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En un universo tan grande y tan complejo como el nuestro, debe ser muy difícil que Dios haya podido ocultar por completo su mano. En alguna parte deberían poder verse o deducirse indicios de esa mano.
(Razonamientos y deducciones al margen de la fe).
En su libro titulado «El encuentro con la realidad», Vicente Ferrer dice lo siguiente:
Reloj encontrado en la selva = X.
Uno puede hacerse muchas preguntas al respecto: ¿Por qué el reloj está allí? ¿Quién lo ha llevado, o puesto, o perdido allí? ¿Cómo llegó hasta allí?, etc. Pero la pregunta última es: ¿Quién lo hizo? ¿Quién hizo el reloj?
El reloj lo hizo, evidentemente, un relojero. Si hay un reloj, tiene que haber necesariamente un relojero. Un reloj no puede salir de un árbol.
El inmenso reloj del universo = X.
La pregunta última es: ¿Quién lo hizo?
Si hay un reloj pequeño, hay un relojero pequeño. Si hay un reloj inmenso, tiene que haber un relojero inmenso.
Siempre se puede decir que el universo es eterno y que no necesita que alguien lo haya hecho.
Me cuesta creer que «nadie» lo haya hecho. «Nadie» es igual a «nada».
Sin un «quién», no hay una respuesta lógica.
A menudo pienso que todo es un absurdo. Si no hubiera nada, estaríamos mucho mejor. No estaríamos obligados a dar tantas explicaciones.
Lo lógico sería que aquí no hubiera nada: ni universo, ni hombres, ni Dios ni nada.
Pero aquí estamos. ¿Qué hacemos los hombres en este mundo?
Sin Dios, nos quedamos solos. Sin Dios, mi compañero es la Nada.
Muchos afirman que «Dios no existe», y se quedan tan panchos. No solamente no hay Dios, sino que no hay absolutamente Nadie. Al «Nadie» le corresponde la Nada, ¿no?
(Hasta aquí las citas de Vicente Ferrer).
Aquí no debería haber NADA: ni universo, ni hombres, ni Dios, ni nada.
Si hay algo —y por cierto hay bastantes cosas— es porque «algo» o «alguien» está ahí desde siempre (ya que ese algo o alguien NO ha podido surgir de la nada.)
¿Por qué hay algo, en lugar de no haber nada?
Hay cuatro respuestas posibles al por qué hay algo en lugar de no haber absolutamente nada:
La realidad es una ilusión. Esta opción fue excluida hace siglos por el filósofo Réné Descartes, el cual dijo: «Pienso, luego existo.» Descartes argumentó que si él estaba pensando, entonces él debía «existir.» En otras palabras, «Pienso, por lo tanto, no soy una ilusión.»
La realidad se creó a sí misma. En la evolución a veces se refieren a esto como «generación espontánea» — algo que procede de la nada. Pero no puedes obtener algo de donde no hay nada. Puesto que «algo» no puede proceder de «nada», la alternativa de que la realidad es algo que se ha auto-creado queda también descartada.
Ahora, nos hemos quedado sólo con dos opciones -una realidad que es eterna, o una realidad que ha sido creada por algo que es eterno. Un universo eterno o un Creador eterno. El teólogo del siglo XVIII Jonathan Edwards resumió así esta encrucijada:
Desde el punto de vista de la ciencia, los científicos admiten que el universo tuvo un principio, y todo lo que tiene un principio no es eterno. En otras palabras, todo lo que tiene un principio tiene una causa, y si el universo tuvo un principio, tuvo una causa. El hecho de que el universo tuvo un principio es subrayado por evidencias tales como:
Hoy sabemos que ninguna estrella puede brillar un tiempo infinito. Se le acabaría el combustible. Un universo eterno es incompatible con la existencia de procesos físicos irreversibles.
Una de las pruebas científicas que demuestran la no-eternidad de la materia es la transformación de unos elementos radioactivos en otros. Si la materia fuese eterna, ya no quedaría potasio-40, ni rubidio-87, ni uranio-235, pues ya se habrían transformado en argón- 40 , estroncio- 87 y plomo- 207 respectivamente. Si hoy queda en el mundo potasio y uranio radiactivos es porque todavía no han transcurrido los miles de años necesarios para que se transformen en argón y plomo respectivamente y, por tanto, no pueden ser eternos. Es cosa sabida que la mitad del uranio que contiene una roca se transforma en plomo al cabo de 4.000 millones de años. También es sabido que si todavía hay uranio, es señal de que no existe desde hace una eternidad, pues en ese caso todo se habría convertido en plomo y ya no quedaría uranio en el mundo.
Otro elemento clave que demuestra la no-eternidad de la materia es el hidrógeno. Como sabe cualquiera que haya estudiado un poco de química, el hidrógeno es la base de todos los demás elementos más estables que él. No se retrocede de un elemento más estable a otro menos estable. Así pues, sería imposible que el universo fuera eterno: no quedaría nada de hidrógeno. En efecto, el hidrógeno se convierte en helio en un proceso continuo e irreversible. Si esto sucediera desde toda la eternidad, ya se habría gastado todo el hidrógeno que todavía se quema en las estrellas, pues la cantidad de hidrógeno del universo es limitada, y lo que se pierde no se repone.
SI DIOS NO EXISTE, ENTONCES…
Si hubo alguna vez un tiempo en el que no existía absolutamente nada, nada podría existir ahora.
