© 2003 Ken Glasziou
© 2003 The Brotherhood of Man Library
Estos Documentos confirman que el propósito de la vida de Jesús en nuestro planeta incluía revelar a Dios al hombre y al hombre a Dios, y que su vida debía exhibir «las posibilidades trascendentes que puede alcanzar un humano que conoce a Dios durante la breve carrera de la existencia mortal. » (LU 120:2.8)
Habiendo logrado plenamente su propósito, Jesús nos dejó con este mandato: «Vuestra misión en el mundo está basada en el hecho de que he vivido entre vosotros una vida revelando a Dios, está basada en la verdad de que vosotros y todos los demás hombres sois los hijos de Dios; y esta misión consistirá en la vida que viviréis entre los hombres —en la experiencia real y viviente de amar y servir a los hombres como yo os he amado y servido». (LU 191:5.3)
Sin embargo, el simple hecho de saber adónde fue Jesús y lo que dijo e hizo sería de poca ayuda para nuestra tarea. Para emularlo, necesitamos saber cómo pensaba y qué pensaba. Debemos conocer la mente de Jesús.
Los Documentos han proporcionado la información necesaria, pero la han distribuido en casi 700 páginas de texto.
La memoria humana es tal que es útil para la mayoría de nosotros tener un marco sobre el cual construir.
Aquí hemos tratado de proporcionar una sinopsis de la Parte 4 que ayudará en la comprensión de la mente de Jesús. Es un marco para ayudarnos a pensar como Jesús podría pensar que se basa en los aspectos espirituales de su vida, pensamiento, obra y enseñanza.
Si nuestros pensamientos están absolutamente tranquilos, se puede ver el corazón celestial. El corazón celestial se encuentra entre el sol y la luna, es el hogar de la Luz Interior. (Nota: el sol y la luna se refieren a nuestros dos ojos).
Lu Yen
La función del Padre-Espíritu que mora en nosotros se describe como: «La gran meta de la existencia humana consiste en sintonizarse con la divinidad del Ajustador interior; el gran logro de la vida mortal consiste en alcanzar una verdadera consagración comprensiva a los objetivos eternos del espíritu divino que espera y trabaja dentro de vuestra mente… Y nuestra vida ideal es la del servicio amoroso a nuestros compañeros de viaje». (LU 110:3.4)
Comenzamos nuestra sinopsis cuando Jesús entró en su vigésimo octavo año, momento en el que comenzó a estar seguro de que el Espíritu de Dios moraba en él. A medida que esta relación creció, también se dio cuenta de que este mismo Espíritu del Padre mora en todos sus hijos terrenales como su mentor y guía.
Jesús nos enseñó: «La voluntad de Dios es el camino de Dios, el asociarse con la elección de Dios frente a cualquier alternativa potencial. En consecuencia, hacer la voluntad de Dios es la experiencia progresiva de parecerse cada vez más a Dios, y Dios es la fuente y el destino de todo lo que es bueno, bello y verdadero». (LU 130:2.7)
«La criatura solamente puede unificarse con el Creador mediante la perfección, la armonía y la unanimidad de la voluntad … El deseo de hacer la voluntad del Padre siempre ha de ser supremo en el alma y debe dominar la mente de un hijo ascendente de Dios.» (LU 130:4.3)
«Interésate por tus semejantes; aprende a amarlos y vigila la oportunidad de hacer algo por ellos que estás seguro que desean»; luego citó el antiguo proverbio judío: «Un hombre que quiere tener amigos debe mostrarse amistoso»». (LU 130:7.2)
«Cuando los hombres y mujeres sabios comprendan los impulsos internos de sus semejantes, los amarán. Y cuando amáis a vuestros hermanos y hermanas, ya los habéis perdonado».
Durante un largo período de asociación íntima con líderes religiosos en su carrera temprana, Jesús nunca atacó sus errores ni siquiera mencionó las fallas en sus enseñanzas. En cada caso, seleccionaría la verdad en lo que enseñaban y luego procedería a embellecer e iluminar esta verdad en sus mentes para que, en muy poco tiempo, esta mejora de la verdad efectivamente desplazara el error asociado.
La calma, la tranquilidad y el amor tienen el poder de vencer al mundo.
Escuche a los demás, sin importar cuán tontos o ignorantes puedan parecer, porque cada uno tiene su propia historia.
Él enseñó: «La bondad es viviente, relativa, siempre en progreso; es invariablemente una experiencia personal y está perpetuamente correlacionada con el discernimiento de la verdad y de la belleza». (LU 132:2.7)
«La bondad se encuentra en el reconocimiento de los valores positivos de verdad del nivel espiritual, que deben contrastar, en la experiencia humana, con su contrapartida negativa —las sombras del mal potencial». (LU 132:2.7)
«El mal sólo se vuelve una realidad de la experiencia personal cuando una mente moral lo escoge deliberadamente». (LU 132:2.10)
«La verdad no se puede definir con palabras, sino solamente viviéndola.» (LU 132:3.2)
«La verdad revelada, la verdad descubierta personalmente, es la delicia suprema del alma humana; es la creación conjunta de la mente material y del espíritu interior». (LU 132:3.4)
«Pero el hombre nunca puede poseer la verdad sin el ejercicio de la fe. La fe actúa para liberar las actividades sobrehumanas de la chispa divina que habita en nosotros». (LU 132:3.5)
«La vida humana continúa —sobrevive— porque tiene una función en el universo, la tarea de encontrar a Dios». (LU 132:3.7)
«oración se convierte en el gran unificador de las diversas inspiraciones de la imaginación creativa y de los impulsos de fe de un alma que trata de identificarse con los ideales espirituales de la divina presencia interior y asociada». (LU 132:3.10)
«A los ojos de Dios sólo existen dos grupos de mortales: los que desean hacer su voluntad y los que no lo desean. Cuando el universo contempla un mundo habitado, discierne igualmente dos grandes clases: los que conocen a Dios y los que no lo conocen.». (LU 133:0.3)
«Si conocemos a Dios, nuestra verdadera tarea en la Tierra consiste en vivir de tal manera que permitamos al Padre revelarse en nuestra vida, y así todas las personas que buscan a Dios verán al Padre y solicitarán nuestra ayuda para averiguar más cosas sobre el Dios que logra expresarse de ese modo en nuestra vida.» (LU 132:7.2)
Jesús enseñó a un joven asociado: «Tengo una confianza absoluta en la protección de mi Padre celestial. Estoy consagrado a hacer la voluntad de mi Padre que está en los cielos. No creo que pueda sucederme ningún daño real; Estoy absolutamente convencido de que el universo entero es amistoso conmigo —insisto en creer en esta verdad todopoderosa con una confianza total, a pesar de todas las apariencias en contra.» (LU 133:1.4)
«El alma del hombre es distinta al espíritu divino que reside dentro de la mente. El espíritu divino llega al mismo tiempo que la mente humana efectúa su primera actividad moral, y en esa ocasión es cuando nace el alma.» (LU 133:6.5)
«El alma es la parte del hombre que refleja su yo, discierne la verdad y percibe el espíritu, y que eleva para siempre al ser humano por encima del nivel del mundo animal. La conciencia de sí, en sí misma y por sí misma, no es el alma. La autoconciencia moral es la verdadera autorrealización humana y constituye el fundamento del alma humana. El alma es esa parte del hombre que representa el valor potencial de supervivencia de la experiencia humana. La elección moral y la consecución espiritual, la capacidad para conocer a Dios y el impulso de ser semejante a él, son las características del alma». (LU 133:6.5)
Al descifrar la vida de Jesús, tenga en cuenta sus propósitos: primero, adquirir experiencia como criatura, segundo, revelar al Padre del Paraíso, y tercero, desentrañar las consecuencias de nuestro pecado rebelde. (Más tarde, el cristianismo invirtió este orden, haciendo de la muerte sacrificial de Jesús su propósito principal).
