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Se puede decir que vivimos cautivos, rehenes de nuestro temperamento, de nuestro carácter, de nuestros pensamientos, de nuestras creencias, abrigados por los temores y las dudas. Ya comentó Gandhi «En lo que piensas, es en lo que te conviertes». También se ha comentado que: «Si dejas de practicar un día, tú notarás la diferencia. Si dejas de practicar dos días, lo notarán los que te critican y si dejas de practicar tres días, lo notaran todas las personas».
La tarea a emprender no es nada sencilla cuando ya poseemos una serie de hábitos y costumbres. Pero también es cierto que las incertidumbres de la vida y las vicisitudes de la existencia no contradicen de ninguna manera el concepto de la soberanía universal de Dios.
Existen dos aspectos que debemos reforzar con sabiduría: procurar ser conscientes la mayor parte de los momentos que nos tocan vivir y saber asumir nuestros propios compromisos y responsabilidades. Porque toda nuestra vida evolutiva se encuentra abordada por una serie de situaciones inevitables; debemos ser coherentes en nuestras decisiones, a sabiendas de que nos podemos equivocar.
Cuando nos vemos envueltos en situaciones en las que debemos hacer uso de la valentía, la fuerza de carácter: los seres humanos debemos educarnos en un entorno donde sea necesario competir contra las dificultades y reaccionar ante las decepciones.
Para desarrollar el servicio a los semejantes, el altruismo: entonces la experiencia de la vida debe proporcionarnos situaciones donde se encuentren desigualdades sociales.
Si la situación nos lleva a desear la esperanza, la confianza: en esos momentos los seres humanos debemos enfrentarnos constantemente con inseguridades e incertidumbres periódicas.
Ante un ambiente en el que la afirmación suprema del pensamiento humano, la fe, tiene que brillar con luz propia: en esas circunstancias nuestra mente se ha de encontrar con la situación incómoda en la que siempre sabe menos de lo que puede creer.
Para ser felices, para sentir el placer de vivir, nosotros debemos vivir en un mundo donde la alternativa del dolor y la probabilidad del sufrimiento son posibilidades que en la práctica diaria, siempre van a estar presentes.
Éstas y otras más como la verdad, el idealismo, la lealtad, el desinterés etc.; debemos vivir estas virtudes, todas ellas inacabadas, para llegar a perfeccionarlas y progresar de un modo proporcionado.
Desde nuestro «cauce» y con fe podemos aportar al «río de la vida» la experiencia más maravillosa jamás contada. La evolución nos viene de un modo intencionado, no es accidental. Nos encontrarnos sumamente condicionados por el nivel material, la herencia genética, el temperamento. De esto no nos damos cuenta de una manera sensata hasta que no llegamos a comprender de un modo juicioso y prudente que esta es la primera vez que llegamos a tomar conciencia de nuestra existencia.
Verdaderamente somos exclusivos, distintos, originales; no obstante poseemos muchas más cualidades comunes que todas aquellas que puedan llegar a marcar ciertas diferenciaciones. Lo cierto es que esas actitudes diferentes se encuentran en nuestra consciencia. «Tu grado de esclarecimiento está en proporción directa con tu grado de consciencia» y dice más: «Naturalmente, el requisito previo es una mente abierta, curiosa». Lo dice John Harricharan en su libro «Viaje por los campos de siempre jamás».
Comentaba Óscar Wilde, «lo menos frecuente en este mundo es vivir. La mayoría de la gente existe, eso es todo». El problema que percibió el escritor hace más de cien años continúa. En el siglo XXI, en la era de las comodidades, del lujo y de lo material, la insatisfacción, el vacío interior, convive con nosotros.
«El Universo emite una permanente vibración, una nota musical que llama a la filiación, una señal no audible, pero sensible al alma. Es como una clave, como una silenciosa llamada que alerta a quienes aún sin ser conscientes de ello, la están esperando.