Pero algo existe ahora.
Por tanto, nunca hubo un tiempo en el que no existió absolutamente nada —o dicho de otro modo, siempre ha existido algo.
¿Qué es lo que ha existido siempre?
Sólo tenemos dos opciones: o el universo impersonal (compuesto de espacio, tiempo, materia y energía), o un Dios eterno.
Si Dios no existe, entonces Él no ha creado el universo. Por tanto, el universo no ha sido creado. Por lo que o bien el universo ha surgido espontáneamente de la nada, o bien es eterno.
La primera de estas alternativas es evidentemente absurda, porque de la nada, por sí mismo, no puede surgir algo. La nada no es, por lo que no puede ser la causa de ningún ser.
(Algunos científicos piensan que el universo ha surgido a partir de una «fluctuación del vacío cuántico», y que esta posible explicación volvería innecesaria la existencia de un Dios creador. Esos científicos confunden el «vacío cuántico» con la nada metafísica. Si ese «vacío cuántico» es capaz de «fluctuar», entonces es evidente que es algo, no nada.)
Entonces, ¿el universo es eterno?
¿Cómo saberlo?
Más arriba hemos deducido que el universo NO es eterno. Pero veamos si podemos ahondar un poco más en esto. Primero de todo convendría definir qué es el universo.
¿Qué es exactamente el universo? ¿Qué es lo que compone eso que llamamos «universo»?
Eso que llamamos universo es un inmenso conjunto de soles, planetas, satélites y cometas, agrupados en unidades muy grandes llamadas galaxias. Y hay miles de galaxias en el universo.
¿Dónde está situado este universo?
El universo se encuentra alojado dentro del espacio y del tiempo.
Todo lo que existe dentro del espacio-tiempo es finito (no es infinito), y es temporal (no es eterno), o sea que nace, crece, vive temporalmente y desaparece.
Los soles que forman las galaxias nacen, crecen, viven temporalmente y mueren.
Los planetas nacen, crecen, viven y mueren.
Los árboles nacen, crecen, viven y mueren.
Los animales y los hombres nacen, crecen, viven y mueren.
Todos son temporales y finitos.
Todo lo que nace ha tenido un principio. Antes de nacer no existía. Si no existía, no tiene el ser por sí mismo. Por tanto lo ha recibido necesariamente de Otro.
Los primeros soles que formaron las primeras galaxias nacieron en algún momento del pasado. Antes de ese momento no existían, no había ni soles ni galaxias en el espacio. El universo tuvo pues un principio (no es eterno).
Otra manera de comprobar si el universo ha tenido un comienzo:
Los soles y los planetas cambian continuamente, es decir, nacen, crecen, se desplazan de sitio, se consumen, explotan o disminuyen, y mueren. Las galaxias se alejan o se acercan, cambian de forma, etc. Las plantas, los animales y los hombres cambian constantemente: nacen, crecen, se desarrollan, viven, mueren. Todo lo que compone este universo de energía y materia cambia continuamente, desde las galaxias hasta los hombres.
Cambiar es pasar de un estado en potencia a un estado en acto. Algo que ayer existía en potencia, hoy se manifiesta. Ayer era de una manera, y hoy es de otra.
Ninguna cosa que existe en potencia puede actualizarse a sí misma.
Todo lo que es potencial requiere la existencia de un Ser en acto que actualice ese potencial. Todo lo que es potencial tiene pues, necesariamente, una Causa, que es quien actualiza ese potencial. Así pues, todo lo que cambia no existe por sí mismo, tiene una Causa que le da nacimiento, que lo saca del estado potencial y lo introduce en la realidad.
Todo lo que cambia, si nos vamos hacia atrás en el tiempo, ha tenido un comienzo, ha empezado a existir en un punto: lo que hoy es semilla y que llegará a convertirse en árbol, lo que hoy es una célula y que llegará a convertirse en un ser vivo, etc.
Si algo tiene un comienzo, antes de ese comienzo no existía. Si no existía antes, no tiene el ser permanente por sí mismo. Si no tiene el ser por sí mismo, lo ha recibido necesariamente de Otro. Por tanto, todo lo que tiene un comienzo necesita una Causa que lo traiga a la existencia.
El universo de galaxias, estrellas y planetas cambia. Tiene Antepasados, su existencia procede de Otro. El universo no es causa, sino efecto. Es la obra de Alguien.
¿El universo es intencional?
Premisa nº 1: Todo aquello que comienza a existir requiere una causa.
Premisa nº 2: El universo comenzó a existir.
Conclusión: El universo requiere una causa.
Esta premisa es evidente por sí misma. No hay algo que venga de la nada. Si alguna cosa tuvo un principio -comenzó a existir- entonces Algo tuvo que traerla a la existencia. Algunos intentan definir la «nada» como un vacío cuántico, pero incluso los vacíos son algo: tienen energía y partículas cuánticas. No hay evidencia empírica de que «algo» haya surgido de la nada absoluta.
(En este punto, los opositores al monoteísmo preguntan: «Entonces, ¿quién creó a Dios?», pero esto es una interpretación errónea de la premisa. Lo que requiere una causa es aquello que comienza a existir, no aquello que existe. Dios es eterno, por tanto, no comenzó a existir. Como Dios no comenzó a existir, no requiere una causa).
