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Antonio Moya Cerpa reside en Sevilla. Está jubilado y tiene tres hijos. Lleva 43 años leyendo El Libro de Urantia. Fue miembro fundador del grupo de estudio de Sevilla y traductor de la edición europea de El Libro de Urantia.
Fue el libro el que me encontró a mí, no yo a él. Vino a mi encuentro. Yo había hecho mi parte del camino: había buscado respuestas a mis preguntas un poco por todas partes, había leído muchos libros y revistas sobre revelaciones, espiritismo, ufología, contactados, etc. Un buen día de 1978, un amigo muy investigador me dijo que había comprado El Libro de Urantia en inglés, y estuvo varias semanas contándome por teléfono cada mañana lo que había leído la noche anterior. El tema me interesó cada vez más y finalmente decidí comprar el libro. Como no sabía suficiente inglés como para leerlo en ese idioma, lo pedí en francés a su traductor, Jacques Weiss, en París.
Hace tanto tiempo que apenas me acuerdo. Pero enseguida noté o percibí que se trataba de algo totalmente diferente a todo lo que había leído hasta entonces.
Fue un proceso gradual que duró años. Tuve muchos altibajos, muchas dudas internas entre el sí y el no, muchas charlas con mi amigo sobre si lo que decía el libro era verdad, o bien se trataba de las teorías o fantasías de alguien. No teníamos elementos de juicio o razones suficientes para inclinarnos a favor o en contra. Es un hecho que el texto era impresionante, los razonamientos impecables, las enseñanzas morales exquisitas… ¿Cómo una gente que decía aquellas cosas podía estar mintiendo o tomándonos el pelo? Necesité tiempo, lectura y reflexión para convencerme de que decían la verdad.
De arriba abajo. Hay un antes y un después de El Libro de Urantia en mi vida. Mi visión de la Realidad se amplió enormemente, y cosas que hasta entonces habían sido importantes para mí, pasaron a ocupar un pequeño lugar en un rincón de esta nueva inmensa Realidad.
Yo no tenía una fe definida. No era increyente, pero tampoco un devoto practicante de la religión establecida. Por tanto, la fe como tal la fui adquiriendo y asentando a base de vivencias, reflexiones, estudio y experiencias personales. Fue algo paulatino.
Ha habido más de uno, pero se han diluido con el tiempo, la experiencia vivida y una visión más amplia de las cosas. Recuerdo que me incomodaban los calificativos a veces duros o muy duros que los reveladores empleaban al referirse a nuestro mundo. Yo creía que exageraban, que se pasaban de rosca. Pero hoy, con algo más de conciencia y de sensibilidad, me doy cuenta de que los reveladores en verdad se quedaron cortos, e incluso fueron suaves o benignos, en su manera de calificar a nuestro mundo.
Hay más de una cosa que me ha impresionado, pero por mencionar alguna, la manera en que los reveladores explican el comienzo y el desarrollo de la Realidad, partiendo del absoluto e infinito Yo Soy. Para nosotros la Realidad procede del infinito, pasa por delante de nosotros (es ahí donde nos subimos al carro) y se dirige hacia el infinito. Hay muchas cosas que me asombran del Padre Universal: Dios como ingeniero y Dios como artista (palabras de Bill Sadler), además de Dios como padre. Los dos discursos de Jesús sobre la religión son clarificadores e impresionantes. Sus conferencias en Urmia, inigualables. Y así sucesivamente…
Es un concepto que he tardado varios años en comprender, en caer en la cuenta. Hacer la voluntad del Padre es vivir en la verdad, la belleza y la bondad. Dicen los autores en la página 1431: «La voluntad de Dios es el camino de Dios… Hacer la voluntad de Dios es la experiencia progresiva de parecerse cada vez más a Dios, y Dios es la fuente y el destino de todo lo que es bueno, bello y verdadero. La voluntad del hombre es el camino del hombre…». Y como suelo decir, el camino del hombre ha sido a lo largo de la historia una interminable guerra sangrienta, algo nada digno de ser seguido.
En absoluto. Mi nivel de evolución está muy lejos de esa posibilidad. En mi opinión, es muy improbable que un ser humano llegue a ser consciente de la presencia de su Ajustador.
Poner en práctica las enseñanzas del Maestro es tan sencillo como ayudar a quien lo necesita, mostrar respeto y consideración a todo el mundo, ser amable y tolerante con los demás, ser fraternal, y procurar no perjudicar a nadie. Si tratas bien a los demás, ¿cuál crees que puede ser el resultado?
Para mí, El Libro de Urantia es la obra más importante que hay hoy en este mundo. No existe otra obra que lo iguale, y mucho menos que lo sobrepase. Pero el libro no tiene nada de «misterioso»; al contrario, desvela y revela misterios que hasta hoy la humanidad no ha sido capaz de resolver, por ejemplo el origen de la Realidad, el sentido de la vida, la razón de nuestra existencia, etc. Si no todo el mundo se decide a leer este libro es porque esas personas están en otra onda, sus intereses actuales son otros. No todo el mundo está igual de interesado en buscar la Verdad, no todo el mundo tiene una fuerte curiosidad por conocer el contenido de este libro. Cada uno de nosotros tiene un soplete interior diferente, y unos queman más, y otros menos.
Quiero indicar que para mí, el libro tiene dos lecturas: una intelectual y otra espiritual. La intelectual es la que hacemos con la mente, buscando información, planetas, galaxias, sistemas, la forma que tiene el universo, hechos históricos, datos, ordenes de seres, etc. Y la espiritual es la que hacemos con el corazón, descubriendo valores, ejemplos a seguir, actitudes, moralidad, comportamientos, decisiones, etc.
Yo empecé (supongo que como todo el mundo) por la primera lectura, buscando ávidamente datos e información. Y cuando la mente estuvo más o menos satisfecha, fui cayendo sin darme cuenta en la segunda lectura, la de la búsqueda de los valores, los comportamientos, la ética y la moral, la fe, las elecciones, las decisiones, etc.