Suena la nota y algo se remueve en el corazón del llamado…puede ser un suceso, una imagen, una frase…quizás has encontrado la confirmación de lo que ya sabes, quizás has reconocido este momento como tú momento, tú hora de transformación, tú cambio profundo de mente y de corazón…cada segundo de la vida marca la oportunidad para empezar de nuevo si lo deseas y no son palabras, esto no es una arenga que pretenda motivarte, sino el reconocimiento explícito de una Ley cósmica que se activa cuando ponemos en marcha la voluntad, si quieres puedes.
… si ya lo has decidido, estás son las fases del camino que inicias:
Primera: Reconoce que estás sumido en el error, esto es lo primero que debes hacer, nadie despertará jamás sino admite que está dormido. Sabes que la genética y la educación anidan falsas creencias de las que nacen conductas equivocadas, que a la vez originan los males.
Segunda: Reconoce que tú solo no puedes salir del error, admite que la solución no puede salir de ti, porque en ti has sembrado la confusión, todavía respondes a un programa de ordenador genético cuya base de datos son las falsas creencias. No luches contra el yo, pues haciéndolo lo fortaleces. Simplemente deja pasar sus sugerencias, no las retengas, no las prestes atención y saldrán de ti de igual manera que entraron.
Tercera: Confía en el poder del Espíritu de Dios para hacer en ti lo que tú sólo no puedes, acepta que el Espíritu Santo es fuente donde nace la verdad, velada hoy ante tú conciencia por tus falsas creencias.»
Estos párrafos se encuentran en el libro «Guía del despertar» de Félix Gracia. Es lectura importante e interesante, ayuda a ser consciente y a orientar la vida en evolución y despertar a una nueva realidad.
Resulta muy interesante leer el libro VII de «La República» de Platón para darnos cuenta de la profundidad que le da a la conversación que mantiene con su discípulo Glaucón cuando le hace vivir la escena en una especie de vivienda subterránea en forma de caverna.
6 — Y, al acordarse de su primera habitación y de la sabiduría de allí y de sus antiguos compañeros de cautiverio, ¿no crees que se sentiría feliz por su cambio y tendría lástima de aquéllos?
10 — Así, pues, las demás virtudes, las llamadas virtudes del alma, es muy posible que sean bastante semejantes a las del cuerpo, ya que, aun careciendo en un principio de ellas, pueden ser producidas más tarde por el hábito y el ejercicio.
— Pues lo mismo ocurre con el bien. El que no pueda definir con la razón la idea del bien, distinguiéndola de todas las demás, y sea incapaz de abrirse paso, como en un combate, a través de todas la objeciones, aplicándose a fundamentar sus pruebas no en la apariencia, sino en la esencia, superando todos los obstáculos mediante una lógica infalible, no dirás que este hombre conoce el bien en sí, ni ningún bien, sino que, si por casualidad alcanza alguna imagen del bien, la alcanzará por la opinión y no por la ciencia y dirás que su vida presente la pasa en un profundo sueño y letargo, del que no despertará en este mundo antes de haber bajado al Hades para dormir allí un sueño perfecto.
Comenta Paulo Coelho que Ben-Yagul interrumpió a sus discípulos diciendo:
«Cuando miramos al sol de frente, nos quedamos ciegos y ya no podemos ver los bosques y las montañas que nos rodean. Por eso, el hombre necesita un poco de luz y un poco de sombra en la vida.»
«Aquel que anhela alcanzar la perfección sigue el camino de la vanidad. La búsqueda espiritual consiste en aceptar quiénes somos y aun así intentar servir a Dios de todo corazón. Nuestros pequeños defectos nos ayudarán a ser más humildes, más humanos y más tolerantes con los defectos de los demás»
Si tenemos el suficiente valor como para atrevernos a hacernos una radiografía sobre nuestro interior, sobre cómo pensamos, sobre nuestro desarrollo personal y somos lo suficientemente sinceros con nosotros mismos, no tardaremos en darnos cuenta de en qué fallamos y qué pasos debemos emprender.
