Zabulón, el sexto hijo de Jacob y Lea. El inventor y filántropo. Lo que aprendió como resultado del complot contra José.
1 LA copia de las palabras que Zabulón ordenó a sus hijos antes de morir en el año ciento catorce de su vida, dos años después de la muerte de José.
2 Y él les dijo: Escuchenme, hijos de Zabulón, escuchen las palabras de su padre.
3 Yo, Zabulón, nací para ser un buen regalo para mis padres.
4 Porque cuando yo nací, mi padre creció muchísimo en ovejas y en vacas, cuando con las varas atravesadas tenía su parte.
5 No soy consciente de haber pecado en todos mis días, salvo en el pensamiento.
6 Todavía no me acuerdo de haber cometido ninguna iniquidad, excepto el pecado de ignorancia que cometí contra José; porque hice pacto con mis hermanos de no contarle a mi padre lo que había sucedido.
7 Pero lloré en secreto muchos días a causa de José, porque tenía miedo de mis hermanos, porque todos habían acordado que si alguien revelaba el secreto, sería asesinado.
8 Pero cuando quisieron matarlo, les rogué con lágrimas que no fueran culpables de este pecado.
9 Porque Simeón y Gad vinieron contra José para matarlo, y él les dijo entre lágrimas: Compadecidme, hermanos míos, tened piedad de las entrañas de nuestro padre Jacob; no pongáis sobre mí vuestras manos para derramar sangre inocente, porque No he pecado contra ti.
10 Y si en verdad he pecado, castigadme, hermanos míos, con disciplina, pero no pongáis vuestra mano sobre mí, por amor a nuestro padre Jacob,
11 Y mientras él hablaba estas palabras, gimiendo mientras lo hacía, yo no podía soportar sus lamentaciones y comencé a llorar, y mi hígado se derramó y toda la sustancia de mis entrañas se soltó.
12 Y lloré con José, y mi corazón latía con fuerza, y las coyunturas de mi cuerpo temblaban y no podía sostenerme en pie.
13 Y cuando José me vio llorando con él y que venían contra él para matarlo, huyó detrás de mí, suplicándoles.
14 Pero mientras tanto Rubén se levantó y dijo: Venid, hermanos míos, no lo matemos, sino arrojémoslo en una de estas cisternas secas que nuestros padres cavaron y no encontraron agua.
15 Por esta razón el Señor prohibió que subiera agua en ellos para preservar a José.
16 Y así lo hicieron, hasta que lo vendieron a los ismaelitas.
17 Porque yo no participé en su precio, hijos míos.
18 Pero Simeón, Gad y otros seis de nuestros hermanos tomaron el precio de José y compraron sandalias para ellos, sus mujeres y sus hijos, diciendo:
19 No comeremos de él, porque es el precio de la sangre de nuestro hermano, pero ciertamente lo pisotearemos, porque él dijo que sería rey sobre nosotros, y así veremos qué será de él. Sueños.
20 Por eso está escrito en la escritura de la ley de Moisés: A cualquiera que no quiera dar descendencia a su hermano, se le quitará la sandalia y le escupirán en la cara.
21 Pero los hermanos de José no querían que su hermano viviera, y el Señor les quitó la sandalia que llevaban contra José su hermano.
22 Porque cuando entraron en Egipto, los siervos de José los soltaron fuera de la puerta, e hicieron reverencia a José a la manera del rey Faraón.
23 Y no sólo le rindieron reverencia, sino que también fueron escupidos y al instante se postraron ante él, y así quedaron avergonzados ante él los egipcios.
24 Porque después de esto los egipcios se enteraron de todos los males que le habían hecho a José.
25 Y cuando lo vendieron, mis hermanos se sentaron a comer y a beber.
26 Pero yo, por compasión a José, no comí, sino que vigilé el hoyo, porque Judá temía que Simeón, Dan y Gad se precipitaran y lo mataran.
27 Pero como vieron que yo no comía, me pusieron a vigilarlo hasta que fue vendido a los ismaelitas.
28 Cuando Rubén llegó y oyó que José había sido vendido mientras estaba fuera, rasgó sus vestidos y, lamentándose, dijo:
29 ¿Cómo veré el rostro de mi padre Jacob? Y tomó el dinero y corrió tras los mercaderes pero como no los encontró, regresó afligido.
30 Pero los mercaderes abandonaron el camino ancho y atravesaron a los trogloditas por un atajo.
31 Pero Rubén se entristeció y no comió nada aquel día.
32 Entonces Dan se acercó a él y le dijo: No llores ni te aflijas; porque hemos encontrado lo que podemos decirle a nuestro padre Jacob.
33 Matemos un cabrito y mojemos en él la túnica de José; y enviémosla a Jacob, diciendo: Sabes, ¿es ésta la túnica de tu hijo?
34 Y así lo hicieron. Porque le quitaron a José su manto cuando lo vendían, y le pusieron ropa de esclavo.
35 Simeón tomó la túnica y no quiso soltarla, porque quería rasgarla con su espada, enojado porque José vivía y no lo había matado.
36 Entonces todos nos levantamos y le dijimos: Si no entregas la túnica, diremos a nuestro padre que tú solo hiciste esta maldad en Israel.
37 Y él se lo dio, y ellos hicieron tal como Dan había dicho.