© 2009 Jan Herca (licencia Creative Commons Attribution-ShareAlike 4.0)
Los textos orientales antiguos designan Palestina con diversos nombres. La denominación clásica egipcia es retschenu (rtnw) de significación incierta. En los textos cuneiformes encontramos sobre todo el nombre de Amurru (=el país de Occidente, visto desde Mesopotamia). De ahí que la Biblia cite a menudo entre los pobladores preisraelitas de Palestina, junto a los «cananeos» a los «amorreos». Pero sólo el primero de estos dos gentilicios figura en la Biblia también como nombre de un país (=Canaán).
En la Biblia aparecen además, para designar la zona de asentamiento de las tribus israelitas, otros nombres, como «tierra de Israel» (eres Yisrael), alguna vez en forma plural (arsot Yisrael). También figura como «tierra de Yahvé». El nombre de «Tierra Santa» (Admat Hakkodes), que es el predominante hasta nuestros días en las lenguas cristianas, se cita una sola vez en la Biblia. El nombre más usual en los escritos bíblicos es el de «tierra de Canaán» (eres Knaán), habitual también, junto al de Amurru, en los textos cumeiformes a partir del siglo XVIII a.C. En las Cartas de Amarna se designa a Canaán como mat kinahni, kinahna, kinahhi. Dado que los textos de Nuzi (siglo XV a.C.) ha aparecido la voz kinahhu con el significado de «púrpura roja», algunos autores han interpretado mat kinahhi como «tierra de la púrpura roja». De hecho, en las costas fenicias existía un floreciente comercio de telas de púrpura. También los griegos aplicaron a aquella región un nombre (Phoinike = Fenicia) derivado de púrupura (phoinix). Pero ya esta denominación indica que la palabra Canaán no se refería en primer término a Palestina, es decir, a la parte meridional de las costas del Mediterráneo oriental, sino a Fenicia, esto es, a la parte septentrional de la franja costera. En realidad, tanto los textos acádicos como los egipcios aplican el nombre de Canaán para referirse a Fenicia. La Biblia utiliza el concepto con un amplio mrgen de libertad: para denominar toda la Cisjordania (es decir, Palestina), sólo para Palestina septentrional y central, para Transjordania, pero también para las franjas costeras y más concretamente las fenicias, es decir, la zona septentrional.
Mientras que le nombre de Canaán aparece en muchas páginas de las Escrituras, el de Palestina tiene un origen extrabíblico. Se deriva de los filisteos, pueblo no semita que ya en el siglo XII a.C. (y atl vez desde antes) habitaba en la llanura costera al sur del Carmelo y de cuyas guerras con los israelitas informan numerosos pasajes del Antiguo Testamento. Consta que todavía en la época persa se aplicaba este nombre a los habitantes de la franja costera. Es cierto que los marinos y comerciantes griegos daban a todo el espacio de Asia Anterior (es decir, el correspon-diente a nuestra actual Palestina, Siria, Líbano y una parte de Irak el nombre de Siria, pero distinguían en la parte litoral dos mitades. Diferenciaban, en efecto, la mitad septentrional, la «Siria de los fenicios», de la meridional o «Siria de los palestinos» (Syria ton Pala-istinon). Palestino, es por tanto, una remodelación griega del vocablo «filisteo». Esta expresión aparece por vez primera en Herodoto, en el siglo V a.C. Siguiendo a Herodoto, también otros escritores griegos y romanos (entre ellos el historiador Plutarco) llaman a Palestina a esta franja litoral meridional.
La administración romana aceptó esta denomina-ción y a partir del 135 d.C. aplicó a toda la provincia, incluidas las zonas interiores, el nobre de Syria Palaestina (es sustitución del anterior y ya entonces despectivo Iudaea).
Por estos motivos, hemos de concluir que en la época de Jesús coexistían dos nombres comunes para designar todo el territorio judío: una primera denominación interna, sacada de las Escrituras, como «tierra de Israel» o sólo «Israel»; y otra internacional, por la que lo conocían el rsto de pueblos del mundo, que era «Palestina». Aunque hoy en día, por motivos políticos, estas designaciones no se corresponden con esto dicho, el hecho de que esta fuera la situación de la época nos llevará a desiganr con estos criterios siempre la zona de poblamiento judío de la época.
Aunque Palestina es sólo una parte de la franja litoral montañosa que separa al mar Mediterráneo del poderoso bloque constituido por la península Arábiga, puede considerársela hasta cierto punto como una unidad geográfica con fronteras naturales. Tiene claros límites occidentales y orientales: al oeste limita con el mar Mediterráneo (Mar Grande en la época de Jesús), al este con el Jordán y las aguas cerradas originadas por este río.
Para trazar su frontera septentrional existen dos posibilades naturales; puede tomarse como punto de arranque el río Leontes o Litani y turar la línea delimitadora hacia el este, hasta las faldas meridionales del Hermón (incluyendo dos de las tres fuentes del Jordán). O puede partirse también de la preciosa altura de la «escalera de Tiro» (ros hannikra) y seguir hacia el este hasta alcanzar la orilla septentrional del antiguo lago Hule.
También la frontera sur ofrece dos posibilidades: o bien desde el extremo meridional del mar Muerto (Yam Ha-Melah) pasando por Beer-Shebá, wadi Ghazze y Gaza hasta el mar Mediterráneo. O también, partiendo del mismo punto, por Advat, el Torrente de Egipto (nahal Misrayim) hasta el mar.
En sentido estricto, Palestina apenas abarcaba 18000 km2. Se pued uno hacer una idea comparativa sise sabe que la provincia de Cáceres tiene 19900 km2.
Algunas cifras indicativas contribuirán a proporcionar una idea más exacta de las dimensiones del país. La distancia máxima norte-sur (Metulah-Elat) alcanza los 430 km. Desde el mediterráneo al Jordán, por la latitud de Jerusalén, la distancia es de unos 90 km; de Dan a Beer-Shebá es de 240 km; de Jerusalén a Nazaret hay 105 km; de Jerusalén a Jericó 24 km (todas estas distancias se entienden en línea recta o a vuelo de pájaro).
