© 2024 Jan Herca (licencia Creative Commons Attribution-ShareAlike 4.0)
A mediados del siglo XXI se producirá en la economía global del planeta un colapso repentino. Dos sucesos dramáticos se darán cita para producir esta devacle. El primero será un notable decremento de la reserva de materias primas energéticas, que dejará de permitir aumentar la producción industrial. Ocurrirá incluso a pesar de los desesperados intentos de los países más industrializados del mundo por introducir en la economía todo tipo de alternativas, como los biocombustibles, las energías fotovoltaica y eólica, o la biomasa. El segundo suceso, más dramático aún si cabe, será un cambio bastante repentino en el clima global del planeta ocasionado por la paralización de la corriente oceánica del Atlántico Norte (AMOC). Esta detención provocará una pequeña glaciación en algunas zonas del norte terrestre y terribles desertificaciones en el sur. En el último momento se intentará hacer un esfuerzo colectivo y global por revertir esta situación, a la que durante años se estuvo ignorando, pero todo esto dará igual. Ya será tarde; habremos sobrepasado mucho antes el punto de no retorno, y las consecuencias de ambos eventos serán catastróficas.
Vivimos en un planeta finito, y todo lo que podemos hacer con él es finito. Quizá no exista límite para la ambición humana ni para el afán de lucro, pero sí lo existe para la falta de miras de largo alcance y para un uso irresponsable de la riqueza. Finalmente, toda esta ambición y derroche, todo esta inconsciencia e irresponsabilidad, chocará contra la única realidad posible como quien choca contra un muro.
Desde el comienzo de la era industrial, a finales del siglo XVIII, hemos incrementado la explotación de los recursos terrestres como nunca antes en la historia de la humanidad. Hemos creado un crecimiento económico y productivo como no se ha visto jamás, en buena medida debido al descubrimiento de la gran energía y la gran versatilidad contenida en los combustibles fósiles. Esto ha creado una economía siempre creciente que podía seguir creciendo indefinidadmente mientras ese suministro de combustibles fósiles pudiera continuar entrando a un ritmo creciente y a un coste razonablemente bajo. Parecía que había suficientes recursos para estar siglos y siglos creciendo a este ritmo desbocado sin necesidad de preocuparse por el futuro, por los hijos de nuestros hijos.
Pero eso fue al principio. Con el paso del siglo XX muchos países se unieron a esta explotación de recursos a un ritmo desenfrenado. La población del planeta, lejos de disminuir, no ha parado de aumentar, algo que sin duda ha estado alimentado por esta creciente bonanza económica. El problema es que la sobrepoblación planetaria está rozando límites alocados. [1] En tan solo 24 años hemos pasado de 6.000 millones de habitantes (en 1999) a 8.000 millones de habitantes (en 2023). Estamos creciendo ahora mismo a un ritmo de unas 74 millones de personas al año. [2] Se estima que para el 2040 seremos 9.000 millones, en 2050 11.000 millones y en 2100 15.000 millones. Pero esto jamás ocurrirá. Mucho antes el sistema económico e industrial que nos ha traído hasta aquí colapsará irremediablemente incapaz de sostener por más tiempo semejante locura. Y entonces viviremos el período de transición más abrupto, más enorme, y más trágico en pérdida de vidas humanas que jamás ha presenciado la Tierra.
Será una nueva era en la historia del mundo. Y en el futuro, esta época nuestra será estudiada durante mucho tiempo como ejemplo de la sinrazón humana, de la falta de cordura, y de los estragos que puede provocar en una civilización la falta de visión de futuro, la falta de verdaderos ideales, y la falta de una guía profunda basada en nuestro espíritu divino.
El capitalismo, al igual que el comunismo, son solo visiones ideológicas acerca de cómo organizar nuestra vida productiva. Pero cuando estos sistemas toman el control de las vidas de las personas, y ya solo hay un mero afán de poseer más, de tener más, de aparentar más… eso solo deja nuestra alma vacía, deshauciada, hueca y sin sonido. Eso aleja los grandes beneficios de tener una propiedad privada, de poder ahorrar para el futuro, de disfrutar de más tiempo para nosotros mismos, y sobre todo, de poder crecer como personas de una forma íntegra, no solo por medio de los disfrutes materiales.
