© 2010 Guy de Viron
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La confianza consiste en adoptar esta actitud general que determinará nuestro comportamiento sobre la base de un sentimiento, luego de un razonamiento y finalmente de una colaboración real. Sigue siendo la base de todas las relaciones entre personas, concretamente de los lazos familiares y amistosos, como el cemento o la cal que une las piedras de un edificio. Como resultado, es omnipresente y esencial para la construcción de nuestras relaciones.
A fortiori, un ascendente mortal conocerá y adquirirá este valor que lo convertirá en un ser en relación con el Padre, a través de su Ajustador del Pensamiento, pero también con sus pares. ¡A lo largo de su ascensión debe producir los frutos de la confianza que son: lealtad, sinceridad, coraje, fidelidad, perseverancia, integridad, autocontrol, carácter, humildad, responsabilidad, dignidad, paz interior, entusiasmo y alegría de vivir! Su actitud se parecerá a la de un niño que se maravilla ante el juego eterno de la vida divina. Su confianza irá entonces en constante crecimiento, sujeta a un buen número de pruebas, misiones y créditos. Se combinará bajo los términos de confianza mutua, confianza recíproca, confianza en uno mismo, confianza íntima, fraternal o amistosa…
En una relación de pareja con la personalidad del Padre, la fe se hace de confianza en su bondad. Es siempre nuestra confianza en Él la que nos hará conocerlo y fortalecerá nuestra participación personal en las manifestaciones divinas de Su realidad infinita. Esta experiencia religiosa implica una actitud de fe positiva y viva hacia los reinos más elevados de la realidad objetiva universal. En efecto, el ideal de la filosofía religiosa es una fe-confianza capaz de llevar al hombre a depender sin reservas del amor absoluto del Padre infinito del universo de los universos.
Puesto que se nos presenta la aventura de alcanzar la divinidad, la carrera hacia la perfección está, por tanto, plenamente comprometida en una carrera de fe y confianza, es decir, ¡confianza en nuestro éxito! Una victoria segura coronará nuestros esfuerzos siempre que confiemos en cada paso en las directivas del Ajustador Interior y en la guía del buen espíritu del Hijo del Universo. A nuestro Ajustador del Pensamiento le gustaría cambiar nuestros sentimientos de miedo por convicciones de amor y confianza, pero no puede hacerlo de forma arbitraria ni mecánica; Depende de nosotros. Basta que nos mostremos dignos de la confianza puesta en vosotros por el espíritu divino, que busca nuestra mente y nuestra alma con miras a una unión eterna, para que finalmente se establezca esta unidad de existencia tan perfecta y definitiva. Ahora el Padre Universal desea confiar generosamente –como Ajustador– en esta asociación con el hombre. Entonces, ¿a qué estamos esperando?
Sólo la confianza religiosa, la fe viva, puede sostener al hombre en medio de los problemas difíciles y preocupantes inherentes a su carrera universal. Nuestra filiación tiene su fundamento en la fe y debemos permanecer inmunes al miedo. Nuestra alegría nace de la confianza en la palabra divina; Por lo tanto, no seremos llevados a dudar de la realidad del amor y la misericordia del Padre. Es su misma bondad la que lleva a los hombres al arrepentimiento sincero y auténtico. Para nosotros, el secreto del autodominio está ligado a nuestra fe en el Espíritu que habita en nosotros y que actúa siempre por amor. E incluso esta fe salvadora, no la tenemos por nosotros mismos; también es un regalo de Dios.
La confianza infantil asegura la entrada del hombre al reino de la ascensión celestial, pero el progreso depende enteramente del ejercicio vigoroso de la fe robusta y confiada del hombre consumado. La mejor manera de realizar el reino de los cielos es adquirir la actitud espiritual de un niño sincero, esa sencillez espiritual de un pequeño que cree fácilmente y tiene plena confianza; ven como un niño pequeño, recibe como regalo el beneficio de la filiación; acepta hacer, sin dudar, la voluntad del Padre, con plena y sincera confianza en la sabiduría del Padre; entrad al reino, libres de prejuicios e ideas preconcebidas; Sea de mente abierta y dócil como un niño no mimado. Es menos importante para nosotros conocer el hecho de la existencia de Dios que adquirir una capacidad cada vez mayor para sentir la presencia de Dios.
Como conocemos a Dios y vivimos en el espíritu y para el Padre, ya hemos recibido las seguridades de la vida eterna y nada puede preocuparnos seriamente. Incluso nuestra civilización mejorará si se basa en la confianza mutua.
La religión tiene como objetivo encontrar los valores en el universo que evocan fe, confianza y seguridad.
Jesús inspiró una profunda confianza en sí mismos y un gran coraje en todos los que disfrutaban de su compañía. Mantuvo esta actitud confiada debido a su fe inquebrantable en Dios y su confianza inquebrantable en los hombres. Siempre mostró una conmovedora consideración por todos los hombres porque los amaba y creía en ellos.
Su sentido de dependencia de lo divino era tan completo y seguro que le daba la alegría y la seguridad de una seguridad personal absoluta. No hubo ninguna pretensión vacilante en su experiencia religiosa. En esta gigantesca inteligencia adulta, la fe del niño reinaba suprema en todos los asuntos relacionados con la conciencia religiosa. Aunque su fe era infantil, de ninguna manera lo era. Tenía la confianza de una niña, pero sin la menor presunción. Tomó decisiones firmes y varoniles, afrontó con valentía múltiples decepciones, superó resueltamente dificultades extraordinarias y afrontó sin vacilar las duras exigencias del deber. Se necesitaba una voluntad fuerte y una confianza inquebrantable para creer qué y cómo creía Jesús.
Jesús nos pide creer con él, como él, en la realidad del amor de Dios, aceptar con plena confianza la seguridad de nuestra filiación con el Padre celestial y compartir plenamente su fe trascendente. Éste es el significado pleno de su única exigencia suprema: “Sígueme”.
(continuará)
Guy de Virón