Hasta donde alcanzan nuestros conocimientos sobre la historia geológica de esta región, Palestina ha sido siempre un país fronterizo con el mar. La costa de aquel mar pretérito, del que el Mediterráneo es sólo un residuo, no se hallaba lejos de los límites de la Palestina contemporánea. Parece ser que durante mucho tiempo la franja marítima corrió por la actual fosa del Jordán. En alguna época, aquel antiguo mar retrocedió hacia el oeste, de modo que afloró a la superficie la tierra Palestina. Hubo, en cambio, otros períodos durante los cuales avanzó hasta la Transjordania. Es evidente que la parte sudoriental palestina estuvo siempre a mayor altitud que el resto d la zona, de modo que se mantuvo siempre sobre el nivel del mar, primero a mdo de isla, cuando la masa de agua comenzó a retroceder. Dado que la zona al oeste del Jordán permaneció siempre bajo el mar, sus rocas son básicamente resultado de sedimentos marinos. Se trata de piedras calcáreas duras y permeables al agua (montañas de Judá, Carmelo, Garizim, Ebal), de las que se obtiene excelente material para la construcción (con ella se levantaron los templos de Salomón y Herodes). Aparece también una caliza blanda, fácilmente erosionable por la acción del agua, que contribuyó por ello de forma decisiva a la formación del actual sistema de valles palestino. En Transjordania, en donde el mar llegó más raras veces, predomina la roca arenisca llamada nubia, formada sobre el suelo continental. Presenta un predominante (aunque no exclusivo) color rojizo, sobre todo en el extremo meridional de Transjordania, al que la Biblia denomina Edom, es decir, «el país Rojo».
En la última fase del Mesozoico, la cretácica, el mar inundó de nuevo toda Palestina, luego la parte septentrional de Transjordania y finalmente también la zona meridional de esta zona. Más tarde ,las aguas retrocedieron y en una temprana fase del terciario, en el eoceno, hace aprox. 50 millones de años, fue emergiendo pocoa poco Palestina sobre el mar. Al parecer, ya entonces existía una depresión (cubierta por un brazo de mar) a lo largo de la línea en que más tarde se produciría la fractura de la fosa del Jordán. La última fase del Terciario, el Plioceno, se caracteriza por ds procesos que contribuyeron poderosamente a la configuración de la actual Palestina. En primer término, se registró durante esta época ua viva actividad volcánica a ambos lados de la parte superior de la fosa del jordán, con sedimentos de roca basáltica. El otro suceso fue el hundimiento mismo de la fosa del Jordán. al fnal del Terciario (hace aprox. de 3 a 2 millones de años), se produjo la honda fractura tectónica, cuyo curso puede seguirse desde el Orontes hasta el Africa Oriental y que alcanza su máxima profundidad en Palestina. Como rsultado de aquel movimiento geológico, quedó escindida la cordillera palestina que cruza de norte a sur todo el país. También se hundió, la mismo tiempo, la zona continental del extremo oeste de la zona montañosa, aunque más tarde volvió a emerger de las aguas, de modo que en la actualidad sólo hay una estrecha franja entre el mar y la montaña. En el interior del país se produjeron hundimientos secundarios, cuyo resultado más importante fuera la llanura de Yizreel.
El cuaternario o pleistoceno se inició algo más de 1 millón de años. Como es bien sabido, esta era se caracteriza en Europa por cuatro períodos glaciales separados por tres etapas interglaciales. Palestina no conoció grandes glaciaciones, pero sí fases con abundantes lluvias, de modo que es n estas regiones debe hablarse de épocas pluviales e interpluviales. Durante las fases pluviales o diluviales los valles y los llanos interiores quedaron cubiertos por grandes lagos. El nivel del mar subía y bajaba de acuerdo con los períodos de fusión o de crecimiento de masas de hielo. En las épocas demás alto nivel la fosa del Jordán pudo tal vez convertirseen ensenada del mar Mediterráneo. En los períodos de nivel bajo se rompió la comunicación con el mar, de modo que apareció una serie de lagos separados entre sí; el lago Hule, el lago (o mar) de Tiberíades y el mar Muerto. Así es como alcanzó Palestina, en el curso de cientos de millones de años, su multoforme y amena forma actual.
Esta breve ojeada a la historia geológica de Palestina permite entrever que pueden distinguirse en ella cuatro zonas que corren paralelas en dirección norte-sur.
La parte de la llanura costera correspindiente a Palestina comienza en el norte junto a la eminencia de la «Escalera de Tiro» (ros Hannikar) y queda dividida en dos secciones, de diferente longitud y anchura, por la cumbre, aún más destacada, del monte Carmelo. La sección septentrional recibe de ordinario el nombre de llanura de Akkó, por la ciudad que desde tiempos remotos la domina. En la época antigua se la llamó llanura Aser, por ser la tribu israelita asentada en su territorio.
Entre los diferentes valles que desde los montes galileos desembocan en el llano llama sobre todo la atención la hendidura que lleva desde Safed a Akkó y separa la zona motañosa septentrional de la meridional. Su situación privilegiada, en el cruce de caminos norte-sur, y el hecho de ser la única ensenada natural de la costa palestina, hicieron de Akkó el más importante puerto desde los fenicios hasta las cruxzadas.
A la franja costera del golfo de Akkó se le da hoy el nombre de llanura de Zabulón. Se compone en su mayor parte de sedimentos de arena del Nilo. En el borde meridional del golfo desemboca e bíblico río o torrente Quisón, que nace en la llanura de Yizreel y, tras discurrir por la falda del Carmelo, desemboca en el mar. La zona montañosa del Carmelo cierra la llanura de Aser por el sur. A sus pies se encuentra, desde los tiempos bíblicos, la ciudad de Haifa (Shiqmona).
También en la llanura costera al sur de la cumbre del Carmelo pueden distinguirse varias zonas. Una primera está formada por una estrecha franja que discurre entre Shiqmona y el río de los cocodrilos (nahal hattantinim), así llamado debido a que las colinas calcáreas aluviales de la zona dificultaban el libre paso de los cursos de agua hacia el mar de modo que se forma ban charcas pantanosas en las que durante siglos abundaron los cocodrilos. Al parecer, en la antigüedad esta zona estuvo escasamente habitada, salvo la ciudad fenicia de Dor, que vivía de cara l mar. De ella recibió esta parte de la franja costera el nombre de llanura de Dor.