El día de su bautismo, Jesús se paró en el Jordán como un mortal perfecto de los mundos evolutivos del tiempo y el espacio. Se había establecido una sincronía perfecta y una comunicación plena entre la mente mortal de Jesús y el Espíritu del Padre que moraba en él.
Después de su bautismo, las elecciones que enfrentó Jesús en cuanto al tipo de ministerio a adoptar fueron: su propio camino, uno que pudiera parecer provechoso desde el punto de vista de las necesidades inmediatas; o el camino del Padre—uno que brindó un ejemplo a la humanidad de un ideal clarividente de la vida de las criaturas.
Solo hubo un motivo en la vida post bautismal de Jesús y ese fue una revelación mejor y más verdadera de su Padre del Paraíso; fue el pionero del nuevo y mejor camino hacia Dios, el camino de la fe y el amor, que insistió en recorrer de la manera más tranquila y no dramática, evitando toda exhibición de poder.
Jesús les dijo a sus apóstoles: «No os engañéis; saldremos a trabajar para una generación que busca signos… y serán lentos en reconocer, en la revelación del amor de mi Padre, las cartas credenciales de mi misión». (LU 137:6.5)
Cuando lleguemos a saber que tenemos suficiente, entonces seremos ricos.
No tengamos miedo de escuchar a los demás por oído de lo que podamos oír.
Jesús no cometió el error de enseñar demasiado. No precipitó la confusión en su audiencia por la presentación de la verdad más allá de su capacidad de comprensión.
«El reino de mi Padre no tiene nada que ver con las cosas visibles y materiales. Este reino ya se encuentra ahora entre vosotros, porque allí donde el espíritu de Dios enseña y dirige el alma del hombre, allí está en realidad el reino de los cielos. Y este reino de Dios es rectitud, paz y alegría en el Espíritu Santo». (LU 137:8.9)
«En el reino de mi Padre no habrá ni judíos ni gentiles, sino únicamente aquellos que buscan la perfección a través del servicio, porque declaro que aquel que quiera ser grande en el reino de mi Padre, deberá convertirse primero en el servidor de todos.» (LU 137:8.11)
El programa de Jesús: no se ocuparía de la gratificación física de su pueblo. No repartiría pan a las multitudes; él no atraería la atención sobre sí mismo a través del trabajo de maravillas; ni usaría el poder o la autoridad temporal para lograr la aceptación de un mensaje espiritual.
Jesús enseñó a los apóstoles a predicar el perdón de los pecados a través de la fe en Dios pero sin penitencia ni sacrificio. También aprendieron pronto que Jesús tenía un profundo respeto y una consideración comprensiva por cada ser humano con el que se encontraba, y que nada le parecía tan importante como el ser humano individual que por casualidad estaba en su presencia inmediata.
Jesús nunca cesó de repetir que sólo la fe era necesaria en el negocio de encontrar a Dios, y agregó que «será por la vida que viváis que los demás sabrán que habéis estado conmigo y que habéis conocido las realidades del reino».
Les dijo a sus discípulos que el reino de Dios está dentro de ti, que no tienes que ver igual, sentir igual, incluso pensar igual para ser espiritualmente igual. «La armonía», dijo, «crece del hecho de que cada uno de nosotros es idéntico en origen, naturaleza y destino». (LU 141:5.1)
«La unidad espiritual implica dos cosas: primero, posees un motivo común para el servicio del alma: hacer la voluntad del Padre, y segundo, tienes una meta común de existencia: encontrar al Padre y llegar a ser como él». (LU 141:5.3)
Una y otra vez Jesús advirtió contra la formulación de credos y el establecimiento de tradiciones como medio para guiar a los creyentes. «Guía a los hombres al reino», dijo, «y las grandes y vivientes verdades del reino pronto expulsarán todo error grave. Tu negocio es revelar a Dios al individuo como su Padre celestial, guiar a hombres y mujeres a ser conscientes de Dios y presentarlos a Dios como sus hijos en la fe». (LU 141:6.2)
La única recompensa para los seguidores de Jesús: en este mundo, alegría espiritual y comunión divina; en el otro mundo, la vida eterna en el progreso de las realidades espirituales divinas del Padre.
Jesús fue un maestro, no un predicador. Vino a presentar verdades espirituales a las mentes materiales. Vino a hacer la voluntad del Padre y sólo la voluntad de su Padre. Y debido a esta unicidad de propósito, no estaba ansiosamente preocupado por el mal en el mundo. No prestó atención a la opinión pública y no se dejó influenciar por los elogios. Nunca estaba emocionado, molesto o desconcertado, a veces entristecido, pero nunca desanimado. Y siempre fue desinteresado.
No nos contentemos con quedarnos en el primer peldaño de la escalera espiritual para siempre, sino más bien estemos dispuestos a caminar hacia adelante y hacia arriba.
Nuestros antecedentes y nuestras circunstancias en cualquier momento no tienen relación con quiénes podamos llegar a ser.
El amor es la regla de vivir en el reino: suprema devoción a Dios mientras se ama a su prójimo como a uno mismo. La obediencia a la voluntad del Padre, dando los frutos del espíritu en la vida personal, es la ley del reino.
«Si sois los hijos de Dios, entonces habéis nacido del espíritu de Dios; y cualquiera que ha nacido del espíritu, tiene dentro de sí el poder de vencer todas las dudas.» (LU 142:5.3)
Hay valores elevados en la existencia mortal —el dominio intelectual y el logro espiritual— que trascienden con mucho la gratificación de los apetitos e impulsos puramente físicos del hombre.
«La prueba para el mundo entero de que habéis nacido del espíritu es que os amáis sinceramente los unos a los otros». (LU 142:5.4)
«Así como las familias terrenales se construyen sobre la tolerancia, la paciencia, el perdón y el amor, así también la familia terrenal de Dios». (LU 140:8.13)
Jesús dijo a sus discípulos: «Estas cuestiones temporales interesan a los hombres de este mundo. Sois los embajadores espirituales de un reino espiritual, los representantes especiales del Padre del espíritu. El amor es la más grande de todas las realidades espirituales. La verdad es una revelación liberadora pero el amor es la relación suprema.» (LU 142:7.17)
El Maestro era un espécimen perfecto de autocontrol humano. Cuando lo insultaban, no insultaba; cuando sufría, no pronunció amenazas; cuando fue denunciado, simplemente se entregó al justo juicio del Padre.