Hace tiempo que el capitalismo de gran parte del mundo, sino todo él, ya sobrepasó estos efectos beneficiosos. Ahora corre alocado sin mirar hacia adelante, avanzando con la mirada puesta en el suelo inmediato, inconsciente del destrozo que provoca a su paso, inconsciente del abismo que se abre ante él. En 1971 se tomó la decisión de abandonar el patrón oro como mecanismo de limitación en emisión de moneda [3]. Ahora la moneda se llama fiat (el dólar estadounidense), una entelequia mental pensada por y para un crecimiento sin límites. El dinero ya no es dinero, es solo un papel que puede imprimirse sin límite e inyectarse en la economía siempre y cuando haya una economía fuerte y creciente que responda del valor de ese dinero.
Ahora de lo que se trata es de crecer, crecer a toda costa, crecer aun cuando se agoten los medios para hacerlo. En ese caso hay que buscar algo más que nos permita seguir creciendo. Pero no creciendo un poco cada vez, sino creciendo cada vez más, a un ratio mayor respecto de lo que crecimos el año anterior. Hay que evitar la recesión a toda costa, y si no se puede evitar, atravesarla a toda velocidad, haciendo todas las trampas que se puedan al sistema. Hay que conseguir que la fábrica de hacer dinero que es el mundo no se detenga en ningún momento.
Pero, ¿y qué pasará cuando agotemos el petróleo? La respuesta que solía darse era que el petróleo estaba lejísimos de agotarse; no era una preocupación para ahora. Sin embargo, estamos a años de que ocurra, no decenios. [4] La Agencia Internacional de la Energía (AIE) situó el pico del petróleo crudo convencional (peak oil) en 2006. Este pico de la producción marca el momento en el que extraer nuevo crudo empieza a ser cada vez más difícil y más costoso, y por tanto menos rentable, y marca una inevitable tendencia a la baja en su producción. Los primeros años posteriores al pico (ya los estamos viviendo) se caracterizarán por un incremento en los problemas para atender la demanda de este mundo creciente y ávido de energía que no desea parar su maquinaria, sino pisar el acelerador a fondo. A medida que pasen los años, la escasez se volverá más notable hasta llegar a un punto insostenible. Se producirá un crack en la economía no porque se haya acabado el petróleo, sino porque no estaremos dispuestos a pagar más por él y a ver decrecer nuestro ritmo de vida.
Entonces es cuando surgirán los capitalistas que no desearán bajo ningún concepto que esto suceda. Como solución plantearán que habrá que quemar hasta la última cosa que pueda arder en la Tierra antes que parar la máquina. Así pues, detrás del petróleo vendrán unos pocos años de producción alocada y sin freno de petróleo no convencional, de gas natural, de carbón y de biomasa. Y volveremos a pensar, entusiasmados, que ya está todo solucionado para lo que queda de siglo. Sin embargo, no nos damos cuenta de lo insustituible que se ha vuelto el petróleo convencional para nuestras economías. Ni extrayendo todo el petróleo de podamos de debajo de la tierra (fracking), ni usando todo el gas natural o el carbón, ni talando todos los bosques de la Tierra hasta convertirlos en astillas y quemarlos en hornos, lograremos más que unos pocos años de prórroga. Por suerte para las futuras generaciones, nuestros destrozos aguantarán poco tiempo. Las estimaciones más optimistas del gas natural establecían que habría suministro asegurado hasta 2069 si el consumo no crecía [5], pero éste ha crecido sin parar y lo va a hacer mucho más cuando intente reemplazar al petróleo. Todos los indicios indican que el pico del gas (peak gas) se producirá antes del fin de este decenio (2020-2030). ¿Qué haremos cuando el gas empiece a escasear?
Hay capitalistas que piensan que la tecnología siempre proveerá de los medios para reemplazar una producción por otra, que la máquina de hacer dinero siempre estará en marcha, que no hay de qué preocuparse. Simplemente, habrá que invertir con inteligencia y ser los más listos, pues unas tecnologías se irán, pero otras vendrán. Como la piedra, el bronce y el hierro. Hay que estar con las tecnologías ganadoras, eso es todo. Y el mundo seguirá marchando por igual por siempre.
