© 2020 Claude Flibotte
© 2020 Association Francophone des Lecteurs du Livre d'Urantia
Muchas discusiones sobre la UBIS giran en torno a la comprensión correcta de la personalidad. ¡Me gustaría compartir con vosotros mi visión muy personal del tema!
La personalidad humana es la sombra-imagen espacio-temporal proyectada por la personalidad divina del Creador. Y ninguna realidad se puede comprender nunca de manera adecuada mediante el examen de su sombra. Las sombras deben interpretarse en función de la verdadera sustancia. (LU 1:6.1)
Esto quizás explique por qué nos resulta tan difícil tener una idea clara de qué es la personalidad. Si al principio nos preguntáramos ¿qué caracteriza específicamente a la personalidad y cuál es su función?
La personalidad es un nivel de realidad deificada, y se extiende desde el nivel humano e intermedio de mayor activación mental de la adoración y la sabiduría, y asciende a través de los niveles morontiales y espirituales hasta alcanzar el estado definitivo de la personalidad. Ésta es la ascensión evolutiva de la personalidad de los mortales y de otras criaturas similares, pero existen otras muchas clases de personalidades en el universo. (LU 0:5.1)
Así, a imagen del Padre infinito que restablece la unificación de la Deidad por la Trinidad del Paraíso tras la trinitización del Hijo Eterno y del Espíritu Infinito, la personalidad humana, don del Padre, crea la unificación de los múltiples constituyentes del individualidad humana (física, hereditaria, mental y conductual). Para entender un poco más este fenómeno, observemos lo que ocurre en el reino animal. Todos estamos de acuerdo en que los animales no tienen personalidad. Tomemos como ejemplo un animal muy querido por todos, un hermoso cachorrito. Este perro es parecido a sus hermanos y de la misma camada. Todos están dotados de una mente y tienen o eventualmente tendrán el apoyo de los primeros cinco espíritus mentales ayudantes. Todos tienen una individualidad heredada del circuito mental que les proporciona la conciencia de vivir e interactuar con su entorno, además de los genes de sus padres que caracterizan su apariencia física y su comportamiento social. Esto es lo que me permite diferenciar a Fido de Nestor.
Los conceptos más elevados sobre la personalidad en el universo implican: identidad, conciencia de sí mismo, voluntad propia y la posibilidad de revelarse. Y estas características implican además una hermandad con otras personalidades semejantes, tal como existe en las asociaciones de personalidad de las Deidades del Paraíso. La unidad absoluta de estas asociaciones es tan perfecta que la divinidad es conocida por su indivisibilidad, por su unidad. «El Señor Dios es uno solo»{50}. La indivisibilidad de la personalidad no interfiere con el hecho de que Dios otorgue su espíritu para que viva en el corazón de los hombres mortales. La indivisibilidad de la personalidad de un padre humano no impide la reproducción de hijos e hijas mortales. (LU 1:7.6)
Ahora bien, ¿cómo funciona esto para los humanos? Los reveladores nos dicen que la personalidad humana nos es dada antes de la llegada del Ajustador del Pensamiento.
La personalidad es un don único de naturaleza original cuya existencia es independiente de, y anterior a, la concesión del Ajustador del Pensamiento. Sin embargo, la presencia del Ajustador aumenta de hecho la manifestación cualitativa de la personalidad. Cuando los Ajustadores del Pensamiento surgen del Padre, son idénticos en naturaleza, pero la personalidad es variada, original y exclusiva; y la manifestación de la personalidad está condicionada y limitada además por la naturaleza y las cualidades de las energías asociadas de naturaleza material, mental y espiritual que constituyen el vehículo orgánico que sirve para la manifestación de la personalidad. (LU 16:8.3)
Los reveladores también describen nuestro tipo de personalidad así:
Se puede considerar que el tipo de personalidad humana que existe en Urantia ejerce su actividad en un mecanismo físico que consiste en la modifi-cación planetaria del tipo de organismo nebadónico perteneciente a la orden electroquímica de activación vital, y dotado del modelo de reproducción parental de la orden nebadónica de la serie de la mente cósmica de Orvonton. La concesión del don divino de la personalidad a ese mecanismo mortal dotado de una mente le confiere la dignidad de la ciudadanía cósmica y permite que esa criatura mortal reaccione inmediatamente al reconocimiento constitutivo de las tres realidades mentales fundamentales del cosmos:
- El reconocimiento matemático o lógico de la uniformidad de la causalidad física.
- El reconocimiento razonado de la obligación de tener una conducta moral.
- La comprensión por la fe de la adoración con comunión de la Deidad, asociada al servicio amoroso a la humanidad. (LU 16:8.15-18)
Me preguntaba, ya que el Padre me da personalidad y el Ajustador del Pensamiento por qué no lo hace al mismo tiempo. Después de una cuidadosa consideración, llegué a la conclusión de que era absolutamente necesario que me conociera lo suficiente y unificara los diferentes componentes de mi individualidad a través de mi personalidad para permitir que el Ajustador viniera y habitara mi mente. Es decir, la personalidad me permite no sólo ser consciente, como lo es Fido, sino también ser consciente de que soy consciente. Esta adición de conciencia me da la capacidad de conocerme a mí mismo, reconocer otras personalidades, elegir moralmente el bien, volverme creativo, conocer a mi Creador y tratar de llegar a ser como Él. La personalidad es de alguna manera una adición de la conciencia que intenta deificar la individualidad anfitriona unificando sus componentes en la imagen de la unidad de la Deidad.
La personalidad de la criatura se distingue por dos fenómenos característicos que se manifiestan por sí mismos en el comportamiento reactivo humano: la conciencia de sí mismo y el libre albedrío relativo asociado.
La conciencia de sí mismo consiste en darse cuenta intelectualmente de la realidad de la personalidad; incluye la aptitud para reconocer la realidad de otras personalidades. Indica la capacidad para llevar a cabo experiencias individualizadas en y con las realidades cósmicas, lo que equivale a alcanzar el estado de identidad en las relaciones entre personalidades en el universo. La conciencia de sí mismo conlleva el reconocimiento de la realidad del ministerio mental y el darse cuenta de la independencia relativa del libre albedrío creativo y determinante. (LU 16:8.5-6)
A través de esta información adicional, nos damos cuenta de que la autoconciencia, también llamada ego, está vinculada a la mente y a la suma cualitativa de la personalidad.
En conclusión, gracias al don de la personalidad humana, deificante y unificadora, colaboremos sabiamente con las directivas de nuestro amado Ajustador para llegar a ser cada vez más como él, es decir ¡divinos!
Claude Flibotte
Santa Julia