«Pero yo vengo con un nuevo mensaje de olvido de sí mismo y de dominio de sí mismo. Os muestro el camino de la vida tal como mi Padre que está en los cielos me lo ha revelado. Por vuestro amor mutuo, debéis convencer al mundo de que habéis pasado de muerte a vida eterna». (LU 143:2.2)
Jesús enseñó: «Si el Espíritu habita en vosotros, sois hijos libres y liberados del Espíritu. Vuestro secreto para dominar el yo está ligado a vuestra fe en el espíritu interno, que siempre actúa por amor. Si, pues, sois nacidos del Espíritu, sois librados para siempre de una vida de abnegación y de vigilancia de los deseos de la carne, y trasladados al gozoso reino del Espíritu, de donde espontáneamente mostráis los frutos del espíritu. en su vida diaria.» (LU 143:2.7)
«Cuando estéis totalmente consagrados a hacer la voluntad del Padre que está en los cielos, todas vuestras súplicas serán contestadas, porque vuestras oraciones estarán plenamente de acuerdo con la voluntad del Padre». (LU 146:2.7)
«Evitad las oraciones materialistas; orad en espíritu y por la abundancia de los dones del espíritu». (LU 146:2.10)
Jesús enseñó que la oración por la guía divina sobre la vida terrenal era la siguiente en importancia a la petición de conocimiento de la voluntad del Padre. En realidad esto significa una oración por la sabiduría divina.
Adoramos a Dios con la ayuda del Espíritu que mora en nosotros. Y este espíritu del Padre habla mejor al hombre cuando la mente humana está en una actitud de verdadera adoración. La adoración, enseñó Jesús, hace a uno cada vez más semejante al que está siendo adorado.
«El grado de tu amor por los demás es la medida directa de cuánto has entregado tu alma a la enseñanza y guía de tu Dios-Espíritu que mora en ti». (LU 146:3.6)
El hombre razonable se adapta al mundo; el irrazonable persiste en tratar de adaptar el mundo a sí mismo.
George Bernard Shaw
No hay mal momento para hacer lo correcto.
«Mientras que el nivel del amor fraterno se eleva cuando abraza la devoción desinteresada por el bienestar de nuestros semejantes, el mayor avance se encuentra en el nivel de la percepción espiritual y la interpretación espiritual que nos impulsa a reconocer en esta regla de vida el mandato divino de tratar todas las personas como concebimos que Dios las trataría.» (LU 147:4.9)
«El Padre nunca envía la aflicción como castigo arbitrario por las malas acciones. El hombre no debería acusar a Dios por las calamidades que son el resultado natural de la vida que ha escogido vivir; el hombre tampoco debería quejarse de las experiencias que forman parte de la vida, tal como ésta se vive en este mundo». (LU 148:5.3)
Jesús trascendió las enseñanzas de sus antepasados cuando valientemente sustituyó las manos limpias por corazones limpios como la marca de la religión verdadera.
Jesús enseñó: «Emocionalmente las personas reaccionan individualmente. Lo único uniforme acerca de ellos es el Espíritu de Dios que mora en nosotros. Por lo tanto, la humanidad sólo podrá alcanzar la unidad y la fraternidad a través de este espíritu, y apelando a él». (LU 149:3.3)
La ira es una manifestación material (animal) que indica el fracaso de la naturaleza espiritual para obtener el control. «La ira descansa en el seno de los necios».
Jesús dijo: «Que vuestro corazón esté tan dominado por el amor, que vuestro guía espiritual tenga pocas dificultades para liberaros de la tendencia a dejaros llevar por esos arranques de ira animal que son incompatibles con el estado de la filiación divina. » (LU 149:4.2)
Jesús siempre predicó la templanza y la consistencia, señalando que el celo excesivo puede conducir a la imprudencia y la presunción, mientras que demasiada prudencia y discreción pueden conducir a la cobardía y al fracaso.
Jesús dijo: «Vuestros antepasados temían a Dios porque era poderoso y misterioso. Vosotros lo adoraréis porque es magnífico en amor, abundante en misericordia y glorioso en verdad». (LU 149:6.5)
«He venido al mundo para sustituir el miedo por el amor, la tristeza por la alegría, el temor por la confianza, la esclavitud servil y las ceremonias sin significado por el servicio amoroso y la adoración agradecida». (LU 149:6.5)
«Hacéis bien en ser dóciles ante Dios y en controlaros delante de los hombres, pero que vuestra mansedumbre sea de origen espiritual, y no la exhibición autoengañosa de un sentido consciente de superioridad presuntuosa. Mi Padre desdeña el orgullo, detesta la hipocresía y aborrece la iniquidad». (LU 149:6.11)
«El Padre me ha enviado al mundo para mostrar cómo desea habitar y dirigir a todos los hombres; y he vivido esta vida en la carne de tal manera que pueda inspirar también a todos los hombres para que intenten siempre conocer y hacer la voluntad del Padre celestial que reside en ellos». (LU 153:3.2)
El reino de Jesús está fundado en el amor, proclamado en la misericordia y establecido por el servicio desinteresado.
El futuro, por muy amenazante que parezca, sólo puede llegar un día a la vez.
La resistencia es una forma de paciencia concentrada.