Pero esto no es así. La tecnología ha avanzado muchísimo en los últimos decenios. Estamos viviendo la era de los inventos. Pero ningún invento puede sobrepasar los límites de la física. Podemos exprimirlos, podemos mejorarlos con eficiencia, y podemos superar obstáculos que antes eran impensables, pero jamás vamos a fabricar petróleo con las mismas características que éste, sin gastar una cantidad de energía mayor que la que nos dará ese mismo petróleo. La energía no sale de la nada.[6] Se transforma desde algo que la contenía a otra cosa, y en el proceso, forzosamente, incurriremos en algunas pérdidas. Así que no va a existir ninguna tecnología fantasiosa y mágica que nos vaya a permitir disponer de un equivalente al petróleo en las eras por venir. Para ello deberíamos descubrir de algún modo que hay situaciones en el universo que violan el segundo principio de la Termodinámica (¡buena suerte con eso!).
Porque el asunto del colapso que se nos viene encima no tiene que ver con carencias de energía. Tenemos una central de energía cerca de la Tierra de unas proporciones inimaginables, capaz de abastacer de energía durante muchos miles de millones de años a 50.000 tierras como la nuestra, y además a un precio muy económico: cero euros. Pero tenemos que entender una cosa: esa energía no viene embotellada. No es petróleo. No permite hacer los despilfarros industriales que se han hecho en los últimos tiempos. Tenemos energía en el Sol más que suficiente para abastecer a un mundo lleno de personas hasta unos límites razonables y viviendo unas vidas razonables. Consumiendo de una forma coherente con las velocidades a las que esa energía se nos puede suministrar. Es decir, la barra libre de locura se va a acabar y vendrá una nueva era de decrecimiento económico primero, y de estabilización estacionaria después. Una era en la tendremos que aprender (tendrán que aprender quienes estén aquí), que no se puede sobrevivir en este planeta sin considerar todo el proceso productivo de una forma cíclica y circular, donde los desechos de unos son las fuentes productivas de otros, tal y como la naturaleza lleva millones de años enseñando.
Al final de la época que se conoce como Pleistoceno (entre 2,5 millones de años y 11.700 años) se pasó de un largo período glacial que duró varios miles de años a un período más cálido que progresivamente fue logrando una retirada de los hielos. Estos hielos habían llegado a cubrir grandes extensiones del norte de Europa, Rusia, Canadá, y también incluso habían hecho su aparición en pequeños glaciares en Sudamérica, Asia y Oriente Medio.
La victoria del calentamiento sobre los hielos dio lugar a una nueva época, el Holoceno, que es el período en el cual vivimos hoy en día. Es una época caracterizada por un clima mucho más benigno en general, que permitió grandes nuevas migraciones en los continentes y una agricultura cada vez mayor en más amplios terrenos cultivables. Es la época en la que se asienta nuestra civilización.
Sin embargo, antes de que comenzara esta época de bonanza climática, ocurrió un suceso que ha quedado sobradamente documentado en los vestigios geológicos. De una forma súbita y abrupta, en unos pocos decenios, ese calentamiento creciente que auguraba el Holoceno, de pronto cambió, y en algunas zonas de la Tierra se produjo una pequeña glaciación. Es lo que se conoce como Dryas Reciente[7]. Fue un súbito enfriamiento que pudo llegar a 10°C en algunas zonas, y que duró casi mil años, del 12.900 al 11.700.
Si alguien ha visto la película «El día de mañana» (The Day After Tomorrow), de Roland Emmerich, y quitan de esa cinta las exageraciones que hacen que la historia suceda en apenas unas semanas, y colocan 20 años en su lugar, tendrán de todos modos una visión exacta de lo que sucedió durante el Dryas Reciente.
No se conoce con exactitud qué pudo causar ese vuelco repentino de las temperaturas, pero se sospecha que pudo deberse a una desestabilización de la corriente oceánica del Atlántico Norte (AMOC). Esa corriente es la responsable de conducir agua caliente desde el golfo de México al norte de Europa. Es lo que permite que el clima del norte de Europa sea más suave cuando está incluso a latitudes de Canadá. Pero esa corriente es muy sensible a cambios súbitos, como por ejemplo, una enorme afluencia de agua dulce.