Hoy en día existen muchas posibilidades, sin necesidad de entrar en terapias psicoterapéuticas, de obtener infinidad de información de todo tipo de libros, revistas de autoayuda y reflexión, talleres de desarrollo personal, etc., que nos ofrecen apoyo para salir del error, pues es muy enriquecedor tratar de vivir la vida dando y recibiendo lo mejor de nosotros mismos.
Antoine de Saint-Exupéry, el hombre que observaba desde el cielo y autor de varios libros, entre ellos El Principito, trataba de desarrollar cinco ideas clave de su pensamiento:
Buscarse a si mismo: Saint-Exupéry decía que la búsqueda de lo absoluto es lo que da sentido a nuestra lucha diaria.
Apreciar lo básico: Él comentaba que muchas veces nos ciegan las cosas más superficiales, olvidando lo esencial.
Optar por el esfuerzo: Antoine decía que el mundo entero se aparta cuando ve pasar a un hombre que sabe a donde va.
Servir a los demás: «No me agradan los que tienen el corazón sedentario. Aquellos que no cambian nada, no llegan a nada» decía el aviador.
Apostar por la amistad: Estar al servicio del prójimo es uno de los pilares del humanismo y Antoine no se cansó de potenciar el amor. «El amor es lo único que crece cuando se reparte». Para él, «amar no es mirarse el uno al otro; es mirar juntos en la misma dirección»
«Hay quien obedece a sus propias reglas porque se sabe en lo cierto; quien cosecha un especial placer en hacer algo bien: quien adivina algo más que lo que sus ojos ven; quien prefiere volar a comprar y comer; todos ellos harán duradera amistad con Juan Salvador Gaviota. Habrá también quienes volarán con Juan Gaviota por lugares de encanto y aventura, y de luminosa libertad. Pero para unos y otros será una experiencia que jamás olvidarán.» Este párrafo se encuentra escrito en unas de las tapas del libro escrito por Richard Bach «Juan Salvador Gaviota». Maravillosa lectura que ayuda en las vicisitudes que nos toca vivir en el cambio.
Para todo ciudadano de este mundo, encontrar a Dios es terminar de buscar y comenzar por descubrirse a uno mismo. Ya lo dejó escrito Shakespeare: «Conócete a ti mismo, ten el valor de mirarte y eso te hará libre. No te mires a los ojos, no te mires a la cara, ni te mires a las manos, eso es solamente la casa donde vivo YO».
Alguien comentó una vez: «Dios es sencillo, todo lo demás es complejo».
En todas las personas normales existen ciertos impulsos innatos hacia el crecimiento y la autorrealización, que funcionan si no están específicamente reprimidos. La religión no es una técnica para conseguir una paz mental estática y feliz; es un impulso destinado a organizar el alma para un servicio dinámico.
Aunque la religión es exclusivamente una experiencia espiritual personal, conocer a Dios como Padre y conocer al hombre como hermano implica la adaptación del yo a otros yoes, y esto supone el aspecto social o colectivo de la vida religiosa. La religión es en primer lugar una adaptación interior o personal, y luego se convierte en un asunto de servicio social o de adaptación a un grupo. La religión ha sido siempre una conservadora de la moral y una estabilizadora de la sociedad.
La experiencia de una vida religiosa dinámica transforma a un individuo mediocre en una personalidad con un poder idealista. La religión contribuye al progreso de todos fomentando el progreso de cada individuo, y el progreso de cada uno aumenta con el logro de todos.
Una vida religiosa es una vida dedicada, y una vida dedicada es una vida creativa, original y espontánea. Aquellos conflictos que ponen en marcha la elección de unas maneras de reaccionar nuevas y mejores, en lugar de las antiguas formas inferiores de reaccionar, son los que hacen surgir las nuevas perspicacias religiosas. Los nuevos significados sólo emergen en medio de los conflictos; y un conflicto sólo persiste cuando nos negamos a adoptar los valores más elevados implicados en los significados superiores.
