© 2009 Jan Herca (licencia Creative Commons Attribution-ShareAlike 4.0)
Nazaret es una parada obligatoria en el trazado de cualquier ruta relacionada con la vida de Jesús. Aparece en multitud de ocasiones en los evangelios (aunque nunca en el Antiguo Testamento), mencionada como la ciudad en la que vivió Jesús de joven.
Surge, pues, la necesidad de buscar información que nos aporte una idea de cómo fue esta población en la que tantos años vivió Jesús. Seguiré la narración que proporciona El Libro de Urantia para poder esbozar unas líneas generales de conocimiento sobre cómo pudo ser la ciudad. También utilizaré la narración que el periodista J.J. Benítez hace en su best-seller Caballo de Troya 4 y 5. Por último, contrastaremos estas informaciones con los datos que aporta la arqueología moderna sobre la ciudad.
Encontramos los detalles acerca de la ubicación de Nazaret y de la casa de Jesús en LU 122:6 («El nacimiento y la infancia de Jesús», sección 6, «La casa de Nazaret»).
Se nos cuenta que Nazaret estaba ubicada en un valle entre colinas altas. El valle seguía la dirección actual principal de la ciudad, desde el noreste hacia el suroeste. Siguiendo esta dirección, pero en la margen oriental, discurría el camino de Cafarnaúm - Caná - Séforis - Nazaret - Meggidó. Este camino, el «camino del mar» o via Maris, era una ruta muy frecuente de las caravanas que atravesaba Galilea en dirección sur y norte. En este camino, a la altura de Nazaret, existía una parada de caravanas importante, que convertía a Nazaret en un lugar privilegiado de paso de gentes y mercancías extranjeras.
La cadena de colinas situada al noroeste es mencionada en LU 126:1. Aquí se describen las vistas espectaculares de las que disfrutaba el joven Jesús en sus frecuentes caminatas hasta la cumbre. El Libro de Urantia dice que antiguamente esta colina fue un lugar de culto a Baal, y que en ella se encontraba la tumba de un judío destacado llamado Simeón. Curiosamente, el nombre actual es Nebi Sa’in (nebi significa, al parecer, profeta). ¿Quizá un antiguo profeta llamado Simeón? No hay constancia de ello. Tampoco he podido confirmar el descubrimiento de una tumba en esta colina de Nazaret.
Como puede verse la Nazaret que dibuja El Libro de Urantia es una ciudad alargada, siguiendo la dirección del valle. Sitúa la casa de Jesús no en la ciudad, sino en la parte norte, en las afueras.
El Libro de Urantia la denomina «ciudad» y no aldea o poblacho (como hace J.J. Benítez). De hecho, existe una fuerte discrepancia entre la visión que ofrece El Libro de Urantia y las novelas de J.J. Benítez sobre el tamaño e importancia de esta población en tiempos de Jesús. Según El Libro de Urantia, en el documento 124, «Galilea era una provincia próspera de florecientes ciudades industriales, con más de 200 ciudades con población superior a los 5.000 habitantes y 30 ciudades por encima de los 15.000 habitantes» (LU 124:2.9). Resulta obvio pensar, por la situación estratégica de Nazaret, que se contaría entre esas 200 ciudades. No cabe cifrar, por tanto, en 300 a 350 habitantes la población de Nazaret, como hace J.J. Benítez en Caballo de Troya 4, pág. 164. El autor se guía, probablemente, de las conclusiones de la arqueología moderna, que no ha encontrado indicios de una gran ciudad en Nazaret.
En aquel tiempo, no podemos olvidarlo, Caná, muy próxima a la aldea de Jesús, ostentaba el rango y la condición de «ciudad notable», considerablemente más populosa, rica y «civilizada» que aquel perdido puñado de casas, agazapadas en una no menos remota colina. Si los habitantes de Caná podían contarse por miles, los de Nazaret, en cambio, sumaban medio centenar escaso de familias, con un contingente aproximado de trescientas a trescientas cincuenta almas. Eso era todo. En este marco —con sus ventajas e inconvenientes— creció y despertó a la vida el Hijo del Hombre. Al término de su mal llamada «vida oculta», los inconvenientes eclipsaron las ventajas y, como fue apuntado, Jesús se vio en la necesidad de alejarse de aquel entrañable y difícil grupo humano.
