© 2020 Chris Moseley
© 2020 ANZURA, Asociación Urantia de Australia y Nueva Zelanda
Por Chris Moseley, Inglaterra
Exploración de los archivos
(Nota del editor: Explorar los archivos es una colección de artículos que se han publicado en varios boletines a lo largo de los años y han permanecido enterrados en los archivos. Un equipo de voluntarios ha estado «extrayendo los archivos» en busca de gemas, por lo que ahora podemos sacarlos a la luz para compartirlos utilizando la tecnología moderna. Este es del Arena Newsletter, otoño de 1999)
El concepto de «Mente» en sí mismo, en el sentido abstracto e ilimitado de la palabra, no implica libre albedrío, pero la mente individual, la mente mortal, tiene el libre albedrío como un componente inseparable y definitorio. En el pasaje de la página 1216 titulado The Mind Arena of Choice, hay una frase sorprendente que casi expresa el núcleo de toda la condición humana:
La conciencia humana descansa suavemente sobre el mecanismo electroquímico situado debajo, y toca delicadamente el sistema energético morontial-espiritual situado encima. (LU 111:1.5)
Visto en estos términos, qué criatura tan perfectamente afinada parece un ser humano; qué misteriosa fragilidad tiene la existencia cotidiana; ¡Y qué graves responsabilidades implican todas las decisiones que tomamos!
Ya sea indiferenciada, en el sentido de mente infinita o absoluta, o finita, actuando a través del ministerio de los espíritus auxiliares de la mente, toda Mente puede «superponerse a la energía» (LU 9:4.2), en otras palabras, la mente puede direccionar las energías a través de sus propias elecciones. La mente añade significado a la energía.
Otra cosa que podemos decir acerca de toda mente es que se origina en la Tercera Fuente y Centro, la Tercera Persona de la Deidad. Pero eso no significa que la mente sea inherentemente divina. Si lo fuera, presumiblemente estaría libre de errores y juicios erróneos. Tampoco se vería distorsionado por el miedo y los prejuicios.
Una de las características misteriosas de la mente de las criaturas es que se desarrolla de maneras que no pueden explicarse por el crecimiento físico o la madurez intelectual. Las mentes individuales aspiran hacia arriba o hacia adentro, a la Tercera Fuente y Centro, que las atrae a través del circuito de gravedad mental. Si esto no fuera así, presumiblemente las razas de criaturas nunca progresarían, porque no serían capaces de asimilar valores y tomar decisiones basadas en algo más que meras cosas y significados. Pero nosotros, como seres materiales, no podemos ver esto objetivamente; al no poder discernir la gravedad mental en acción, no podemos distinguirla de la gravedad espiritual.
Los seres materiales están más familiarizados con el funcionamiento de la gravedad material. Es el único tipo de gravedad del que los mortales pueden tener evidencia objetiva. De hecho, incluso esa gravedad es algo que sólo hemos descubierto en los últimos cuatro siglos de nuestra larga existencia. La mente, aprendemos en la página 140 de la revelación, es una «conciencia organizada» que no está totalmente sujeta a la gravedad material y que se libera verdaderamente cuando es modificada por el espíritu.
Nuestras elecciones como mortales, entonces, no son tan libres como podríamos imaginar, debido a esta atracción gravitatoria invisible, del mismo modo que las mareas se ven afectadas por la atracción de la luna.
Debemos recordar que los Ajustadores tienen mente propia (LU 107:5.1), pero no ejercen el libre albedrío; esta es la prerrogativa de las criaturas de voluntad en las que habitan (LU 107:7.2).
Han habitado en nosotros mediante un acto de voluntad, pero su propio libre albedrío se sacrifica al nuestro. Lo prepersonal está a disposición de lo personal. Y es por eso que es tan peligroso atribuir automáticamente nuestras elecciones y decisiones morales a la guía del ajustador. La dirección del ajustador puede sentirse a largo plazo y tal vez verse en retrospectiva, pero, nos dice el libro (p.1207), es más sabio y seguro atribuir nuestros pensamientos, elecciones y decisiones a una actividad puramente mental.
Llegamos así al meollo del problema. Lo que he estado diciendo es sólo un intento de prepararme para leer The Mind Arena of Choice. *(Consulte el Apéndice al final de este artículo para leer la sección completa de LU 111:1.1)
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Intentemos comentar cada párrafo.