El que esto escribe no cree en la teoría del Big Bang, no cree que el universo naciera con el Big Bang. Pero si tal fuera el caso,
¿Qué fue lo que surgió en el momento del Big Bang?
La teoría del Big Bang establece que el espacio, el tiempo y la materia fueron creados en el momento del Big Bang. Por lo tanto:
Todas estas cosas comenzaron a existir en el primer momento.
¿Qué pudo haber causado que comenzaran a existir el espacio, el tiempo y la materia?
Entonces, ¿cuál debe ser la Causa?
El Dr. Craig menciona que sólo estamos familiarizados con dos realidades inmateriales, no físicas y no temporales:
Ahora bien, los objetos abstractos no causan efectos en la naturaleza. Sin embargo, somos perfectamente conscientes de las capacidades causales de nuestras propias mentes. Por ejemplo, tu mente puede causar que tu mano se levante. Por tanto, mediante el proceso de eliminación nos quedamos con una Mente como la causa del universo. Como diría Sir Arthur Conan Doyle: «Cuando has eliminado lo imposible, aquello que queda —por más improbable que sea— tiene que ser la verdad.»
«No hay efecto sin causa», o bien «todo ser que comienza a existir, es causado por otro».
No podemos admitir que un edificio o un vestido se hayan hecho a sí mismos; nos reiríamos de quien nos dijera que aparecieron «de buenas a primeras» sin la intervención de un arquitecto o de un sastre.
El mundo es un efecto incomparablemente más complejo que un vestido o un edificio.
Que el mundo pueda formarse en virtud de fuerzas ciegas parece tan imposible como, por ejemplo, obtener el Quijote arrojando al suelo un cajón de caracteres alfabéticos.
Si hay un reloj, tiene que haber un relojero que lo haya construido.
Es un absurdo atribuir al azar y a la casualidad el orden maravilloso del mundo, porque así como lo que caracteriza a la inteligencia es el orden, lo que caracteriza al azar es el desorden.
Obrar al azar es tanto como obrar a ciegas, sin el conocimiento de los medios o sin la acertada disposición de ellos para alcanzar el fin que uno se propone. Pretender que el orden prodigioso del mundo es la obra ciega y caprichosa del azar, es un absurdo.
Sería ridículo pretender que tirando al azar las doce letras de la palabra «inteligencia», cayeran todas en línea recta y en el orden debido para formar la palabra.
Mayor absurdo sería pretender que esto sucediera cada vez que se tiraran.
Pero el absurdo llegaría a su colmo si se pretendiera explicar de esta manera el orden de las miles de letras que componen un libro, sin que hubiera intervenido en lo más mínimo una mano y una inteligencia ordenadora.
Pues bien, mucho más absurdo es admitir que el mundo se hizo al acaso, porque el orden que hay en él es inmensamente más complicado que el de un libro, un orden que se ha mantenido durante miles de siglos.
El ente contingente es aquel que puede ser, y también no ser.
Desde el punto de vista de la existencia, es el que puede existir o no existir.
Todos los entes que nos rodean, y nosotros mismos, somos contingentes: existimos, pero podríamos no existir.
El ente contingente no tiene en sí mismo su razón de ser. Esto quiere decir que el ente contingente, de suyo, es solamente una potencialidad de ser, una capacidad de ser, que según sea actualizado o no, existirá de hecho o no.
El «ente en potencia» es la capacidad de ser; el «ente en acto» es el ser realizado. Por ejemplo, un estudiante de arquitectura es un arquitecto en potencia, que lo será en acto cuando termine sus estudios. Esto quiere decir también que todo ente contingente existente es una potencialidad de ser que ha sido actualizada.
Por tanto, si el ente contingente existe, tiene en Otro la razón de su existencia. Esto quiere decir que es causado.
Principio de causalidad: «todo ente contingente es causado».
Por eso, las formulaciones válidas del principio de causalidad son: «Todo ente contingente es causado por Otro». «Todo lo que comienza a existir es causado por Otro». «Todo lo que no tiene en sí mismo su razón de ser, la tiene necesariamente en Otro».
En efecto, visto desde otro ángulo, si el ente contingente es una potencialidad de ser actualizada, está claro que esa potencialidad de ser no puede actualizarse sola, no puede actualizarse a sí misma.
«Ser» es más que solamente «poder ser», y por eso, «ser en acto» es más que «ser en potencia». Y como no se da lo que no se tiene, y por eso lo superior no puede explicarse por lo inferior, resulta que toda potencialidad actualizada de un ser supone la existencia previa de un ser en acto que actualice esa potencialidad.
Un ser contingente es un ser que no existe por sí mismo, que su existencia la ha recibido de Otro. Una rosa que hoy existe, y mañana desaparece, o que pudo no haber nacido, es un ser contingente. Los seres que hay en el mundo son todos contingentes. La experiencia nos enseña que aparecen, duran un poco, y luego desaparecen.
Los seres contingentes aparecen de dos maneras:
Para explicar la aparición de los seres contingentes tenemos tres hipótesis:
Examinemos estas tres hipótesis.
Conclusión.- La serie de los seres contingentes no se explica racionalmente sino mediante la existencia de un Ser Necesario, que no recibió el ser porque lo tenía de sí mismo, y que lo comunicó a los demás. Á este ser lo llamamos Dios. Este argumento de la necesidad de un Ser Necesario es el más claro y convincente para probar la existencia de Dios.