Caballo de Troya 4, J.J. Benítez, pág. 164.
Si seguimos la narración de El Libro de Urantia, obtenemos una visión de Nazaret que rompe un poco con la visión que la arqueología ha podido desvelar. Nazaret se dibuja como una amplia población, con un buen número de habitantes, probablemente entre 5.000 y 10.000 habitantes. Una cifra nada despreciable. Esta cifra hace que cobre más sentido la expresión «a las afueras» como descripción del lugar de la casa de Jesús. Si Nazaret hubiera sido una pequeña aldehíta de apenas treinta casas con muy pocos habitantes, no se comprende que fuera un lugar habitual de parada y reparación de caravanas, ni que José hubiera edificado su casa alejada del centro «urbano». La descripción general de El Libro de Urantia nos habla más de una pequeña ciudad y no de un pueblo, que disponía de su propia sinagoga (no una casa que hacía las veces de sinagoga), con talleres para el suministro y reparación de caravanas, situada junto a una caravanera donde se alojarían multitud de viajeros de todas partes del mundo conocido con sus animales de carga. Jesús vive en las afueras porque el populoso «centro» de la ciudad debía de resultar excesivamente caro como para que José comprara una vivienda. De hecho, hacia el final del documento 126 de El Libro de Urantia, se nos cuenta que Jesús «acarició muchas veces la idea de que todos (su familia) pudieran vivir en una granja en el campo, donde podrían disfrutar de la libertad y la independencia de una vida sin trabas» (LU 126:5.10). ¿Acaso no da esto la sensación de ser el típico anhelo del campo que un habitante de una gran urbe pudiera tener? ¿No resulta un poco extraño que una persona que vive en una pequeña aldea añore el «campo», teniendo tan poca presión urbana a su alrededor?
El taller de José y las tiendas de repuestos para las caravanas habría que situarlos, según El Libro de Urantia, al este, junto al camino, en la periferia de la población, y no muy lejos de la fuente que surtía a Nazaret, que también se menciona como situada en la zona oriental. Podemos hacernos una idea de esta zona como la parte «industrial» de la población, donde probablemente también se dispondrían los puestos de trabajo de otros artesanos como el herrero, el cantero, el curtidor, el cordelero o el fabricante de lonas.
Otro dato de El Libro de Urantia que ofrece una visión de Nazaret como de «ciudad» es el de LU 123:5.12, donde se comenta que Nazaret era uno de los 24 centros sacerdotales de los judíos, con sacerdotes más liberales que en el resto del territorio judío. Esto implica que en Nazaret vivían sacerdotes, lo que muestra claramente que Nazaret no debía ser una pequeña aldea sino una ciudad relativamente poblada, con familias pudientes entre sus habitantes.
La imagen más adelante muestra un esquema que sitúa las referencias ofrecidas por El Libro de Urantia.
Si nos dirigimos ahora a la arqueología actual, las evidencias apuntan en dirección opuesta. No se han encontrado gran cantidad de restos de la época de Jesús en la actual Nazaret. La ciudad es hoy en día una populosa urbe de más de 40.000 habitantes, que con su creciente urbanización ha borrado prácticamente muchos de los posibles vestigios de aquella época. Curiosamente, la arqueología ha desenterrado hallazgos de la época de Bronce, hace más de 5000 años, lo que atestigua que Nazaret es una milenaria población cuya existencia se pierde en el pasado de los tiempos.
