© 2005 Olga López, traducción
© 2005 Asociación Urantia de España
Extraído de http://www.urantology.org (web ya no existente)
«El gran desafío para el hombre moderno consiste en conseguir una mejor comunicación con el Monitor divino que reside en la mente humana.» (LU 196:3.34).
Una mejor comunicación no implica necesariamente una conversación directa. Dos personas con una relación personal muy estrecha pueden no necesitar la comunicación verbal para sentir la aprobación del otro respecto a alguna acción o decisión que puedan tomar. De todas formas, los reveladores parecen ser pesimistas sobre la capacidad de nosotros los urantianos de alcanzar realmente una comunicación directa con nuestros Ajustadores del Pensamiento. Este pesimismo está relacionado con las desventajas acumuladas como resultado de la rebelión de Lucifer.
Los reveladores nos han informado de que el Ajustador del Pensamiento es un fragmento impersonal de Dios que reside en realidad «en la mente mortal como una parte misma de esa mente». Nos dicen que «el único medio de comulgar con el mundo espiritual está incluido en la dotación espiritual de la humanidad, el espíritu interior del Padre, junto con el espíritu derramado por el Hijo y la influencia omnipresente del Espíritu Infinito» (LU 150:3.7). El Espíritu Madre del Universo es quien, a través del ministerio de los espíritus de sabiduría y adoración, prepara inicialmente nuestras mentes para que resida en ellas el Ajustador del Pensamiento.
«Como individuos, vosotros no poseéis personalmente una porción o entidad segregada del espíritu del Creador Padre-Hijo o del Espíritu Materno Creativo. Estos ministerios no tienen contacto con los centros de pensamiento de las mentes individuales ni residen en ellos como lo hacen los Monitores Misteriosos» (LU 34:5.6). Es evidente en estas declaraciones que, virtualmente, para todo contacto hecho por fuentes superhumanas con nuestras mentes, el paso final tiene lugar por medio del Ajustador del Pensamiento.
A la vista de la exhortación a conseguir una mejor comunicación con el Monitor divino, ¿cuáles deberían ser nuestras expectativas realistas? Se nos dice que «aunque la voz del Ajustador está siempre dentro de vosotros, la mayoría de vosotros rara vez la oiréis durante la vida mortal. Los seres humanos por debajo del tercero y segundo círculo de logro raramente oyen la voz directa del Ajustador excepto en los momentos de deseo supremo, en una situación suprema y después de una decisión suprema.» (LU 110:7.9). Oir esa voz en momentos de deseo supremo o en una situación suprema es consecuencia de una decisión suprema. ¿Pero qué es una decisión suprema?
En la página 1242 se nos dice que los serafines pueden ser destinados a asociarse con un alma humana que ha alcanzado uno o más de tres logros. Uno de estos tres logros es el de hacer «la decisión suprema de volverse semejante a Dios». Por tanto la decisión de seguir el mandato de Jesús a sus seguidores es clave para comunicarse mejor con nuestro Ajustador del Pensamiento. «Luego, Jesús continuó instruyendo a sus discípulos sobre cómo conseguir el objetivo principal de todas las luchas humanas —la perfección— e incluso la consecución divina. Siempre les recomendaba: «Sed perfectos como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.»» (LU 140:5.15).
Incluso después de haber tomado tal decisión suprema, de ello no se sigue que vayamos a tener algo así como una comunicación telefónica con nuestro Ajustador del Pensamiento. En el número anterior de Innerface, Ann Bendall sugería que «Jesús nunca supo realmente cuál era la voluntad de Dios por lo que él era, simplemente hizo lo que creyó que era lo mejor en cada circunstancia en particular». Ann citaba entonces varias evidencias de El Libro de Urantia en apoyo a sus afirmaciones. Al describir la agonía de Jesús en Getsemaní el Libro dice que «soportó una gran angustia y sufrió una tristeza indecible, porque grandes gotas de sudor corrían por su rostro. Por fin estaba convencido de que el Padre tenía la intención de dejar que los acontecimientos naturales siguieran su curso» (LU 182:3.7). Ann sugiere que Jesús se convenció finalmente a medida que se iban desarrollando los acontecimientos, que no lo sabía de hecho sino por suposición.
