© 2015 Gard Jameson
© 2015 Fundación Urantia
Decisiones destacadas de la reunión de julio de la junta de fideicomisarios | Volumen 9, Número 3, Sept. 2015 — Índice | En recuerdo de Luiz Carlos Dolabella Chagas |
De Gard Jameson, fideicomisario de la Fundación Urantia (Nevada, Estados Unidos)
Uno de los malentendidos que pueden surgir más fácilmente en este planeta es la distinción entre alegría y placer. La alegría es un atributo de un estado interno de conciencia que surge desde dentro de la consciencia del participante, mientras que el placer es una sensación fugaz que surge a partir de una entrada externa. La alegría dura; el placer desaparece rápidamente. William Blake, poeta inglés, nos recuerda que la alegría no es algo que el placer pueda controlar o manipular. La alegría es una realidad espiritual. Blake escribe: «Quien a sí encadenare una alegría / malogrará la vida alada. / Pero quien la alegría besare en su aleteo / vive en el alba de la eternidad.»
La mayor cualidad de la alegría o de la dicha está asociada a la comunión con esas realidades espirituales que moran en el interior de la persona. Todos los placeres del mundo no pueden compararse con la dicha de la comunión en adoración. Es en esa comunión en la que se experimenta la unidad y la interdependencia de todas las cosas y todos los seres; no hay alegría más grande que darse cuenta de ello. Es nuestra sensación de estar separados y aislados lo que nos lleva a la alienación y al sufrimiento. Es cuando preguntamos, buscamos y llamamos a la puerta de la Divina Presencia que se abre de repente y nos inunda con una ola de alegría y bendición.
Hafiz, el poeta persa, plantea la pregunta: «Oh, criaturas maravillosas, / ¿por qué extraño milagro / no sonreís / a menudo?». Si la alegría es inherente a la existencia humana, tal como es, ¿por qué no sonreímos a menudo? Es nuestro derecho de nacimiento, el precioso don de la Presencia Divina. ¿Cómo no podemos abrirnos a ese don cada mañana?
«Con un ojo silencioso por el poder /de la armonía, y el poder profundo de la alegría / vemos dentro de la vida de las cosas», escribe William Wordsworth, poeta inglés. Nuestra percepción de la realidad está alterada por la presencia o ausencia de alegría. La alegría es la precursora de la sabiduría, que ve el centro de todas las cosas y todos los seres.
La alegría es la señal clara de la presencia de Dios. Cuando hombres y mujeres sagrados con aire sombrío se acerquen, ¡tengan cuidado! Sin alegría hay poca capacidad para relacionarse. La alegría abre el corazón y la mente de manera que se puede percibir la divinidad que hay dentro de todas las cosas y todos los seres. Así que, ¿a qué están esperando? ¡Reivindiquen la alegría que es su derecho de nacimiento!
Decisiones destacadas de la reunión de julio de la junta de fideicomisarios | Volumen 9, Número 3, Sept. 2015 — Índice | En recuerdo de Luiz Carlos Dolabella Chagas |