Los hallazgos encontrados revelan que no hay indicios para considerar que Nazaret tuviera una sinagoga en la época de Jesús. Los restos encontrados hablan de una sinagoga en un período posterior. Tampoco se han hallado restos significativos de edificios o construcciones del siglo I. Tan sólo se han producido hallazgos significativos en cuanto a lo que serían silos, depósitos, o pesebres subterráneos. Al parecer, muchas viviendas de Nazaret disponían de sótanos y cavernas excavadas en la roca donde se almacenaba el grano, el vino y el aceite, o donde se guardaba a los animales.
Esta ausencia de restos hace que el arqueólogo Jonathan L. Reed y el exégeta John D. Crossan, en su libro Jesús desenterrado, planteen una visión de Nazaret como la de J.J. Benítez, como una aldehuela de unos doscientos habitantes dedicados exclusivamente a la agricultura, en un ambiente rústico alejado de la influencia de las rutas comerciales principales.
Uno de los argumentos en favor de esta visión deriva del hecho de que Nazaret no aparece mencionada ni en el Antiguo Testamento, ni en los escritos rabínicos, ni en los libros del judío Flavio Josefo. Éste último, que actuó como caudillo militar en Galilea durante la sublevación judía del 66-67 d.C., nombra 45 poblaciones de Galilea en sus escritos, pero nunca a Nazaret.
Sin embargo, Reed y Crossan no pasan por alto el hallazgo en Cesarea Marítima, en 1962, de una inscripción del siglo III o IV, en la que aparece mencionada por primera vez Nazaret en una fuente no cristiana. Este fragmento y otros dos desenterrados con él, contienen una lista de los lugares tradicionales en los que se establecieron los sacerdotes judíos después de que el emperador Adriano expulsara de Jerusalén a todos los judíos en el 135 d.C. De las 24 familias sacerdotales que cuidaban el templo de Jerusalén, la familia Hapizzez, la 18ª, es mencionada como la que se estableció en Nazaret. Los autores reconocen que Nazaret, por tanto, debía ser en esa época un lugar acertado para que los sacerdotes se refugiaran en él. Pero, ¿cómo podría serlo una pequeña aldehuela de unos 200 habitantes, tan insignificante que ni siquiera es mencionada en ninguna fuente? ¿Qué tipo de comodidades podía ofrecer a personas tan distinguidas como una familia sacerdotal entera un poblacho tan reducido? Aquí parece acertada la afirmación de El Libro de Urantia de que Nazaret era un centro sacerdotal, y que tenía cierta población.
Los autores de Jesús desenterrado también confiesan que la inexistencia de restos de sinagogas del siglo I es una situación frecuente en las excavaciones arqueológicas de toda Galilea y Judea. Aunque existen notables excepciones en algunas poblaciones que no se caracterizaron por un desarrollo especial. El ejemplo más claro es la pequeña ciudad de Gamla, en el Golán. Cuenta con los mejores restos obtenidos de una sinagoga del siglo I, mientras que otras poblaciones más importantes, de las cuales se tienen restos, no muestran con claridad la situación de una sinagoga. En definitiva, que no se puede determinar el tamaño e importancia de una población por el mero hecho de que la arqueología no haya encontrado restos de una sinagoga.
¿Significa esta ausencia de hallazgos arqueológicos que haya que concluir que las sinagogas en la época de Jesús eran una excepción? Desgraciadamente, esa parece ser la postura de los estudiosos. Si no se encuentran restos arqueológicos, es que no existieron. Para Reed y Crossan la situación es clara: Nazaret no tuvo sinagoga. ¿Qué pasa entonces con los relatos evangélicos (Lc 4:16-30, Mt 13:54, Mc 6:2), en los que se nos habla en varias ocasiones de una sinagoga? Crossan resuelve fácilmente: el relato evangélico es un invento posterior del evangelista Lucas. Es decir, que Jesús nunca estuvo en una sinagoga en Nazaret.
Lucas da por supuesto que una pequeña aldea como Nazaret tenía su propio edificio para la sinagoga y sus propios volúmenes de las Escrituras. La primera suposición es harto inverosímil, y como ya hemos señalado, no se ha descubierto en el lugar el menor testimonio de la existencia de un edificio del siglo I destinado a sinagoga.
