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La eficiencia es la capacidad de producir algo, de lograr los resultados deseados manteniendo al máximo nivel lo que permite esa producción. Para ser eficaz se necesitan dos elementos: lo que se produce y lo que tiene capacidad de producir. El que no se centra en el objetivo y descuida los medios no llegará lejos. De ahí la necesidad de adoptar buenos hábitos.
Los hábitos ahorran una cantidad considerable de tiempo y energía. Contribuyen de manera vital a la eficiencia y economía de nuestras vidas. Todo el desarrollo humano se basa en esta capacidad de traducir los progresos anteriores en hábitos, permitiendo así realizar nuevos progresos conscientemente.
A través de un esfuerzo continuo, todo tipo de reflejos espirituales pueden eventualmente convertirse en hábitos, liberándonos para enfrentar desafíos más elevados. Desarrollar hábitos positivos es un elemento central en el crecimiento espiritual. Se convierte en una reacción familiar ante un problema. Sin embargo, debemos tener mucho cuidado de no desarrollar hábitos negativos. En cuyo caso sólo podríamos deshacernos de él reemplazándolo por un hábito positivo y no resistiéndonos a él. No olvidemos que se necesita tiempo para desarrollar adecuadamente nuestra personalidad divina.
Una vez que los buenos hábitos están bien establecidos, impregnan nuestra personalidad. Están tejidos en el telar de nuestro carácter. Se convierten en posesiones permanentes de nuestras almas en evolución. Los hábitos saludables de vida espiritual son la base misma de una personalidad bien desarrollada y realizada.
“Padre, concédeme esa fe que no teme ni a los peligros, ni al dolor, ni a la muerte, que sabe caminar en la vida con calma, paz y profunda alegría y que establece su alma en absoluto desprendimiento de todo lo que no eres tú. »
Vivir más plenamente, utilizar más plenamente los talentos, estar en armonía con uno mismo, con los demás, con Dios, este es el programa que nos gustaría lograr. Los temas de este programa son:
Cada uno de nosotros fue creado con la posibilidad de elegir. Tenemos esta libertad de elegir entre la luz y la oscuridad. En un primer momento proyectamos la imagen que tenemos programada internamente. ¡De nosotros depende visualizar nuestro futuro tan radiante como debe ser, a imagen de lo que el Creador quiere y afirmarlo positivamente!
Conscientes de estar eternamente ligados a una fuente inagotable de beneficencia, debemos aprovecharla para utilizar mejor nuestros recursos, alcanzar metas nobles, crear nuevas oportunidades de enriquecimiento, conocer personas interesantes, mejorar nuestra salud, aprovechar el tiempo para desarrollarnos y amar. más.
Presta atención y mantente presente. ¡La vida es aquí y ahora! Constancia y ardor en el trabajo. ¡Necesitamos practicar estar presentes y ser verdaderamente quienes queremos ser! ¡Cultivemos la inteligencia del corazón!
Primero, vayamos más despacio. La estimulación excesiva a la que estamos sometidos envenena el cuerpo y descarrila la mente; sus malos frutos son el cansancio y un sentimiento de frustración que nos hace hervir y rabiar contra todo y contra lo demás.
Por importantes que seamos, otros podrán hacer nuestro trabajo. Dios realiza, con lentitud imperturbable, sus planes eternos. La única sabiduría es vivir al ritmo de ello. Un entrenador deportivo repetía incansablemente: “Para ganar una carrera, rema despacio. Si te dejas llevar, el ritmo se romperá, tendrás toda la dificultad del mundo para restablecerlo. » Para remar –o trabajar– lentamente y mantener el ritmo constante que conduce al éxito, la víctima del ritmo apresurado hará bien en introducir la paz coordinadora de Dios en su mente, en su alma y, agreguemos con audacia, en su vida. su sistema nervioso y muscular.
Vamos más despacio. Lo que realmente queremos nos estará esperando, en el punto determinado. Y si, avanzando hacia la meta al paso mesurado de Dios, no encontramos lo que buscamos, consolémonos. Lo que buscábamos no era para nosotros y no perdemos nada con ello. Trabajemos, pues, para adquirir un paso normal, regido por Dios. Estemos tranquilos. Aprendamos el arte de repeler la sobreexcitación nerviosa. Hagamos una pausa en nuestro trabajo y afirmemos: “Ahora rechazo toda excitación nerviosa. Ella me deja. Estoy en paz. » Dejemos de hervir por dentro. Practiquemos con calma.
La aplicación confiada de los principios del cristianismo proporciona paz y tranquilidad, aportando así nuevas fuerzas al cuerpo, la mente y el alma. Es el antídoto perfecto contra toda agitación, la mejor manera de captar nuevas fuentes vigorizantes. Por tanto, cultivemos la fe creativa. Aprendamos primero a mantener la calma, físicamente, eliminando gestos innecesarios. Al cultivar una conducta tranquila, es necesario pensar con calma, porque el cuerpo reacciona de acuerdo con los tipos de pensamientos que pasan por la mente. Por el contrario: la mente se puede calmar empezando por la calma física. La relajación física y moral, la relajación completa, requiere un mantenimiento constante. El ser humano está constituido para estar conectado a una corriente continua de fuerza que proviene de Dios, lo nutre y regresa a su fuente para renovarse. Quien vive en armonía con este sistema recreativo adquiere la cualidad esencial de relajación y trabajo fácil, a base de Chi va piano…
No te creas un nuevo Atlas, llevando el mundo sobre nuestros hombros. No estamos condenados a semejante esfuerzo. Así que no nos tomemos demasiado en serio;
Decidamos amar nuestro trabajo. Así se convertirá en un placer. Quizás no tengamos que cambiarlo. Cuando cambiemos, nuestro trabajo parecerá diferente. Adoptemos un método de trabajo y mantengámoslo. El trabajo desordenado crea la sensación de estar abrumado.
Extractos Marvin Gawryn and Co.