© 2003 Ken Glasziou
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¿Qué se entiende por religión del espíritu? En primer lugar, difiere ampliamente de las religiones ordinarias que sigue la humanidad. Esencialmente, estas son actividades grupales que virtualmente siempre resultan en la cristalización de un conjunto de rituales y credos que definen lo que los miembros deben hacer y ser.
Inevitablemente, sigue algún tipo de vigilancia para asegurar un grado mínimo de adhesión y así nace el autoritarismo.
La religión del espíritu difiere. En primer lugar, no es una actividad grupal, aunque no prohíbe que los adherentes se reúnan. Es una búsqueda personal de la verdad y es una experiencia personal con Dios que generalmente resulta en una interacción personal del individuo con el espíritu de Dios que mora en él.
Esta elección de la criatura no supone un abandono de la voluntad. Es una consagración de la voluntad, una expansión de la voluntad, una glorificación de la voluntad, un perfeccionamiento de la voluntad. (LU 111:5.5)
La paz en esta vida, la supervivencia en la muerte, la perfección en la próxima vida, el servicio en la eternidad —todo esto se logra desde ahora (en espíritu) cuando la personalidad de la criatura consiente— elige —someter su voluntad a la voluntad del Padre. (LU 111:5.4)
La conciencia de Dios y la conciencia de Dios siempre acompañan a la religión del espíritu, pero no exclusivamente. Muchos seguidores de la religión autoritaria logran la conciencia de Dios, la conciencia de Dios, incluso una relación personal con su Dios. La diferencia radica en la fuente de autoridad.
En una religión del espíritu, para cada individuo toda la autoridad final descansa en el espíritu de Dios que mora en él en lo que es una relación puramente personal.
Pero así como los adherentes a la religión autoritaria pueden ser engañados, lo mismo ocurre con aquellos que practican una religión del espíritu. Ningún hombre o mujer en la tierra está jamás libre del peligro del autoengaño. La responsabilidad es de ellos, entre ellos y Dios, y puede aplicarse solo a ellos mismos, nunca a otro. Esta es la lucha que constituye el fin de la vida y la razón de la existencia mortal: la aventura personal de los individuos de buscar a Dios por sí mismos y por sí mismos, y encontrarlo.
La religión del espíritu es ardua y requiere un compromiso total. El compromiso parcial no es una posibilidad. Incluye la dedicación total a descubrir y hacer la voluntad de Dios para el individuo.
La religión tradicional implica un sistema formalizado de creencias, rituales y códigos de conducta. La adhesión a tal religión siempre implica la oferta de una recompensa por el cumplimiento y la amenaza por el incumplimiento. La responsabilidad de definir las reglas y credos corresponde a las autoridades religiosas. La responsabilidad del individuo se limita a su aceptación del camino fácil del cumplimiento irreflexivo.
El cristianismo ofrece la ventaja adicional del alivio de toda carga derivada de los pecados y la culpa a través del sufrimiento sacrificial vicario de Cristo en la cruz.
La religión del espíritu no ofrece tales ventajas. La responsabilidad del individuo se comparte con el espíritu de Dios que mora en nosotros. La sinceridad es la única demanda que se deriva de una autoridad superior.
¿Puede la religión del espíritu ser una actividad grupal además de individual? Siempre que el grupo no haga demandas a los individuos que de alguna manera serían perjudiciales para la relación personal del individuo y su Dios, no existe una regla universal conocida en contra de la actividad del grupo, pero el compromiso del individuo de hacer la voluntad de Dios tendría que seguir siendo primordial y sacrosanto.
Sin embargo, el centro de la religión del espíritu es la búsqueda personal de la verdad que requiere que el individuo se embarque en esos descubrimientos intelectuales que tienen su origen en el Padre-Espíritu que mora en nosotros y nos exige buscar esas experiencias religiosas personales que hacen avanzar nuestra espiritualidad y nuestra servicio a nuestros hermanos.