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Conferencia Urantia francoitaliana – lago de Garda, 2018 | Tidings — diciembre 2018 — Índice | Feria del Libro de Pereira 2018 |
Queridos hermanos y amigos:
En el comité de Educación estamos en contacto con ustedes de nuevo y a través de este artículo para traerles algunos testimonios inspiradores de búsqueda de la verdad y crecimiento personal, con nuestro agradecimiento a la Asociación Urantia de México por su servicio de diseminación de las enseñanzas de nuestro maravilloso Libro de Urantia.
Los buscadores de la verdad y estudiantes de El libro de Urantia de México encuentran un espacio libre y abierto para reunirse en las conferencias y talleres que ofrece la Asociación Urantia. Allí escuchan buenas lecciones, aprenden, descubren y cultivan amistades y la hermandad espiritual.
He aquí algunas de las historias contadas por los que las vivieron (concretamente Norma Angélica Pérez Arteaga, Héctor Landín Vázquez y Martín Guzmán). Ellos hablan por ellos mismos.
De Norma Angélica Pérez Arteaga (México)
Saludos a todos mis hermanos urantianos. Me llamo Norma Angélica Pérez Arteaga y vivo en Ciudad de México. Tengo 50 años y soy ama de casa. Soy la única lectora de El libro de Urantia de mi familia.
Conozco El libro de Urantia desde hace tres años. De hecho el libro llegó antes a mis manos gracias a mi vecina Mari, que me lo prestó sin mencionar de qué trataba o qué era en realidad, simplemente me invitó a leerlo. En ese momento de mi vida todavía no había decidido buscar sinceramente al Padre, así que devolví el libro sin leerlo. Me había alejado de Dios, estaba viviendo sin él. Fue una época muy dura de mi vida, sentía un vacío terrible, como si yo no existiera. Era algo realmente desagradable, no me gustaba esa sensación.
Poco después sentí que necesitaba saber más de Dios y que debía hacer algo para descubrirlo. Entonces me dije: «No sé qué hacer o a dónde mirar, pero tengo que hacer algo para saber más de Dios».
En ese momento me acerqué al Padre y le pedí que me perdonara. Fui verdaderamente sincera en mi comunicación con él y entonces tuve una experiencia maravillosa, sentí una felicidad inmensa y desbordante, que muchos de ustedes quizá hayan sentido también. Entonces recordé El libro de Urantia que hacía un tiempo me habían prestado y pedí a mi vecina que me lo dejara de nuevo. Así es como comencé a leer el libro.
Desde que el libro llegó a mis manos supe que esta revelación procedía realmente de Dios. El libro confirmó mis propias convicciones sobre la verdad, y gracias al Padre he experimentado una hermosa transformación personal que me llena de gran alegría. He aprendido mucho, pero todavía me queda mucho por aprender y dar a los demás en los frutos del servicio a nuestro Padre y a mis hermanos. Mi vecina, la que me prestó El libro de Urantia, es la esposa de Alfredo Esquivel, actual presidente de la Asociación Urantia de México (UAM).
Posteriormente comencé a asistir a las conferencias organizadas por la asociación, de lo que estoy eternamente agradecida a mis hermanos Alfredo y Mari pues fueron ellos los que me invitaron a participar. Allí hice nuevos amigos y tuve el honor de conocer a Martín Guzmán, el presidente del comité de Educación de la UAM.
En el primer año que asistí a las conferencias de la asociación conocí a dos hermosas personas, Jeannie Vázquez y Jaime Díaz Page. Doy gracias eternas al Padre por haberlos conocido, porque son sirvientes asombrosos de nuestro Padre, como Martín Guzmán, por no mencionar a los otros miembros de la asociación, hermanos encantadores que nos queremos mucho. Ellos me han ayudado significativamente a entender las enseñanzas espirituales del libro.