Volviendo a una etapa anterior en la carrera de Jesús (al punto en el que tenía 29 años y acababa de terminar su periplo por el Mediterráneo), el Libro nos dice: «Al finalizar este periplo, Jesús sabía implícitamente - con toda certidumbre humana - que era un Hijo de Dios, un Hijo Creador del Padre Universal. El Ajustador era cada vez más capaz de traer a la mente del Hijo del Hombre recuerdos nebulosos de su experiencia paradisíaca cuando estaba en asociación con su Padre divino, mucho antes de venir a organizar y administrar este universo local de Nebadon. Así, poco a poco, el Ajustador trajo a la conciencia humana de Jesús los recuerdos necesarios de su anterior existencia divina en las diversas épocas de un pasado casi eterno.» (LU 129:3.9). Por esta época Jesús era un urantiano altamente avanzado, aunque parece ser que su Ajustador del Pensamiento no se comunicaba directamente con él sino que más bien le presentaba visiones fugaces a su conciencia. Quizá esta sea la razón por la que el Libro nos dice que:
«De todos los conocimientos humanos, el que posee mayor valor es el de conocer la vida religiosa de Jesús y la manera en que la vivió.» (LU 196:1.3).
Si tenemos una visión clara de la vida de Jesús firmemente asentada en nuestra memoria, entonces en cualquier situación en la que nos encontremos puede ser posible para nuestro Ajustador del Pensamiento traernos una instantánea apropiada de un incidente de la vida de Jesús o de una o más de sus enseñanzas, para proveernos de una orientación en la que basar nuestras decisiones, respuestas, acciones o actitudes.
«Aunque el Espíritu de la Verdad es derramado sobre toda la carne, este espíritu del Hijo está casi completamente limitado en función y poder por la recepción personal del hombre de aquello que constituye la suma y substancia de la misión del Hijo autootorgador». (LU 34:5.5).
En otras palabras: la efectividad del Espíritu de la Verdad depende de nuestro conocimiento de la vida y enseñanzas de Jesús. Para los lectores de El Libro de Urantia, eso significa conocer la parte IV del libro.
Al considerar nuestras expectativas sobre la guía de nuestro Ajustador del Pensamiento y la forma que puede tomar, necesitamos recordar que «ningún otro ser, fuerza, creador, ni agencia en todo el vasto universo de los universos puede interferir en medida alguna en la absoluta soberanía del libre albedrío del ser mortal, tal como éste opera en el ámbito de la elección, en lo que se refiere al destino eterno de la personalidad del mortal que hace su elección» (LU 5:6.8).
Esto descartaría el concepto infantil sostenido por muchos cristianos e, indudablemente, por muchos devotos de El Libro de Urantia, de que la guía divina durante nuestra rutina diaria consiste en una serie de instrucciones desde lo alto que nos dicen exactamente lo que deberíamos hacer en cada circunstancia a la que nos enfrentamos. Y si creemos que oímos voces dándonos tales instrucciones deberíamos considerar esta afirmación: «Pero un ser humano haría mejor en errar rechazando la expresión de un Ajustador creyéndola una experiencia puramente humana que en equivocarse al exaltar una reacción de la mente mortal a la esfera de dignidad divina. Recordad que la influencia del Ajustador del Pensamiento es en su mayor parte, aunque no totalmente, una experiencia superconsciente.» (LU 110:5.5).
Habiendo revisado algunos de los aspectos negativos de la interacción con el Ajustador, consideremos ahora los medios por los cuales podemos aumentar nuestra comunicación. «El Espíritu nunca impulsa, sólo guía. Si eres un aprendiz voluntarioso, si quieres lograr niveles espirituales y alcanzar las alturas divinas, si sinceramente deseas alcanzar el objetivo eterno, entonces el Espíritu divino te guiará suave y amorosamente por el camino de la filiación y el progreso espiritual. Cada paso que des debe ser de buena voluntad, cooperación inteligente y alegre. La dominación del Espíritu no está matizada jamás por la coerción ni comprometida por la compulsión.» (LU 34:6.11).
El Libro pone énfasis en que son nuestros pensamientos y no nuestros sentimientos los que aumentan el contacto con nuestro Ajustador del Pensamiento. Pero «_la mente que verdaderamente discierne a Dios, escucha al Ajustador residente, es la mente limpia. «Sin santidad ningún hombre podrá ver a Dios»». (LU 101:1.3). Tenemos que limpiar nuestros actos antes de que podamos esperar razonablemente grandes progresos.
La oración es, en su mayor parte, un fenómeno de relación con nuestro propio subconsciente, aunque hay un dominio de la oración en el que un individuo logra más o menos contacto con los niveles superconscientes de la mente (LU 87:7.1). También la meditación puede tener un papel en esto, pero el Libro afirma: «El contacto de la mente mortal con su Ajustador residente, aunque frecuentemente favorecido por la meditación devota, es más frecuentemente facilitado por el servicio amante de todo corazón en el ministerio altruista de los semejantes.» (LU 91:7.1).