Afirmaciones de Frederick Charles Copleston, sacerdote jesuita, dirigidas a Bertrand Russell:
«Un ser «contingente» es un ser que no tiene en sí mismo la razón de su existencia, que es lo que yo entiendo por ser contingente. Usted sabe tan bien como yo, que no puede ser explicada la existencia de ninguno de nosotros sin referencia a algo o alguien fuera de nosotros, nuestros padres, por ejemplo.»
«Si hay un ser contingente, necesariamente hay un Ser Necesario.»
«Lo que llamamos mundo consiste sencillamente en seres contingentes. Es decir, en seres carentes de razón para su propia existencia. Yo digo que si no hubiera un Ser Necesario, no existiría nada. Un ser que esté al margen de la serie de seres contingentes.»
«Si usted suma chocolates, obtendrá chocolates y no una oveja. Si suma chocolates hasta el infinito, es presumible que obtendrá un número infinito de chocolates. Así, si suma seres contingentes hasta el infinito, seguirá obteniendo seres contingentes, no un Ser Necesario. Una serie infinita de seres contingentes será, de acuerdo con mi modo de pensar, igualmente incapaz de ser su causa, como lo es un solo ser contingente.»
Opinión de Eduardo Battaner (científico):
«Me convence el argumento de lo contingente: el Universo podría no existir, yo podría no existir… es decir, todos somos contingentes; debe de haber algo que NO lo sea».
Si todas las cosas son contingentes, forzosamente hubo un momento en el que surgió la primera cosa contingente. Si no hay ningún Ser Necesario que diera nacimiento a esa primera cosa, tuvo que salir obligatoriamente de la «nada», mediante «autocreación espontánea», cosa que además de ilógica repugna a un principio metafísico básico: «Aquello que NO existe, sólo empieza a existir en virtud de Algo que YA existe».
Hallamos en la naturaleza cosas que pueden existir o no existir, pues vemos seres que se producen y seres que se destruyen y, por tanto, hay posibilidad de que existan y de que no existan. Ahora bien, es imposible que los seres de tal condición hayan existido siempre, ya que lo que tiene la posibilidad de no ser, hubo un tiempo en el que no fue. Si pues todas las cosas tienen la posibilidad de no ser, hubo un tiempo en que ninguna existía. Pero si esto es verdad, ahora tampoco debiera existir cosa alguna, porque lo que no existe, no empieza a existir más que en virtud de lo que ya existe, y por tanto si nada existía, fue imposible que empezase a existir cosa alguna y, en consecuencia, ahora no habría nada, cosa evidentemente falsa.
Por consiguiente, NO todos los seres son contingentes, sino que entre ellos, forzosamente, ha de haber alguno que sea Necesario (que tenga la existencia por sí mismo).
«El hombre no es un ser milagroso, sino solamente el rey muy vulgar de un planeta vulgar que gira alrededor de un sol vulgar, en un rincón vulgar de nuestra galaxia, la cual no es más que una galaxia muy vulgar. Además, el momento que vivimos actualmente, aunque sea excepcionalmente importante en nuestra historia particular, sólo es un momento vulgar de la historia del universo. Tales momentos son, fueron y serán vividos por una multitud de otras historias particulares tan vulgares como la nuestra».
El principio de vulgaridad, cada vez que se puede probar, es confirmado. Y ha sido probado un gran número de veces. El sentido del principio de vulgaridad es que toda singularidad es ilusoria e imputable a nuestra sola ignorancia. La lógica del principio de vulgaridad supone que todo conocimiento, por muy elevado que sea, se sitúa en un nivel vulgar del conocimiento total.
Si el principio de vulgaridad lo seguimos hasta el fin, este planeta habitado sólo es una vulgaridad entre otros millones de planetas habitados, de una punta a la otra del universo.
Todo en el universo es una vulgaridad. No hay nada que sea único o especial:
Si hay una galaxia, hay millones de galaxias.
Si hay una estrella, hay millones de estrellas.
Si hay un planeta, hay millones de planetas.
Si hay una luna, hay millones de lunas.
Si hay un hombre, hay millones de hombres.
Si hay una humanidad, hay millones de humanidades.
Si hay un planeta habitado, hay millones de planetas habitados.
¿Y todo… para qué? Debe de haber una buenísima razón para todo esto, ¿o no?
Todo lo que ocurre, ocurre por alguna razón, y cuando parece que los acontecimientos o las cosas no tienen explicación, es porque aún no conocemos la razón. O sea, que hay una explicación racional para cada suceso. Pongamos algún ejemplo para ilustrar este principio lógico:
En suma, el principio de la razón suficiente nos dice que «todo tiene una razón de ser».
El principio de la razón suficiente indica que nada puede ser «porque sí», pues todo obedece a una razón.
El principio de la razón suficiente no acepta que puedan ocurrir sucesos al azar.
El principio de la razón suficiente nos dice que «todo objeto debe tener una razón suficiente que lo explique». Todo lo que existe, existe por alguna razón, «nada existe sin una causa o razón determinante».
Todo tiene su razón de ser. Intuitivamente no aceptamos que nos digan que algo es «porque sí», o sea, sin razón de ser. Si aparece un reloj en medio de la selva o en la cara oculta de la Luna, podrán darse las explicaciones más peregrinas sobre el hecho; incluso se podrá decir que lo dejaron allí los extraterrestres. La única explicación que «a priori» no se podrá dar es que ese reloj está allí «porque sí», o sea, sin razón de ser, sin ninguna explicación.