Estoy profundamente agradecida a la asociación por su trabajo constante, no dejan de dar servicio a todo el mundo. La asociación dirige talleres el segundo sábado de cada mes y organiza conferencias el cuarto sábado de cada mes, todas sobre El libro de Urantia, lo que me encanta, y aunque duran cuatro horas no noto el paso del tiempo. ¡Son las horas más felices de mi vida! Considero que el trabajo de la asociación es excelente porque aborda temas de El libro de Urantia con gran claridad, y la junta directiva tiene un interés genuino en que nuestro aprendizaje progrese.
Mi vida ahora es diferente, puedo ver y entender el verdadero propósito de la vida, quiénes somos, por qué estamos aquí y, lo más hermoso de todo, quién es Dios y la verdad de que somos sus hijos amados. Estoy feliz todos los días de mi vida porque el Padre me ha dado muchas oportunidades y le pido en mi oración-adoración conocer a nuevos hermanos, comunicar su mensaje (su evangelio) y que Dios haga su trabajo en cada uno de ellos como lo hace en mí.
Queridos hermanos que leen este artículo, aprecio su atención y espero con ilusión servirles algún día. ¡Estoy a su servicio! ¡Un gran abrazo en amor divino para todos!
Héctor Landín Vázquez (México)
Cuando encontré El libro de Urantia no pensaba que habría muchas personas que hubieran leído el libro más tiempo que yo. Pensaba que el libro se había escrito no hacía mucho. Para mi sorpresa descubrí que había una Fundación Urantia, una Asociación Urantia Internacional ¡e incluso una Asociación Urantia de México!
Lo pensé mucho antes de decidirme a participar en una reunión de la asociación, en gran parte porque cuando comencé a leer el libro y a hablar de él con mi familia, en particular con mis padres, prácticamente me calificaron de loco y de blasfemo. Por lo tanto, pensé, ¿qué tipo de gente hay en esta asociación? ¿Realizarán rituales, cosas raras? Me dio una gran paz comprobar, cuando me atreví a ir, que no había nada de eso. Al contrario, había un gran respeto por cada miembro de la asociación, a pesar de que a veces no todos tuvieran el mismo punto de vista sobre el tema de estudio. Y había incluso más respeto por las personas que asistían a las reuniones y no sabían nada del libro pero intentaban incluir ideas que no tenían nada que ver con las enseñanzas de El libro de Urantia.
Cuando el presidente de la Asociación Urantia de México, Alfredo Esquivel, me invitó a participar como coordinador del comité de Diseminación, me puse nervioso. Y me puse aún más nervioso cuando di mi primera charla en las conferencias de los sábados, pero concluí que Dios me daba esa oportunidad por una buena razón, no era un accidente. Todavía me pongo nervioso cuando doy mis presentaciones de los sábados.
A veces me preocupo por cómo está el mundo, percibo que tenemos mucho trabajo por delante para diseminar el conocimiento del libro. Somos como los doce apóstoles que no tenían una tarea fácil que hacer, pero sé que nuestro Padre paradisíaco y nuestro Miguel soberano nos darán las herramientas y los incentivos para llevar a cabo esta tarea.
Siempre me repito a mí mismo esta frase: «Padre, dame serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las cosas que puedo cambiar y sabiduría para saber cuál es la diferencia». Y por encima de todo declaro que «es mi voluntad que se haga tu voluntad».
Saludos a todos.
Alfredo Esquivel (México)
Descubrí El libro de Urantia hace algo más de 18 años gracias a mi búsqueda de Dios, que comenzó algunos años antes. Cuando encontré El libro de Urantia mi vida cambió inmediatamente, me trajo nuevas realidades espirituales después de descubrir la verdad que había anhelado durante tantos años.
Después de leer el libro durante un tiempo me uní a la Asociación Urantia de México, y de esta manera comencé a asistir al grupo de estudio organizado por la asociación.
En 2009 fui invitado a unirme a la junta directiva de la asociación como presidente. En la ceremonia de acreditación estuvo presente Gaétan Charland (entonces presidente de la Asociación Urantia Internacional) y James Woodward (en aquel entonces presidente de Grupos de Estudio de la Asociación Urantia).