Y eso es justo lo que estamos haciendo. En los últimos cien años, los seres humanos, debido a un uso indiscriminado de combustibles fósiles, estamos sobrecalentado el clima del planeta. Este mayor calor está derritiendo progresivamente los casquetes polares, y todo ese agua helada está siendo vertida a los océanos. En los últimos años están apareciendo estudios alarmantes que hablan de una notable desaceleración de la corriente atlántica.[8] Parece claro que estamos a punto de provocar una desestabilización similar a la que por procesos naturales ya ocurriera al final del Pleistoceno.
Cuando suceda, algo para lo que muchos científicos estiman que sólo faltan unos pocos decenios, tendrá lugar sobre la faz de la Tierra el fenómeno climático más destructivo en vidas humanas que jamás se haya visto en nuestra historia. Porque el Dryas Reciente, aún cuando también tuvo que suponer un duro revés a la civilización de nuestros antepasados, sin duda no tuvo un efecto como el que va a tener algo similar sobre un mundo con casi 9.000 millones de habitantes que además, en el mismo momento, se enfrentará a la peor crisis en recursos energéticos que haya podido afrontar.
Grandes extensiones de Europa quedarán sepultadas bajo la nieve cubriendo todos los países a la altura de Alemania y Polonia hacia el norte. Una buena parte de Canadá y el noreste de Estados Unidos sufrirá el mismo destino. El sur del planeta, por su parte, se librará del frío invernal, pero sufrirá larguísimos períodos de sequía que terminarán con toda la selva amazónica. Los lugares habitables de la Tierra se reducirán drásticamente.
Y no habrá nada que podamos hacer para detener esto. Estas corrientes no tienen un interruptor al que se le pueda pulsar para revertir estos procesos. Sólo un esfuerzo coordinado de todos los países del mundo por unir su tecnología más avanzada y a los mejores científicos podría dar con alguna solución, una solución que hiciera que no hubiera que esperar siglos y siglos para que todo volviera a la normalidad. Pero, ¿alguien cree de verdad que esta unión de los gobiernos se producirá? Al contrario. La historia nos ha dado muestras claras de que cuando la ambición y el lucro priman en una civilización, ésta, en sus peores horas, saca lo más oscuro que lleva dentro de sí. Lo que se puede esperar de este período no es más que una cosecha terrible de guerras mundiales entre naciones para asegurarse un lugar privilegiado en ese nuevo mapamundi. Un terrible «juego de las sillas» donde quien tenga el ejército más poderoso elegirá la mejor silla sin importarle el destino del resto del mundo, que verá cómo cada vez quedan menos sillas donde sentarse.
Quizá al lector de El Libro de Urantia le pueda parecer que las afirmaciones anteriores son meras exageraciones. Puesto que la Quinta Revelación nos desvela que vivimos en un planeta especial, escogido entre millones de otros planetas como el lugar de la última encarnación de nuestro gobernante celestial, quizá haya quienes se sientan tentados a pensar que nada malo puede sucedernos. Que el planeta es «el ojito derecho» de Miguel, el Hijo Creador, el soberano de más de tres millones de mundos como el nuestro [9]. «No puede sufrir un revés tan serio como el descrito en los párrafos anteriores. Algo sucederá, antes de que semejante catástrofe ocurra. Alguna agencia celestial intervendrá para detener nuestra locura. O bien, si no ocurre, es porque por muy locos que nos hayamos vuelto, jamás se cumplirán estas predicciones catastrofistas». Seguro que muchos piensan así.
El lector que piense así quizá haya pasado por alto el hecho de que El Libro de Urantia es prolijo al describir situaciones catastróficas como la descrita más arriba sin que en ningún momento se nos dé a entender que tales sucesos dramáticos tuvieran una especial intervención celestial. Y por contra, en respuesta a sucesos que a muchos no causarían alarma, los gobernantes celestiales, especialmente preocupados, enviaron a agencias celestiales asegurando que atendían a una «emergencia planetaria».