Todo tiene una explicación.
No es necesario que sepamos CUÁL es la razón suficiente de algo, para saber que HAY UNA RAZÓN.
La existencia del universo tiene una razón de ser.
La presencia del hombre sobre la Tierra obedece a una razón, aunque no la conozcamos.
Sólo tenemos dos opciones:
O somos el producto de la casualidad (es decir, de un universo material que existe por sí mismo),
O somos el proyecto de Alguien.
¿Hemos recibido esa información alguna vez?
El Libro de Urantia dice que sí. Y explica expresamente este asunto extremadamente importante.
Indica que ha habido cuatro visitas de Arriba a la humanidad: El Príncipe Planetario, Adán y Eva, Melquisedek y Jesús de Nazaret.
Si en el pasado hemos recibido esa información de Arriba, pero por las circunstancias de este planeta esa información se ha perdido, o se ha desvirtuado, o se ha diluido, o se ha adulterado, difícilmente podremos reconocerla hoy en día.
Lo extraño y sorprendente a la vez del LU es que presta una exquisita atención ESPECIAL a este asunto, a esas cuatro revelaciones de época. Consagra muchas páginas a describirlas.
Según el LU, las revelaciones de época pueden clasificarse según los tipos de proyecto que promueven:
1º.- El primer tipo de revelación de época es una revelación cultural y espiritual. Tal revelación incluye enseñanza espiritual y también se ocupa de asuntos sociales, económicos y políticos. El séquito del Príncipe Planetario tenía un colegio de la religión revelada con un evangelio que proclamar; pero también enseñaban cómo regar los campos, atrapar a las bestias salvajes, elegir al cónyuge, mejorar los gobiernos tribales, etc. etc. Adán y Eva enseñaron las bases de la religión y la adoración, pero también establecieron un sistema escolar, trabajaron para la elevación racial y promovieron el progreso cultural: desarrollo económico, relaciones comerciales, gobierno civil, etc.
La primera y segunda revelaciones de época estuvieron destinadas a cubrir todo el rango de las necesidades humanas: necesidades materiales, intelectuales y espirituales.
2º.- El segundo tipo de revelación de época, ejemplificado por Melquisedek y Jesús, es una revelación específicamente espiritual. Este segundo tipo no se involucra en proyectos sociales ni de elevación cultural.
La tercera y cuarta revelaciones de época fueron de este tipo, fueron misiones exclusivamente espirituales.
¿Cuál es pues la razón de nuestra existencia?
Según el LU, aprender por experiencia y perfeccionarnos progresivamente, de mundo en mundo, hasta llegar a la presencia de Dios. Participar en el plan de ascensión que el Padre ha diseñado para nosotros.
(Nota del Autor.- Cuando incluyo citas o conceptos del LU, es para hacer ver y resaltar que el mismo LU es un indicio de que este universo posiblemente es intencional).
Este mundo donde vivimos, aunque nunca se te haya ocurrido pensarlo, es una escuela. Sí, sí, es exactamente eso y no otra cosa: es una escuela.
¿Y por qué digo que este planeta es una escuela? Pues es muy sencillo de deducir:
¿Qué es lo que hacemos aquí cada día de nuestra vida, desde que nacemos hasta que morimos?
Aprender. Aprender continuamente. Aprender no por teoría sino por experiencia, viviendo todo tipo de situaciones y de problemas de lo más diverso.
Partimos de cero, con cero conocimiento y cero experiencia, y estamos aprendiendo hasta que abandonamos este mundo.
¿Y qué es lo que aprendemos? Pues todo tipo de cosas: a ser hijos, hermanos, amigos, adolescentes, novios, padres, profesionales, vecinos, egoístas, altruistas, sociables, desinteresados, sabios, pacientes, morales, éticos, expertos, etc. etc. Aprendemos un poco de todo.
Si este mundo es una escuela —y es un hecho que lo es—, cualquier otro planeta habitado por una humanidad semejante a la nuestra será igualmente una escuela. De lo que resulta, por simple deducción, que todos los planetas habitados que pueda haber en el universo deben ser también escuelas de aprendizaje.
«Todo el universo es una inmensa escuela», afirma el LU, LU 37:6.2.
Ésta parece ser la finalidad de nuestro mundo y del universo: Ser hogar y escuela a la vez, hogar donde vivir y escuela donde aprender.
Este mundo tiene pues un sentido. El sentido es aprender viviendo. Aprender las lecciones de paciencia, tolerancia, altruismo, honradez, moral, etc., que habremos de utilizar en alguna otra parte del universo.
El sentido de la vida, la finalidad de la vida es aprender, aprender en general, y aprender valores en particular.
Las preguntas fundamentales ¿quién soy? (identidad), ¿de dónde vengo? (origen), y ¿a dónde voy? (destino), forman parte constituyente del ser humano.
Vemos que la gente nace, vive un poco de tiempo, muere, y desaparece de nuestra vista. Nadie sabe si esa gente va a alguna parte, si hay vida más allá de ésta. Nadie lo sabe.
Sin resurrección, la vida no tiene ningún sentido. Y no hay futuro.
Es el aspecto esencial del sentido de la vida: la resurrección, la continuación.
