.
35 Y tomé la cítara, y las viudas respondieron después de comer.
36 Y con el instrumento musical les recordé a Dios que debían alabar al Señor.
37 Y cuando mis esclavas murmuraban, entonces tomaba los instrumentos musicales y tocaban tanto como ellas hubieran podido hacerlo por su salario, y les daba un respiro de su trabajo y de sus suspiros.