1 Porque tu Espíritu incorruptible está en todas las cosas.
2 Por eso, castigas poco a poco a los que ofenden y les adviertes recordándoles en qué han ofendido, para que, dejando su maldad, crean en ti, oh Señor.
3 Porque fuiste tu voluntad destruir por mano de nuestros padres a los antiguos habitantes de tu tierra santa,
4 A quien odiabas por hacer las más odiosas obras de brujería y malvados sacrificios;
5 Y también esos despiadados asesinos de niños, y devoradores de carne humana, y los banquetes de sangre,
6 Con sus sacerdotes de en medio de su grupo idólatra y con los padres que mataban con sus propias manos a las almas necesitadas de ayuda:
7 Para que la tierra que tú estimabas por encima de todas las demás pudiera recibir una colonia digna de los hijos de Dios.
8 Sin embargo, aun a aquellos que eran hombres, los perdonaste y enviaste avispas, precursoras de tu ejército, para destruirlos poco a poco.
9 No es que no hayas podido poner a los impíos bajo la mano de los justos en la batalla, ni destruirlos de inmediato con bestias crueles o con una sola palabra dura:
10 Pero, ejecutando poco a poco tus juicios sobre ellos, les diste lugar de arrepentimiento, sin ignorar que eran una generación traviesa, que su malicia se había engendrado en ellos y que su pensamiento nunca cambiaría.
11 Porque fue simiente maldita desde el principio; ni por temor a nadie les diste perdón de aquellas cosas en que pecaron.
12 Porque ¿quién dirá: ¿Qué has hecho? ¿O quién resistirá tu juicio? ¿O quién te acusará de las naciones que tú creaste, que perecen? ¿O quién vendrá a oponerse a ti para vengarse de los hombres injustos?
13 Porque no hay más Dios que tú, que se preocupa por todos y a quien puedes mostrar que tu juicio no es injusto.
14 Ni el rey ni el tirano podrán volverse contra ti por cualquiera a quien hayas castigado.
15 Por tanto, puesto que tú mismo eres justo, ordenas todas las cosas con rectitud, pensando que no te conviene condenar a quien no merece ser castigado.
16 Porque tu poder es el principio de la justicia, y porque eres el Señor de todos, te hace ser misericordioso con todos.
17 Porque cuando los hombres no creen que tienes todo el poder, muestras tu fuerza, y entre los que lo saben manifiestas su audacia.
18 Pero tú, dominando tu poder, juzgas con equidad y nos ordenas con gran favor, porque puedes usar el poder cuando quieras.
19 Pero con tales obras has enseñado a tu pueblo que el justo debe ser misericordioso, y has hecho que tus hijos tengan buena esperanza de que les des arrepentimiento de los pecados.
20 Porque si castigaras a los enemigos de tus hijos y a los condenados a muerte con tanta deliberación, dándoles el tiempo y el lugar para librarlos de su malicia,
21 ¿Con cuánta prudencia juzgaste a tus propios hijos, a cuyos padres juraste e hiciste pactos con buenas promesas?
22 Por eso, mientras nos castigas, azotas mil veces más a nuestros enemigos, para que, cuando juzguemos, pensemos cuidadosamente en tu bondad, y cuando nosotros mismos seamos juzgados, busquemos misericordia.
23 Por eso, mientras los hombres vivían de manera disoluta e injusta, tú los atormentaste con sus propias abominaciones.
24 Porque se extraviaron mucho en el camino del error, y los tuvieron por dioses, que incluso entre las bestias de sus enemigos eran despreciados, siendo engañados como hijos sin entendimiento.
25 Por eso, a ellos, como a niños sin uso de razón, les enviaste un juicio para burlarte de ellos.
26 Pero aquellos que no quieran ser reformados por la corrección con la que él se entretuvo con ellos, sentirán un juicio digno de Dios.
27 Porque, mirad, qué cosas guardaron rencor cuando fueron castigados, es decir, por aquellos que tenían por dioses; [ahora] siendo castigados en ellos, cuando lo vieron, reconocieron que era el Dios verdadero, a quien antes negaban conocer: y por eso vino sobre ellos la condenación extrema.