«Dejadme expresar enérgicamente esta verdad eterna: Si gracias a vuestra coordinación con la verdad, aprendéis a manifestar en vuestra vida esta hermosa integridad de la rectitud, entonces vuestros semejantes os buscarán para conseguir lo que habéis adquirido así». (LU 155:1.5)
«La cantidad de buscadores de la verdad que se sentirán atraídos hacia vosotros representa la medida de vuestra dotación de la verdad, de vuestra rectitud. La cantidad de mensaje que tenéis que llevar a la gente es, en cierto modo, la medida de vuestro fracaso en vivir la vida plena o recta, la vida coordinada con la verdad». (LU 155:1.5)
«La mejor manera de guiar a muchas almas a amar al Dios invisible es enseñándoles primero a amar a sus hermanos y hermanas a quienes pueden ver». (LU 155:3.4)
«Cuando la religión tiene unos móviles enteramente espirituales, hace que toda la vida valga más la pena, llenándola de objetivos elevados, dignificándola con valores transcendentales, inspirándola con móviles magníficos, y confortando todo el tiempo el alma humana con una esperanza sublime y vigorizante. » (LU 155:3.7)
«La más emocionante e inspiradora de todas las experiencias humanas posibles: la búsqueda personal de la verdad, el regocijo de afrontar los peligros del descubrimiento intelectual, la determinación de explorar las realidades de la experiencia religiosa personal, la satisfacción suprema de experimentar el triunfo personal de conseguir realmente la victoria de la fe espiritual sobre las dudas intelectuales, una victoria que se gana honradamente durante la aventura suprema de toda la existencia humana —el hombre a la búsqueda de Dios, por sí mismo y como tal hombre, y que lo encuentra». (LU 155:5.10)
«La religión del espíritu significa esfuerzo, lucha, conflicto, fe, determinación, amor, lealtad y progreso». (LU 155:5.11)
Jesús continuó: «Muy pronto vamos a empezar a proclamar audazmente una nueva religión —una religión que no es una religión en el sentido que hoy se atribuye a esa palabra, una religión que apela principalmente al espíritu divino de mi Padre que reside en la mente del hombre; una religión que obtendrá su autoridad de los frutos de su aceptación.» (LU 155:5.12)
«Te he llamado a descubrir la experiencia suprema de encontrar a Dios por ti mismo, en ti mismo y por ti mismo y como un hecho de tu propia experiencia. La religión del espíritu os deja eternamente libres para seguir la verdad, dondequiera que os lleven las directrices del espíritu». (LU 155:6.5)
«La experiencia suprema de la existencia humana es: encontrar a Dios por vosotros mismos y conocerlo en vuestras propias almas». (LU 110:3.4)
«No olvidéis nunca que sólo hay una aventura más satisfactoria y emocionante que la tentativa de descubrir la voluntad del Dios vivo, y es la experiencia suprema de intentar hacer honradamente esa voluntad divina». (LU 155:6.11)
«El destino espiritual depende de la fe, el amor y la devoción a la verdad —el hambre y la sed de rectitud— el deseo entusiasta de encontrar a Dios y parecerse a él». (LU 156:5.7)
«Si aprendéis a amar solamente a aquellos que os aman, estáis destinados a vivir una vida limitada y mediocre. Cuanto menos amor hay en la naturaleza de una criatura, más grande es su necesidad de amor, y más intenta el amor divino satisfacer esa necesidad». (LU 156:5.11)
«Los creyentes en el reino deben poseer una fe implícita, una creencia con toda el alma, en el triunfo seguro de la rectitud. Los constructores del reino no deben dudar de que el evangelio de la salvación eterna es verdadero. Los creyentes deben aprender cada vez más a apartarse de las precipitaciones de la vida —a huir de los agobios de la existencia material— mientras que vivifican su alma, inspiran su mente y renuevan su espíritu por medio de la comunión en la adoración». (LU 156:5.12)
«Al hacer avanzar la causa del reino, apelen directamente al espíritu divino que mora en la mente». (LU 159:3.2)
«Cuando atraigáis a los hombres hacia el reino, no disminuyáis ni destruyáis su autoestima. Este evangelio tiene la finalidad de restablecer la autoestima en aquellos que la han perdido, y de refrenarla en los que la tienen». (LU 159:3.3)
«No cometáis el error de limitaros a condenar las equivocaciones que veáis en la vida de vuestros alumnos; recordad también que debéis reconocer generosamente las cosas más dignas de elogio que veáis en sus vidas. No olvidéis que no me detendré ante nada para restablecer la autoestima en aquellos que la han perdido, y que realmente desean recuperarla». (LU 159:3.3)
«El desempleo destruye la autoestima; por lo tanto, recomendad a vuestros hermanos que se mantengan siempre ocupados en las tareas que han elegido». (LU 159:3.4)
«Los hijos de Dios mueren buscando al mismo Dios que habita dentro de ellos».
«El creyente tiene una sola batalla y es contra la duda—la incredulidad. Al predicar el evangelio simplemente estás enseñando la amistad con Dios». (LU 159:3.9)
A veces, cuando todos nos levantamos, son aquellos de los que menos nos esperábamos los que nos ayudan a levantarnos.
Solo escuchamos realmente cuando escuchamos desde el corazón.
«Si os atrevéis a creer en mí y empezáis a seguirme de todo corazón, al hacerlo os meteréis con toda seguridad en el camino preciso que lleva a las dificultades. No os prometo liberaros de las aguas de la adversidad, pero lo que sí os prometo es atravesarlas todas con vosotros». (LU 159:3.13)
«Nunca olvides que el Padre no limita la revelación de la verdad a una generación concreta ni a un pueblo determinado». (LU 159:4.6)
«No temáis a aquellos que, aunque puedan ser capaces de matar el cuerpo, después ya no tienen ningún poder sobre vosotros. Os exhorto a que no temáis a nadie, ni en el cielo ni en la Tierra, sino que os regocijéis en el conocimiento de Aquel que tiene el poder de liberaros de toda injusticia, y de presentaros intachables ante el tribunal de un universo». (LU 165:3.3)
«El Padre nunca obliga a nadie a entrar en el reino. Aunque la puerta que conduce al camino de la vida sea estrecha, es lo suficientemente ancha como para recibir a todos los que intentan entrar sinceramente». (LU 166:3.3)
«Yo soy el camino nuevo y vivo. Cualquiera que quiera puede entrar para embarcarse en la interminable búsqueda de la verdad para la vida eterna. Vuestros antepasados han creído durante demasiado tiempo que la prosperidad era el signo de la aprobación divina, y que la adversidad era la prueba del desagrado de Dios. Afirmo que esas creencias son supersticiones». (LU 166:4.3)
Jesús sobre la oración: «Todas las oraciones verdaderas son dirigidas a los seres espirituales, y todas esas peticiones deben ser contestadas en términos espirituales, y todas esas respuestas deben consistir en realidades espirituales. Los seres espirituales no pueden ofrecer respuestas materiales ni siquiera a las súplicas espirituales de los seres materiales». (LU 168:4.9)
«En este mundo, el reino es el deseo supremo de hacer la voluntad de Dios, el amor desinteresado por los hombres, que produce los buenos frutos de una mejor conducta ética y moral». (LU 170:2.18)
«En el cielo, el reino es la meta de los creyentes mortales en donde se perfecciona su amor por Dios». (LU 170:2.19)
Jesús enseñó que entramos en el reino por la fe. Sólo dos cosas son esenciales, primero, venir con la fe-sinceridad de un niño pequeño para recibir nuestra entrada como un regalo, sometiéndonos incondicionalmente a la voluntad del Padre, y segundo, el hambre de verdad, la sed de justicia, la adquisición del motivo para encontrar a Dios y ser como él.
Recibir el perdón de Dios implica un proceso de cuatro pasos:
«La justicia de cualquier acto debe medirse por el motivo».
No esperemos hacer lo imposible: hay limitaciones para ser solo humanos.
Podemos sentir que sabemos algo y podemos sentirnos seguros de hacer algo, pero a menudo la verdad es que no sabemos lo que estamos haciendo.
Jesús esparció buen ánimo dondequiera que iba. Estaba lleno de gracia y de verdad. Sus asociados nunca dejaron de maravillarse ante las graciosas palabras que salían de su boca. Puedes cultivar la gracia, pero la gracia es el aroma de la amistad que emana de un alma saturada de amor.
La bondad es atractiva solo cuando es graciosa, y es efectiva solo cuando es atractiva.
Jesús siempre estuvo listo y dispuesto a detener o detener a una multitud mientras atendía las necesidades de una sola persona o de un niño pequeño. La mayoría de las cosas realmente importantes que Jesús dijo o hizo parecían suceder casualmente, «mientras pasaba». Dispensó salud y felicidad de forma natural y elegante mientras viajaba por la vida. Era literalmente cierto, «él anduvo haciendo el bien».