Parecida situación presenta la siguinete zona. En la Biblia se llama Sarón (hassarón). Se extiende desde el río de los Cocodrilos hasta una línea imaginaia trazada desde Yaffá hasta el valle de Ayyalón. Tiene cerca de 80 km de longitud. La más importante corrinete de agua de la llanura de Sarón es el río Yakón, que tiene su nacimiento en la ciudad bíblica de Afeq y desemboca en el mar junto a los suburbios del norte de Tel Aviv. En la parte norte de la llanura de Sarón debe mencionarse, entre los afluentes, el río Alejandro y el río Hadera, que descienden de los montes de Samaría. esta hermosa llanura, poblada hoy por frondosas arboledas de limoneros, estuvo cubieta en la época bíblica por bosques de encinas y débilmente habitada. La Biblia habla del esplendor (hadar) de Sarón y en el Cantar de los Cantares los acompañantes de la amada la comparan a los narcisos del silvestre Sarón. La única ciudad importante de esta llanura en la época israelita era Yaffá o Joppe, hasta que el rey Herodes el Grande fundó la ciudad de Cesarea, que redujo también la importancia de la antigua Dor.
La parte más meridional de la costa marítima palestina está formada por la región de los filisteos. Se trata de la última zona habitada de la región antes de llegar al desierto, cuya influencia se deja ya sentir: las lluvias son maás escasas, la tierra más seca, no hy que luchar ya con las áreas pantanosas. Se recogen en ella excelentes cosechas de trigo y cebada, y abundan también el vino y el aceite. Enlas cinco ciudsdes filisteas (Gaza, Ascalón, Asdod, Gat o Eqrón y Acarón) floreció el comercio y la cutura. Las tres primeras han prolongado sin interrupción su existencia hasta nuestros días. De toda formas, los puertos de Ascalón y Asdod fiueron cubiertos por la arena. una franja de dunas que en algunos puntos alcanza los 5 km de anchura festonea la costa filistea. La llanura marítima tiene su anchura máxima en el sur. Junto a Gaza llega a medir 40 km, pero se va estrechando a medida que se avanza hacia el norte (unos 30 km en Ascalón, 20 en Tel Aviv, 15 en Cesarea y apenas 3 km entre el mar y el Carmelo).
a) La zona montañosa de Galilea y la llanura de Yizreel
La zona montañosa galilea es una prolongación de los montes del Líbano. Pero, mientras que éstos alcanzan en su cima más elevada los 3083 m, en el área de Galilea no se superan los 1200 m. La zona se inicia en el norte con los montes de Galilea, que se divide a su vez en Galilea superior o septentrional y Galilea inferior o meridional. Los montes de Galilea superior fueron en la época bíblica (al igual que el Líbano) muy frondosos, estuvieron escasamente poblados y desempeñaron un modesto papel en la historia primitiva de Israel. Aquí se encuentra la cumbre más elevada de la Jordania occdental (har Merom) de 1208 m. Apenas a 10 km de distancia a vuelo de pájaro se alza, hacia el sudeste, la ciudad de Safed.
Al sur del declive que se halla aprox. a la altura de Akkó comienza la zona montañosa de la Galilea meridional, cuyas placenteras cumbres, en parte de origen volcánico, apenas alcanzan los 500 m. Muy cerca de su abrupta caída hacia la llanura de Yizreel se encuentra, recostada en una hondonada, la ciudad de Nazaret, a una altitud de 343-488 m. Desde el punto más elevado de la población (nebi Sa’in) la mirada alcanz, en dirección norte, los montes de Galilea septentrional y la estrecha llanura interior (bikat bet netofah) de unos 15 km de longitud y 3 de anchura, que separa los ontes septentrionales de Galilea de los meridionales, mientras que hacia el sur, descubre, por encima de la llanura de Yizreel, las montañas samaritanas. Al este de Nazaret se alza, desde la llanura de Yizreel, la redonda cima del monte Tabor (588 m), cuyas laderas están obladas de matorrales y chaparral. Constituye un excelente punto de orientación, visible a gran distancia. Al sur, la llanura de Yizreel limita con los montes samaritanos y se halla encuadrada, hacia el noroeste, por las estribaciones de estos montes, que son una prolongación del Carmelo y por el monte Gilboa hacia el noreste. Entre el Tabor y el Gilboa, el llamado «Pequeño Hermón» (Givat Hammoreh) de 515 m, divide la cuenca oriental de Yizreel en dos mitades, cuyas aguas desembocan en el Jordán, la septentrional desde wadi es-sarrar (nahal Tabor), la meridional desde nahal Harod. El Quisón fluye en camio hacia el mediterráneo a lo largo de la cadena del Carmelo. Tanto este río como sus numerosos afluentes proporcionaban a la llanura aluvial de Yizreel, ya desde tiempos bíblicos, una extraordinaria fertilidad, tal como indica su nombre («Dios siem-bra»; en la época griega recibió la denominación deformada de Esdrelón).
La llanura de Yizreel dispone de cinco puntos de acceso: dos por el oeste, uno por el norte, otro por el este y, finalmente, otro por el sur. Por el este, los pasos de nahal Jokneam y de nahal Iron junto a las fortalezas de Yoknean y Meggidó, ofrecen suaves caminos de subida hacia la llnura interior. Desde el norte se llega por la carretera que lleva de Akkó a Yokneam y luego de nuevo a Meggidó; desde el este por el valle del mencionado nahal Harod dominado por la fortaleza de Bet Sán. Los accesos más impor-tantes están protegidos por las fortalezas de Meggidó y Bet-Sán, que cuentan con un accidentado pasado histórico varias veces milenario. Los ejércitos que, procedentes del sur, avanzaban a lo largo de la costa marítima la abandonaban en la región de la actual Hadera, penetraban por Meggidó en la llanura de Yizreel y la dejaban de nuevo en Bet-Sán, para tomar la dirección de Damasco. De ahí que Meggidó se halla convertido en prototipo de campo de batalla y en símbolo incluso de combate escatológico (Harmage-dón). Las más célebres batallas de la época bíblica fueron la victoria de Tutmosis III sobre la coalición de príncipes sirios, con la consiguiente conquista de Meggidó, el año 1468 a.C., y la derrota infligida al rey judaíta Josías, el año 609 a.C., frente al faraón Necó II, que avanzaba contra la fortaleza de Meggidó.