…
… Dicho episodio no sólo se encuentra en un estrato tardío de la tradición acerca de Jesús, sino que además deriva de él. En otras palabras, se trata de un episodio creado por el propio evangelista Lucas.
Jesús desenterrado, Crossan y Reed, págs. 51-52
Personalmente creo que la ausencia de hallazgos arqueológicos no dice nada. Simplemente, puede que no exista rescoldo alguno porque el paso del tiempo lo haya eliminado. De donde no hay, es imposible sacar, por muy buen arqueólogo que se sea. Es el descubrimiento de restos el que nos revela cosas, no la ausencia de ellos. Extraer conclusiones cuando no tenemos nada en que basarnos, es dar palos de ciego.
Pero entre los recientes hallazgos arqueológicos, encontramos un prominente descubrimiento: una zona con torretas y prensas de uva que ha abierto nuevas evidencias sobre la Nazaret de tiempos de Jesús.
El hallazgo en cuestión se produjo durante una visita al hospital de Nazaret en noviembre de 1996 por Stephen Pfann. Pfann encontró restos de cerámica del período romano temprano y tardío. Las excavaciones en la zona llevadas a cabo en febrero de 1997, bajo el patronicio de la Autoridad Israelita de Antigüedades, ha puesto al descubierto terrazas agrícolas escalonadas en las laderas, con una prensa de uvas, torres de vigilancia, piedras de moler olivas, sistemas de irrigación y una antigua cantera, todo del período romano, la época de Jesús. Las torres de vigilancia y el lagar excavado han sido un descubrimiento muy curioso, porque dan una razón de ser a la parábola de los labradores homicidas (Mt 21:33), en la que Jesús habla de estas torres y este tipo de lagar. Esta coincidencia está plasmando claramente el proceso que seguía Jesús para narrar parábolas: simplemente, extraía hechos cotidianos de su experiencia agrícola en el campo.
Los hallazgos han dado paso a un interesante proyecto para crear un singular parque temático dedicado a recrear la vida y costumbres en la Nazaret antigua de la época de Jesús.
Todos estos descubrimientos suponen terminar por lo menos con el vacío de hallazgos sobre la época de Jesús, sacando a la luz datos preciosos sobre la vida agrícola en su época y en su entorno, vida a la que muy posiblemente él tuvo que estar acostumbrado. Sin embargo, estos hallazgos no nos cuentan nada de la vida religiosa (de si existía o no la sinagoga), o de la vida social (si realmente Nazaret estuvo en una ruta de caravanas y de cuánta población disponía). Reed y Crossan no mencionan ni de pasada la existencia de esta ruta caravanera. Quizá no existan evidencias de ello, pero existen multitud de mapas antiguos que situan una carretera frecuente en tiempos de Jesús pasando por Nazaret. Tampoco mencionan nada sobre un centro sacerdotal en Nazaret, aun cuando extrañamente, se ha encontrado una evidencia que sitúa a toda una familia sacerdotal en Nazaret en el siglo II. Demasiadas pocas aclaraciones para unos datos que creo que dan más de sí.
A pesar de todos estos hallazgos, la Nazaret que nos revela la arqueología actual no coincide, hoy por hoy, con las revelaciones de El Libro de Urantia. A la luz de los restos excavados, Nazaret parece una pequeña población que vivió en el anonimato hasta que fue rescatada del olvido por el cristianismo. Según El Libro de Urantia, Nazaret fue una próspera ciudad situada en un enclave estratégico, en la ruta de las caravanas, un puesto excepcional para un personaje singular como Jesús, que estaría atento a las novedades del mundo.
¿Por qué tanta importancia sobre si Nazaret tenía o no sinagoga, si era o no un centro sacerdotal, o si paraban por allí las caravanas de Oriente? ¿En qué nos afecta a nuestra visión sobre Jesús?