La metáfora del suelo humano utilizada en el primer párrafo implica que la mente tiene propiedades nutritivas y elevadoras para la futura alma morontial. Este es un humilde recordatorio de que las mentes tienen más trabajo que hacer que simplemente guiarnos a través de la vida mortal.
En el segundo párrafo, el origen de la mente individual, los «yoes intelectuales», en la mente cósmica se compara con el origen de las nebulosas: un símil asombroso. Esto sirve para recordarnos, como mínimo, que la actividad mental mortal es un eco distante del destino cósmico que aguarda a los mortales cuyas mentes han estado evolucionando a través del ministerio de los espíritus-mente-universales.
El tercer párrafo compara la mente con una arena, un lugar para una actuación importante y visible. En este ámbito, es necesario tomar decisiones de largo alcance.
El cuarto párrafo reintroduce y vuelve a enfatizar el concepto de que se trata de un conjunto único e irredimible de elecciones que nuestras mentes mortales deben tomar: de estas elecciones depende todo nuestro rumbo futuro como seres ascendentes.
Ya he comentado el magnífico resumen de la condición humana que encontramos como núcleo del quinto párrafo. Sin embargo, mire de nuevo el mensaje de refuerzo:
…Lo que asegura la supervivencia no es tanto lo que la mente comprende como lo que la mente desea comprender; (LU 111:1.5)
El sexto párrafo nos muestra los peligros y responsabilidades de tener un vehículo mental prestado. Las decisiones de libre albedrío se toman rutinariamente teniendo en mente las ganancias a corto plazo para uno mismo. Pero la lección difícil, quizás la más difícil de aprender, es cómo entregar esa voluntad a la de Dios.
El séptimo párrafo parece difícil de entender al principio, ya que implica que la gran mayoría de los mortales son inestables, pero eso es lo que son, si consideramos sus elecciones como caprichos o dependientes de ciertos conjuntos de circunstancias finitas.
El octavo párrafo reafirma la relación de la mente con el Ajustador. Es por eso que se les llama Ajustadores en lugar de Manipuladores o Controladores.
Y el párrafo final contiene verdades magníficas que no se pueden resumir en resúmenes:
La mente es vuestro buque, el Ajustador es vuestro piloto, la voluntad humana es el capitán. (LU 111:1.9)
Las imágenes de naufragios y peligros en el mar nos recuerdan nuevamente la pesada responsabilidad que recae sobre los seres mortales al tomar decisiones correctas guiadas por el Ajustador.
Consideremos qué modos imaginativos de amor podemos expresar nosotros, como Finalitarios. ¿Podría esto indicar algo acerca del propósito de Dios al permitir la eternidad?
Ver el boletín completo en:
https://anzura.urantia-association.org/documents/arena/Arena_1999_Vol-06_No-1.pdf
Aunque el trabajo de los Ajustadores es de naturaleza espiritual, deben efectuar forzosamente toda su tarea sobre una base intelectual. La mente es el terreno humano a partir del cual el Monitor espiritual debe hacer evolucionar el alma morontial, con la cooperación de la personalidad en la que habita.
111:1.2 Existe una unidad cósmica en los diversos niveles mentales del universo de universos. Los yoes intelectuales tienen su origen en la mente cósmica de manera muy parecida a como las nebulosas tienen su origen en las energías cósmicas del espacio universal. En el nivel humano (así pues personal) de los yoes intelectuales, el potencial de evolución espiritual se vuelve dominante, con el consentimiento de la mente mortal, debido a las dotaciones espirituales de la personalidad humana, junto con la presencia creativa de un objeto-entidad de valor absoluto en esos yoes humanos. Pero este dominio del espíritu sobre la mente material está condicionado por dos experiencias: esta mente debe haber evolucionado gracias al ministerio de los siete espíritus ayudantes de la mente, y el yo material (personal) debe escoger cooperar con el Ajustador interior para crear y fomentar el yo morontial, el alma evolutiva potencialmente inmortal.
111:1.3 La mente material es el ámbito en el que viven las personalidades humanas, son conscientes de sí mismas, toman sus decisiones, escogen o abandonan a Dios, se eternizan o se destruyen a sí mismas.