Mucho más se puede escribir sobre la religión, pero lo mejor es vivirla.
Cuando el ser humano medianamente consciente de todo este proceso y sintiéndose observador llega a contemplar cómo su naturaleza, su idiosincrasia, su conducta, en definitiva su temperamento, tiene un tipo de respuesta ante la sociedad en la que convive, es momento de tomar la opción de intentar madurar de una manera relativa los niveles de nuestra mente. Lou Marinoff en el libro «Más Platón y menos Prozac» dice: «… problema, emoción, análisis, contemplación y equilibrio. El acrónimo es adecuado, ya que estos pasos constituyen el camino más seguro para alcanzar una paz interior duradera.»
Dentro de los parámetros del comportamiento, existen unos patrones comunes que nos ayudarán a saber discernir en qué lugar nos encontramos de nuestra evolución y qué elementos debemos desarrollar.
Tomemos como prototipos unas cualidades, naturales o adquiridas al azar, por ejemplo el ego; al ego hay que intentar controlarlo y moderarlo. Aplicando fe y esperanza en el intento llegaremos a ser humildes y cordiales. Si por el contrario somos desconfiados y dudosos, seremos ególatras y soberbios.
Hablemos del temor; el temor o el miedo pueden arrastrarnos, si los alimentamos, a ser cobardes y apocados. Pero si le imprimimos un grado de fe, seremos valientes y audaces. Pensemos en la cólera; para tratar de evitar la cólera depositando fe en la intentona, nos volveremos dulces y amables. Por el contrario, si la cebamos con enfados, seremos violentos y agresivos. Lo mismo ocurre con la sexualidad, la alimentación, la avaricia, etc. etc.
Si todas aquellas «virtudes inacabadas» las impregnamos de fe y esperanza, que seria algo así como el hidrógeno y el oxígeno, ambos combustibles, pero que a su vez son los componentes del agua, que es lo contrario a lo combustible, y las desarrollamos con voluntad, estaríamos vertiendo al «río de la vida» el componente necesario para la evolución proporcionada. De esa forma, todo aquello que en principio es potencialmente negativo puede TRANSMUTARSE en crecimiento y evolución positiva, algo que aporta felicidad.
Malo | ← se convierten en | ← CUALIDADES → | se convierten en → | Bueno |
---|---|---|---|---|
Cobarde | ← ← ← sin Fe | ← ← ← El temor → → → | con Fe → → → | Valiente |
El ego | ||||
La cólera | ||||
La sexualidad | ||||
La alimentación | ||||
La avaricia |
«Aristóteles pensaba que hay tres clases de felicidad… también señala un «justo medio»: no debemos ser ni cobardes ni temerarios, sino valientes…» A esto hace referencia Jostein Gaarder en su libro «El mundo de Sofía» donde dice: «Pasa como con la comida. Es peligroso comer demasiado poco, pero también en peligroso comer en exceso.»
Tanto las ideas de Platón como las de Aristóteles como las de otros muchos filósofos manifiestan que, mediante el equilibrio y la moderación, la persona llega a ser feliz y armónica. Es muy importante desarrollar las virtudes en equilibrio y proporcionalidad, «la fe mueve montañas».
La revelación es una documentación singular, de importancia epocal para los pueblos de nuestro planeta. Es importante encontrar y llegar a leer la información que habla de Dios, de la organización y de la administración de los universos. De la relación de este planeta con el universo, de la génesis, del destino del hombre, de su relación con Dios, y de las enseñanzas de Jesús Cristo.
Tiene que ser interesante saber cómo se dirigen los anhelos espirituales más profundos del hombre y cómo satisfacer al intelecto. Saber armonizar la religión, la filosofía y la ciencia moderna abrigando el crecimiento espiritual del individuo y el entendimiento del universo que están proporcionados al desarrollo intelectual y cultural del hombre.
