© 2014 Carolyn Moon
© 2014 Fundación Urantia
De Carolyn Moon (Kirkland, Washington, Estados Unidos)
Esta primavera me uní al grupo de lectores de El libro de Urantia que fueron de peregrinaje a Tierra Santa. Quisimos experimentar algo de la época y el lugar de la vida del Maestro en Urantia. En casi todos los lugares que visitamos, compartimos y conversamos sobre lecturas pertinentes de El libro de Urantia, que profundizaron nuestras experiencias.
Este viaje no iba de alojarnos en los mejores hoteles, comer en los mejores restaurantes o disfrutar la cultura de hoy día. Iba de caminar por donde Jesús caminó y sentir y comprender más plenamente el significado de su vida y sus enseñanzas.
El viaje fue organizado por Diane Labrecque, de la United Urantia Family Foundation en Quebec (Canadá), y Gabriel Rymberg, de Nazaret (Israel), el traductor jefe de la traducción al hebreo. Los participantes vinieron de Canadá, Finlandia y los Estados Unidos. Durante cinco días nos alojamos en un monasterio francés del monte de los Olivos. ¡Las vistas a Jerusalén nos dejaban boquiabiertos! Nunca me cansaba de contemplarla. Fue nuestro hogar mientras explorábamos importantes lugares de Jerusalén y alrededores. Durante seis días, mientras explorábamos lugares de Galilea, nos alojamos en Tiberiades en el YMCA, con vistas al mar de Galilea. Casi todas nuestras comidas eran de estos alojamientos, incluyendo los almuerzos que llevábamos con nosotros en nuestros viajes diurnos.
A lo largo del viaje, mientras nos desplazábamos en autobuses con aire acondicionado, iba pensando: «¡Jesús caminó por aquí! Caminó por aquí, por todas partes, muchas veces». No tenía ni idea de que el terreno fuera tan accidentado y montañoso. Cuando dejamos Jerusalén y bajamos hasta el mar Muerto y de allí a Jericó, observamos que las colinas de Judea estaban desnudas y desoladas. Quizá eran más exuberantes en tiempos de Jesús. De Jericó a Betania había un día de camino. No me extraña que tuvieran tantas conversaciones mientras caminaban o descansaban junto al camino. También viajamos al monte Hermón, que fue un largo trayecto hasta la parte norte de Israel; Jesús caminó por allí varias veces con sus discípulos.
Nos sentamos en los restos de la sinagoga de Cafarnaúm (más recientemente, las ruinas de un templo romano), y recordamos que allí fue donde Jesús predicó muchas veces. También estuvimos en una colina elevada de Nazaret – quizá la colina a la que Jesús y su padre les gustaba subir y desde la que podían ver muchos lugares de los alrededores. ¡Qué emocionante fue navegar por el mar de Galilea, el mismo mar que el Maestro conocía tan bien!
Estaba muy interesada en un modelo a escala de Jerusalén en los tiempos del segundo templo (cuando vivió Jesús), porque nunca había sido capaz de visualizar lo que era «subir al templo». Vi cómo el templo dominaba la ciudad en aquella época. También me pareció útil visitar la «aldea de Nazaret», que es un museo al aire libre que reconstruye y recrea la vida de la aldea de Galilea en los tiempos de Jesús. Los edificios se están construyendo usando únicamente herramientas disponibles entonces. Allí nos invitaron a una comida de Pascua.
Junto con todo lo que vimos en Israel, tuvimos la experiencia de vivir y estudiar juntos, de sentirnos como una familia y de imaginar lo que debía haber sido ser uno de los discípulos de Jesús.
Siempre recordaré y atesoraré nuestro viaje a Tierra Santa. Pienso que todos nosotros experimentamos la expansión de nuestra conciencia cósmica y el aumento de nuestra percepción espiritual.