La nueva administración de la Asociación Urantia de México comenzó desde cero porque no teníamos recursos económicos o materiales secundarios para dar servicio a los lectores mexicanos de El libro de Urantia. Fue entonces cuando la escritora Lucy Aspra, dueña y directora del centro cultural La Casa de los Ángeles nos proporcionó un espacio en su centro para dar conferencias y ofrecer un grupo de estudio.
Al principio organizamos conferencias sobre El libro de Urantia cada tres o cuatro meses. Desde 2011 celebramos conferencias mensuales cada cuarto sábado y un grupo de estudio cada segundo sábado de mes.
En colaboración con mis hermanos espirituales Martín Guzmán, Héctor Palacios, Héctor Landín, Rogelio Rosas, Asael Núñez y Selin González hemos celebrado conferencias y talleres sobre numerosos temas de El libro de Urantia y llevado a cabo actividades de diseminación.
Además de estas actividades organizamos en agosto una conferencia nacional para conmemorar el nacimiento de nuestro Hermano-Padre Jesús de Nazaret (Miguel de Nebadón). Desde 2017 este evento se convirtió en el congreso nacional mexicano de lectores de El libro de Urantia.
Para proporcionar un mejor servicio y orientación a los lectores mexicanos también publicamos artículos, información sobre grupos de estudio y avisos en nuestra web http://www.urantia-mexico.org.mx/.
Mi mandato de servicio como presidente de la Asociación Urantia de México me ha aportado gran crecimiento personal, intelectual y espiritual, y me ha dado la oportunidad de servir a nuestros hermanos en la diseminación, socialización y comunicación de las enseñanzas del libro.
He tenido la posibilidad de desarrollar algunos aspectos de mi vida dándoles más valor y un significado supremo y para lograr un desarrollo mejor como hijo de nuestro Padre Universal. También he tenido la oportunidad de transmitir las verdades de El libro de Urantia a nuestros compañeros lectores, a mi esposa, a mis tres hijas, a mis padres, a mis siete hermanos y a mis vecinos y amigos.
Martín Guzmán (México)
Vengo de una familia con diferentes creencias religiosas, lo que en lugar de iluminarme me confundió, y me hice ateo. A lo largo de los años he experimentado una gran tristeza que hizo que mi vida no tuviera ningún sentido. Un día, después de que muriera mi hija recién nacida, en mi desesperación sentí la gran necesidad de pedir ayuda. Me encerré en mi habitación para llorar, y entonces supliqué con toda mi alma a Dios y le pedí una señal de su existencia. Dije: «Dios, si existes, te doy las gracias por permitirme conocer a mi hija, cuídala bien. Si existes ayúdame, quiero conocerte».
Quince días después encontré un artículo en una revista escrito por Antonio Moya, un investigador español de fraudes espirituales, en el que hablaba sobre una revelación llamada El libro de Urantia y que él no pudo desacreditar. Me llamó la atención pero en ese momento deseché la revista. Algunos días más tarde decidí comprar el libro porque un amigo mío me dijo tres veces que «si tuviera dinero, compraría ese libro». Al principio fue difícil para mí aceptar el libro porque su contenido iba en contra de mis creencias, y un día decidí destruirlo con enfado. En ese momento un pensamiento me detuvo: «Ahí está lo que has pedido, ¡tómalo o déjalo!». Entonces decidí dejar atrás todo lo que me habían enseñado y comencé a leer el libro.
Al principio, como era escéptico, me dije a mí mismo: «Tengo que atrapar al libro en alguna mentira». Finalmente resultó que el libro me atrapó a mí porque, a lo largo de mis experiencias de la vida, entendí que lo que leemos en el libro es verdad. Cuando consagré mi vida al Padre comencé a comprender el libro de verdad. Lo que le da más credibilidad es mi experiencia personal en mi relación con Dios y con el Espíritu de la Verdad.
