© 2006 José Alberto Wonsover
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Me agradaría contarte una historia:
Ésta es la historia de un loro muy contradictorio. Desde hacía un buen número de años vivía enjaulado, y su propietario era un anciano al que el animal hacía compañía. Cierto día, el anciano invitó a un amigo a su casa a deleitar un sabroso té.
Los dos hombres pasaron al salón donde, cerca de la ventana y en su jaula, estaba el loro. Se encontraban los dos hombres tomando el té, cuando el loro comenzó a gritar insistente y vehementemente:
–¡Libertad, libertad, libertad!
No cesaba de pedir libertad. Durante todo el tiempo en que estuvo el invitado en la casa, el animal no dejó de reclamar libertad. Hasta tal punto era desgarradora su solicitud, que el invitado se sintió muy apenado y ni siquiera pudo terminar de saborear su taza. Estaba saliendo por la puerta y el loro seguía gritando: «¡Libertad, libertad!».
Pasaron dos días. El invitado no podía dejar de pensar con compasión en el loro. Tanto le atribulaba el estado del animalillo que decidió que era necesario ponerlo en libertad. Tramó un plan. Sabía cuándo dejaba el anciano su casa para ir a efectuar la compra. Iba a aprovechar esa ausencia y a liberar al pobre loro. Un día después, el invitado se apostó cerca de la casa del anciano y, en cuanto lo vio salir, corrió hacia su casa, abrió la ventana y entró en el salón, donde el loro continuaba gritando: «¡Libertad, libertad!» Al invitado se le partía el corazón.
¿Quién no hubiera sentido piedad por el animalito? Presto, se acercó a la jaula y abrió la puertecilla de la misma. Entonces el loro, aterrado, se lanzó al lado opuesto de la jaula y se aferró con su pico y uñas a los barrotes de la jaula, negándose a abandonarla. El loro seguía gritando: «¡Libertad, libertad!»
Esta historia como muchas otras tiene una moraleja, una enseñanza. Como este loro, son muchos los seres humanos que dicen querer madurar y hallar la libertad interior y hacer algo al respecto, pero que se han acostumbrado a su jaula interna y no quieren abandonarla.
Por más que hagamos lo que hagamos, si no somos lo que deseamos ser de nada sirve.
Estamos llamados a SER. Y para llegar a SER alguien es por medio de la experiencia. Recuerda:
Aquella noche, Jesús enseñó dentro de la casa por que había empezado a llover; habló muy extensamente a los doce para tratar de mostrarles lo que debían ser, y no lo que debían hacer. Sólo conocían una religión que imponía hacer ciertas cosas para poder alcanzar la rectitud - la salvación. Pero Jesús les repetía: «En el reino, tenéis que ser rectos para hacer el trabajo». Muchas veces reiteró: «Sed perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto». El Maestro explicaba todo el tiempo a sus apóstoles aturdidos que la salvación que había venido a traer al mundo sólo se podía obtener creyendo con una fe simple y sincera. LU 140:10.1
El Maestro repetía: Sed pues perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.
Y sabes, es que en ser y hacer hay mucha diferencia. Muchas veces se relaciona ser con hacer algo. Pero hay mucha diferencia.
Pero el SER alguien es mucho más que hacer algo. Es mucho más. Hacer es una función del cuerpo y mente. Pero el SER es una función del ALMA.
Mira por ejemplo qué curioso… Para que tú hagas algo o hagas algo bien, necesitas aprender, estudiar y practicar. ¿No es así? El hacer algo implica que al final hay una meta que puedes alcanzar. Pero es ahí que surgen las dudas. ¿Estaré haciéndolo bien? ¿Será por este camino? Y muchas otras preguntas más que a la larga no llegan a nada. Te produce MIEDO, hasta pánico de hacerlo mal o no llegar a la meta.
Pero el SER alguien implica que esa META ya está en ti, sólo tienes que creerlo. Implica que lo que estás haciendo es creando la oportunidad necesaria para expresar esa meta, esa felicidad, que ya está en ti, sólo que lo que necesitas es apreciarlo. Ese AMOR que ya está en ti. Al Padre que ya está en ti. Entonces el llegar al Padre no se torna una meta de algo que tienes que hacer, ya que está en ti. Ya lo has alcanzado. Es más, Él nos alcanzó primero a nosotros. Sólo necesitamos creerlo, amarlo y aceptarlo. Como Él nos ha amado primero.