Y así, corresponde a los seguidores del Maestro en todas las épocas aprender a ministrar ‘al pasar’, a hacer el bien desinteresado mientras realizan sus deberes diarios.
«Cuando un hombre sensato comprende los impulsos internos de sus semejantes, los ama. Y cuando amáis a vuestro hermano, ya lo habéis perdonado. Esta capacidad para comprender la naturaleza del hombre y para perdonar sus aparentes fechorías, es divina». (LU 174:1.4)
«Vuestra incapacidad o vuestra mala disposición para perdonar a vuestros semejantes es la medida de vuestra inmadurez, de vuestro fracaso en alcanzar el nivel adulto de compasión, de comprensión y de amor. Vuestros rencores y vuestras ideas de venganza son directamente proporcionales a vuestra ignorancia de la naturaleza interior y de los verdaderos anhelos de vuestros hijos y de vuestros semejantes.» (LU 174:1.5)
«El amor es la manifestación exterior del impulso de vida interior y divino. Está basado en la comprensión, alimentado por el servicio desinteresado y perfeccionado con la sabiduría. No busquen en su vida diaria la glorificación propia, sino busquen más bien la gloria de Dios». (LU 174:1.5)
«NNo podéis permanecer inmóviles en los asuntos del reino eterno. Mi Padre exige que todos sus hijos crezcan en la gracia y en el conocimiento de la verdad. Vosotros, que conocéis estas verdades, debéis producir cada vez más frutos del espíritu y manifestar una devoción creciente al servicio desinteresado de vuestros compañeros servidores. Haz con fidelidad lo que se te encomiende, y así estarás listo para el llamado de cuentas de la muerte». (LU 176:3.5)
Al enseñar a los niños a rezar el «Padre Nuestro», se coloca una enorme responsabilidad sobre los padres terrenales para que vivan y ordenen sus hogares de modo que la palabra «padre» tenga connotaciones valiosas mientras se consagra en la mente y el corazón de los niños en crecimiento.
«Los frutos del espíritu, vuestro servicio sincero y amoroso, son la poderosa palanca social que eleva a las razas que están en las tinieblas, y este Espíritu de la Verdad se convertirá en el punto de apoyo que multiplicará vuestro poder». (LU 178:1.6)
«Recordad que estáis encargados de predicar este evangelio del reino —el deseo supremo de hacer la voluntad del Padre, unido a la alegría suprema de comprender, por la fe, que sois hijos de Dios». (LU 178:1.11)
«Las labores humanitarias son subproductos sociales que no deben reemplazar la proclamación del evangelio».
«Trabaja para persuadir las mentes de los demás, pero nunca te atrevas a obligarlos».
«En verdad, debéis ser dulces en vuestras relaciones con los mortales equivocados, pacientes en vuestro trato con los ignorantes, e indulgentes cuando os provoquen; pero también debéis ser valientes en la defensa de la rectitud, poderosos en la promulgación de la verdad y dinámicos en la predicación de este evangelio del reino» ( UB 178:1.14)
«La revelación que os he hecho es una revelación viva, y deseo que produzca los frutos apropiados en cada individuo y en cada generación». (LU 178:1.15)
«No olvidéis que sólo estáis encargados de salir a predicar la buena nueva. No debéis atacar las viejas costumbres; debéis introducir hábilmente la levadura de la nueva verdad en medio de las antiguas creencias. Dejad que el Espíritu de la Verdad efectúe su propio trabajo». (LU 178:1.16)
«Recordad siempre que debéis amaros los unos a los otros. No luchéis contra los hombres, ni siquiera contra los incrédulos. Siembrad misericordia, incluso con aquellos que os ultrajan». (LU 178:1.17)
«Si alguien quiere ser grande entre vosotros, que se vuelva primero vuestro servidor». (LU 171:0.6)
Aquellos que buscan el verdadero camino hacia la iluminación no deben esperar una tarea fácil o placentera por ofrecimientos de respeto, honor y devoción.
Buda
Debemos ‘ser’ ese cambio que deseamos ver en el mundo.
La cena del recuerdo es el emblema del ministerio de otorgamiento del Espíritu de la Verdad. También es un símbolo de nuestro surgimiento de la esclavitud del ceremonialismo y el egoísmo hacia el gozo espiritual de la hermandad y el compañerismo. [Nota: el Espíritu de la Verdad es el espíritu de Jesús que fue otorgado a todos los creyentes después de su resurrección.]
En todas esas ocasiones (una cena de recuerdo), el Maestro está realmente presente y su espíritu fraterniza con nuestro Padre-Espíritu que mora en nosotros.
Jesús a sus discípulos: «Y por eso os doy este nuevo mandamiento: Que os améis los unos a los otros como yo os he amado. De esta manera, si os amáis así los unos a los otros, todos los hombres sabrán que sois mis discípulos.» (LU 180:1.1)
Jesús: «Si permanecéis en mí y mis palabras viven en vosotros, podréis comulgar libremente conmigo, y entonces mi espíritu viviente se infiltrará en vosotros de tal manera que podréis pedir todo lo que mi espíritu quiere, y hacer todo esto con la seguridad de que el Padre nos concederá nuestra petición.» (LU 180:2.1)
«La oración es una forma de caminar por el camino de Dios, una experiencia para aprender a reconocer y ejecutar la voluntad del Padre». (LU 180:2.4)
«Estáis en este mundo, pero no debéis vivir a su manera. Os he elegido y apartado del mundo para que representéis el espíritu de otro mundo en este mismo mundo en el que habéis sido elegidos.» (LU 180:3.1)
«Con la venida del Espíritu de la Verdad, todos los hijos de la luz serán atraídos unos hacia otros. De esta manera concreta mi Padre y yo podremos vivir en el alma de cada uno de vosotros, y también en el corazón de todos los demás hombres que nos aman y hacen real ese amor en sus experiencias, amándose los unos a los otros como yo os amo ahora.» (LU 180:4.5)
Este nuevo maestro es el espíritu de la verdad viva y creciente, la verdad que se expande, se desarrolla y se adapta.
La verdad divina es un espíritu discernido y una realidad viva. La verdad viviente es dinámica y sólo puede disfrutar de una existencia experiencial en la mente humana.
La verdad es un valor de realidad espiritual experimentado solo por seres dotados de espíritu que funcionan en niveles supermateriales de conciencia universal y que, después de darse cuenta de la verdad, permiten que su espíritu de activación viva y reine dentro de sus almas.
«El amor, el altruismo, debe sufrir una interpretación readaptativa constante y viviente de las relaciones de acuerdo con las directrices del Espíritu de la Verdad. El amor debe captar así los conceptos ampliados y siempre cambiantes del bien cósmico más elevado para la persona que es amada. Luego, el amor continúa adoptando esta misma actitud hacia todas las demás personas que quizás pudieran ser influidas por las relaciones crecientes y vivientes del amor que un mortal conducido por el espíritu siente por otros ciudadanos del universo». (LU 180:5.10)
La regla de oro y la enseñanza de la no resistencia no pueden dogmatizarse; sólo pueden ser comprendidas viviéndolas según la interpretación del Espíritu de la Verdad que dirige el contacto amoroso de un ser humano con otro.
