© 2023 Gaétan G. Charland
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Gaétan G. Charland
presidente@urantiaqc.org
Hola queridos lectores y amigos de la asociación,
Como mencioné en mi mensaje de junio, este período de verano que a menudo va acompañado de viajes es una oportunidad para conocer gente nueva y, a veces, el privilegio de compartir la verdad que vive dentro de nosotros.
Quien dice vacaciones para algunos, puede significar un descanso de las actividades cotidianas. Pero para aquellos que están en el camino del progreso espiritual, ciertas actividades todavía permanecen presentes en la vida diaria. Me refiero aquí a los períodos diarios de meditación/adoración, así como a la oración. El Libro de Urantia nos advierte contra los períodos de ayuno espiritual, que, al igual que el ayuno de alimentos, pueden conducir a la destrucción del hambre.
Recuerdo las primeras veces que incorporé un período de meditación y oración a mi día. Al principio, mi ego se rebeló contra dedicar veinte o treinta minutos a un período de silencio y contemplación. Después de varios años de esta práctica, no puedo imaginar comenzar mi día sin este tiempo para comunicarme con nuestro Padre Celestial. Aún más interesante es que la duración ha aumentado hasta llegar a durar más de una hora.
Para mí, las vacaciones pueden incluso aumentar la frecuencia y duración de estos períodos de adoración meditativa. Si estás interesado en profundizar en tu forma de meditar, nada mejor que consultar el librito 160, donde Rodan explica la forma en que Jesús se comunicaba con su Padre. Este método era completamente natural y no implicaba visiones, trances u otras formas de misticismo. También puede leer este excelente artículo de Peter Holley titulado: «Meditación en El Libro de Urantia — En el camino de Jesús», que se puede encontrar en la pestaña PUBLICACIONES/TEXTOS PARA LECTORES en el sitio web de la asociación: % %0%%
Pero, siguiendo el consejo del Maestro a sus apóstoles, y para no sucumbir a los errores de la mística pasiva, asociaba siempre períodos de oración y meditación al servicio al prójimo.
Tengamos presente que nuestra misión espiritual es promover la Paternidad de Dios y la hermandad espiritual de los hombres. Para ello, nada mejor que el servicio.
Amar es servir.
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