b) La montaña de Samaría
Hacia el sur, la llanura de Yizreel desemboca en la pequeña llanura de Dotán, que se prolonga en una depresión que primero corre en dirección sudocci-dental, luego sudoriental y, finalmente, meridional. Esta depresión divide la zona montañosa samaritana en dos mitades, una septentrional y otra meridional y, dentro de cada mitad, en una región montañosa occidental, que desciende en suaves ondulaciones hasta la llanura costera, y otra oriental, que se precipita abruptamente en la fosa del Jordán. Esta es la línea que sigue desde tiempos antiguos la carretera. El paso ofrece una imagen realmente impresionate en el desfiladero que separa el monte septentrional Ebal (928 m) del monte meridional Gerizim (868 m). Desde este paso se domina fácilmente el camino. No tiene, pues, nada de extraño que hallemos en esta zona, en los tiempos bíblicos, la fortaleza cananea de Siquem y la actual Nablus. Este punto cobra aún mayor importancia por el hecho de que no sólo prolonga la ruta comercial hacia el sur, sino que, además, el paso se abre hacia el este por la pequeña llanura de sahl askar, a partir de la cual un valle de abundantes aguas, el wadi Fara, facilita la comunica-ción, primero hacia el nordeste y luego hacia elsudeste, con el valle del Jordán y con el más importante de los vados de este río.
c) La montaña de Judá
Mientras que la montaña galilea está claramente separada por la llanura de Yizreel de la montaña samaritana, es casi imperceptible la transición de esta segunda a la zona montañosa de Judá. Hay, de todas formas, un corte, configurado por la llanura de Lubban y el wadi selun, que desciende de la ciudad bíblica de Siló y se cruza en lubban (Leboná) con la ruta comercial. Una carretera moderna asciende serpenteando por la montaña de Judá, cuyas cumbres oscilan entre los 700 y los 1000 m de altura. También se prolonga por la montaña de garganta que utiliza la carretera y divide la zona en una mitad orental y otra occidental. En algunos puntos el valle es tan angosto y apartado que, hasta las fechas recientes, resultaba un tanto arriesgado. No sin buenas razones, el corte, qe discurre cerca del paralelo 32, ha conservado hasta nuestros días el significativo nombre de wadi el-haramiyye («valle de los Ladrones»). No muy de aquí, en dirección sudeste, se halla la cima más alta de la cadena, el tell el-Asur, el bíblico Baal-Jasor. Más al sur, en el territorio de la tribu de Benjamín, el paisaje adquiere una aspecto más suave y placentero. Las cumbres más destacadas son: al oeste de la carretera, el nebi Samuel («Profeta Samuel») de 895 m, el bíblico Guibá o Guibeá de Saúl, de 839 m, la residencia del primer rey de Israel, situada en una posición dominante. Esta hendidura de la montaña finaliza en el Monte de los Olivos, lo que nos situa muy cerca de Jerusalén.
Entre las poblaciones de la zona merece destacar Belén, a 8 km al sur de Jerusalén. En esta irección meridional la montaña se estrecha y, en consecuencia, se amplía la llanura costera. La zona montañosa de Judá alcanza su máxima altitud (1028 m) junto a Hebrón. Esta parte montañosa está bien regada, goza de un saludable y fresco clima y es célebre, desde la época bíblica hasta nuestros días, por la gran riqueza de sus viñedos. Hacia el oeste, la montaña de Judá desciende en escalones hacia la llanura mar´tima (el más célebre de ellos es el de «la subida de Bet-Jorón»), por la que discurre la ruta tradicional de Joppe a Jerusalén. Las peladas cimas calcáreas de la montaña de Judá son el resultado de una salvaje tala de montes en la época árabe-turca. En los tiempos bíblicos debieron de estar cubiertas de arbolado, como puede deducirse de nombres como Quiryat-Yearim («Ciudad del Bosque»).
La zona de transición entre la montaña y la llanura costera, llamada en el Antiguo Testamento Sefela (sefelah = depresión, hondonada, tierra baja, desde el punto de vista de los habitantes de la montaña), es una región de colinas salpicadas de valles, de 300 a 400 m de altitud; aquí libraron duras e interminables batallas los israelitas y los filisteos para alzarsecon el dominio de esta región fronteriza entre sus respec-tivos asentamientos. La Sefela es, junto con la montaña (har) y la zona meridional (negeb), uno de los paisajes clásicos de la Biblia. En la época bíblica abundaban en ella, al parecer, los sicómoros y los olivos.
Hacia el este, la montaña de Judá se precipita en formidables ondulaciones en la fosa del Jordán, en cuya parte inferior, y a lo largo de la orilla occidental del Mar Muerto, forma un muro de paredes casi verticales. Como esta parte de la montaña se halla al resguardo de la lluvia, su aspecto es estepario; se trata del célebre «Desierto de Judá», lugar de refugio predilecto, en la época bíblica, de los fugitivos políticos o de quienes buscaban a Dios. Allí huyó David de la persecución de Saúl, allí se prepararon, según se cree, Jaun el Bautista y Jesús para su actividad pública. La región estuvo habitada, tanto en el período bíblico como en épocas posteriores, por numerosas comunidades monásticas. La más destacada que hoy conocemos fue la comunidad de Qumrán. La más importante vía de comunicación entre la montaña de Judá y la fosa del Jordán desde Jerusalén a Jericó a través del desierto corre por wadi el-kelt, y por ella circularon las gentes hasta el final del dominio turco. Otra ruta lleva desde Jericó ya la orilla noroccidental del mar muerto a Belén a través de la pequeña llanura interior de el-bukea (drenada por el wadi kumrán). En la orilla orental del desierto, allí donde aflora un manantial, surge ensu entorno un oasis de vegetación tropical. Son célebres en la Biblia los oasis de Jericó y En-Gadí.
d) El Négueb
Al sur de Hebrón las tierras de labor dan paso al grandioso desierto meridional. Su nombre bíblico es Négueb. Beer-Shebá, que en la época bíblica fue un floreciente centro comercial para las caravanas del desierto y las regiones agrícolas, es mencionada en el Antiguo Testamento como la más meridional de las ciudades israelitas.