El sentido de la vida tiene que ser trascendental, o no ser. Porque si no, ¿qué sentido tiene vivir, aprender, progresar, mejorar, para morir y desaparecer? Nacemos vacíos, y morimos llenos. Si no se trasciende, si no hay continuación, si no hay futuro, ¿para qué luchar, aprender y mejorar, qué sentido tiene esta vida?
La ciencia destruye el sentido de la vida cuando afirma que somos el producto de la casualidad, que no hay esperanzas.
Solo Dios le da sentido a la vida, y explica la existencia del universo.
El hombre, sin Dios, vive desorientado, no sabe qué es lo que hace aquí, ni a dónde va después.
Todos los componentes de la creación tienen una razón de ser.
Todos tienen una tarea que cumplir, que justifica su existencia.
Nada existe sin sentido. Nada está aquí por casualidad o por descuido.
El hombre va ascendiendo en la escala de la bondad.
Hay todo un movimiento de perfeccionamiento hacia una meta.
Hay un orden ascendente que se escapa al caos.
Este mundo tiene un sentido.
En el mundo vemos que siempre hay alguien que hace las cosas: alguien que hace la guerra, alguien que hace las leyes, alguien que hace los libros, alguien que hace las sillas…
Las cosas no se hacen solas. Nada se hace a sí mismo.
Detrás de un «qué» forzosamente hay un «quién».
¿Quién firmó el Tratado de Versalles, quién declaró la guerra, quién venció a Napoleón, quién inventó el telescopio, quién pagó la comida, quién trajo la carta…?
¿Quién inventó la energía, quién puso ahí el espacio, quién diseñó el cuerpo humano…?
¿QUIÉN HIZO EL UNIVERSO?
En este universo dual, todas las cosas son duales.
Todo tiene su pareja de opuestos, y esos opuestos son de naturaleza idéntica, diferenciándose sólo en el grado: macho y hembra, positivo y negativo, alto y bajo, frío y calor, día y noche, odio y amor, miedo y fe, imperfección y perfección, finito e infinito, temporal y eterno…
Si existe lo uno, existe lo otro, porque todo es dual.
Siempre hay un lado opuesto, un complementario, una contrapartida.
En dos elementos complementarios, a cada uno le falta algo que tiene el otro.
Si hay sed, hay agua. La sed es falta de agua, y la sed existe porque existe su contrapartida, el agua. Si no hubiera agua, no existiría la sed. Lo uno no puede existir sin lo otro.
Si existe el hombre, existe la mujer. Si la mujer (o el hombre) no existiera, la existencia del otro no tendría ningún sentido.
Si existe la imperfección, existe la perfección. Si existe el bien, existe el mal. Si existe lo material, existe lo espiritual.
Si hay sed de saber, hay conocimiento. Si hay sed de amistad, hay amigos. Si hay sed de paz, hay paz. Si hay sed de amor, hay amor. Si hay sed de Dios…
Si existe la sed de Dios, es porque hay Dios. Si Dios no existiera, la sed de Dios no tendría ningún sentido.
El hombre tiene sed de vivir, de inmortalidad. Si tiene esa sed, es porque tiene que haber una contrapartida, una realidad correspondiente a esa sed particular. En el universo nada existe sin estar relacionado con su contrapartida. Agua y sed forman un todo. Sin agua, no hay sed, y sin sed no hay agua.
Toda sed espiritual forzosamente necesita su contrapartida, sin la cual no podría existir. Sin Dios, no habría sed de Dios. Hay sed de Dios porque hay Dios. La contrapartida existe sin falta.
Puesto que si tienes sed, hay agua, si tienes sed de Dios, hay Dios.
C.S. Lewis expuso «El argumento del deseo» de la siguiente manera:
«Las criaturas no nacen con deseos, a menos que exista una satisfacción para esos deseos. Un bebé siente hambre; pues hay tal cosa como la comida. Un patito quiere nadar; pues hay tal cosa como el agua. Los hombres sienten deseo sexual; pues hay tal cosa como el sexo. Si encuentro en mí una necesidad que ninguna cosa de este mundo puede satisfacer, la explicación más razonable es que fui hecho para otro mundo.»
La necesidad de Dios está ahí, porque existe una satisfacción para esa necesidad.
Es un hecho de la experiencia: Si no tengo un pañuelo, no puedo darlo.
En consecuencia:
Una cosa inferior NO puede dar nacimiento a una cosa superior.
La cosa inferior sólo da nacimiento, como mucho, a cosas inferiores como ella.
Por eso lo superior no puede ser explicado por lo inferior.
Las causas no pueden ser inferiores a los efectos.
Los efectos no pueden ser superiores a las causas.
Un efecto debe asemejarse a su causa. Sólo la Mente puede crear la mente.
Un universo impersonal, sin propósito, sin significado y amoral, no puede crear accidentalmente a unos seres con personalidad y obsesionados con el propósito, el significado y las leyes morales.
Lee Patrick Strobel ha comentado: «Esencialmente me di cuenta de que tendría que creer que la nada lo produce todo: que la no-vida produce vida; que la aleatoriedad produce sincronización; que el caos produce información; que la inconsciencia produce conciencia; y que la no-razón produce razón.»
No se puede dar lo que no se tiene.
La ciencia moderna sabe muchas cosas sobre la naturaleza. Muchísimas cosas.
No se trata de demostrar científicamente la existencia de Dios, pues el estudio de Dios no es objeto de la ciencia sino de la teología. La ciencia estudia la naturaleza. La ciencia se encarga de responder al «cómo» suceden las cosas. El «por qué» y el «para qué» es propio de la filosofía.