«Cuando venga el nuevo maestro, entonces este Espíritu de Verdad los conducirá a cada uno de ustedes a trabajar por el reino». (LU 181:2.13)
«Dios no hace acepción de personas; que a los ojos de Dios y en la hermandad del reino, todos los hombres son iguales, todos los creyentes son hijos de Dios». (LU 181:2.14)
«Cuando llegue el nuevo instructor, deja que te enseñe el equilibrio de la compasión y esa tolerancia comprensiva que nace de la confianza sublime en mí y de la sumisión perfecta a la voluntad del Padre». (LU 181:2.15)
Evitar el camino que conduce inevitablemente a un triple by-pass cardíaco.
II pensamientos inteligentes ya han sido pensados; lo que hace falta ahora es tratar de pensarlos de nuevo.
Goethe
«Dedica tu vida a demostrar que el afecto humano y la dignidad divina se pueden combinar en el discípulo que conoce a Dios y cree en el Hijo». (LU 181:2.15)
«En la medida en que dependa de ti, vive mucho tiempo en la Tierra para que tu larga vida pueda ser fecunda en almas ganadas para el reino celestial». (LU 181:2.15)
«Para aquel que conoce a Dios no existen trabajos vulgares ni faenas laicas. Todo trabajo terrenal es sagrado y es un servicio, incluso a Dios Padre». (LU 181:2.19)
«Deberías aprender que incluso la expresión de un pensamiento bueno debe ser modulada de acuerdo con el estado intelectual y el desarrollo espiritual del oyente». (LU 181:2.21)
«No os desaniméis si no lográis captar el pleno significado del evangelio. Sólo sois seres finitos, hombres mortales, y lo que os he enseñado es infinito, divino y eterno.» (LU 181:2.25)
La participación en la religión de Jesús es la técnica segura y cierta mediante la cual los individuos espiritualmente aislados y cósmicamente solos pueden escapar del aislamiento de la personalidad y todas sus consecuencias de miedo e impotencia.
«Aún se esconde en el hombre medio civilizado una malvada brutalidad que intenta desahogarse en aquellos que son superiores en sabiduría y en logros espirituales». (LU 184:4.5)
Habiendo revelado a Dios al hombre, Jesús estaba ahora (en su crucifixión) comprometido en hacer una revelación sin precedentes del hombre a Dios. Ahora estaba revelando a los mundos el triunfo final sobre todos los temores del aislamiento de la personalidad de la criatura.
Cuando las burlas, los insultos y los golpes cayeron sobre Jesús, no fue vencido, sino simplemente incontenible en el sentido material.
Jesús ni siquiera se enojó cuando, en su juicio, mortales ignorantes lo golpearon burlonamente en la cara después de vendarle los ojos.
Cuando clavaron a Jesús en la cruz, sus únicas palabras fueron: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen». No podría haber intercedido tan misericordiosamente y amorosamente por sus verdugos si tales pensamientos de afectuosa devoción no hubieran sido el motivo principal de toda su vida de servicio desinteresado.
El evangelio de las buenas nuevas de que nosotros los mortales podemos, por la fe, llegar a ser conscientes del espíritu de que somos hijos de Dios, no depende de ninguna manera de la muerte de Jesús. Cierto es que este evangelio del reino ha sido iluminado por la muerte del maestro, pero más aún por su vida.
Moisés enseñó la dignidad y la justicia de un Dios creador; pero Jesús retrató el amor y la misericordia de un Padre celestial.
Es totalmente correcto referirse a Jesús como nuestro salvador. Él siempre hizo el camino de la salvación (supervivencia) más claro y más seguro.
El concepto de expiación y salvación sacrificial está enraizado y fundamentado en el egoísmo. La principal preocupación del creyente no debe ser el deseo egoísta de salvación personal, sino el impulso desinteresado de amar y servir a nuestros semejantes, así como Jesús amó y sirvió al hombre mortal.
Lo grandioso de la muerte de Jesús, en cuanto se relaciona con el enriquecimiento de la experiencia humana y la ampliación del camino de la salvación, no es el hecho de su muerte, sino más bien la manera soberbia y el espíritu inigualable en que la enfrentó.
La cruz muestra para siempre que la actitud de Jesús hacia los pecadores no fue ni de condena ni de condonación, sino de salvación eterna y amorosa.
Cuando los hombres y mujeres pensantes miran a Jesús cuando ofreció su vida en la cruz, difícilmente se permitirán volver a quejarse incluso de las más severas penalidades de la vida, y mucho menos de los pequeños hostigamientos y agravios ficticios.
Jesús es verdaderamente un salvador en el sentido de que su vida y muerte nos ganan para la bondad y la supervivencia justa.
Jesús nos amó tanto que su amor despierta la respuesta del amor en el corazón humano. El amor es verdaderamente contagioso y eternamente creativo.
Un viaje de mil millas comienza con un solo paso.
Lleva toda la vida convertirse en la persona que queremos ser.
Jesús retrató una cualidad más alta de rectitud que de justicia: mera técnica del bien y del mal. El amor divino no se limita a perdonar los errores; los absorbe y de hecho los destruye.
Nadie puede tener mayor amor que este: que estén dispuestos a dar su vida por sus amigos. Y Jesús tenía tal amor que estaba dispuesto a dar su vida incluso por sus enemigos.
«Vuestra misión en el mundo está basada en el hecho de que he vivido entre vosotros una vida revelando a Dios, está basada en la verdad de que vosotros y todos los demás hombres sois los hijos de Dios; y esta misión consistirá en la vida que viviréis entre los hombres —en la experiencia real y viviente de amar y servir a los hombres como yo os he amado y servido». (LU 191:5.3)
«Abandonad la intolerancia y aprended a amar a los demás como yo os he amado. Dedica tu vida a demostrar que el amor es la cosa más grande del mundo. Es el amor de Dios el que impulsa a los hombres a buscar la salvación. El amor es el padre de toda bondad espiritual, la esencia de lo verdadero y de lo bello». (LU 192:2.1)
«No descuides ayudar a los débiles, a los pobres y a los jóvenes». (LU 192:2.2)
«Si confías más en mí, serás menos impaciente con tus hermanos. Si quieres confiar en mí, eso te ayudará a ser bondadoso con la fraternidad de los creyentes. Oren por tranquilidad de espíritu y traten de cultivar la paciencia». (LU 192:2.8)
«Asegúrense de estar dedicados al bienestar de sus hermanos en la Tierra con un afecto incansable. Incorpora la amistad a tu consejo y añade el amor a tu filosofía. Sé fiel. Sé menos crítico. Espera menos de algunos». (LU 192:2.10)
«Cuando uno es un hijo de Dios por la fe, todo trabajo honrado en la Tierra es sagrado. Nada de lo que hace un hijo de Dios puede ser corriente. De ahora en adelante, haced pues vuestro trabajo como si fuera para Dio.» (LU 192:2.13)
«Mi única finalidad era revelar mi Padre que está en los cielos a sus hijos de la Tierra. He vivido la donación de revelar a Dios para que podáis experimentar la carrera de conocer a Dios». (LU 193:0.3)
La confianza es algo que toma años construir pero solo segundos destruir.