Vamos a hacer un repaso al libro:
«Fue un período de tribulaciones biológicas, una época en la que la vida casi desapareció de la faz de la Tierra y de las profundidades de los océanos.» LU 59:6.2
Toda la vida en la Tierra ha estado varias veces al borde de la extinción completa. Esto es algo que la ciencia conoce bien. Han ocurrido con anterioridad cinco grandes extinciones masivas de vida. «Muchos biólogos piensan que estamos a las puertas de la sexta, la extinción masiva del Holoceno, que será causada por el ser humano.» https://es.wikipedia.org/wiki/Extinción_masiva
Razas completas y pueblos enteros se ha permitido que se extingan sin que ninguna intervención divina lo haya evitado:
«Antes de que las diversas razas se unifiquen, sus guerras implacables conducen a veces a la desaparición de pueblos enteros; los hombres anaranjados y los verdes están particularmente expuestos a esta extinción.» LU 52:2.5
Nada impidió la desaparición de la civilización de Dalamatia, la primera civilización avanzada de la historia:
«Ciento sesenta y dos años después de la rebelión, una marejada barrió a Dalamatia y la sede planetaria se hundió bajo las aguas del mar; esta tierra no volvió a emerger hasta que casi todos los vestigios de la noble cultura de aquellas épocas espléndidas habían desaparecido.» LU 67:5.4
No sólo no se impide la desaparición de civilizaciones, sino que a veces estas desapariciones están programadas para que ocurran así. Hay beneficios que no resultan inmediatamente aparentes del hecho de que estas civilizaciones avanzadas desaparezcan. El Edén, la segunda civilización más avanzada de la historia, también siguió la suerte de Dalamatia:
«Consideramos que la sumersión del Edén no fue más que un acontecimiento natural, pero nos parece que el hundimiento del Jardín fue calculado…» LU 73:7.2
El libro confirma que se permitió que ocurriera una enorme inundación en el pasado que ocasionó la mayor mortandad hasta la fecha:
«Poco después se hundió el puente terrestre de Sicilia, creando así un solo Mar Mediterráneo y conectándolo con el Océano Atlántico. Este cataclismo de la naturaleza inundó decenas de poblaciones humanas y causó la mayor pérdida de vidas por inundación de toda la historia del mundo.» LU 80:2.4
Civilizaciones enteras que perduraron durante miles de años, mucho más que los imperios recientes, al final sucumbieron sin que nada lo impidiera:
«La cultura del segundo jardín sobrevivió durante veinte mil años, pero sufrió un declive continuo hasta cerca del año 15.000 a. de J.C.» LU 78:5.1
«La infiltración creciente de los linajes inferiores circundantes puso fin a la época cultural del segundo jardín» LU 78:6.8
Los anditas, los herederos de la cultura de Edén, no se libraron del hundimiento de su civilización:
«Cerca del año 2500 a. de J.C., … En la época del establecimiento del reinado de Hamurabi, los sumerios habían sido absorbidos en la masa de los semitas del norte, y los anditas de Mesopotamia desaparecieron de las páginas de la historia.» LU 78:8.10
No es preocupación de los gobernantes celestiales salvar civilizaciones, sino los logros culturales y espirituales de estas civilizaciones:
«Las civilizaciones son inestables porque no son cósmicas; no son innatas en los individuos de las razas. Deben ser alimentadas por las contribuciones combinadas de los factores constitutivos del hombre —la ciencia, la moralidad y la religión. Las civilizaciones aparecen y desaparecen, pero la ciencia, la moralidad y la religión siempre sobreviven a la destrucción.» LU 16:9.5
Jesús avisó con tiempo a sus apóstoles acerca de los acontecimientos dramáticos que se vivirían en el futuro en Israel, para que se mantuvieran a salvo. Los apóstoles creyeron que Él haría algo por salvarles (y por salvar al pueblo hebreo), pero no fue el caso. Cientos de miles de judíos perecieron:
«A medida que sus seguidores despertaban al hecho de que su Maestro no iba a ejercer su actividad como libertador temporal, y a medida que escuchaban sus predicciones sobre la destrucción de Jerusalén y la ruina de la nación judía, empezaron a asociar de la manera más natural su regreso prometido con estos acontecimientos catastróficos. Pero cuando los ejércitos romanos arrasaron los muros de Jerusalén, destruyeron el templo y dispersaron a los judíos de Judea, y el Maestro seguía sin revelarse…» LU 176:4.2
Incluso Jesús mismo habló de la posibilidad de que el mundo pudiera llegar a un final:
«La caída de las naciones, el desplome de los imperios, la destrucción de los judíos incrédulos, el final de una era e incluso el fin del mundo, ¿qué tienen que ver estas cosas con alguien que cree en este evangelio, y que ha refugiado su vida en la seguridad del reino eterno?» LU 176:3.2
Quizá un mundo necesite en ocasiones de un recomienzo, un volver a empezar que evite que se vuelvan a cometer los errores del pasado en base a una dramática lección aprendida.
