© 2010 Jean Royer
© 2010 Association Francophone des Lecteurs du Livre d'Urantia
La India lo había alimentado en el corazón de las multitudes,
Pero el mundo era ancho y presionaba su llamado.
Para un corazón aún joven no es lo habitual.
La India era sólo una isla; él quería el archipiélago.
Jerusalén finalmente, un suburbio de Damasco,
Pero para él, sin saberlo, ser único en este lugar.
Aquel a quien la multitud prefería a Barrabás,
El que, para los mundos, ya era un Dios.
Alejandría y luego Roma, de gentiles a paganos
Hasta finalmente Tiberio, aquel triste potentado;
Atenas después de Corinto, latencia de los cristianos.
Amoroso Padre Dios, y todos nosotros Sus hijos.
Por encima de los cínicos Confucio y Mitra
Ésta es nuestra religión, dice el inocente Ganid.
Jean-Royer