Cada vez que nos sintamos desanimados con nuestras vidas recordemos que nadie llegó a donde está hoy sin empezar donde estaba ayer. (LU 156:5.15)
«La salvación es un don gratuito de Dios, pero aquellos que nacen del espíritu empiezan a manifestar inmediatamente los frutos del espíritu en el servicio amoroso a sus semejantes. Y los frutos del espíritu divino, producidos en la vida de los mortales nacidos del espíritu y que conocen a Dios, son: servicio amoroso, consagración desinteresada, lealtad valiente, equidad sincera, honradez iluminada, esperanza imperecedera, confianza fiel, ministerio misericordioso, bondad inagotable, tolerancia indulgente y paz duradera.» (LU 193:2.2)
«Puedes entrar al reino como un niño, pero el Padre requiere que crezcas hasta la plena estatura de la edad adulta espiritual». (LU 193:2.2)
«La primera misión de este espíritu es, por supuesto, fomentar y personalizar la verdad, porque la comprensión de la verdad es lo que constituye la forma más elevada de libertad humana. A continuación, la finalidad de este espíritu es destruir el sentimiento de orfandad del creyente.» (LU 194:2.2)
El Espíritu de la Verdad nunca crea una conciencia de sí mismo, sólo una conciencia de Jesús, el Hijo.
El Espíritu de la Verdad vino también para ayudaros a recordar y comprender las palabras del Maestro, así como a iluminar y reinterpretar su vida en la Tierra.
Luego, el Espíritu de la Verdad vino para ayudar al creyente a testificar de las realidades de las enseñanzas de Jesús y de su vida tal como la vivió en la carne y como la vive nuevamente en el creyente individual de cada generación que pasa.
El Espíritu de la Verdad equipa a los maestros de la nueva religión de Jesús con armas espirituales. Deben salir a conquistar el mundo con un perdón inagotable, una buena voluntad incomparable y un amor abundante. Están equipados para vencer el mal con el bien, para vencer el odio con el amor, para destruir el miedo con una fe valiente y viva en la verdad.
Pentecostés dotó al hombre mortal con la capacidad de perdonar las heridas personales, de mantenerse dulce frente a la injusticia más grave, de permanecer impasible ante el peligro atroz y de desafiar los males del odio y la ira mediante actos intrépidos de amor y paciencia.
Hasta Pentecostés, la religión había revelado que sólo el hombre buscaba a Dios. Desde Pentecostés, resplandece sobre el mundo el espectáculo de Dios buscando también a la humanidad y enviando su Espíritu para que habite en aquellos a quienes ha encontrado.
Antes de Pentecostés, las mujeres tenían poca o ninguna posición espiritual en los principios de las religiones más antiguas. Después de Pentecostés, las mujeres se presentaron ante Dios en igualdad con los hombres. Los hombres ya no pueden presumir de monopolizar el ministerio del servicio religioso.
Antes de Pentecostés, los apóstoles habían renunciado a mucho por Jesús. Después de Pentecostés, se entregaron a Dios, y el Padre y el Hijo respondieron entregándose a los hombres enviando sus Espíritus a vivir en ellos.
El espíritu material del egoísmo ha sido absorbido en este nuevo otorgamiento espiritual de desinterés.
No es imposible para nosotros personalmente dejar el mundo un lugar un poco mejor de lo que lo encontramos.
Es tan importante poder perdonarse a sí mismo como ser perdonado por los demás.
Jesús vivió una vida que es una revelación del hombre sometido a la voluntad del Padre.
La religión de Jesús no busca escapar de esta vida, sino que proporciona la alegría y la paz de otra existencia espiritual para ennoblecer la vida actual en la carne.
La humanidad ha pasado por los estragos de grandes y destructivas guerras de las que sólo salió un vencedor: Jesús de Nazaret con su evangelio de vencer el mal con el bien. El secreto de una civilización mejor está ligado a las enseñanzas del Maestro sobre la fraternidad de los hombres y la buena voluntad del amor y la confianza mutua.
En Roma, el cristianismo llegó con un consuelo refrescante y un poder liberador a un pueblo espiritualmente hambriento cuyo idioma no tenía una palabra para desinterés.
La religión es la revelación al hombre de su destino divino y eterno. Está diseñado para encontrar aquellos valores que invocan la fe, la confianza y la seguridad, y culminan en la adoración. Descubre los valores supremos: una intuición sobrehumana que se puede obtener a través de una experiencia religiosa genuina.
Un sistema social duradero sin una moral basada en realidades espirituales no puede mantenerse más que el sistema solar sin gravedad.
Cuando hay tanta buena verdad para publicar y proclamar, ¿por qué insistir en el mal?
En la religión, Jesús abogó y siguió el método de la experiencia, incluso cuando la ciencia persigue la técnica del experimento. Encontramos a Dios a través de la percepción espiritual, pero nos acercamos a Dios a través del amor por lo bello, la búsqueda de la verdad, la lealtad al deber y la adoración de la bondad divina. Pero de todos estos valores, el amor es la verdadera guía para la comprensión real.
No importa cuál sea el conflicto entre el materialismo y las enseñanzas de Jesús, eventualmente las enseñanzas de Jesús triunfarán por completo.
En realidad, la verdadera religión no puede involucrarse en controversias con la ciencia o el materialismo, ya que de ninguna manera se preocupa por las cosas materiales, solo por las cosas del espíritu.
La libertad o iniciativa en cualquier ámbito de existencia es directamente proporcional al grado de influencia espiritual y control mental cósmico; es decir, en la experiencia humana, el grado de actualidad de hacer «la voluntad del Padre». Y así, una vez que comienzas a encontrar a Dios, y buscas hacer su voluntad, esa es la prueba concluyente de que Dios ya te ha encontrado.
La religión de Jesús se erige como la convocatoria espiritual trascendente, llamando a lo mejor que hay en el hombre para elevarse por encima de todos estos legados de la evolución animal y, por gracia, alcanzar las alturas morales del verdadero destino humano.
La cultura moderna debe bautizarse espiritualmente con una nueva revelación de la vida de Jesús.
La religión es sólo un humanismo exaltado hasta que se diviniza por el descubrimiento de la realidad de la presencia de Dios en la experiencia personal.
La religión de Jesús se basa en las relaciones espirituales personales con el Padre y está totalmente validada por la suprema autoridad de la genuina experiencia personal.
La fe de Jesús era tan real y abarcadora que barrió absolutamente cualquier duda espiritual y destruyó efectivamente todo deseo conflictivo.
La fe personal, la esperanza espiritual y la devoción moral de Jesús siempre estuvieron correlacionadas con la profunda comprensión de la realidad y el carácter sagrado de todas las lealtades humanas: el honor personal, el amor familiar, las obligaciones religiosas, el deber social y la necesidad económica.
