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En la mayor parte de los libros que describen la época de Jesús se suele hablar del imperio romano, y quizá un poco del imperio parto. Se da por supuesto que el hecho de la dominación de Judea por los romanos supuso tan sólo una influencia directa de tendencias occidentales. Pero se olvida que el mundo conocido, aunque sólo fuera por leyendas o historias mitológicas, era mucho más grande y variado que el restringido al imperio romano, y que las influencias culturales y las comunicaciones entre los diferentes imperios en existencia fueron mucho más ricos y complejos.
Jean-Noël Robert así lo muestra:
Cuatro imperios, en efecto, se repartían el gobierno del universo y alcanzaron juntos, a principios de nuestra era, un período de gran estabilidad política que hizo posible la libre circulación de hombres, mercancías e ideas: la China de los Han (sobre todo de la segunda dinastía), la India del norte de los Kushan, el imperio de los partos y el de los romanos. Largos y penosos esfuerzos a lo largo de los siglos fueron necesarios en cada uno de ellos para que al alba del primer milenio pudiera culminarse una vasta corriente de intercambios entre el extremo occidente romano y el extremo oriente chino. (De Roma a China, Jean-Nöel Robert, p.19)
Es decir, en la época de Jesús existieron cuatro grandes imperios, que por una extraña coincidencia, coexistieron como grandes territorios unificados y pacificados durante ese período. En pocos momentos de la humanidad desde entonces se ha podido dar de nuevo esa circunstancia, que permitió a los viajeros de la época transitar desde Roma hasta China y a la inversa, dentro de una razonable escasez de peligro y desconocimiento. Las rutas hacia oriente eran relativamente bien conocidas, y la navegación por el mar Mediterráneo hacia Roma también estaba bastante dominada, lo cual hizo de la época de Jesús, justo antes y después, un momento de especial auge del comercio, del transporte, y de los intercambios culturales y humanos. (El Libro de Urantia LU 195:3.7)
El imperio de los kushan era por la época de Jesús un imperio en ciernes, pero era ya el germen del imperio que tuvo cierta relevancia en el siglo II de nuestra era. Estaba situado en el interior de un conjunto de reinos intermedios entre Partia y el lejano Oriente, llamados Sogdiana, Bactriana, Magdiana, Kapica y Gandhara, pequeños en comparación con las grandes extensiones de los cuatro principales. Así lo expresa Jean-Noël Robert:
Sin embargo, los kushan, es decir una de las tribus que hemos encontrado descritas en los anales chinos bajo el nombre de Yu Che y que consiguieron situarse a la cabeza de las cinco tribus que componían ese pueblo, no establecieron su dominación hasta bien entrado el primer siglo de nuestra era y no conocieron la gloria hasta un siglo más tarde. Anteriormente, este inmenso territorio que comprende el Asia central (Sogdiana, Bactriana, Magdiana, …) y la India del norte se encontraba bajo la dominación de los emperadores Maurya y los herederos de Alejandro Magno. (De Roma a China, Jean-Nöel Robert, p.33)
En definitiva, que la configuración del mundo quedaba formada por varios grandes imperios:
La unificación lograda en cada imperio tuvo diferentes derroteros:
Debido a esta confluencia de pacificaciones en todas estas grandes extensiones fue como el mensaje de Jesús, después de morir él, pudo llegar hasta los más recónditos rincones de la Tierra. Aunque conocemos muy bien los viajes de Pablo gracias al libro que escribió el evangelista Lucas, el mensaje de Jesús no se dirigió sólo hacia el oeste, como cabría concluir del estudio del Nuevo Testamento. Como muy bien afirma El Libro de Urantia (LU 195:1.11, LU 195:3.10), y como los testimonios antiguos confirman, hubo un contacto mucho más estrecho y dinámico también con los pueblos del este. Esta influencia oriental en la zona en la que vivió Jesús, muchas veces ignorada, debe ser debidamente tenida en cuenta para poder formarse un cuadro completo sobre la mentalidad y el escenario en el que le tocó vivir al Maestro.