La visión de Nazaret es importante porque nos permite extraer conclusiones inmediatas sobre la forma de vida de Jesús, sobre su personalidad y sobre quién fue en realidad.
Por ejemplo, Reed y Crossan terminan por afirmar en Jesús desenterrado que Jesús no sabía leer ni escribir, y que vivía ignorante del mundo y de los países extranjeros.
Pero Lucas da además por supuesto —y eso es lo más importante— que Jesús no sólo era una persona letrada, sino incluso culta. No «se puso a enseñar» en la sinagoga simplemente (Marcos, VI, 2), sino que «se levantó para hacer la lectura» (Lucas, IV, 16). Lucas, que era un hombre cultivado, da evidentemente por descontado, como hacen muchos estudiosos modernos, que Jesús sabía leer y escribir y que era un hombre culto. Es bastante improbable que así fuera.
Jesús desenterrado, Crossan y Reed, págs. 51
Como dibujan una Nazaret diminuta, alejada de las rutas principales, y como existe un vacío de restos de una sinagoga, suponen que no existió la knesset (sinagoga), que por tanto tampoco hubo escrituras o rollos con los textos sagrados en Nazaret, y que por tanto, al no existir escrituras, Jesús no pudo recibir una educación sobre lectura y escritura.
Lo que estos dos estudiosos no explican es cómo puede aparecer Jesús en los evangelios entrando en las sinagogas, abriendo rollos y poniéndose a leer. Cómo es que hay un pasaje del evangelio en el que Jesús se pone a escribir en la arena delante de los acusadores de una mujer. Tampoco es muy fácil de entender cómo Jesús se puso a discutir con los doctores de la ley cuando tenía trece años.
La importancia del conocimiento de Nazaret es vital, como se ve, para entender mejor la vida de Jesús y quién fue él. Al describir El Libro de Urantia a Nazaret como una pequeña ciudad con una sinagoga, y con una copia de las escrituras, resulta más fácil entender que Jesús fue educado, como muchos otros judíos, en un ambiente urbano, en el que leer y escribir formaba parte de las necesidades diarias. Resulta fácil comprender que entrara en las sinagogas y pudiera leer sin problemas el «hebreo» de las escrituras y lo tradujera al arameo para la audiencia, que era el idioma preferido. Resulta más sencillo, en definitiva, comprender que Jesús se desenvolvió en un ambiente que le proporcionó una base cultural suficiente como para asombrar posteriormente a sus paisanos con su conocimiento de las escrituras.
Jesús debió conocer a sacerdotes ya en Nazaret, y a fariseos, que eran muy frecuentes en todas partes, y a saduceos. Dentro de estos grupos estaría el estrato pudiente de la ciudad, y vivirían en los barrios ricos, en edificios distinguidos de los que desgraciadamente no nos ha quedado resto alguno.
También debió de entablar contacto con muchos extranjeros provenientes de otras partes del mundo que le ofrecieron un conocimiento sobre las razas y pueblos de la Tierra, y que le serviría para lanzar su admonición a los apóstoles para que salieran a predicar por todo el mundo, como así fue.
Quizá nuevos hallazgos futuros traigan descubrimientos que amplíen nuestra visión de Nazaret. En mi opinión, la ciudad actual ha borrado muchas huellas del pasado, pero es posible que debajo de los garages de muchas casas nazarenas existan restos que revelen datos importantes algún día.
John D. Crossan y Jonathan L. Reed, Jesús desenterrado, Editorial Crítica, 2001.
J.J Benítez, Caballo de Troya 4, Editorial Planeta, 1989.
J.J Benítez, Caballo de Troya 5, Editorial Planeta, 1996.
Página web de las excavaciones en Nazaret. (el antiguo enlace está roto: http://198.62.75.1/www1/ofm/san/TSnzmain.html)
La página web donde se puede encontrar información detallada sobre el proyecto de Parque Temático de Nazaret.