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Soy Victoriano Izquierdo Ramírez. Resido en Sevilla y estoy jubilado. Mi esposa y yo tenemos tres hijos y cuatro nietos y llevamos leyendo El Libro de Urantia desde el año 1992.
Desde pequeño he tenido una gran afición a la lectura. Me llamó la atención que un día comentando con el profesor de Religión mi interés por leer los evangelios, intentó disuadirme porque ellos no querían que los fieles leyeran estos textos si no estaban comentados por la Iglesia, porque podían tergiversar su significado.
Al cabo de los años compré una revista MAS ALLA dedicada a la vida de Jesús. Había un artículo muy interesante escrito por Antonio Moya que hacía referencia a El Libro de Urantia. En esa época la publicación del primer Caballo de Troya fue un boom editorial. Un compañero de trabajo que estaba muy impactado con su lectura me lo prestó para que lo leyera. A mí no me hizo tanta impresión porque conocía los Evangelios, algo poco corriente entonces. Mi mujer casualmente contactó con Josefina, que vivía en nuestro barrio y hacía reuniones de lectores de El Libro de Urantia en su casa. Todavía no teníamos el libro traducido en español. Cuando los trajo Esteban de Estados Unidos nos dimos cuenta de que la traducción era horrible.
La primera impresión fue muy impactante porque su temario era muy amplio y trataba de conceptos nuevos y desconocidos para la mayoría de los buscadores, que habíamos leído libros esotéricos, de espiritualidad y de autoayuda que estaban muy en boga en aquella época.
Me impactó mucho el concepto de las inevitabilidades, que no había leído en ningún otro libro. También el del Ajustador, que era parecido a la chispa divina que conocía por otros textos.
El grupo de lectores de Sevilla luchamos por una nueva traducción al español del libro. que nos llevó 8 años de reuniones todos los domingos. Pero anteriormente tuvimos que convencer a la Fundación de la necesidad de hacerlo. Y después luchar con la incomprensión de los lectores de Latinoamérica. Fue un compromiso muy fuerte y nada reconocido ahora por la mayoría de los lectores.
La fe básicamente es la misma de las religiones cristianas: conocer y amar a Dios, y considerar a nuestros compañeros del planeta como hermanos. Pero en un mundo tan competitivo es muy difícil y poco aceptable dicho compromiso.
El tema de las razas y su evolución se sale para mí de los conceptos de antropología actuales. De todas formas, El Libro de Urantia advierte que no puede adelantarnos conceptos no alcanzados en la época de su revelación.
Lo que más me impresiona es la vida de Jesús, que nos revela su vida privada desde el nacimiento a la muerte.
La voluntad del Padre es que le conozcamos y aceptemos su plan divino, que consiste en la fraternidad universal y que aceptemos entrar en la carrera ascendente hasta llegar a Él.
El Espíritu sopla y nos inspira de múltiples formas y en diversos momentos, pero generalmente carecemos de sensibilidad para identificarlo.
A través de la vida familiar y laboral uno intenta poner su impronta, unas veces más acertadamente que otras. El resultado es irregular.
Para leer El Libro de Urantia debes tener mucha motivación. Como dicen muchos textos, cuando el alumno está preparado aparece el maestro. Y de una forma u otra, el libro cae en tus manos.
Ha sido una experiencia maravillosa y me ha llevado a conocer e integrarme con la hermandad de lectores del libro.