El desierto meridional se pierde en la península del Sinaí. La parte que se atribuye a Palestina tiene la forma aproximada de un triángulo, apoyado en uno de sus vértices, con una base de unos 110 km y una altura de 190 km. Así, pues, desde le inicio del Négueb hasta su límite sur hay tanta distancia como hasta el líte norte de Palestina. Mientras que Beer-Shebá no pasa de los 240 m sobre el nivel del mar, el Négueb asciende, hacia el sur, hasta alcanzar altitudes de 1035 m (es decir, parecidas a las de lamontaña de Judá junto a Hebrón). El Négueb se articula en cumbres que corren, en dirección más o menos paralela, del nordeste al suroeste y descienden en forma más abrupta y empinada en el sudeste que en el noroeste. La erosión ha formado cráteres impresionantes en tres puntos, llamados en Israel maktesim («morteros»): el «Gran Maktes», el «Pequeño Maktes» y el «Alto Maktes». Este último es, con mucho, el mayor de todos ellos. Las cimas más elevadas de estos maktesim alcanzan, respectiva-mente, los 710, 540 y 1006 metros.
Éste es el nombre que recibe la parte palestina del gran hundimiento tectónico del terciario que prolonga el alto valle que separa las cadenas montañosas del Líbano y el Antilíbano. La parte de la fosa que cae hacia Palestina llega desde el Hermón hasta el golfo de el-Akaba y está dividida en dos mitades por el Mar Muerto. La mitad septentrional se caracteriza por el curso del Jordán y el lago Genesaret, formado por ese río (fosa del Jordán en el sentido estricto del término), mientras que la mitad meridional es una fosa desértica.
El Jordán nace de tres magníficas fuentes al pie del Hermón, cuya nevada cumbre se percibe desde la gran distancia en Galilea. Se discute la significación del vocablo hebreo yarden. En la Biblia este nombre aparece siempre precedido de artículo (hayarden). En razón de su abrupto desnivel se ha pensado en el verbo hebreo yarad (=fluir torrencialmente). Pero es más compartida la opinión de que el nombre tiene origen indogermánico. Homero menciona un Yardanos de Creta. «Jordán» sería, según esto, un nombre genérico, un nombre genérico que significa sencillamente «río».
El más septentrional de los tres torrentes que forman el Jordán, el nahr el-hasbani, nace en la vertiente occdental del Hermón. En la falda meridional de este monte se le junta el nahal Dan, que nace en la vieja ciudad de Dan. Ambos se unen, a 43 m sobre el nvel del mar, con el nahal Paneas, procedente de Siria. La más oriental de estas fuentes es la de más fama histórica. El Jordán surge aquí, con poderoso ímpetu, desde las profundidades de una formidable gruta de roca calcárea. Este prodigio de la naturaleza ha despertado en los hombres, desde tiempos remotos, sentimientos de veneración de poderes divinos.
Aquí veneraron los fenicios a su dios Baal. Los griegos consagraron el lugar al dios de la naturaleza Pan y lo llamaron Paneion, y Paneas a la ciudad más próxima. Cuando Augusto regaló como presente toda aquella región a Herodes el Grande, el monarca mandó construir sobre la cumbre del arrecife rocoso un templo de mármol blanco, para honrar a su benefactor. Su hijo Herodes Filipo hizo de la antigua Paneas una nueva ciudad, a la que llamó, en honor del César y de sí mismo, Cesarea de Filipo. Los evangelios sinópticos sitúan aquí una estancia de Jesús con los apóstoles.
Una vez juntas las tres fuentes, discurre el río por una fértil llanura d vegetación tropical, situada casi al nivel del mar. Hasta hace poco formaba aquí el Jordán,en una zona azotada por la malaria, el pequeño lago Hule. A partir de este punto, y hasta su desembocadura en el algo Genesaret, salva el Jordán, en un recorrido de 16 km, un desnivel de 210 m (desde +2 hasta -208 m en relación con el nivel del Mediterráneo). Desde el punto en que la antigua ruta de Damasco cruza el Jordán («Puente de las hijas de Jacob»), el río se precipita en un profundo y salvae desfiladero con numerosos rápidos a través de negras rocas basálticas en dirección sur, para desembocar luego suavemente en el lago de Genesaret atemperado por un banco de arena formado por la propia corriente del Jordán.
El lago Genesaret sa halla encuadrado en un valle cuadrangular, limitado en su lado occd¡idental por los montes de Galilea y en el oriental por las alturas de la antiplanicie trnsjordana. Las orillas del sur son, por sus dos lados, más escarpadas que las del norte. La única abertura digna de mención de la cuenca lacustre (fuera de los extremos norte y sur del valle Jordán) está formada por la pequeña llanura de Genesar, en el borde noroccidental del lago, desde donde varios valles de conexión llevan a los montes de la Galilea superior (Safed), a la llanura interior Galilea y a Nazaret. El lago tiene una longitud máxima norte-sur de 21 km, una anchura máxima este-oeste de 12 km y una profundidad máxima de 44 m. Su superficie es de 168 km2, y su nivel se halla a 208 m por debajo del Mediterráneo. El agua es dulce, transparente y, al agual que en los tiempos bíblicos, ofrece abundante pesca. La peculiar situación del lago explica sus bien conocidas tempestades súbitas. Durante el día, se concentra en la hondonada un enorme calor (no son raras las temperaturas de hasta 50º en verano). Al anochecer penetran los vientos fríos del mar a travñes de las montañas de Galilea. Al situarse sobre la cálida caldera, y dado que el aire frío es más pesado que el caliente, se precipitan a gran velocidad sobre la cuenca del lago y azotan con furia la superficie del agua.
El Jordán abandona el algo de Genesaret por su extremo sudoccidental y avanza, en dirección sur, serpenteando en innumerables meandros, hacia el mar Muerto. A lo largo de los 110 km que a vuelo de pájaro separan a este mar del lago, el río desciende desde los -208 a los -390 metros. en los primeros 40 km el valle es ancho y fértil, La lluvia y los afluentes proporcionana aún agua abundante. Los más importantes de estos afluentes son, por la orilla oriental, el Yarmuk, que desemboca cerca del lago, y por la orilla occidental el nahal Harod, procedente de la llanura de Yizreel. En este trayecto el Jordán ofrece, además, fáciles accesos, ya que su lecho se halla más o menos a la misma altura que el fondo del valle.
