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¿Cuántos nos entristecemos al ver el mundo actual en decadencia? Me doy cuenta de que todos tenemos esa necesidad de sentirnos reconfortados y en paz sobre lo que ocurrirá después de nuestro tiempo en la tierra. ¿Qué dejaremos como legado espiritual a nuestros nietos y a los hijos de sus hijos? Puede parecer descabellado pensar así, pero es tan poco cuando sabemos que la vida es eterna y que esta aventura terrenal debe llegar un día a la edad de luz y vida.
Mi mayor deseo es que El libro de Urantia llegue a las manos de muchas almas sedientas de verdad y que transforme a la persona que lo estudie.
Pero, ¿cómo podría ocurrir esto sin el compromiso personal de quienes han encontrado este tesoro? Como ferviente estudiante de El libro de Urantia y sus enseñanzas, siento que estas verdades son un regalo del cielo, una respuesta a mis preguntas, el objeto que ha dado sentido a mi vida y respuestas a mis numerosas reflexiones. Me ha ayudado a sentirme mejor dentro de mí misma, ha mejorado mi salud y bienestar general; me ha ayudado a esforzarme por ser mejor persona y a ser mejor viviendo mi vida y poniendo mis creencias en acción. Este libro y sus enseñanzas no pueden quedarse estancados: hay que compartirlos. Entonces, ¿cómo compartirlo?
El entusiasmo a veces tiene sus límites y compartir este tesoro con los que quiero, o con alguien que creía que estaba preparado para recibir una verdad mayor, pronto dio como resultado lo contrario; sentí que se resistían y después se cerraban a lo que presentaba. Mi incapacidad, mi torpeza y mi falta de experiencia me hacían pensar que no había dicho lo correcto, que había dicho demasiado o que había ido demasiado lejos sin intentar averiguar la base de la necesidad y el interés de mi interlocutor. Pretender dar cuando la persona no está preparada para recibir es como presentar un plato de exquisito sabor a quien no tiene hambre.
Mientras buscaba mejorar mi enfoque en el ministerio al que me dedico, y tras asistir a cursos de varias escuelas del movimiento Urantia, descubrí la clave que me abrió un nuevo horizonte para compartir con más tacto y fluidez lo que comprendo de las enseñanzas de El libro de Urantia . No hay una fórmula mágica: es la práctica y la experiencia lo que nos hace mejores embajadores de la revelación.
En febrero de 2020 completé el curso de Ministerio del Maestro en la Escuela de Embajadores, una escuela de formación ministerial que nos ayuda a convertirnos en hacedores; hacedores del segundo kilómetro, alguien que puede utilizar la quinta revelación de época para ayudar a establecer el entorno necesario que pueda provocar un renacimiento espiritual. Desde marzo de 2022, la Escuela de Embajadores de Francia se encuentra en https://fr-school.thechristexperiment.org.
He aprendido a tender un puente entre lo que la persona ya cree y lo que El libro de Urantia enseña, construyendo sobre lo que ya existe y adornándolo con mayores profundidades de la revelación. También he aprendido a elevar las conversaciones con personas que no tienen conocimientos espirituales. Jesús nunca quitaba nada de lo que decían sus oyentes, siempre añadía a lo que era verdad.
Esta escuela está dedicada exclusivamente al desarrollo de líderes y maestros del evangelio de Jesús que utilizan El libro de Urantia como guía de referencia y que lo hacen de forma maravillosa.
El privilegio de haber encontrado El libro de Urantia nos hace estar eternamente en deuda con nuestros Ajustadores del Pensamiento y con el Espíritu de la Verdad, por lo que también debemos trabajar para preparar a otros con el fin de que lleven a cabo la obra de Jesús más allá de nuestra generación para traer más luz a este planeta.
Confío en que el Ajustador del Pensamiento que vive en cada ser humano guíe al individuo en busca de una verdad mayor.
En el proceso de ganar almas para el Maestro, no es el primer kilómetro recorrido por compulsión, obligación o convención el que transformará al hombre y su mundo, sino más bien el segundo kilómetro de servicio libre y devoción amante de la libertad que muestra al jesusiano tomando de la mano a su hermano con amor y guiándolo espiritualmente hacia la meta más alta y divina de la existencia mortal. En el momento presente el cristianismo recorre de buen grado el primer kilómetro, pero la humanidad languidece y va tropezando en la oscuridad moral porque hay muy pocos discípulos auténticos en el segundo kilómetro, muy pocos de los que se declaran seguidores de Jesús que vivan y amen realmente como él enseñó a sus discípulos a vivir, amar y servir. [LU 195:10.5]