Por eso es que lo único de lo que depende el destino espiritual, como nos explica el Maestro, es de… fe, AMOR y devoción a la verdad - el hambre y sed de rectitud - el deseo entusiasta de encontrar a Dios y parecerse a él. (LU 156:5.7)
Por eso para llegar a ser alguien, lo único que necesitas es fe, AMOR y el deseo de encontrar al Padre. Y sabiendo que el Padre YA está en nosotros, sólo hace falta creerlo. Se trata de que recuerdes y descubras quien eres y que deseas llegar a ser. Se trata de comprensión, fe y AMOR. Es más, no se trata de esfuerzo, porque el hacer requiere esfuerzo, pero ser requiere únicamente de esa experiencia y de fe, AMOR y deseo de encontrar a Dios y parecerse a él. ¿Comprendes lo que te digo? ¿Me sigues? Porque esto es tan asombroso cuando se logra comprender. No requieres esforzarte pues no es algo que tienes que hacer… ¡Ya está en ti! Requieres únicamente de creerlo con fe. O lo crees o no lo crees. O lo vives o no lo vives. Es más que determinación. Es convicción, es certeza de lo que crees y por cómo lo crees y lo vives. Sólo tienes que creerlo.
Es más… Esa hermosa recompensa no está en un futuro lejano, está… ¡Ahora!. En este preciso momento. En este instante. Nos ilustra el Libro tan espléndidamente:
Estos buscadores de la verdad no tienen que esperar sus recompensas en un futuro lejano, son recompensados ahora. Encuentran el reino de los cielos en su propio corazón, y experimentan esa felicidad ahora. (LU 140:5.7)
Por eso el Maestro nos dijo (no sólo a sus discípulos, sino a todos sus seguidores y para su universo entero):
Vosotros sois la sal de la tierra, una sal con sabor a salvación…
Vosotros sois la luz del mundo…
Simple y sencillamente YA LO SOMOS. Sólo debemos creerlo por fe. El Maestro no decía que vamos a ser, o lo vamos a lograr… ¡Ya lo somos!
Cuando actuamos, que es muy diferente a hacer algo para alcanzar algo, cuando actuamos YA actuamos con AMOR, ya actuamos con la Meta en nuestro Favor. Nos dicen que sin una meta que merezca la pena, la vida carece de objetivos y de provecho, lo que ocasiona mucha infelicidad (LU 140:4.9). Hacer algo para alcanzar algo requiere esfuerzo y una lucha interminable. Pero esa meta ya está en nosotros. El Padre está en nosotros. Pero esto no quiere decir que ya alcanzamos la meta y no actuar. Más bien es cuando actuamos, pero cuando actuamos con AMOR, bondad y misericordia hacia nuestros amigos y hermanos que desarrollamos ese SER en nosotros.
Y así tú no te esfuerzas en experimentar algo, tú lo experimentas y listo. Como la flor no se esfuerza cuando va a florecer; sólo florece cuando ya está madura. Cuando el tiempo apropiado y exacto así lo indique. Sin ningún esfuerzo, como lo más natural. Y sean cuales sean los resultados de esa experiencia, ten por seguro que nuestro Padre nos AMA. Es algo que nace dentro de ti. Lógicamente esa experiencia es para que tú comprendas que Dios nos AMA y está con nosotros en los momentos buenos como difíciles. Y esa fe en el Padre es la que te ayudará en cualquier experiencia en la VIDA. Es así de sencillo.
Encuentras entonces de lo más fácil hacer algo, y el trabajo se torna fácil, natural, creativo. Actuando con AMOR. Cuando comprendes esto, comprendes que tu alma anhela SER libre, SER como Dios o UNO con Dios. Llegar a SER perfecta. El hijo desea SER como el Padre, SER uno con el Padre. Algo que con la experiencia y fe lo tendrás.
si tienes fe, una fe genuina verdadera, esa experiencia se torna enriquecedora, creativa, motivadora. Y te es más fácil hacer lo correcto. Por que esa fe en el Padre es la que te guía.
Un verdadero creyente, cada día que vive, encuentra más fácil hacer lo que és justo. LU 156:5.13