En contraste con el trayecto anterior, los últimos 70 km del valle inferior del Jordán ofrecen un cuadro enteramente diferente. El valle se va haciendo cada vez más estrecho y profundo. Desde el oeste se aproximan las pendientes de las montañas samari-tanas y por el este se precipita la región montañoa de Galaad. La zona se torna esteparia, el suelo ya no admite los cultivos y la vegetación es rala. Al cabo de aporx. 20 km, la fosa se amplía de nuevo y recibe por ambas orillas afluentes de importancia, tanto físcia como histórica: por el este el Yabbok, por el oeste el wadi Fara, que desagua en le Jordán por el histórico vado de Adam. En su trayectoria final, la fosa es casi tan larga como ancha, de suerte que forma una especie de círculo. Ésta es, de hecho, la expresión (kikkar =círculo) que emplea la Biblia. Aquí el Jordán no discurre ya, como en el norte, al nivel del suelo del valle. Éste presenta, a ambos lados del río, una amplia terraza, llamada en árabe el-ghor («hundi-miento, profundidad»). Desde aquí el terreno margoso se precipita en fantásticas formas hacia el lecho del río. Esta caída recibe en árabe el nombre de kattara («quebrada»). Al cabo de unos cientos de metros nos hallamos en la vertical orilla del Jordán que, durante su curso, va adquiriendo tonalidades cada vez más amarillentas, a causa del suelo arcilloso. Sólo la franja inmediata al río mantiene una vegetación tropical, en las que están representadas en particular las especies salitrosas, como los tamarisacos del Jordán, y donde, en la época de Jeremías, abundaban los leones. ennuestros días todavía perviven algunos jabalíes. De ahí que el AT denomine a esta zona «el esplemdor, la pompa, la gala del Jordán». A vista de pájaro, el curso del jordán ofrece el aspecto de una banda negra, a través de la cual serpentea el hilo de plata del río.
No lejos del Jordán, en la terraza margosa elevada del ghor (aunque siempre bajo el nivel del Medite-rráneo, Bet-Sán: -130 m; Jericó: -250 m) se encuen-tran, según los últimos descubrimientos arqueoló-gicos, los asentamientos urbanos más antiguos que se conocen no sólo en Palestina sino en el mundo entero. Estos asentaminetos se vieron facilitados por las fuentes que dan origen a oasis de vegetación tropical. El mayor y más importante de dichos oasis es el de Jericó. Sus frondosas y abundantes palmeras, sus árboles frutales, ofrecen un vivo contraste con el árido y desnudo desierto que lo rodea.
La influencia del mar Muerto se deja sentir algunos kilómetros aguas arriba del río. Este mar constituye, sin duda alguna, la más curiosa masa de agua de nuestro planeta. Tiene 78 km de longitud, una anchura máxima de 17-18 km y alcanza profundidades de hasta 400 m. su superficie total oscila en torno a los 1000 km2. El nivel medio de la superficie del agua es de -395 m (pero esto no se sabía hasta hace 150 años). Una península en forma de yunque, que desde la orilla oriental penetra hasta más de la mitad de la cuenca, divide el mar en dos mitades. De ellas, sólo la parte norte alcanza las profundidades antes mencionadas, mientras que la sur tiene apenas algunos metros. El nombre de mar Muerto no es bíblico. Se debe al hecho de que, a consecuencia del elevado contenido de sal de este mar interior, no hay en él rastro de vida vegetal o animal de organismos superiores. En la Biblia recibe los nombres de «Mar del Desierto» (a causa de la fosa desértica de la Arabá que confina con él en el sur), «Mar Oriental» (en contraposición al Mar Mediterráneo, Mar Grande o Mar Occidental) y «Mar Salado» o «Mar de la Sal».
El contenido de sal del mar Muerto llega a cerca del 25%, es decir, 8 veces superior a la media de los océanos. El fenómeno se debe a que se trata de un mar sin desagües. En consecuencia, el contenido de sal de este mar interior, que en épocas prehistóricas fue probablemente un brazo del Mediterráneo, ha ido aumentando con el paso del tiempo, y ello tanto más cuanto que el río Jordán atraviesa terrenos salinos. Esta proporción mantiene niveles constantes porque pierde por evaporación un volumen de agua parecido al que recibe (cerca de 6’5 millones de Tn diarias).
Dadas las durísimas condiciones de vida en el mar muerto, nunca ha habido en su entorno una densa población humana. No obstante, la Biblia menciona la existencia, en épocas remotas, de cinco ciudades en el a´rea, todas las cuales (menos una) habrían desaparecido en una catástrofe: Sodoma, Gomorra, Adma, Seboyim y Bela o Soar. Las excavaciones llevadas a cabo han revelado un elevado nivel cultural ya en el IV milenio a.C. Es indudable que en los tiempos bíblicos estuvieron habitados los oasis de En-Gedí y Eneglayim, en el borde occidental del mar Muerto (las excavaciones de En-Ged´-i han sacado a la luz la existencia de un poderoso centro cultual en el IV milenio a.C. y cinco etapas de poblamiento desde la época de Josías (siglo VII a.C.) hasta el período bizantino). Hoy día sabemos también que en Qumrán, en la orilla NO del mar Muerto, vivió, entre los siglos II a.C. y I d.C., una comunidad religiosa judía. En el oasis de En-Gedí, célebre en la época bíblica por sus viñedos se dan de nuevo en nuestros días palmeras, legumbres tempranas y otros cultivos.
El mar Muerto s prolonga en una fosa esteparia (la Biblia usa la denominación ha arabah para designar la fosa del Jordán, al norte del mar Muerto). Discurre entre el Négueb palestino y la altiplanicie de Edom y en su dimensión máxima, desde la punta sur del mar Muerto hasta el vértice del golfo de Aqaba (Elat) alcanza casi los 180 km. Pueden distinguirse en ella tres áreas desiguales: los primeros 15 km al sur del mar Muerto forman las ciénagas saladas de Sodoma. Está cubierto por una densa maleza de plantas salitrosas y es, en su mayor parte, aboslutamente intrasitable. En este trecho, la fosa sube de 390 m a cerca de 250 bajo el nievel del Mediterráneo. En la Araba Media el terreno sigue ascendiendo hasta alcanzar los 230 m sobre el nivel del Mediterráneo, aunque esa subida es casi imperceptible, ya que se produce a lo largo de 90 km. Esta zona finaliza en la cresta de seluhat nosah. A partir de aquí, la Arabá meridional inicia un suave descenso que llega, en el golfo de Aqaba (Elat) al nivel del mar. En su mayor parte, el suelo del valle está cubierto por duros guijarros, aunque aparecen de vez en cuando calderas salinosas con suelo más suave, aguas subterráneas y flora tropical salitrosa.
