© 2005 Jan Herca (licencia Creative Commons Attribution-ShareAlike 4.0)
Estamos tan acostumbrados a llamar al Maestro «Jesús» que se nos olvida, que en la lengua que él utilizó en su tiempo, su verdadero nombre, vocalizado correctamente, sonaría tal y como se pronuncia este otro: «Yeshua ben Yosef».
En hebreo Yeshua significa «La salvación» o «Yavé salva», y es una contracción de Yahoshua, que significa «El Señor que es la Salvación». Sin embargo, Jesús no tiene ningún significado en castellano ni en el resto de idiomas latinos o anglosajones. En este sentido, los nombres hebreos, al estilo de los nombres de otros pueblos, tenían un significado, y con gran frecuencia, este significado era religioso.
Hay muchísimos Yeshuas por toda la Biblia, pero se tiende a confundir estos nombres con vocalizaciones diferentes para hacer parecer el nombre «Jesús» como algo único y original. Sin embargo, el nombre del Maestro era uno de los nombres más comunes de la época y de épocas anteriores. Jesú, Jesuá y Josué son tres formas de usar el mismo nombre que Jesús.
El nombre Yeshua aparece 29 veces en la Ley y los Profetas. Por ejemplo, a Yehoshua (Josué) ben Nun se le llama Yeshua en Nehemías (Neh 8:17). Yeshua es el nombre del sumo sacerdote (kôhen gadôl) en tiempos de Zorobabel (Esd 3:2). También es el nombre de un levita en el reinado de Ezequías (2 Cr 31:15).
Para llegar desde «Yeshua» a obtener Jesús se han producido dos trasliteraciones. Primero al traducirse Yeshua al griego como Iesous. Y del griego al traducirse al latín como Iesus. El sonido «I» o «Y» inicial acabó forzándose en el castellano antiguo pasando a «J».
En realidad el arameo Yeshua escrito carece de vocales. Se añaden éstas para formar los fonemas arameos, pero la vocal correcta es difícil de determinar. Yeshua escrito en arameo está formado por las letras yod, shin, nun final y ayin. Estas consonantes sonaban del siguiente modo: yod como nuestra «y», shin como una «sh» («s» larga), nun final como una «u», y ayin como una «h» (un sonido gutural que era opcional pronunciar y del que sólo quedaba la vocal elegida, normalmente «a» o «e», y colocada delante). Esto significa que sin vocales sonaría como yshuh, pero añadiendo las oportunas vocales sonaría como yeshuah o yoshuah o yoshueh. Las vocales no eran importantes, así que diferentes distritos podían tender a usar unas u otras. Quizá de aquí la explicación de que Pedro fuera reconocido por su «acento galileo« durante sus negaciones.
¿De dónde sale entonces la «s» final de «Jesús»? Una posible explicación está en la costumbre griega de hacer terminar los nombres masculinos muy frecuentemente con «s».
¿Y el apellido? ¿Cómo se distinguían entre sí los distintos Jesuses de la época? Lo habitual era usar como apellido el nombre del padre, escribiendo «bar» o «ben» entre medias, «hijo de». Por ejemplo, Barrabás en realidad es un apodo que significa «Bar abbá» (Hijo de su padre). En el caso de Jesús, su nombre completo sería «Yeshua ben Yosef» (Jesús hijo de José).
¿Y si había más de un hijo y padre con el mismo nombre? En ese caso se continuaba por toda la genealogía paterna lo que hiciera falta. A los judíos les gustaba mucho presumir de pureza racial enumerando sus ancestros hasta varias decenas de generaciones atrás. Esto permitía probar una legitimidad judía. Los bastardos o los hijos nacidos de uniones no judías manchaban por generaciones y generaciones a toda la descendencia, de modo que quedaban al margen de los privilegios de los «auténticos judíos». La realidad, sin embargo, era que casi todos los judíos tenían algún cruce en algún punto de su ascendencia, pero todo el mundo tapaba estos puntos negros de sus árboles genealógicos pagando fuertes sumas a los escribas, que falsificaban todo tipo de documentos en los que se consignaba la ascendencia oficial. Esto hace entender mejor porqué se ofrecen en los evangelios esas extrañas genealogías de Jesús (Mt 1:1-17, Lc 3:23-38). Su objetivo es asegurar la legitimidad y pureza judía de Jesús frente a quienes le negaban una paternidad judía con la finalidad de desacreditarle.
Los romanos, por el contrario, menos interesados en estas cuestiones genealógicas, solían referirse a sus súbditos por el lugar de procedencia. Por eso Poncio Pilato colocó una tablilla con el nombre «Jesús de Nazaret» encima de la cruz.
Teniendo en cuenta todo esto he procurado que Jesús aparezca nombrado en el relato[1] con diferentes nombres similares a Yeshua en función del lugar y las personas que hablaran con él.
Por último, una imagen de cómo se escribían en arameo las cuatro letras de Yeshua. Para leer conviene tener presente que el arameo y el hebreo, como el árabe, se escribían de derecha a izquierda.
Varios autores, Jesús y su tiempo, Reader’s Digest, 1987.
Philip R. Davies, George J. Brooke y Phillip R. Callaway, Los rollos del Mar Muerto y su mundo, Alianza Editorial, 2002.
Este relato es la novela «Jesús de Nazaret», una biografía sobre el Maestro basada en El Libro de Urantia que está en preparación por el autor. ↩︎