La fe personal de Jesús en la certeza y seguridad de la guía y protección del Padre celestial impartió a su vida única una profunda dotación de realidad espiritual.
Como hombre del reino, Jesús trajo a Dios la mayor de todas las ofrendas; la consagración y entrega de su propia voluntad al majestuoso servicio de hacer la voluntad divina. Jesús siempre y consistentemente interpretó la religión en términos de la voluntad del Padre.
Aquellos que quieran tener éxito seguramente encontrarán un camino, y aquellos que no lo hagan seguramente encontrarán una excusa.
Nada daña más a una nueva verdad que un viejo error.
El secreto de la vida religiosa sin paralelo de Jesús fue su conciencia de la presencia de Dios y la alcanzó mediante la oración inteligente y la adoración sincera —comunión ininterrumpida con Dios— y no mediante guías, visiones o prácticas religiosas extraordinarias.
Jesús confiaba en Dios tanto como el niño confía en un padre. Tenía una profunda confianza en el universo, la misma confianza que un niño tiene en sus padres.
Jesús no pide a sus discípulos que crean en él, sino que crean con él en la realidad del amor de Dios y, con plena confianza, acepten la seguridad de la seguridad de pertenecer a la familia del Padre celestial. Él desea que todos sus seguidores compartan plenamente su fe trascendente. Desafió a sus seguidores a creer como él creía. Este es el significado completo de su mandato supremo: «Sígueme».
Seguir a Jesús significa compartir personalmente su fe religiosa y entrar en el espíritu de la vida del Maestro de servicio desinteresado por el hombre.
De todos los conocimientos humanos el que tiene mayor valor es conocer la vida religiosa de Jesús y cómo la vivió.
Jesús fue un mortal totalmente consagrado, dedicado sin reservas a hacer la voluntad de su Padre. Fue esta misma unidad de propósito y devoción desinteresada lo que le permitió efectuar un progreso tan extraordinario en la conquista de la mente humana en una corta vida.
En su devoción a la causa del reino, Jesús quemó todos los puentes detrás de él; sacrificó todos los obstáculos para hacer la voluntad del Padre.
Jesús no anhelaba escapar de su vida terrenal; él dominó una técnica de hacer aceptablemente la voluntad del Padre mientras estaba en la carne. Alcanzó una vida religiosa idealista en medio de un mundo realista.
Jesús enseñó a los hombres a darse un gran valor a sí mismos en el tiempo y en la eternidad, y estaba dispuesto a dedicarse al servicio incansable de la humanidad. Y fue este valor infinito de lo finito lo que hizo de la regla de oro un factor vital en su religión. ¿Qué seres mortales podrían dejar de ser edificados por la fe extraordinaria que Jesús tenía en ellos?
La experiencia religiosa espiritual personal es un solvente eficiente para la mayoría de las dificultades mortales; es un clasificador, evaluador y ajustador eficaz de todos los problemas humanos. La religión no elimina ni destruye los problemas humanos, pero los disuelve, los absorbe, los ilumina y los trasciende.
La mente del hombre puede alcanzar altos niveles de percepción espiritual y esferas correspondientes de divinidad de valores porque no es totalmente material. Hay un núcleo espiritual en la mente del hombre: el Espíritu de Dios que mora en nosotros.
Tres evidencias separadas de este Espíritu que mora en la mente humana son:
Es la misma luna que se refleja en los charcos que en las fuentes.
La compatibilidad surge no de la semejanza sino del respeto por nuestras diferencias.
La mente humana no crea valores reales; la experiencia humana no produce una percepción del universo. En cuanto a la introspección, el reconocimiento de los valores morales y el discernimiento de los significados espirituales, todo lo que la mente humana puede hacer es descubrir, reconocer, interpretar y elegir.
Los valores morales del universo se convierten en posesiones intelectuales mediante el ejercicio de tres juicios básicos o elecciones de la mente mortal:
Así parece que todo el progreso humano se efectúa mediante una técnica de evolución revelacional conjunta.
A menos que un Amante Divino viviera en la mente del hombre, los individuos no podrían amar desinteresada y espiritualmente. Y a menos que un Intérprete viviera en sus mentes, no podrían realmente darse cuenta de la unidad del universo. Además, a menos que un Evaluador habite en cada mente, esa mente no podría evaluar valores morales ni reconocer significados espirituales. Este Amante Interno proviene de la fuente misma del Amor Infinito; este Intérprete es parte de la Unidad Universal; este evaluador es el Centro y Fuente de todos los valores absolutos de la realidad divina y eterna.
La supervivencia humana depende, en gran medida, de consagrar la voluntad humana a la elección de los valores seleccionados por este clasificador de valores espirituales, el intérprete y unificador residente, nuestro Dios-Espíritu residente.
Jesús reveló y ejemplificó una religión de amor: seguridad en el amor del Padre, con alegría en compartir este amor al servicio de la fraternidad humana.
Cada vez que una persona hace una elección moral reflexiva, inmediatamente experimenta una nueva invasión divina en su alma.
El contacto del hombre con la más alta realidad objetiva, Dios, es sólo a través de la experiencia puramente subjetiva de conocerlo, adorarlo y realizar la pertenencia a la familia con él.
La religión es la experiencia suprema de la humanidad durante la naturaleza mortal, y el amor es la motivación más alta que cualquier persona puede utilizar en su ascenso al universo, pero el amor, despojado de la verdad, la belleza y la bondad, es solo un sentimiento.
La persona religiosa puede trascender un entorno y, de esta manera, escapar de las limitaciones del mundo a través de la intuición del amor divino. Este concepto de amor genera en el alma del hombre el esfuerzo superanimal por encontrar la verdad, la belleza y la bondad; y cuando se encuentran estos, se encuentra a Dios, y el que los encuentra se consume con el deseo de ser como él.
No te desanimes; la evolución humana todavía está en progreso, y la revelación de Dios al mundo, en ya través de Jesús, no fallará.
El gran desafío para el hombre moderno es lograr una mejor comunicación con el divino Espíritu de Dios que mora en nosotros.
La mayor aventura del hombre consiste en un esfuerzo sensato por avanzar los límites de la autoconciencia, a través de los reinos de la conciencia del alma, en un esfuerzo de todo corazón por alcanzar el límite de la conciencia espiritual: el contacto con la presencia divina. Tal experiencia constituye la conciencia de Dios, una experiencia que confirma poderosamente la verdad preexistente de la experiencia religiosa de conocer a Dios.
Nuestra relación con Dios es una experiencia de fe en la que hemos alcanzado la frontera de la conciencia espiritual hasta el punto de contacto de la presencia divina, el Dios-Espíritu interior, y así hemos obtenido esa conciencia espiritual que es equivalente al conocimiento del actualidad de nuestra relación padre-hijo con el Padre.
El Padre es amor vivo y esta vida del Padre está en su Hijo. Y el Espíritu del Padre está en los hijos e hijas de su Hijo, el hombre mortal. Y cuando todo está dicho y hecho, la idea del Padre sigue siendo el concepto humano más alto de Dios.