Las enseñanzas de El libro de Urantia cambiaron completamente mi vida. En él encontré las respuestas que estaba buscando y la meditación espiritual de comunión con el Padre dio sentido a mi vida. Algunos años más tarde iba por una calle de Ciudad de México cuando vi un anuncio sobre El libro de Urantia en la puerta de un centro cultural y entré sin pensarlo dos veces. Allí encontré un grupo de estudio auspiciado por la Asociación Urantia de México. En ese grupo aprendí a socializar las enseñanzas del libro.
Me convertí en miembro de la asociación mexicana en 2008 y actualmente sirvo como presidente del comité de Educación. Mi trabajo consiste en diseminar las enseñanzas del libro en grupos virtuales o presenciales, en talleres y en conferencias, y me relaciono con lectores a través de preguntas, citas para fomentar el estudio y oriento a lectores para ayudarlos en su acercamiento espiritual a la presencia del Padre en su interior.
Por mi trabajo voy por la calle todo el tiempo, y allí encuentro a mucha gente sin hogar. Con frecuencia intento conversar con ellos, y si son receptivos intento hacerlos reflexionar sobre su vida y pensar sobre lo que los ha llevado a vivir de esa manera. Les digo que si conocen al Padre en su corazón su vida sería diferente. Siempre presento al Padre de manera sencilla, y cuando sienten amor y atención suelen llorar cuando comparten conmigo sus penurias. He visto al Padre y el amor de Jesús haciendo maravillas en ellos.
Un día estaba sentado en un banco de la plaza El Zócalo del centro de México leyendo El libro de Urantia cuando se me acercó un joven sucio y mal vestido. Era drogadicto. Me preguntó si estaba leyendo la Biblia. «No», le respondí. El joven me miró y yo le pedí que se sentara a mi lado en el banco. Le pregunté por qué estaba en ese estado tan penoso. Me dijo que ni sus padres ni su esposa querían verlo, que tenía un hijo pero que su familia estaba enfadada con él porque tomaba drogas. Le pregunté si le gustaría ver a su hijo intoxicado por las drogas. Él dijo que no. Entonces le pregunté: «¿Qué harías si tu hijo tomara drogas?». Él dijo: «Intentaría ayudarlo».
Entonces le pregunté: «¿Por qué ayudas a los demás y no te ayudas a ti mismo?». El respondió: «Es que amo a mi hijo». Le dije: «¿Y tú no te amas a ti mismo?». Él se quedó pensando un momento. Le dije: «Tus padres te aman, toda tu familia te ama, pero les duele que tomes drogas. Además tienes un Padre celestial que te ama y vive en tu corazón. Si le pides ayuda de corazón, puedes estar seguro de que te escuchará. Y tendrás esa ayuda que abrirá las puertas de su reino para ti».
Entonces el joven dejó caer la droga que estaba inhalando, se me acercó y rompió a llorar. Lo abracé, aunque estaba cubierto de suciedad, y yo también lloré. Le dije: «El Padre te ama, abre tu corazón a su amor». Entonces le leí la historia del joven que tenía miedo y el joven se deshizo en lágrimas.
Me dijo que quería volver a casa con su familia, que vivía muy lejos en otro estado pero no tenía dinero. Le presté algo de dinero y le dije: «Depende solo de ti si eres realmente sincero, que uses este dinero adecuadamente y rectifiques tu camino en la vida. Ve hacia tu familia, pídeles perdón y regresa con ellos ahora mismo». Me prometió que lo haría. No volví a verlo.
He tenido muchas experiencias como esta en el servicio a mis hermanos necesitados. En Navidad y Año Nuevo mi familia y yo compartimos nuestra cena con muchas personas sin hogar. También les damos un mensaje sobre el amor del Padre, con el que intento despertar su consciencia para que unan su voluntad a la voluntad de Dios. El amor del Padre hace maravillas cuando toca el corazón de los hombres. He visto el cambio en la vida de esas personas. Lo hago porque Jesús siempre «iba de paso haciendo el bien». Esto es lo que he aprendido: en cada paso que doy, quiero dar el amor de nuestro Padre a mis hermanos.
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