© 1992 Dianna Padgett
© 1992 The Fellowship para lectores de El libro de Urantia
Por Dianna Padgett, Culpeper, Virginia
NOTA DEL EDITOR: Pedimos a los lectores que participan en este estudio que envíen otras referencias que puedan presentar como relevantes para este tema.
Cada individuo es un microcosmos de todos los aspectos de Dios,[1] desde el Padre hasta el Absoluto. Cada momento tiene el infinito en su centro. En el proceso de actualizar el potencial de cada momento participan todos los aspectos de Dios. Para que podamos utilizar nuestro potencial para su mayor bien debemos comprender, nutrir y someternos a todos los representantes de Dios en nosotros en cada momento, en cada acción y en cada pensamiento.
La polarización inicial del Infinito en el Padre y el Hijo, o el concepto y el Verbo, produjo una tensión, una carga, causada por el espacio entre los dos puntos polares que individualizaba y unía los polos. «El Espíritu Infinito se convirtió en el administrador conjunto del Padre y del Hijo para la ejecución de su propósito unido y eterno». (LU 8:3.5) La Segunda Fuente y Centro es la focalización del patrón [2] y la Tercera Fuente y Centro es la aplicación del patrón, el resultado natural de su focalización. [3]
No me refiero ni al ámbito físico ni al social del género, sólo a la unidad del alma individual. Dos elementos vitales de la psique son el animus y el anima. Carl Jung utilizó estos términos para designar al interior masculino y femenino respectivamente.
El papel positivo propio del anima es «como mediador entre el ego y el yo» (El hombre y sus símbolos, C. Jung). Siendo el ego la focalización consciente del yo, y siendo el yo la totalidad del individuo (el alma en evolución). Por lo tanto, la mujer interior es la contraparte psíquica del Actor Conjunto (LU 8:4.2). El crecimiento de este aspecto se da en cuatro pasos. La primera es biológica: perfección física «virgen» y sin adornos, como lo son las Mujeres de la isla de Gaugin, que produce un deseo físico básico. El segundo paso es la belleza idealizada y romántica como Helena de Troya, cuyo rostro «arrancó mil barcos». El tercer paso puede estar representado por el concepto católico de la Virgen María, que se ha convertido en mediadora de los poderes espirituales superiores. Ella simboliza el eros espiritual (sentimiento). El cuarto paso es la sabiduría personificada por la Mona Lisa o Atenea; o como el alma en evolución, como lo es la Shekhina de la Kabbalah; o, tal vez, como lo es la Deidad Absoluta para la Primera Fuente y Centro. [4]
A través del tiempo, la mente ha personificado sus diversos aspectos en dioses y diosas, héroes y heroínas. Todos los dioses femeninos tienen una cosa en común. Dan, dispensan. Pandora da los males del mundo. La mítica Eva da «pecado original». La María idealizada guía a los santos. Venus da amor, Atenea da sabiduría, Gaia da vida.
Los dioses masculinos son patrones. Eros es amor. Cronos es el tiempo. Vulcano es el «caído», el imperfecto. Zeus es la supremacía.
El Hijo Eterno es la focalización de la Personalidad Infinada en la personalidad Absoluta. Él es el patrón espiritual. «El Hijo Eterno es la personalización espiritual del concepto universal e infinito de la realidad divina del Padre Paradisiaco». (P.73.3) En el momento de esta focalización, se formó el Paraíso. Es el patrón material.
En nuestra psique, según Jung, el animus representa el varón interior, «… el lado positivo del animus puede personificar un espíritu emprendedor, coraje, veracidad y, en la forma más elevada, profundidad espiritual». (El hombre y sus símbolos, C.Jung) Toma la forma de convicciones sagradas. Es el núcleo de un individuo el que se focaliza en una «verdad» a la que aspira. Es el patrón (Segunda Fuente y Centro) del alma formadora que se aplica a la existencia física del individuo mediante el proceso determinado por el ánima (Tercera Fuente y Centro) y en el entorno de la personalidad del individuo (Primera Fuente y Centro). Cristo es un modelo a seguir para el alma equilibrada. Él es nuestra «Palabra» del «concepto» del Padre. (LU 182:1.9) Para seguir su ejemplo, para continuar el patrón que él estableció, debemos, por lo tanto, emular la belleza más elevada que conocemos, tomándola como nuestro patrón. Cuando Cristo habla a un individuo, no impone su patrón a esa persona ni la menosprecia por no entender. Él le da a esa persona aquello para lo que está maduro su potencial. Él regala según la necesidad del individuo. El aspecto masculino (verdad) y el aspecto femenino (aplicación) de Cristo están equilibrados. «Jesús de Nazaret logró el conocimiento y el hacer de la voluntad de Dios». (LU 196:1.1)
Esto significa Dios tal como se aplica a la realidad evolutiva. Obviamente el Padre, el Hijo y el Espíritu se reflejan como personalidad, espíritu y mente. Asimismo, los Ancianos de los Días, los Espíritus Rectores y el Supremo pueden reflejarse como administración (tomar control del propio destino), moralidad y hermandad. Deseamos recrear como lo hace el Gran Hijo del Universo Local (tanto racial como artísticamente). Los tres Absolutos son nuestro potencial sin explotar, nuestro ideal y la vasta área intermedia. LU 0:8.1 VIII, Dios Séptuplo/Padre en el Paraíso. LU 104:3.5 En estos papeles/ciclos de la eternidad. LU 180:2.1 «Yo soy la vid y vosotros los sarmientos». ↩︎