Hay sucesos que pueden provocar una intervención de urgencia, pero solo para casos en los que toda la raza humana estuviera en peligro:
«… Si una catástrofe física pusiera en peligro la residencia planetaria de una raza en evolución, los Melquisedeks y los Portadores de Vida instalarían la técnica de la desmaterialización para todos los supervivientes, y estos seres serían llevados por transporte seráfico hasta el nuevo mundo preparado para continuar su existencia. Una vez que la evolución de una raza humana ha empezado en un mundo del espacio, debe continuar…» LU 51:2.3
La evolución humana, por tanto, está garantizada, y el futuro de la humanidad es prometedor. Gracias al Libro sabemos de las Eras de Luz y Vida LU 55:0.1. Pero nada en el Libro nos permite suponer que llegaremos allí sin antes pasar por múltiples civilizaciones fallidas que cayeron en desgracia en medio de duras tribulaciones LU 48:7.14.
Hablamos de emergencias planetarias pero para los verdaderos seres que rigen los destinos de los planetas habitados, estas emergencias no se corresponden con lo que normalmente consideraríamos así:
Los Melquisedeks son muy conocidos como Hijos de emergencia, porque se dedican a una asombrosa gama de actividades en los mundos de un universo local. Cuando surge algún problema extraordinario o cuando hay que intentar algo fuera de lo normal, es un Melquisedek el que acepta muy a menudo la misión. LU 93:0.1
La verdad revelada estuvo amenazada de desaparición durante los milenios que siguieron al fracaso de la misión adámica en Urantia. Aunque las razas humanas hacían progresos intelectuales, perdían lentamente terreno en el campo espiritual. Hacia el año 3000 a. de J. C., el concepto de Dios se había vuelto muy vago en la mente de los hombres. LU 93:1.1
A consecuencia de tener que valerse tan completamente por sí mismos, Maquiventa Melquisedek, uno de los doce síndicos planetarios, se ofreció como voluntario para hacer lo que sólo se había efectuado seis veces en toda la historia de Nebadon: personalizarse en la Tierra como un hombre temporal del planeta, donarse como Hijo de emergencia para ayudar al mundo. LU 93:1.3
Así pues, parece que sí se producen intervenciones celestiales de urgencia, pero resulta que son con la finalidad de que la verdad espiritual no se pierda en el mundo, no para mantener civilizaciones y mucho menos para mantener sus sistemas económicos fallidos.
Los dos grandes males que aquejan a la civilización actual son la falta de visión espiritual y el desorbitado afán de lucro. Estas plagas cancerígenas están socavando nuestro futuro y serán la fuente de una nueva Tercera Guerra Mundial. Esta afirmación tan dramática no es gratuita, proviene del análisis que hacen los reveladores acerca de nuestro tiempo:
«El laicismo del siglo veinte tiende a afirmar que el hombre no necesita a Dios. ¡Pero cuidado! Esta filosofía atea de la sociedad humana sólo conducirá a la inquietud, a la animosidad, a la infelicidad, a la guerra y a un desastre mundial» LU 195:8.5
«Los urantianos deberían tener una visión de una sociedad cultural nueva y superior. La educación se elevará a nuevos niveles de valor cuando desaparezca el sistema económico motivado puramente por el lucro. La educación ha sido demasiado tiempo provinciana, militarista, para exaltar el ego y buscar el éxito; con el tiempo deberá volverse mundial, idealista, para el desarrollo del individuo y la comprensión del cosmos.» LU 71:7.3
«Con el progreso científico, las guerras se van a volver cada vez más devastadoras, hasta que se conviertan prácticamente en un suicidio racial. ¿Cuántas guerras mundiales tendrán que producirse y cuántas ligas de naciones tendrán que fracasar antes de que los hombres estén dispuestos a establecer el gobierno de la humanidad y empiecen a disfrutar de las bendiciones de una paz permanente y a desarrollarse con la tranquilidad de la buena voluntad —de la buena voluntad mundial— entre los hombres?» LU 134:5.17
