1 Porque los impíos decían, razonando entre sí, pero no correctamente: Nuestra vida es corta y tediosa, y para la muerte de un hombre no hay remedio; ni se sabe de ningún hombre que haya regresado de la tumba.
2 Porque nacemos en toda aventura, y seremos en el futuro como si nunca hubiéramos existido: porque el aliento en nuestras narices es como humo, y una pequeña chispa en el movimiento de nuestro corazón.
3 El cual, extinguido, nuestro cuerpo se convertirá en cenizas, y nuestro espíritu se desvanecerá como el aire suave,
4 Y nuestro nombre será olvidado con el tiempo, y nadie se acordará de nuestras obras, y nuestra vida pasará como la huella de una nube, y se dispersará como la niebla que se disipa con los rayos del sol, y vencidos por su calor.
5 Porque nuestro tiempo es una sombra que pasa; y después de nuestro fin no hay retorno: porque está firmemente sellado, para que nadie vuelva a venir.
6 Vamos, pues, disfrutemos de los bienes que están presentes y usemos rápidamente a las criaturas como en la juventud.
7 Llenémonos de vino y de ungüentos costosos, y no dejemos pasar ninguna flor de la primavera.
8 Coronémonos de capullos de rosas antes de que se sequen:
9 Que ninguno de nosotros se vaya sin su parte de nuestra voluptuosidad: dejemos muestras de nuestra alegría en todo lugar: porque ésta es nuestra porción, y ésta es nuestra suerte.
10 Oprimamos al justo pobre, no perdonemos a la viuda, ni reverenciamos las antiguas canas del anciano.
11 Que nuestra fuerza sea la ley de la justicia: porque lo débil resulta despreciable.
12 Por tanto, acechemos a los justos; porque no es para nosotros, y es claramente contrario a nuestras acciones: nos reprende por nuestras ofensas a la ley, y objeta a nuestra infamia las transgresiones de nuestra educación.
13 Profesa tener conocimiento de Dios y se llama a sí mismo hijo del Señor.
14 Él fue creado para reprender nuestros pensamientos.
15 Nos resulta doloroso incluso verlo, porque su vida no es como la de los demás, sus caminos son diferentes.
16 Nos tiene por falsos; se abstiene de nuestros caminos como de inmundicias, declara bienaventurado el fin del justo y se jacta de que Dios es su padre.
17 Veamos si sus palabras son ciertas y comprobemos lo que le sucederá al final.
18 Porque si el justo es hijo de Dios, él lo ayudará y lo librará de manos de sus enemigos.
19 Examinémoslo con desprecio y tortura, para que conozcamos su mansedumbre y probemos su paciencia.
20 Condenémoslo con una muerte vergonzosa, porque según sus propias palabras será respetado.
21 Se imaginaban tales cosas y se engañaban, porque su propia maldad los había cegado.
22 En cuanto a los misterios de Dios, no los conocían, ni esperaban recompensa de justicia, ni discernían recompensa para las almas inocentes.
23 Porque Dios creó al hombre para que fuera inmortal y lo hizo imagen de su propia eternidad.
24 Sin embargo, por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y los que están de su lado la encuentran.