© 1996 Ken Glasziou
© 1996 The Brotherhood of Man Library
Jesús tomó entonces la palabra y dijo: «Ahora que sois embajadores del reino de mi Padre, os habéis convertido así en una clase de hombres separada y distinta de todos los demás hombres de la Tierra. Ahora ya no sois como unos hombres entre los hombres, sino como unos ciudadanos iluminados de otro país celestial entre las criaturas ignorantes de este mundo tenebroso. Ya no es suficiente con que viváis como habéis hecho hasta ahora, sino que de aquí en adelante deberéis de vivir como aquellos que han saboreado las glorias de una vida mejor, y han sido enviados de vuelta a la Tierra como embajadores del Soberano de ese mundo nuevo y mejor. Se espera más del profesor que del alumno; al amo se le exige más que al servidor. A los ciudadanos del reino celestial se les pide más que a los ciudadanos del gobierno terrestre. Algunas de las cosas que estoy a punto de deciros os parecerán duras, pero habéis elegido representarme en el mundo como yo ahora represento al Padre. Y como agentes míos en la Tierra, estaréis obligados a acatar las enseñanzas y las prácticas que reflejan mis ideales de vida mortal en los mundos del espacio, lo que ejemplifico en mi vida terrestre revelando al Padre que está en los cielos».
«Os envío para proclamar la libertad a los cautivos espirituales, la alegría a los esclavos del miedo, y para curar a los enfermos de acuerdo con la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Cuando encontréis a mis hijos en la aflicción, decidles palabras de estímulo como éstas:»
«Bienaventurados los pobres de espíritu, los humildes, porque de ellos son los tesoros del reino de los cielos».
«Bienaventurados los que tienen hambre y sed de rectitud, porque ellos serán saciados».
«Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la Tierra».
«Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios».
«Y decid también a mis hijos estas palabras adicionales de consuelo espiritual y de promesa:»
«Bienaventurados los afligidos, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán el espíritu de la alegría».
«Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia».
«Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios».
«Bienaventurados los perseguidos a causa de su rectitud, porque de ellos es el reino de los cielos. Consideraos bienaventurados cuando los hombres os injurien y os persigan, y digan falsamente toda clase de mal contra vosotros. Regocijaos y alegraos en extremo, porque vuestra recompensa será grande en los cielos».
«Hermanos míos, mientras os envío fuera, vosotros sois la sal de la Tierra, una sal con sabor de salvación. Pero si esta sal ha perdido su sabor, ¿con qué se sazonará? En lo sucesivo ya no sirve más que para ser arrojada y pisoteada por los hombres».
«Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad situada en una colina no se puede ocultar. Los hombres tampoco encienden una luz para ponerla debajo de un almud, sino en un candelero; y da luz a todos los que están en la casa. Que vuestra luz brille ante los hombres de tal manera que puedan ver vuestras buenas obras y sean inducidos a glorificar a vuestro Padre que está en los cielos».
«Os envío al mundo para que me representéis y actuéis como embajadores del reino de mi Padre. Cuando salgáis a proclamar la buena nueva, poned vuestra confianza en el Padre, de quien sois mensajeros. No resistáis a la injusticia por medio de la fuerza; no pongáis vuestra confianza en el vigor corporal. Si vuestro prójimo os golpea en la mejilla derecha, ofrecedle también la izquierda. Estad dispuestos a sufrir una injusticia en lugar de acudir a la ley entre vosotros. Atended con bondad y misericordia a todos los que están afligidos y necesitados».
«Os lo digo: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os utilizan con malicia. Haced por los hombres todo lo que creéis que yo haría por ellos».
«Vuestro Padre que está en los cielos hace que el Sol brille sobre los malos al igual que sobre los buenos; asimismo, envía la lluvia sobre los justos y los injustos. Vosotros sois los hijos de Dios; aún más, ahora sois los embajadores del reino de mi Padre. Sed misericordiosos como Dios es misericordioso, y en el eterno futuro del reino, seréis perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto».
«Estáis encargados de salvar a los hombres, no de juzgarlos. Al final de vuestra vida terrestre, todos esperaréis misericordia; por eso os pido que durante vuestra vida mortal mostréis misericordia a todos vuestros hermanos en la carne. No cometáis el error de intentar quitar una mota del ojo de vuestro hermano, cuando hay una viga en el vuestro. Después de sacar primero la viga de vuestro propio ojo, podréis ver mejor para quitar la mota del ojo de vuestro hermano».
«Discernid claramente la verdad; vivid con audacia la vida recta; así seréis mis apóstoles y los embajadores de mi Padre. Habéis oído decir que: ‘Si el ciego conduce al ciego, los dos se caerán al precipicio’. Si queréis guiar a otras personas hacia el reino, vosotros mismos tenéis que caminar en la clara luz de la verdad viviente. En todos los asuntos del reino, os exhorto a que mostréis un juicio justo y una sabiduría penetrante. No ofrezcáis las cosas santas a los perros, ni arrojéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que pisoteen vuestras joyas y se vuelvan para despedazaros».
«Os pongo en guardia contra los falsos profetas que vendrán hacia vosotros vestidos de cordero, mientras que por dentro son como lobos voraces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Recogen los hombres uvas de las espinas o higos de los cardos? Así pues, todo buen árbol produce buenos frutos, pero el árbol corrompido da malos frutos. Un buen árbol no puede producir malos frutos, ni un árbol corrompido buenos frutos. Todo árbol que no da buenos frutos pronto es derribado y arrojado al fuego. Para conseguir entrar en el reino de los cielos, lo que cuenta es el móvil. Mi Padre mira dentro del corazón de los hombres y los juzga por sus deseos internos y sus intenciones sinceras».
«En el gran día del juicio del reino, muchos me dirán: ‘¿No hemos profetizado en tu nombre y hemos hecho muchas obras maravillosas por tu nombre?’ Pero yo me veré obligado a decirles, ‘Nunca os he conocido; apartaos de mí, vosotros que sois unos falsos educadores’. Pero todo el que escuche esta instrucción y ejecute sinceramente su misión de representarme ante los hombres, como yo he representado a mi Padre ante vosotros, encontrará una entrada abundante a mi servicio y en el reino del Padre celestial». (LU 140:3.1-20)