Lograr entender cómo se abren nuevas vistas al tiempo y a la eternidad, ofrecer nuevos conceptos de la aventura de ascensión en niveles cada vez más altos del hombre en su búsqueda de Dios el Padre. Obtener la información donde se da una explanación nueva, amplia y bien organizada del origen, de la historia y del destino del hombre.
Se dice que la parte se beneficia o sufre en relación al todo. Que el buen esfuerzo de cada ser humano beneficia a todos los seres humanos; el error o el mal de cada persona aumentan las tribulaciones de todas las personas.
Según se mueve la parte, así se mueve el todo. Y según es el progreso de la totalidad, así es el progreso de la parte. Las velocidades relativas de la parte y el todo determinan si la parte se atrasa por la inercia del todo o si se adelanta por el impulso de la fraternidad cósmica.
Sabemos que es un misterio que Dios sea un ser altamente personal y autoconsciente con un centro de gobierno residencial, y al mismo tiempo esté presente personalmente en un universo tan vasto y en contacto personal con un número de seres casi infinito.
Que tal fenómeno sea un misterio que rebasa la comprensión humana no debe disminuir en lo más mínimo nuestra fe. No dejemos que la magnitud de la infinidad, la inmensidad de la eternidad, la grandeza y la gloria del carácter incomparable de Dios nos sobrecojan, nos hagan vacilar o nos desalienten; porque el Padre no está muy lejos de ninguno de nosotros; habita dentro de nosotros, y en Él todos nosotros literalmente nos movemos, realmente vivimos y verdaderamente tenemos nuestro ser.
Los espíritus inquietos, personas dinámicas, activas, incansables, etc. son aquellas que leen muchos documentos, libros, tratados; escuchan muchas y largas conversaciones de todo tipo y condición, a la vez que desarrollan formas y métodos a lo largo de su existencia, para intentar darle sentido a su vida.
Hoy por hoy, para empezar y como primer plato, hay que, de la mejor forma posible, tratar de ser lo más coherente posible entre lo que se cree, lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace, impregnándolo con una cualidad especial que me enseño un gran amigo mío: «la intención de agradar». Algo que no siempre se consigue, ya que normalmente es un don que no nace con uno mismo; hay que adquirirlo con el hábito.
La revelación dice que cada uno de nosotros, los seres humanos, poseemos algo así como una comunicación directa, pero a su vez relativa, de unos circuitos relacionados con los enlaces del Universo. Si somos lo suficientemente conscientes de esta ayuda que se llega a manifestar, siempre que nos encontremos receptivos y armónicos, y teniendo en cuenta que cada una de estas ayudas se muestra de un modo independiente, llegamos a elevar y aumentar nuestra mente personal a través de las experiencias que inevitablemente nos tocan vivir.
Dediquemos un tiempo a la «intuición». A esa percepción más o menos resuelta. A ese instinto automático, físico, primitivo, e inherente. Démosle vida.
Desarrollemos la «comprensión». El impulso de organización. La cooperación espontánea y supuestamente automática de las ideas. Ese don de coordinar el conocimiento adquirido. Aumentemos su estatus.
Impulsemos la «valentía». Esa dádiva de la fidelidad. El pilar donde se va a sustentar el carácter y la raíz intelectual del vigor moral y el valor espiritual. Impulsemos nuestro valor.
Manifestemos nuestro «conocimiento». Esa intromisión en la aventura y el descubrimiento. El aliento científico. Mentor y fiel asociado del valor y del consejo. Que nuestro discernimiento se contemple.
Actuemos siempre con buen «consejo». El impulso social que nos lleva a compartir con nuestros semejante el asesoramiento, la cooperación, la armonización y el instinto gregario. Sencillamente seamos buenos con los nuestros.
Estos cinco «canales» parecen ser de uso habitual en el crecimiento progresivo. Existen dos más que realzan más la figura del ser en la medida que los desarrolla. Uno es el envite religioso. La ‘adoración’ es el primer empuje diferencial que nos separa de las dos clases fundamentales de la existencia mortal. Nos aleja para siempre de los animales. Es la divisa portadora como candidatos a la ascensión espiritual. Y, por último, la «sabiduría» el ayudante más elevado. La predisposición inherente de todas las criaturas morales hacia un avance evolutivo ordenado y progresivo. La sabiduría es la cumbre de la realización intelectual. La sabiduría es la meta de una existencia puramente mental y moral.