Es una altiplanicie de unos 800 m de altitud media. Por su parte oeste desciende bruscamente hacia la fosa del Jordán, mientras que por eleste desemboca en el desierto siro-arábigo. Las precipitaciónes lluviosas disminuyen a medida que se avanza de norte a sur y del oeste hacia el este. Cuatro poderosos valles transversales articualn toda la región en cinaco zonas. El más septentrional de ellos, frente a la cuenca del Hule y el lago Genesaret, recibe el nombre hoy de Golán (la romana Gaulanitis), y constituye la parte más occidental del país bíblico de Basán, célebre por sus encinares y sus magníficos rebaños. Este paisaje volcánico de 1000 m de altitud, con cráteres extinguidos que se elevan hasta los 1200 m, se suaviza hacia el este para onvertirseen llano cerealista de unos 600 m, que lleva el significativo nombre de en-nukra («el hoyo»). Por el este limita con el campo de lava débilmente habitado de el-ledja («el refugio» de dudosas gentes), la antigua Traconítide, al sudeste con las montañas basálticas del bíblico Jurán, de donde se derivó el nombre latino de Auranitis, que desigana toda la región. su cumbre más alta se eleva a 1839 m.
El Yarmuk marca la divisoria entre le Golán y el boscoso adjlun. Su cima más elevada alcanza los 1261 m. El adjlun corresponde a la región bíblica de Galaad, de risueños paisajes, celebrada desde tiempos remotos por sus extensos bosques, en los que abundaban las plantas medicinales. Las impresionnates ruinas junto al poblado de djerasen siguen dando testimonio todavía hoy de que la ciudad de Gerasa, que formaba parte de la Decáolis, fue la capital de toda esa región desde la época helenista a la bizantina.
El adjlun limita al sur con el Yabbok. Este río, que tiene su nacimiento cerca de la antigua capital amonita de Rabbat Ammón (antigua Filadelfia), se dirige en su curso superior hacia el norte y el noroeste, toma, al sur de Gerasa, la dirección oeste y se encamina luego, a través de un lecho profundamente hundido, al Jordán, al que alcanza en el vado de ed-damge. Durante este trayecto salva un desnivel de casi 1100 m (desde +758 hasta -350). La tierra al sur del Yabbok se llama belká («Tierra sn árboles»), con amplias altiplanicies (y una altura máxima de 1096 m). En la belká habitaron en el pasado los amonitas. Desde el monte Nebo, en una estribación del extremo occidental montañosso, contempló Moisés, según la tradición bíblica, la tierra de Canaán y allí murió. Las dos cumbres del Nebo proporcionan una vista inolvidable del mar Muerto y del valle del Jordán.
La garganta del Arnón marca la línea de separación entre a belká y el antiguo hábitat de los moabitas. El río recibe numerosos afluentes procedentes de la altiplanicie de la estepa sio -arábiga y encauza las lluvias invernales al mar Muerto a través de un lecho profundamente excavado en la montaña, cuyo último tramo adquiere la forma de un cañón. El desnivel entre le nacimiento del río y el mar Muerto es de cerca de 1300 m. Hacia el sur, la región de los moabitas estaba limitada por el bíblico arroyo o torrente de Zerad, el actual wadi el-hesa, que forma un desfiladero tan pofundo como el del Arnón y desemboca al sur del mar Muerto. en la actualidad a toda esta región entre los dos ríos se la llama el-kerak, del nombre de su localidad más importante. La ciudad defensiva de kerak tiene en el wadi el-kerak, que acarrea sus cantos rodados hasta la península de lisán, una excelente fortaleza natural. Al norte de wadi el-kerak, la belka se prolonga en la región de los moabitas, con una altitud media de unos 800 m. El clima se torna cada vez más estepario. Al sur de wad el-kerak, en cambio, la meseta se eleva hasta los 1641 m. Hacia el este, la montaña se diluye en el desierto siro-arábigo, mientras que por el oeste cae verticalmente hacia Arabá. El paisaje está cada vez más dominado por una piedra rojiza que nos recuerda que nos hallamos en Edom, «el país rojo» (del hebreo adom = rojo). Las ruinas de la ciudad de Petra son de un interés excepcional.
El clima de Palestina se ha mantenido sin cambios importantes desde la época bíblica hasta nuestros días. Es extremadamente saludables, subtropical (tropical en la fosa del Jordán), con días de verano más cortos y días de invierno más largos que en las zonas templadas (los días más largos tienen 14 horas solares, los más cortos 10. Es notable la brevísima duración del crepúsculo: tras la puesta de sol, irrumpe la noche casi repentinamente).
En la Biblia hay numerosas alusiones al clima palestino. Así, la promesa del Génesis: «Mientras dure la tierra, sementera y siega, frío y calor, verano e invierno, día y noche no cesarán».
Como se desprende de esta cita, en esta región sólo hay dos estaciones: verano e invierno. El oinvierno (horef) se caracteriza por las lluvias, el verano (kayis) por la ausencia de precipitaciones. La estación de las lluvias tempranas(yoreh =luvia de otoño), y finaliza en marzo/abril, con las preciosas lluvias tardías (malkos =lluvis de primavera). De acuerdo con estas estaciones, la siembra se lleva a cabo en invierno, porque entonces la tierra es esponjosa gracias a la acción de las primeras lluvias. La cosecha se recoge obviamente en verano. Se comprende, pues, que los judíos sitúen el comienzo dl año, también en nuestros dñias, en otoño. Con la vendimia finaliza el año y el renacimiento de la vida, con la llegada de lad primeras lluvias, invita a un nuevo comienzo. Las precipitaciones más intensas, acompañadas de lacerantes vientos, tienen lugar en diciembre y enero. Este último mes cuenta con losd ías más fríos del año. Durante el invierno se dan, por término medio, 60 días de lluvia. Pero, aunque las lluvias tempranas y tardías tienen gran importancia, apenas aportan la décima parte del conjunto de las precipitaciones. Su media anual es de unos 600 mm en Joppe, 560 mm en Jerusalén, 700 en Nablus, 200 en Beer-Shebá y 100 en Jericó. Nieva pocas veces, aunque no faltan casos que superan todas las expectaivas, tanto respecto de la cantidad como de la época. Así, p.e., a finales de enero pueden darse nevadas de hasta 40 cm, y de 10 cm en la costa e incluso en el valle del Jordán.
