© 2015 Guglielmo «Memo» Z.
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De Guglielmo «Memo» Z., Verona (Italia)
El libro de Urantia se tradujo al italiano después de una serie de acontecimientos aparentemente fortuitos.
En 1980, estaba empleado en una gran compañía local. Era marido y padre y era un tipo con buena salud.
Pero entonces las cosas comenzaron a cambiar para peor. Mi realidad tendía a la baja y me sentía deprimido, sin esperanzas y desesperado por encontrar algo.
Por invitación de un amigo, asistí a algunas reuniones de una asociación esotérica, donde conocí a Giuseppe Zecchinato, que me introdujo en El libro de Urantia; él lo había descubierto en Francia durante una reunión (relacionada con la fusión fría) con Jacques Weiss, el traductor jefe de la traducción al francés de El libro de Urantia.
Zecchinato consiguió un ejemplar, que comenzó a leer tras su regreso a Italia.
Siguiendo el ejemplo de Zecchinato, pero años después, compré un ejemplar de El libro de Urantia en francés. Leer la traducción al francés era un desafío para mí, pues hacía años que había estudiado francés en la escuela, pero insistí y leí el libro en su totalidad. Después de leerlo tuve el deseo de traducirlo al italiano, cosa que hice, usando la traducción al francés como mi texto «original», ya que no sabía inglés. Necesité más de cinco años para terminar la traducción. Cuando le dije a Zecchinato lo que había hecho, me dijo que había comenzado una traducción al italiano del libro pero llevaba sin trabajar en ella algunos años.
Él quería informar a la Fundación Urantia de que había traducido el libro al italiano, pero le convencí de que no lo hiciera porque me cuestionaba la calidad de mi traducción – especialmente porque traduje a partir de la traducción francesa, no del texto en inglés, al italiano.
Así que conseguí un ejemplar del texto en inglés y Zecchinato, que hablaba inglés con fluidez, y yo comenzamos a comparar la traducción italiana con el texto en inglés.
Zecchinato y yo nos reuníamos todos los fines de semana en su residencia, y corregíamos y revisábamos mi traducción. Desafortunadamente Zecchinato, que tenía una edad avanzada, enfermó, lo que limitó su capacidad de participar en el proyecto. Nuestros progresos eran lentos, pero la revisión finalmente se terminó. Habíamos estado en comunicación con Georges Michelson-Dupont, que nos visitaba en Verona. Georges consiguió que un traductor profesional comprobara la precisión y la belleza de nuestra traducción. Poco después, Zecchinato murió.
Por aquel entonces ya me había jubilado y decidí comparar el texto en inglés y en italiano una vez más, después de lo cual envié todos los ficheros a la Fundación Urantia, que imprimió la traducción.
Finalmente, Il Libro di Urantia estuvo disponible para los lectores en lengua italiana.
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