Acompañando al desarrollo progresivo de estos ayudantes también debemos aplicar reglas o pautas para utilizarlas con nuestros semejantes. La consigna mejor aplicada sería algo así como hacer a nuestros semejantes todo aquello que nos agradaría que ellos hicieran por nosotros o hacer a la persona lo que desearíamos que ella hiciera por mí.
Tenemos que llevar adelante las reglas de la vida de un modo coherente y proporcionado a nuestro progreso. No debemos malinterpretarlas y confundirlas. Aquellas personas que deseemos cumplir estas normas debemos ser concientes de haber nacido del espíritu, poseer sabiduría y comprensión espiritual y tener ideales elevados; saber superar los malos impulsos y las malas acciones. Con todo, nos podemos encontrar con algunos que nos pueden preguntar:
«Se encuentra un hombre lascivo que mira con inmoralidad a su futura compañera de pecado. ¿Cómo podemos enseñar que este hombre malintencionado debería hacer a los demás lo que quisiera que le hicieran a él?»
Ante esto, la primera norma se encuentra en la cota del cuerpo material, la carne, lo físico, lo atractivo. Cumplir con ella es precisamente hacer todo lo contrario a lo puramente egoísta y lascivo que se intenta ilustrar en la pregunta anterior.
La segunda se desarrolla en el horizonte de los sentimientos. Este plano se encuentra un nivel por encima del de la carne, e implica que la compasión y la piedad realzan nuestra interpretación de esta regla de vida.
La tercera pauta se halla en la mente. Ahora entran en acción la razón de la mente y la inteligencia de la experiencia. El buen juicio dicta que esta regla de vida debería ser interpretada en consonancia con el idealismo más elevado, incorporado en la nobleza de un profundo respeto de sí mismo.
La cuarta se despliega en el espacio del amor fraternal. Aún más arriba se descubre el nivel de la consagración desinteresada al bienestar de nuestros semejantes. En este plano más elevado del servicio social entusiasta, que nace de la conciencia de la paternidad de Dios y del reconocimiento consiguiente de la fraternidad de los hombres, se descubre una interpretación nueva y mucho más hermosa de esta regla de vida fundamental.
La quinta norma se extiende a lo largo de la moral y la ética. Luego, cuando alcancéis unos verdaderos niveles filosóficos de interpretación, cuando tengáis una verdadera comprensión de la rectitud y de la maldad en los acontecimientos, cuando percibáis la idoneidad eterna de las relaciones humanas, empezaréis a considerar este problema de interpretación como imaginaríais que una tercera persona de pensamientos elevados, idealista, sabia e imparcial consideraría e interpretaría este mandato, pero aplicado a vuestros problemas personales de adaptación a los incidentes de vuestra vida.
La sexta se extiende en todo el largo camino de la espiritualidad. En último lugar alcanzamos el nivel de la perspicacia del espíritu y de la interpretación espiritual, el nivel más elevado de todos, que nos impulsa a reconocer en esta regla de vida el mandamiento divino de tratar a todos los hombres como concebimos que Dios los trataría. Éste es el ideal universal de las relaciones humanas, y ésta es vuestra actitud ante todos estos problemas cuando vuestro deseo supremo es hacer siempre la voluntad del Padre. Quisiera pues que hicierais a todos los hombres lo que sabéis que yo haría por ellos en circunstancias semejantes.
A estas alturas, los que creemos en Dios sabemos que poseemos un fragmento de Él en nosotros y que se manifiesta como algo semejante a un Guía Espiritual. Siempre está cerca de nosotros y en nosotros, pero es raro que nos pueda hablar directamente como lo haría otro ser.
