© 2022 Asociación Urantia de España
Juan José reside en Pamplona. Está casado y tiene 5 hijos. Es doctor ingeniero I.C.A.I. Conoce El Libro de Urantia desde hace unos 30 años. Participa en el grupo de estudio de la zona norte.
Atraído siempre por temas esotéricos e interesado también en cuestiones religiosas (aunque observándolas bajo un enfoque muy crítico), he sido lector habitual de libros relacionados con ambas cuestiones. El Caballo de Troya fue un punto de partida que me abrió camino hacia El Libro de Urantia, aunque este llegó a mis manos años después, de modo incidental, diríase que gracias a una sincronicidad.
A pesar del esfuerzo que me provocaba su lectura (era la versión antigua traducida en América, en la que no podía reprimir mi manía de corregir su infumable texto), me pareció un gran descubrimiento, ya que respondía a muchas de mis permanentes preguntas.
Dado el tiempo trascurrido, me resulta difícil puntualizar este aspecto. Recuerdo que me sentí particularmente atraído por la descripción de la vida de Jesús.
Me atrevo a decir que de un modo radical. Por una parte, al quedar aliviado de la anterior búsqueda de respuestas a gran número de los interrogantes que me inquietaban en aquellos años: la presencia de civilizaciones en épocas remotas de Urantia; la explicación a ciertos mitos que salpican nuestra cultura; la existencia de hechos paranormales sin explicación lógica; etc. Y, por otra parte, el conocimiento detallado de la vida y mensajes de Jesús, que no dejan de impactarme y han dado un rumbo nuevo a mi modo de ser.
Ha dado un vuelco total. No encontraría una descripción mejor de esta transformación que la que el propio libro ofrece en el documento 101, sección 8: «La fe y la creencia». Como puede deducirse de estos párrafos, no me planteo ya la fe como una sumisión ciega a conceptos abstractos sin ningún contenido, sino como una animosa colaboración con ese espíritu que nos acompaña e intenta señalarnos en todo momento la forma de extraer el mayor provecho posible de nuestros talentos.
Resulta difícil aceptar la supremacía de unas razas sobre otras. También la indicación de la existencia de seres humanos inferiores; y el que deberíamos hacer algo para evitar su proliferación.
Tengo también la impresión sobre el hecho (a mi entender, evidente) de que El Libro de Urantia dice verdades, pero no dice toda la verdad. Observamos acontecimientos (de un pasado remoto y actuales) a los que no se encuentra ninguna explicación si nos atenemos exclusivamente a las narraciones del libro. Se producen muchos hechos de gran trascendencia en Urantia que, por alguna razón, no se nos permite comprender.
Sin ninguna duda, la vida de Jesús. La sabiduría que rezuman los documentos de la 4ª parte impacta directamente en centro del corazón de cuantos nos consideramos creyentes en Él.
Es cierto que, al dar El Libro de Urantia abundantes respuestas a preguntas que nos venimos haciendo, llegamos a satisfacer nuestra curiosidad personal, en la medida que las aceptemos sin reservas. Pero es en la 4ª parte donde siento que el libro da un quiebro. Al describir con gran detalle la vida y doctrina de Jesús, nos anuncia en voz alta y clara lo que nuestro Ajustador nos insinúa constantemente, pero de modo tan callado que no llegamos a oírlo. Por ello creo que esta parte del libro es la que puede ejercer mayor influencia en nuestra forma de vivir, ya que apela no solo a nuestro componente racional sino también, sobre todo, a nuestro comportamiento personal. Jesús no bajó a Urantia para satisfacer la curiosidad de la gente que le escuchaba; vino para darnos unas pautas de vida muy sencillas que todos deberíamos seguir de buen grado.
En mi modo de ver, se deriva de barruntar el porqué del hombre en el universo.
Mis reflexiones me llevan a esta concepción de la teleología: Dios crea permanentemente, y su designio es que esa Creación, partiendo de un estado primigenio inicial, vaya divinizándose progresivamente hasta llegar a ser tan perfecta como Él lo es. A lo largo de esta trayectoria de eterna evolución, algunos de sus estratos alcanzan ciertas prerrogativas o condiciones que les posibilitan estar dotados de un primer atisbo de consciencia. A partir de ese momento es cuando adquieren el estatus de criatura y se les da a conocer de modo incipiente su participación en este magnífico proyecto.
Justo en este nivel preciso nos encontramos los humanos, permitiéndosenos intuir el plan divino e invitándonos a colaborar activamente en él. Es así, mediante este incesante proceso de perfeccionamiento de la Creación, como Dios, infinito y perfecto bajo un prisma existencial, va adquiriendo infinitud y perfección experimental, con la ayuda de aquellas criaturas que deciden cooperar con Él. Y es precisamente este acto voluntario al que puede llamarse «hacer su voluntad».
No en el sentido que se le da en El Libro de Urantia. Pero una vez que se asume cuanto indica el libro sobre quién es realmente, resulta más fácil enfocar tus pensamientos hacia él como un ser divino que nos acompaña en nuestra aventura eterna.
Por supuesto que lo intento, con resultados irregulares. Pero indudablemente el balance general ha sido muy positivo.
No creo que sea el carácter misterioso lo que retrae de su lectura a la mayor parte de la gente. Para que fuera así deberían informarse sobre las circunstancias que lo originaron, y ni siquiera llegan a interesarse por ellas. Pero El Libro de Urantia viene acompañado de un conjunto de peculiaridades que lo hacen poco popular:
Deseo añadir una circunstancia personal. Bastantes años de conocer este libro atravesé una época en la que tuve participación activa en una larga serie de sesiones de «escritura automática», animado por sugerencias de mi viejo amigo Juan José Benítez, autor de los Caballos de Troya (años antes de que los escribiera). Esa experiencia influyó positivamente en mi carácter y además facilitó el que asumiera de buen grado la hipótesis del misterioso origen del libro y lo leyera con total confianza.