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Jorge Nagore tiene 68 años de edad. Está casado y tiene dos hijos y tres nietos. Ejerce de jubilado activo después de 35 años dedicados al periodismo. Estudió con los Jesuitas y en la universidad del Opus Dei. Siempre ha vivido en Pamplona, España, la ciudad de los encierros de toros, y ahí sigue. Tras una «experiencia cercana a la muerte», fruto de un accidente de tráfico a los 17 años, surgió en él un empujón hacia la búsqueda de mí mismo y la relación con la existencia superior.
En 1994 ya estaba disfrutando de los Caballos de Troya. Leí también El testamento de san Juan de Benítez, pero casualmente no miré la contraportada donde había una referencia a El Libro de Urantia. En 2014, haciendo limpieza en el trastero, al quitarle el polvo le di la vuelta a dicho libro y allí apareció: «basado en El Libro de Urantia». Lo demás fue sencillo: bajarme el libro, comprarlo, asistir a un encuentro y engancharme a esta comunidad de lectores a la que tanto debo.
Pienso que lo encontré porque seguramente me estaba esperando, posiblemente porque lo necesitara. La pregunta es: ¿por qué en 2014 y no en 1994? Creo que en esos veinte años de distancia maduré un poco más en mi búsqueda y evolución, al menos lo suficiente como para acoger ese regalo con un poco más de capacidad.
Creo que me sentí como si hubiera encontrado un tesoro, y también un poco alborotado. Casi nada de lo que el libro contaba lo conocía o había leído antes. Enseguida tuve la percepción de que aquello era imposible que lo hubiese escrito un ser humano. Me ayudó mucho el centrarme al principio en la IV parte, al margen de dar algunos saltos por todo el libro.
Pienso que no fue algo puntual, sino gradual y global. Era más una convicción interior que poco a poco forjó un poso que ya no daba lugar a duda. Creo que no fue algo únicamente racional. Leyéndolo me sentí acogido y quizás también guiado.
Aquí también debo decir que no fue un fogonazo al estilo san Pablo. Fue y sigue siendo un proceso gradual de asimilación y experiencia personal. De alguna manera ha supuesto la reafirmación de todo mi recorrido anterior, pero ahora desde un prisma más trasparente, real y seguro. Si tuviera que destacar algo, sería la relación con el Padre a nivel mucho más personal, la aceptación total de filiación y el abrazo continuado con mi Ajustador.
Sí. Antes de leer el libro no tenía muy claro qué era en realidad eso de la fe. Podía ser un creer a ciegas, sin entender muy bien su razón de ser, incluso como una especie de imposición necesaria. Ahora la entiendo y la vivo como la columna vertebral de nuestra espiritualidad. Un regalo de nuestro Padre, un fruto del Espíritu, que día a día hay que regar compartiéndolo con Él y disfrutando de ello, porque es un vehículo indispensable para seguir avanzando por el camino.
Al comienzo, me chocó un poco todo lo relacionado con la mejora de la especie, las razas, etc., seguramente debido a nuestros estereotipos o clichés, en mi caso bastante influenciado por las atrocidades que se dieron a lo largo de la II Guerra Mundial y a lo largo de la historia en general.
Sí que es cierto, que, con la lectura global del libro, y en mayor profundidad, ahora contemplo este asunto desde una óptica más amplia, no quedándome tanto en el detalle, sino más bien en una perspectiva más cósmica que busca la perfección desde la bondad, la belleza y la verdad.
Inicialmente me quedé fascinado con el ejemplo de la vida de Jesús, y lo sigo estando, pero con posteriores lecturas, artículos y cursos, cada vez me impresiona más todo lo referente a la donación del Padre: La Trinidad, el Supremo, el Absoluto, los Ajustadores… como digo, su propia donación y cercanía, vista a través de nuestra filiación.
Al principio lo comencé a visualizar como un regalo, más que como una imposición o una falta de libertad. A través del ejemplo del Maestro, he ido comprendiendo que se trata de una relación personal, una relación paternofilial, de confianza plena y absoluta, porque la voluntad de un buen Padre siempre lleva por delante lo mejor para un hijo, y en este sentido me ayudó mucho el concepto de «haceros como niños», esa imagen del niño pequeño que confía total y absolutamente en su padre, en su papá. Abrirnos total y sinceramente a nuestro Ajustador, dejarnos que nos guíe, creo que puede ayudar a entender esa voluntad del Padre.
Aunque el tema es un tanto «vidrioso», como nos advierten los reveladores, creo que sí. Y me remito no tanto a la comunicación en sí, sino a los resultados. Desde que tengo conciencia de su existencia a través de El Libro de Urantia (antes sólo intuía lo de la chispa divina en nosotros de una forma lejana), y de entregarme totalmente a su guía y consejo, muchas cosas han comenzado a cambiar. Procuro que mis decisiones sean aconsejadas y compartidas, ya que, en realidad, somos dos con el objetivo de llegar a ser uno, y sinceramente, nunca me ha fallado, como era de esperar. Tengo bastante claro que nuestro éxito depende de los dos, y que ambos tenemos un compromiso con el Supremo. Sé que Él me anima todos los días a bajar al huerto y regar los frutos del espíritu, que me despierta continuamente para permanecer despierto… y más.
Sin duda, y a través de El Libro de Urantia, resultan más claras. ¿El resultado? Creo que ahora tengo una mayor relación personal con mi Padre, y todo lo que ello supone. Respecto al prójimo, procuro ser el primero para los demás y el último de la fila para mí mismo. También deseo y procuro cultivar una personalidad más equilibrada y unificada, siguiendo su ejemplo de vida, pero esto… ¡qué difícil resulta en el día a día! Es de las cosas que más me atrae de Jesús, pero hay que estar muy presente en todo momento, entrenar la mente, y casi siempre fallo, pero bueno…ahí estamos.
El misterio lo suele provocar lo desconocido, bien porque no tiene explicación, o bien porque no se puede entender, y esto a primera vista puede en el caso de El Libro de Urantia producir cierta prevención en algunos lectores que se acercan al libro. Pero no creo que sea el caso, porque El Libro de Urantia tiene explicación y también se puede acabar entendiéndolo. Lo que pienso es que el libro llega a cada cual de manera única, personal y en un momento determinado, posiblemente cuando esa persona ha dejado atrás sus condicionamientos o estereotipos y además, desea firmemente buscar la verdad y encontrar al Padre.
Quisiera resaltar que para mí El Libro de Urantia es como un libro mágico que ha cambiado mi vida, pero curiosamente, a todos los lectores que he conocido en estos años, les ha ocurrido lo mismo. Animaría a todo aquel que dude a que haga un pequeño esfuerzo abierto y lo lea.
Y por encima de todo, quisiera dejar constancia de mi más profundo agradecimiento a los reveladores y a toda la comunidad de El Libro de Urantia, porque es el mejor regalo que he podido recibir. GRACIAS.