¿Por qué la ciencia no nos dice si hay indicios de que este es un universo intencional? Porque la ciencia NO busca si hay una intencionalidad en los fenómenos del universo. Si la ciencia NO busca esa intencionalidad, no puede encontrarla.
La ciencia no busca a Dios, por tanto no puede encontrarlo.
Por eso las hipótesis y teorías de la ciencia no contemplan la posibilidad de Dios. Antes al contrario, pretenden que todo se ha hecho solo, que todo funciona solo, que la realidad ha surgido… de la nada.
Los científicos NO encuentran a Dios porque no lo buscan, no porque no tengan indicios suficientes como para saber que muchas cosas, físicas o químicas, no pueden ser el producto del mero azar.
No buscan una intencionalidad en el universo. Sólo buscan causas físicas, no causas intencionales o mentales.
«El materialismo científico achaca aquello que está admitido como superior a aquello que está admitido como inferior. La coherencia exige que se reconozcan las actividades de un Creador intencional.» (LU 102:6.9)
«La ciencia supone que los dones intelectuales y filosóficos del hombre surgieron de unas inteligencias cada vez menores a medida que se alejan más en el pasado, teniendo finalmente su origen en la vida primitiva que estaba totalmente desprovista de todo pensamiento y de todo sentimiento.» (LU 102:6.8)
«Una causación desprovista de mente no puede transformar lo rudimentario y lo simple en elementos refinados y complejos.» (LU 130:4.5)
Es opinión del que esto escribe de que hay científicos que son capaces de apoyar cualquier teoría de lo más peregrina y poco razonable (incluso en contra de toda lógica y coherencia), con tal de no contemplar la posibilidad de que este universo pueda ser intencional.
El Big Bang surgiendo de la nada es una buena prueba de ello.
La esencia de la Realidad, de esta Realidad tan sólida y material que vemos, tocamos y conocemos, y que científicos, materialistas y ateos dicen que es todo lo que hay, la esencia última que compone esta Realidad tan sólida, tangible y tocable es —no te lo pierdas— invisible.
Veamos si esto es así:
La energía, esa energía que está en la base de todas las cosas materiales, es invisible. El espacio, ese vacío donde vivimos y por donde nos desplazamos, es invisible.
La vida, esa vida que anima nuestro cuerpo material -que de otra manera estaría muerto-, es invisible.
La mente, esa inteligencia con la que pensamos y por medio de la cual somos conscientes, es invisible.
La personalidad, ese sello único e individual que manifestamos, es invisible.
Pero…
Nadie sabe qué es la energía, ni cómo definirla, ni de dónde procede.
Nadie sabe qué es el espacio, ni cómo definirlo, ni de dónde procede.
Nadie sabe qué es la vida, ni cómo definirla, ni de dónde procede.
Nadie sabe qué es la mente, ni la personalidad…
Si la esencia que compone la Realidad es invisible, ¿cómo será el Origen de esa esencia?
«El universo es comprensible y entendemos cómo funciona».
Éste es el título de un artículo que Alicia Rivera publicó en el diario «El País» el día 05-03-2013.
-«Sí, entendemos cómo funciona el cosmos, sus propiedades fundamentales. El universo es comprensible», dice el astrofísico Rashid Sunyaev, Director del Instituto Max Planck de Astrofísica.
Pregunta. «¿Entienden los científicos cómo funciona el universo?»
Respuesta. «Sí. El universo es comprensible y conocemos sus propiedades generales, pero dentro de nuestro horizonte, es decir, de lo que podemos observar, aunque no podemos decir lo que hay mucho más allá.»
El universo es comprensible porque está regido por leyes científicas, es decir, su comportamiento puede ser modelizado. Pero ¿qué son esas leyes o modelos? La primera fuerza que fue descrita en lenguaje matemático fue la gravedad, la ley de Newton de la gravedad, publicada en 1687.
El mundo es comprensible
La ciencia asume que las cosas y los acontecimientos en el universo ocurren en patrones consistentes que pueden comprenderse por medio de su estudio a través de métodos diversos y de disciplinas diferentes. Nosotros los científicos estamos convencidos de que a través del intelecto humano, y con la ayuda de instrumentos que extiendan los sentidos, las personas pueden descubrir pautas en toda la naturaleza. El conocimiento que se obtiene estudiando una parte del universo es aplicable a otras. (Dr. Pedro González)
La ciencia también supone que el universo, como su nombre lo indica, es un sistema único y vasto en el que las reglas básicas son las mismas dondequiera. Por ejemplo, los mismos principios de movimiento y gravitación que explican la caída de los objetos sobre la superficie de la Tierra, también dan cuenta del movimiento de la Luna y los planetas. Estos mismos principios, con algunas modificaciones que se les han hecho a través de los años, se han aplicado a otras fuerzas y al movimiento de cualquier objeto, desde las partículas nucleares más pequeñas hasta las estrellas más voluminosas, desde veleros hasta naves espaciales, desde balas hasta rayos de luz.
El astrónomo americano Harthaway ha dicho: «El cosmos es un vasto conjunto de creación y de orden. Esta creación y este orden sólo pueden ser debidos a dos causas: o a una casualidad, o a un plan. Pero cuanto más complejo y difícil es un orden, más remota es la posibilidad de que sea casual».