A la estación de lluvias le sigue un espléndido período de floración y toda Palestina, incluida la estepa, se asemeja a una alfombra polícroma, a la que ponen rápido fin los calores estivales. Los frescos vientos del oeste, que soplan regularmente por la tarde y anochecer, hacen que el clima sea perfectamente soportable incluso en los meses más claurosos (de julio a septiembre), sobre todo en las montañas de Paletina y en la altiplanicie transjordan. Pero no deja de ser cierto que en mayo y en septiembre-octubre azota al país durante dísun viento del desierto ardiente y paralizador (serkije o kamsin) que puede causar daños devastadores en las zonas de cultivos.
En tiempos de Jesús el territorio que constituía la zona judía era un conjunto de cambiantes distritos debido a la sucesión de los monarcas y las guerras.
Tenemos que dividir la historia judía de tiempos de Jesús en dos momentos que hicieron variar la distribución de estos distritos entre sus gobernantes:
1º. El reinado de Herodes el Grande, del 37 al 4 a.C.
2º. El gobierno de los hijos de Herodes el Grande o sus sustitutos, desde el 4 a.C. en adelante, hasta que el 66 d.C. ocurió la sublebación del pueblo y tuvo lugar la guerra contra los romanos.
Jesús vivió, como suponemos, desde el año 7 a.C. (fecha insegura) hasta el 30 d.C. (fecha segura). Por tanto, sus días transcurrieron entre el gobierno de los hijos de Herodes el Grande, si exceptuamos esos tres años de reinado de Herodes, que de todos modos, obligaron a Jesús y sus padres a trasladarse a Egipto.
Por consiguiente, veamos a determinar preferente-mente cómo quedó el territorio judío distribuido a la muerte de Herodes. Éste repartió su reino entre cuatro de sus hijos a su muerte. El reparto fue el siguiente:
Tetrarquía de Arquelao: comprendía Judea, Sama-ria y parte de Idumea. A partir del año 6 d.C., este territorio pasó a gobierno de una procurador debido a los graves disturbios que se producían bajo el gobierno de Arquelao.
Tetrarquía de Herodes Antipas: comprendía Galilea y Perea.
Tetrarquía de Filipo: comprendía Panias, Ulata, Gaulanítide, Batanea, Auranítide y Traconítide.
Tetrarquía de Lisanias: le correspondía Abilene.
Había también un grupo de ciudades que tritubatan a Salomé, hermana de Herodes. Eran éstos: Azoto (Asdod), Cedrón, Eqrón, Jamnia (Yabné), Fasaelis, Arquelais.
Aparte de estos territorios existían distritos no gobernados por la familia herodiana. Estaban los siguientes:
Decápolis: territorio autónomo no definido por unas fronteras de 10 ciudades independientes.
Fenicia y las ciudades de Gaza y Antedón (Mayumas): formaban parte de la provincia romana de Siria.
Ammón y Moabítide: dos territorios al sur de Pera no sometidos a la autoridad judía.
Nabatea: reino aparte del judío, y que tuvo un momento de gran esplendor sobre todo antes de los días de Jesús. Se encontraba en el desierto, rodeando el territorio judío por el este y el sur.
Arabia: los árabes habitaban en la península de su nomnre, y en tiempos de Jesús eran un importante pueblo.
Idumea: parte de este territorio formaba parte de la herencia que Herodes el Grande dejó a su hijo Arquelao, pero otra parte era independiente.
Ascalón: ciudad independiente con gobierno propio.
Aguas de Merom, Arbel, Belén (Bet-Helem), Cafarnaúm (Kefar Nahum), Caná, Corozaín (Korazím), Dabarita, Endor, Genesaret (Guinnosar), Guiscala, Hazor (ruinas), Irón, Jezreel, Jotapata, Madón, Magdala (Magdiel), Naím, Nazaret, Ramá, Rimón, Safed, Sarid, Séforis, Sunem, Tabja, Tariquea, Zabulón
Abel-Sittim, Adam, Amatus, Asofón (Zafón), Bet-Meón, Betabara (Betania del Jordán), Betenabris (Bet-Nimrá), Bezemot, Callirhoe, Guedor, Livias, Macareus (Maqueronte), Mispé, Penuel, Ragaba, Succot, Tiro
Alejandrión, Apolonia, Cafarsaba, Cesarea del Mar, Dotán, En-Ganim, Geba, Ginea, Meggidó, Pirathon, Sicar, Siquem (Sebaste)
Adida, Adora, Adulan, Antipatris, Arad, Arimatea, Beeroth, Belén, Bershebá (Bersabé), Bet-El, Bet-Gubrín, Bet-Horón, Bet-Zacarías, Betania, Betfagé, Betsura, Doq, Efraím, Elasa, Emaus, En-Gadí, Gazara, Gibeón, Gofna, Hebrón, Herodión, Hircania, Jericó, Joppe (Jaffa), Lebona, Lidda, Maresha, Masada, Mikmas, Modín, Queruhaím, Ramá, Sekaká (Qumrán), Tamna, Teqoa, Timná, Yuttá
Abila, Bosora, Cantá, Capitolias, Damasco, Dium, Efrom, Escitópolis (Betsán o Bet-Sheán), Filadelfia (Rabbat Ammón), Gadara, Galaad, Gerasa, Hipos (Susita), Jazer, Jogbehá, Pella, Rafaná
Astarot, Betsaida (Saidan), Betsaida Julias, Bosor, Dan, Edrei, Gamala, Géresa (Queresa), Luz, Maget, Qarnayim, Seluecia