Evolucionar y progresar es como ir subiendo de piso en piso. Definir con precisión los niveles de la progresión humana es tarea muy difícil de establecer, ya que esos niveles son personales; varían para cada individuo y están aparentemente determinados por la capacidad de crecimiento de cada ser humano.
La travesía con éxito de estos niveles requiere el funcionamiento armónico de toda la personalidad, y no simplemente de algunas de sus fases. El crecimiento de las partes no equivale a la verdadera maduración del todo; las partes crecen realmente en proporción a la expansión del yo completo - de todo el yomaterial, intelectual y espiritual.
Cuando avanzamos más deprisa en el terreno intelectual que en el espiritual, la situación y la comunicación entre el Guía Espiritual y el ser humano se hace difícil y peligrosa. Asimismo, un desarrollo espiritual excesivo tiende a ocasionar una interpretación fanática y desnaturalizada de las directrices espirituales del habitante divino.
La falta de capacidad espiritual hace muy difícil transmitir a un intelecto material las verdades espirituales situadas en la superconciencia más elevada. A una mente perfectamente equilibrada, alojada en un cuerpo de costumbres sanas, de energías nerviosas estabilizadas y de funciones químicas equilibradas, o sea, cuando los poderes físicos, mentales y espirituales se desarrollan en armonía trina, es a la que se le puede comunicar un máximo de luz y de verdad con un mínimo de peligro o de riesgo temporales para el bienestar real de dicho ser.
El hombre asciende los niveles de la progresión planetaria uno tras otro, desde el séptimo hasta el primero, gracias a este crecimiento equilibrado. La conquista de estos niveles de evolución cósmica se refleja de tres maneras:
Cada decisión que tomamos impide o facilita la función del Guía; esas mismas decisiones determinan igualmente nuestro avance en los niveles de la consecución humana. Es cierto que la supremacía de una decisión, su relación con una crisis, tiene mucho que ver con su influencia para franquear los niveles; sin embargo, el número de decisiones, las repeticiones frecuentes, las repeticiones persistentes, son esenciales también para tener la certeza de que tales reacciones se convertirán en hábitos.
Aunque es imposible definir con precisión los siete niveles psíquicos del crecimiento humano, podemos sugerir los límites mínimos y máximos de estas etapas de realización de la madurez:
En el séptimo nivel los seres humanos entran a desarrollar los poderes de la elección personal, la decisión individual, la responsabilidad moral y la capacidad para alcanzar la individualidad espiritual. La entrada en el séptimo nivel convierte a una criatura mortal en un verdadero ciudadano potencial del universo.
En el tercer nivel el trabajo del Guía es mucho más eficaz y el ser humano recibe un ayudante angelical personal de su destino. Aunque en apariencia no existen unos esfuerzos concertados entre ambos, sin embargo se puede observar una mejora evidente en todas las fases de consecución cósmica y de desarrollo espiritual.
En el primer nivel habitualmente el Guía no puede hablar de manera directa e inmediata con nosotros hasta que alcanzamos el nivel primero y final de
consecución mortal progresiva. Y en lo que se refiere a la mente, las emociones y la perspicacia cósmica, alcanzar el primer nivel psíquico representa el acercamiento más grande posible entre la mente material y el Guía Espiritual en la experiencia humana.
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Para poder desarrollar con éxito todos los apartados expuestos, existen dos aspectos que no debemos olvidar nunca y que debemos reforzar con sabiduría:
LOS SIETE AYUDANTES DE LA MENTE PERSONAL
Su presencia condiciona el curso de la evolución orgánica.
La evolución es premeditada y no accidental.
Ellos hacen sentir su influencia en todos los mundos habitados.
No son entidades, más bien se asemejan a circuitos.
Sus nombres designan las siguientes funciones:
Intuición, Comprensión, Coraje, Conocimiento, Consejo, Adoración y Sabiduría.
Los cinco primeros indican cualidad cuantitativa que ha alcanzado la criatura en lo referente a la mente.
Los dos últimos indican una cualidad más personal.