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Sobre los primeros momentos de supervivencia | Le Lien Urantien — Número 88 — Dieciembre 2019 | ¿Cuándo se nos concede la personalidad? |
Esta pregunta surgió a menudo en las discusiones de nuestros grupos de estudio. Sabemos que es un regalo de nuestro Padre Celestial (%%0%), una afirmación que se repite a menudo en el Libro de Urantia. Pero, ¿cuándo nos da el Padre este maravilloso regalo?
Antes de profundizar en esta cuestión, tomemos un momento para distinguir claramente qué son identidad y personalidad. La siguiente cita describe muy bien qué es la identidad.
En el organismo humano, la suma de las partes constituye el yo —la individualidad— pero este proceso no tiene absolutamente nada que ver con la personalidad, que unifica todos estos factores en sus relaciones con las realidades cósmicas. (LU 112:1.18)
Esta identidad o individualidad la adquirimos al nacer mediante la posesión de un cuerpo físico, anteriormente desarrollado por el trabajo paciente de los Portadores de Vida según las especificaciones del Hijo Creador, y el otorgamiento de un circuito mental material temporal del Ministro Divino. de nuestro universo.
La personalidad, aunque indefinible según los reveladores (LU 16:8.2), tiene la función de unificar la suma de las partes y actividades que constituye la individualidad para dotarla de las **cualidades de identidad y creatividad **.
En los conjuntos, las partes están sumadas; en los sistemas, las partes están puestas en orden. Los sistemas son significativos debido a su organización —a sus valores de posición. En un buen sistema, todos los factores están en posición cósmica. En un mal sistema, hay algo que falta o que está desplazado —desordenado. En el sistema humano, la personalidad es la que unifica todas las actividades y comunica a la vez las cualidades de identidad y de creatividad. (LU 112:1.19)
Bueno, ahora que tenemos identidad y personalidad diferenciadas, la pregunta sigue siendo: ¿cuándo adquirimos esta personalidad? La siguiente cita nos muestra claramente que no viene al mismo tiempo que el Ajustador
La personalidad es un don único de naturaleza original cuya existencia es independiente de, y anterior a, la concesión del Ajustador del Pensamiento. Sin embargo, la presencia del Ajustador aumenta de hecho la manifestación cualitativa de la personalidad. Cuando los Ajustadores del Pensamiento surgen del Padre, son idénticos en naturaleza, pero la personalidad es variada, original y exclusiva; y la manifestación de la personalidad está condicionada y limitada además por la naturaleza y las cualidades de las energías asociadas de naturaleza material, mental y espiritual que constituyen el vehículo orgánico que sirve para la manifestación de la personalidad. (LU 16:8.3)
Ahora que este hecho está establecido, creo que la siguiente cita nos brinda una excelente solución.
La conciencia de sí mismo consiste en darse cuenta intelectualmente de la realidad de la personalidad; incluye la aptitud para reconocer la realidad de otras personalidades. Indica la capacidad para llevar a cabo experiencias individualizadas en y con las realidades cósmicas, lo que equivale a alcanzar el estado de identidad en las relaciones entre personalidades en el universo. La conciencia de sí mismo conlleva el reconocimiento de la realidad del ministerio mental y el darse cuenta de la independencia relativa del libre albedrío creativo y determinante. (LU 16:8.6)
Es, por tanto, la autoconciencia la que nos permite saber que somos una persona y no sólo un animal sin personalidad. Esta autoconciencia significa que este individuo previamente contado como parte del reino animal ha ascendido al estatus de ser humano mediante el uso del sexto ayudante, el circuito mental de ayudante de adoración y aún mejor a través de la práctica de la sabiduría con el séptimo. circuito mental ayudante. Ésta es la gran distinción que se hace entre el animal que es consciente e interactúa con su entorno y el hombre que es consciente de ser consciente, trascendiendo así su naturaleza animal y abriendo el camino a los potenciales divinos. Este primer potencial se expresa en la accesibilidad al circuito espiritual del Divino Ministro, el Espíritu Santo.
Sabemos que el Padre Universal delegó el máximo de sus poderes creativos a su Hijo Eterno y al Espíritu Infinito y que ellos a su vez entregaron la responsabilidad de crear los universos, fuera de Havona, a los Hijos Creadores y a sus compañeros, los Ministros Divinos. La personalidad, siendo de naturaleza divina y originaria del Padre, nos sería conferida por tanto a través del intermediario del Divino Ministro que actúa en nombre de este mismo Padre Universal.
En conclusión, la personalidad es un don del Padre Universal transmitido al hombre durante su circuito en el Espíritu Santo. La personalidad siendo de naturaleza divina, es una supercualificación cuya función es unificar la suma de las partes y actividades de la individualidad. Su singularidad es que la personalidad está condicionada y calificada por la naturaleza y cualidades de las energías asociadas de naturaleza material, mental y espiritual que constituyen el vehículo orgánico para la manifestación de la personalidad. Es probable que la personalidad sea diferente para cada universo lo que explicaría que sea variada, a la vez que original y exclusiva (LU 16:8.3). Los reveladores nos describen la personalidad urantiana así:
Se puede considerar que el tipo de personalidad humana que existe en Urantia ejerce su actividad en un mecanismo físico que consiste en la modifi-cación planetaria del tipo de organismo nebadónico perteneciente a la orden electroquímica de activación vital, y dotado del modelo de reproducción parental de la orden nebadónica de la serie de la mente cósmica de Orvonton. La concesión del don divino de la personalidad a ese mecanismo mortal dotado de una mente le confiere la dignidad de la ciudadanía cósmica y permite que esa criatura mortal reaccione inmediatamente al reconocimiento constitutivo de las tres realidades mentales fundamentales del cosmos: (LU 16:8.15)
Los conceptos más elevados sobre la personalidad en el universo implican: identidad, conciencia de sí mismo, voluntad propia y la posibilidad de revelarse. Y estas características implican además una hermandad con otras personalidades semejantes, tal como existe en las asociaciones de personalidad de las Deidades del Paraíso. La unidad absoluta de estas asociaciones es tan perfecta que la divinidad es conocida por su indivisibilidad, por su unidad. «El Señor Dios es uno solo»{50}. La indivisibilidad de la personalidad no interfiere con el hecho de que Dios otorgue su espíritu para que viva en el corazón de los hombres mortales. La indivisibilidad de la personalidad de un padre humano no impide la reproducción de hijos e hijas mortales. (LU 1:7.6)
Claude Flibotte - Santa Julia
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