Hablando de los niños, el Libro dice: «En los albores de la imaginación creadora manifiestan una tendencia a conversar con compañeros imaginarios. De esta manera, un yo en formación busca comunicarse con un otro yo ficticio» (LU 91:3.1). Durante la infancia, y con mucha consternación por parte de sus padres, Jesús tendía a usar este tipo de técnica para conversar con su Padre celestial. El Libro aborda la efectividad de la oración para facilitar el contacto con nuestro Ajustador del Pensamiento con estas palabras: «La oración esclarecida debe reconocer no sólo a un Dios externo y personal sino también a una Divinidad interna e impersonal, el Ajustador residente. Corresponde al hombre, cuando ora, intentar captar el concepto del Padre Universal en el Paraíso, pero la técnica más eficaz para la mayor parte de los fines prácticos será volver al concepto del otro yo cercano, tal como solía hacerlo la mente primitiva, y luego reconocer que la idea de este otro yo ha evolucionado de una mera ficción a la verdad de que Dios reside en el hombre mortal en la presencia factual del Ajustador para que el hombre pueda hablar cara a cara, por así decirlo, con un otro yo real y genuino y divino que reside en él y que es la presencia y esencia misma del Dios vivo, el Padre Universal.» (LU 91:3.7).
Para la mayoría de nosotros, es dudoso que haya alguna técnica mejor para aprender a conversar con nuestro Ajustador del Pensamiento que la que usaba el joven Jesús (su método del «alter ego»). Gracias a su uso puede convertirse en habitual para nosotros el compartir tanto nuestros pensamientos como nuestras vidas con nuestros Ajustadores del Pensamiento. Pero al hacerlo así no deberíamos esperar oír la voz del Ajustador. Lo importante es la proximidad de la relación que se desarrolla, que brinda al Ajustador la oportunidad de trabajar con nosotros a través de nuestra mente superconsciente. Esta interacción aumenta enormemente cuando estamos familiarizados totalmente con la vida y enseñanzas de Jesús, tal y como viene en la cuarta parte de El Libro de Urantia, pues provee de un banco de memoria de información relevante y de incidentes que nuestro Ajustador puede traer a nuestra mente para nuestra orientación. Provee también de medios para comprobar que lo que creemos que es una orientación lo sea realmente (bajo ninguna circunstancia habrá un conflicto entre lo que hacemos y que lo conscientemente creemos que es la naturaleza de Dios, tal y como se nos revela en El Libro de Urantia y en la vida de Jesús) y nos sentiremos verdaderamente cómodos con nuestras decisiones.
¿Nos muestran estos indicadores que estamos viviendo de acuerdo con nuestras guías espirituales? «La prueba de la fraternidad con el Ajustador divino consiste totalmente en la naturaleza y grado de los frutos del espíritu que rinden en la experiencia vital del creyente. «Por sus frutos los conoceréis»» (LU 5:2.4). ¿Y cuáles son esos frutos? «Servicio amoroso, consagración desinteresada, lealtad valiente, equidad sincera, honradez iluminada, esperanza imperecedera, confianza fiel, ministerio misericordioso, bondad inagotable, tolerancia indulgente y paz duradera.» (LU 193:2.2).
Lo que sigue a esta cita de la página 2054 es probablemente lo más duro e intransigente de El Libro de Urantia y requiere una reflexión personal por parte de todo lector serio. Deberíamos saber que está ahí:
«Si unos creyentes declarados no producen estos frutos del espíritu divino en sus vidas, están muertos; el Espíritu de la Verdad no está en ellos; son unas ramas inútiles de la vid viviente, y pronto serán cortadas. Mi Padre pide a los hijos de la fe que produzcan muchos frutos del espíritu. Por consiguiente, si no sois fecundos, él cavará alrededor de vuestras raíces y cortará vuestras ramas estériles. A medida que progreséis hacia el cielo en el reino de Dios, deberéis producir cada vez más los frutos del espíritu. Podéis entrar en el reino como un niño, pero el Padre exige que crezcáis, por la gracia, hasta la plena estatura de un adulto espiritual. Cuando salgáis por ahí a contarle a todas las naciones la buena nueva de este evangelio, iré delante de vosotros, y mi Espíritu de la Verdad residirá en vuestro corazón. Mi paz os dejo.»» LU 193:2.2