111:1.4 La evolución material os ha proporcionado una máquina viviente, vuestro cuerpo; el Padre mismo os ha dotado de la realidad espiritual más pura que se conoce en el universo, vuestro Ajustador del Pensamiento. Pero la mente ha sido puesta en vuestras manos, sometida a vuestras propias decisiones, y es a través de la mente como vivís o morís. Con esta mente y dentro de esta mente es donde tomáis las decisiones morales que os permiten volveros semejantes al Ajustador, es decir semejantes a Dios.
111:1.5 La mente mortal es un sistema intelectual temporal prestado a los seres humanos para ser utilizado durante una vida material, y según la manera en que utilicen esta mente, estarán aceptando o rechazando el potencial de la existencia eterna. La mente es casi todo lo que poseéis de la realidad universal que está sometido a vuestra voluntad, y el alma —el yo morontial— describirá fielmente la cosecha de decisiones temporales que habrá tomado el yo mortal. La conciencia humana descansa suavemente sobre el mecanismo electroquímico situado debajo, y toca delicadamente el sistema energético morontial-espiritual situado encima. El ser humano nunca es completamente consciente de ninguno de estos dos sistemas durante su vida mortal; por eso tiene que trabajar en la mente, de la cual sí es consciente. Lo que asegura la supervivencia no es tanto lo que la mente comprende como lo que la mente desea comprender; lo que constituye la identificación con el espíritu no es tanto cómo es la mente sino cómo la mente se esfuerza por ser. Lo que conduce a la ascensión por el universo no es tanto que el hombre sea consciente de Dios como que el hombre anhele a Dios. Lo que sois hoy no es tan importante como lo que vais siendo día tras día y en la eternidad.
111:1.6 La mente es el instrumento cósmico donde la voluntad humana puede tocar las disonancias de la destrucción, o en el cual esta misma voluntad puede producir las exquisitas melodías de la identificación con Dios y de la consiguiente supervivencia eterna. A fin de cuentas, el Ajustador otorgado al hombre es impermeable al mal e incapaz de pecar, pero las maquinaciones pecaminosas de una voluntad humana perversa y egoísta pueden realmente deformar, desvirtuar y volver malvada y fea la mente mortal. Del mismo modo, esta mente puede volverse noble, hermosa, verdadera y buena —realmente grande— en conformidad con la voluntad iluminada por el espíritu de un ser humano que conoce a Dios.
111:1.7 La mente evolutiva sólo es plenamente estable y fiable cuando se manifiesta en los dos extremos de la intelectualidad cósmica —totalmente mecanizada o enteramente espiritualizada. Entre los extremos intelectuales del puro control mecánico y de la verdadera naturaleza espiritual, se encuentra ese enorme grupo de mentes que evolucionan y ascienden, cuya estabilidad y tranquilidad dependen de las elecciones de su personalidad y de su identificación con el espíritu.
111:1.8 Pero el hombre no abandona su voluntad al Ajustador de una manera pasiva y servil. Elige más bien seguir de forma activa, positiva y cooperativa la guía del Ajustador cuando, y en la medida en que, esta guía difiere conscientemente de los deseos e impulsos de la mente mortal natural. Los Ajustadores manipulan la mente del hombre, pero nunca la dominan en contra de su voluntad; para los Ajustadores, la voluntad humana es suprema. La consideran y la respetan así mientras se esfuerzan por alcanzar las metas espirituales de ajuste del pensamiento y de transformación del carácter en el campo casi ilimitado del intelecto humano en evolución.
111:1.9 La mente es vuestro buque, el Ajustador es vuestro piloto, la voluntad humana es el capitán. El dueño del navío mortal debería tener la sabiduría de confiar en el piloto divino para que guíe su alma ascendente hacia los puertos morontiales de la supervivencia eterna. La voluntad del hombre sólo puede rechazar la guía de un piloto tan amoroso por egoísmo, pereza y maldad, y hacer naufragar finalmente su carrera como mortal en los nefastos bancos de arena del rechazo de la misericordia y en los arrecifes del abrazo del pecado. Con vuestro consentimiento, este piloto fiel os llevará de manera segura a través de las barreras del tiempo y de los obstáculos del espacio, hasta la fuente misma de la mente divina e incluso más allá, hasta el Padre Paradisiaco de los Ajustadores. (LU 111:1.1-9)