1 Cuando volví a casa y me fue devuelta mi esposa Ana y mi hijo Tobías, en la fiesta de Pentecostés, que es la fiesta santa de las siete semanas, me prepararon una buena cena, en el cual me senté a comer.
2 Y cuando vi abundancia de comida, dije a mi hijo: Ve y trae a cualquier hombre pobre que encuentres entre nuestros hermanos, que se acuerde del Señor; y he aquí, me quedo por ti.
3 Pero él volvió y dijo: Padre, uno de nuestra nación ha sido estrangulado y arrojado en la plaza.
4 Entonces, antes de haber probado algo de carne, me levanté y lo llevé a una habitación hasta que se puso el sol.
5 Entonces volví, me lavé y comí con pesadez.
6 Acordándonos de la profecía de Amós, que dijo: Vuestras fiestas se convertirán en luto, y toda vuestra alegría en lamentación.
7 Por eso lloré; y cuando se puso el sol, fui, hice un sepulcro y lo sepulté.
8 Pero mis vecinos se burlaban de mí y decían: Este hombre que huyó no teme todavía ser ejecutado por este asunto; y, sin embargo, he aquí que vuelve a enterrar a los muertos.
9 Esa misma noche volví del sepulcro y dormí junto al muro de mi patio, contaminado y con el rostro descubierto.
10 Y no sabía que había gorriones en la pared, y cuando mis ojos estaban abiertos, los gorriones me echaron estiércol tibio en los ojos y se me pusieron blancos los ojos; y fui a los médicos, pero no me ayudaron. : además Achiacharus me alimentó, hasta que entré a Elymais.
11 Y mi esposa Ana tomó trabajos de mujeres para hacer.
12 Y cuando los envió a casa con los dueños, ellos le pagaron el salario y le dieron además un cabrito.
13 Y cuando estaba en mi casa y se puso a llorar, le dije: ¿De dónde es este cabrito? ¿no es robado? entregárselo a sus propietarios; porque no es lícito comer cosa robada.
14 Pero ella me respondió: Fue dado como regalo más que el salario. Pero yo no la creí, sino que le pedí que se lo diera a sus dueños, y quedé avergonzado ante ella. Pero ella me respondió: ¿Dónde están tus limosnas y tus buenas obras? he aquí, tú y todas tus obras son conocidas.