© 2007 Claude Castel
© 2007 Association Francophone des Lecteurs du Livre d'Urantia
Reunión de otoño de la AFLLU en AIX-LES-BAINS | Le Lien Urantien — Número 41 — Invierno 2007 | Trinidad de supremacía |
Nos encontramos en un grave punto de inflexión en la historia occidental poscristiana: la pareja y la familia están perdiendo cada vez más crédito y es el concubinato y la convivencia sin vínculos duraderos los que están tomando el relevo. Las consecuencias de esta revolución sexual, que afecta por igual a los casados, a los adolescentes y a los niños, son catastróficas. La familia es cada vez más vulnerada. ¿Obedece entonces el hombre a ciertas leyes que el Creador habría establecido y que estarían escritas en el Antiguo Testamento? No. Sabiendo hoy que la humanidad es una evolución del mundo animal, podemos hacernos la siguiente pregunta: ¿existió la infidelidad entre los hombres primitivos cuya mayor preocupación era la fertilidad? El apareamiento es universalmente natural, pero la fidelidad es producto de la evolución de la moral que creó el matrimonio (LU 82:3.1). La noción de infidelidad sólo apareció con el tiempo, porque entre las razas primitivas las relaciones entre los sexos no estaban reguladas, o muy poco, y el libertinaje era prácticamente total (LU 82:2.2-3). Sólo la atracción física contó hasta la aparición de grupos sociales y códigos matrimoniales que imponían la fidelidad en el matrimonio.
Pero «cuando las parejas modernas se casan con la idea en el fondo de sus mentes de divorciarse convenientemente si no están del todo felices con su vida matrimonial, en realidad están contrayendo un matrimonio de prueba en un estado muy inferior a las honestas aventuras de sus parejas menos civilizadas». antepasados” (LU 82:3.15). Porque “es la familia la que desempeña el papel civilizador más importante” (LU 82:0.2). El período actual, en Occidente, se parece más bien a una decadencia que sólo produce frutos amargos…
Si el apareamiento es esencial para la perpetuación de la especie, la noción de infidelidad no es “natural”, porque depende de la moral y no de las leyes establecidas por nuestro Creador.
Claude Castel
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