El azar es el caos, la ausencia de toda norma o ley. «Toda la historia de la ciencia ha consistido en una comprensión gradual de que los hechos no ocurren de una forma arbitraria, sino que reflejan un orden subyacente» (Stephen W. Hawking en su libro «Historia del tiempo»).
El Universo, se mire por donde se mire, tanto en su origen como en su evolución, se rige por unas leyes precisas y determinadas.
Leyes intemporales
El filósofo racionalista Leibniz (1646-1716) formuló una pregunta que ha llegado a ser clásica: ¿Por qué hay algo, en lugar de no haber nada? Hoy, sabiendo que en el 10-43 segundos del universo ya se imponen nuestras leyes físicas, tal vez el problema se centra más en el origen intemporal de estas leyes. Entonces, la pregunta fundamental podría ser: ¿Por qué hay leyes, en lugar de ausencia de leyes? Las fuerzas que actuaban en los primeros segundos del universo son las mismas que actúan hoy; en un universo donde todo ha cambiado, ellas perduran inmutables.
«Lo más incomprensible del universo es que sea comprensible» (Albert Einstein).
La ciencia es intrínsecamente reformable. Las certezas científicas de hoy pueden ser el error de mañana. No obstante, el hecho de que haya leyes — cualesquiera que sean — y no caos, significa que el universo es inteligible. Y tal inteligibilidad no parecería estar sujeta a revisión radical. En efecto, y como decía Einstein, lo más incomprensible del universo es que sea comprensible. ¿Y dónde mejor puede originarse tal inteligibilidad? ¿En un universo que es como es por casualidad, o en uno que es obra de una Inteligencia Suprema?
El LU dice expresamente al respecto:
Asumir que el universo puede ser conocido, que es inteligible (es decir, que puede ser comprendido o entendido), es asumir que el universo está hecho por la mente y dirigido por la personalidad. La mente del hombre sólo puede percibir los fenómenos mentales de otras mentes, ya sean humanas o superhumanas. Si la personalidad del hombre puede experimentar el universo, hay una mente divina y una personalidad real ocultas en alguna parte de ese universo. (LU 1:6.7).
He pedido a mi amigo Rafa Mondéjar que proceda a desmenuzarme el parrafazo anterior, para poder comprenderlo mejor, y he aquí su contestación:
«Bien, pues trataré brevemente de explicarte por dónde fueron mis pensamientos hasta alcanzar esa parcial satisfacción.»
«En párrafos anteriores al mencionado… y en otros desperdigados por el Libro se explica que una personalidad sólo puede ser conocida por otra personalidad, o lo que es lo mismo, que gracias a que poseemos personalidad, podemos conocer a otras personalidades… Y por extensión de ese concepto, un pájaro, un elefante o un perro, que carecen de personalidad, no pueden comprender la personalidad de un ser humano.»
«Pasemos ahora a la cuestión de los fenómenos que ocurren en el universo. Cuando llueve, el pájaro, el elefante y el perro pueden percibir que llueve, pero no comprenden por qué. El hombre primitivo tampoco lo comprendía. Pero el hombre actual sí que comprende por qué llueve, entiende el fenómeno, sabe quienes responde a unas leyes. La luna y los planetas se mueven. Y tal vez algunos de los animales mencionados puedan percibir que esas luces no están siempre en el mismo sitio, pero, en todo caso, desconocen la causa y probablemente ni siquiera se la preguntan. El hombre actual ha investigado y sabe que el movimiento de la luna y de los planetas responde a unas leyes precisas. Y esas leyes precisas, las detecta el hombre gracias a su mente, notablemente más elevada que la del pájaro, el elefante o el perro. Y si esos fenómenos o leyes universales los detecta y comprende el hombre gracias a su mente elevada, y, además va comprendiendo cada día más fenómenos o leyes universales (la mecánica cuántica, por ejemplo) a medida que experimenta, observa y razona, eso significa forzosamente —aplicando la misma analogía que hemos aplicado al hablar de la personalidad— que esas leyes han de proceder también de una mente elevada, probablemente más elevada que la del hombre porque, como queda dicho, el hombre no para de descubrir nuevos fenómenos y leyes a medida que su mente crece.»
«Analicemos ahora, desde esa perspectiva, el párrafo mencionado que, en su primera parte, dice lo siguiente:
Asumir que el universo puede ser conocido, que es inteligible (es decir, que puede ser comprendido o entendido POR LA MENTE Y SÓLO POR LA MENTE), es asumir que el universo está hecho por la mente y dirigido por la personalidad.
«Bueno, pues desde esa perspectiva y con las aclaraciones que tú y yo hemos hecho en el paréntesis, ya no veo ningún problema. No sé si tú lo sigues viendo.»
«El bueno de Einstein seguro que no se podía explicar cómo las leyes que rigen el universo pudieron salir de la nada.»
(Comentario mío).- La afirmación de Albert Einstein: «Lo más incomprensible del universo es que sea comprensible», creo que quiere decir que «si el universo hubiera salido de la Nada, debería ser incomprensible para nosotros. Si podemos comprenderlo, es porque está pensado, diseñado y fabricado por una mente que utiliza modelos mentales similares a los nuestros, y esa mente sólo puede ser la mente de Dios».
«Todo efecto inteligente tiene una causa inteligente» (escribió Rujo, un esperantista de Paraná, Brasil).
Antonio Moya
Abril de 2015.