«A la sublevación laica le debéis la asombrosa creatividad de la industria americana y el progreso material sin precedentes de la civilización occidental. Como la sublevación laica ha ido demasiado lejos y ha perdido de vista a Dios y a la verdadera religión, también le ha seguido una cosecha inesperada de guerras mundiales y de inestabilidad internacional.» LU 195:8.7
«Una nueva guerra mundial enseñará a las naciones llamadas soberanas a formar una especie de federación, creando así el mecanismo para evitar las guerras menores, las guerras entre las naciones más pequeñas. Pero las guerras globales continuarán hasta que se cree el gobierno de la humanidad. La soberanía global impedirá las guerras globales —ninguna otra cosa puede hacerlo.» LU 134:6.4
Seguro que algunos sienten la tentación de pensar que estos últimos párrafos del Libro se refieren a las dos primeras guerras mundiales (justo el momento en el que se escribieron), y que no se refieren a nuestro futuro actual[10]. A esos les pediría que consideraran estas preguntas: ¿Ha mejorado nuestro mundo actual, el de la segunda década del siglo XXI, en visión espiritual y en decrecimiento del afán de lucro, respecto al primer cuarto del siglo XX? ¿O más bien está discurriendo todo a peor? Y, ¿es la actual ONU, la Organización de las Naciones Unidas, ese gobierno planetario global del que habla la revelación?
Es momento de terminar este repaso al Libro de Urantia con una última cita que parece confirmar bastante bien la predicción que he puesto antes acerca de una futura pequeña glaciación, y que seguramente más de un lector habrá tomado por exageración:
…Mientras las regiones polares continúen cubiertas de hielo, es muy difícil que se produzca otra época glacial, independientemente de las elevaciones terrestres o de las modificaciones de las corrientes oceánicas que tengan lugar en el futuro. LU 61:7.11
Es decir, los reveladores confirman que los casquetes polares son ese salvavidas que evita la aparición de nuevas glaciaciones. Eso significa que la destrucción de los casquetes polares que estamos produciendo con el calentamiento global ciertamente podría suscitar una nueva era glacial, ya fuera de gran entidad o no. Y fijémonos en la frase «las modificaciones de las corrientes oceánicas que tengan lugar en el futuro» pues parece profética. Es justo lo que los científicos están descubriendo en estos momentos que ocurre con la importante corriente AMOC. Es decir, sin el colchón que nos proporcionan los hielos polares, un cambio en las corrientes oceánicas ya no será algo inofensivo.
Así pues, ¿predicciones o exageraciones?
https://en.wikipedia.org/wiki/World_population#/media/File:Annual-World-Population-since-10-thousand-BCE-1-768x724.png ↩︎
Según El Libro de Urantia, en nuestro uso de los combustibles fósiles la humanidad está dando marcha atrás y no hacia adelante. LU 69:8.12 Los reveladores no sienten mucha estima por esta era de mecanización y uso de energía inorgánica que elimina la necesidad de la mano de obra humana y animal. La primera era de la mecanización ha llevado a una masiva extinción de especies animales que ya no se ven útiles (reduciendo las especies a las puramente productivas). La segunda era la tenemos a las puertas, la era de la IA (Inteligencia Artificial) que promete dejar sin trabajo a millones de seres humanos. Son los efectos de un modelo económico que solo busca el beneficio y el crecimiento a toda costa, incluso a expensas de dejar el planeta vacío de seres vivos. ↩︎
https://www.wcrp-climate.org/news/science-highlights/2043-2307-amoc-paper ↩︎
Urantia es el santuario sentimental de todo Nebadon. LU 119:8.8 ↩︎
Cuando el Libro dice en UB 195:6.4 que «lo peor de la era materialista ha pasado» se refiere a los años anteriores a la segunda guerra mundial, la década de los años 30, en la que se escribió ese párrafo. Y el hecho de haber pasado el peor momento de esa era no nos previno de una guerra mundial. Por tanto, ha pasado lo peor de la era materialista, sí, pero estamos aún lejos de haberla dejado atrás. ↩︎