El “no sé” es un pozo inagotable de conocimientos, dijo… no recuerdo quién.
¿Y si te hubiera dicho: “Lo sé…”?
¿Conoces a alguien que pueda limitar su frase a estas dos simples palabras? No, obviamente, a esto le habría seguido un complemento imprescindible, probablemente largo e invasivo.
Mientras que con el “No sé…” la discusión está abierta, la imaginación puede funcionar.
Estás muy complicada esta mañana. Aún no he tomado mi café.
Además, si me hubieras dejado terminar la frase, sabrías que no sabía si iba a trabajar, y con tus pensamientos, seguro, mi migraña encontró un lugar para desarrollarse.
La duda ya no es posible. Y, por favor, ¡no añadas nada!