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Hay varias cosas sobre Jesús que suelen recordarnos en El libro de Urantia. La principal de ellas es cómo reveló al Padre en todos los aspectos de su vida. Lo hizo actuando como si el Padre estuviera presente en sí mismo, así como en los hombres y mujeres con los que entró en contacto durante toda su vida. Este comportamiento refleja la vivencia de una verdad que conocemos como un hecho: estamos habitados por un representante (pre)personal de nuestro Padre del Paraíso. Cuando un ser humano se comporta de una manera coherente con la fe-comprensión de esta verdad-hecho, un rasgo notable de carácter invariablemente asume el dominio en esa personalidad. Se dice que tales personas están llenas de gracia.
Oímos mucho la palabra gracia, pero ¿qué significa? Consideremos algunas definiciones: elegancia o atractivo de forma, movimiento, manera o actitud; misericordia, favor, buena voluntad; misericordia inmerecida de Dios hacia la humanidad; influencia del espíritu de Dios; condición de quien goza del favor especial de Dios; rasgo de excelencia moral. Qué tal agraciado: que muestra belleza en su forma, manera, movimiento o expresión. Y gentil: que muestra u otorga bondad, amabilidad o misericordia. Encontramos que todas las palabras sinónimas de gracia son exclusivamente positivas y armoniosas; bello, favorable, amable, benévolo, cortés.
Esta pequeña palabra, gracia, y sus parientes, agraciado, agradecido, gratificado, congratulado, con gratitud, gratificado: todas ellas connotan actitudes o comportamientos que invaden a la persona religiosa sincera en consonancia con una fe cada vez mayor.
Recordad en todos vuestros rezos que la filiación es un don. Ningún niño tiene que hacer nada para ganar el estatus de hijo o hija. El hijo terrestre llega a la existencia por voluntad de sus padres. De la misma manera, el hijo de Dios llega a la gracia y a la nueva vida del espíritu por voluntad del Padre del cielo. Por eso el reino de los cielos —la filiación divina— se debe recibir como lo haría un niño pequeño. La rectitud —el desarrollo progresivo del carácter— se gana, pero la filiación se recibe por la gracia y a través de la fe. [LU 144:4.3]
Las transformaciones de la gracia se producen como respuesta a la fe viva de los que son sus beneficiarios. [LU 150:9.2]
Estos pasajes establecen la fuente de la gracia, su coste (¡gratis!), así como la técnica para acceder a ella. «Sus últimas palabras de aquella noche fueron: «Creced en la gracia por medio de esa fe viva que capta el hecho de que sois hijos de Dios y reconoce al mismo tiempo a cada hombre como un hermano»» [LU 147:8.5]. Jesús da a los apóstoles una pura pepita de verdad condensada: el resumen espiritual de la cuarta revelación se revela comprensible a través de la consagración sincera, que abre el corazón para aceptar la infinita misericordia de Dios.
Si creen que la gracia es algo optativo en nuestro crecimiento personal, quizá solo un subproducto agradable del comportamiento moral, o quizá una virtud que podrían llegar a poseer algún día, consideren estas afirmaciones del Maestro:
La entrada en el reino del Padre es totalmente libre, pero el progreso —el crecimiento en la gracia—es esencial para continuar en él… [LU 150:5.2]
No podéis quedaros parados en los asuntos del reino eterno. Mi Padre exige que todos sus hijos crezcan en gracia y conocimiento de la verdad. [LU 176:3.5]
Aseguraos de que la verdad mora en vuestra vida y de que crecéis en gracia cada día. [LU 177:0.1]
La vida en la creación eterna del Padre no consiste en descansar para siempre en una ociosidad egoísta, sino en progresar incesantemente en gracia, verdad y gloria. [LU 181:1.2]
Y por cortesía del apóstol caído, tenemos también un ejemplo negativo:
Pero el hecho de tener una personalidad solitaria no le habría causado de por sí tanto daño de no haber sido porque tampoco logró aumentar su amor ni crecer en gracia espiritual. [LU 193:4.2]
En nuestro texto tutorial encontramos por todas partes la gracia junto con la verdad, el amor, la belleza, la misericordia, la bondad y la fe. Realmente merece nuestra atención y meditación, como la mereció el Hermano Lorenzo, un monje del siglo XVII que comentó: «Cuanto más alta es la perfección a la que aspira el alma, más dependiente es de la gracia». El autor cristiano Philip Yancey intenta la difícil definición de gracia en relación con Dios: «Gracia significa que no hay nada que podamos hacer para que Dios nos ame más, y que no hay nada que podamos hacer para que Dios nos ame menos». Un esfuerzo muy meritorio, pero la mejor definición recorrió en realidad los polvorientos caminos de Urantia hace dos milenios.
Jesús iba sembrando alegría a su paso. Estaba lleno de gracia y de verdad. Sus compañeros nunca dejaron de sentirse maravillados por la benevolencia de sus palabras. La amabilidad se puede cultivar, pero la benevolencia, que es el aroma de la amistad, emana de un alma saturada de amor. [LU 171:7.1]